Y hay que dejarse tomar
por esa fuerza interior,
que comienza a generar
un bien hondo y superior
en la alegría de dar.
Si al dar es que recibimos
¿cómo dejar ya de dar?
más felices nos sentimos,
siendo capaces de amar.
Y amar qué es sino respuesta
dejando ya la protesta
y el esteril aislamiento,
como una voz que en el viento
nos trae nuevas propuestas.
Y nos vamos proponiendo
vivir ya sin egoísmos,
superando los abismos
que nos están separando,
y una luz nos va marcando
el “conócete a ti mismo”.
Y en ese claro aprender
de las cosas interiores,
hay como nuevos fulgores
que se empiezan a encender,
y ya no hay mayor placer
que el de darse sin temores.
En la serena confianza
que así se va despertando,
sabemos que estamos dando
con amor y con templanza,
con una nueva esperanza
que nos va iluminando.
Y esa esperanza despierta
nuevos impulsos de darse,
porque está en el entregarse
la fuerza que nos sustenta,
fuerza que nos acrecienta
la alegría en el brindarse.