AGO-99 Nº 205 |
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“Las dificultades y las contrariedades que se encuentran en la práctica del espiritismo, tienen su origen en la ignorancia de los principios de esta ciencia.” Con esta afirmación comienza la introducción Allan Kardec su “Libro de los Médiums”, continuando que tiene por objeto esta obra ayudar a los adeptos a evitar estos escollos.
En el día de hoy se siguen ignorando muchos aspectos de esta ciencia y filosofía, se siguen incurriendo en muchos errores, y por desgracia en muchas ocasiones sigue estando el espiritismo en manos de personas poco instruidas y preparadas ética e intelectualmente para el ejercicio de la mediumnidad, porque es en este último factor donde más daño se le ha hecho al espiritismo.
Pese a las excelencias de la obra de Allan Kardec, tal como anunció, no existe receta infalible para la formación de los médiums. Ni tampoco claro está de los espiritistas, debido a nuestro libre albedrío y a los esfuerzos que cada uno realizamos para mejorar, es que adelantamos más o menos peldaños en la escala de nuestro progreso moral y espiritual. Pero para poder estar seguros de que hemos actuado como verdaderos espiritistas, tenemos que esperarnos al día de mañana, cuando ya libres de nuestra envoltura corporal podamos examinar nuestras obras y comprobar que cumplimos con los compromisos y objetivos que de nosotros se esperaba. Por tanto decir, “Yo soy espiritista” es muy atrevido, mejor digamos “yo conozco la doctrina de los espíritus y procuro ser y comportarme como lo debe hacer todo espiritista, que Dios me asista y guíe mis pasos a fin de hacer en esta existencia todo cuanto esté a mi alcance para mi adelanto espiritual y para acertar en todas mis decisiones”.
La seriedad que presidió el codificador del espiritismo Allan Kardec en toda su obra se deja sentir en cada una de sus páginas. En todo momento nos exhorta a la responsabilidad, a la disciplina, al estudio serio, al sentido común y sobre todo a orientar nuestras cualidades hacia la mayor utilidad.
A respecto del deseo natural de comunicarse con las entidades espirituales, por parte de los grupos que dispongan de médiums en los cuales exista esta facultad, advierte: “Éstas son cosas con las cuales no es conveniente ni prudente el jugar, y creeríamos prestar un mal servicio poniéndolas al servicio del primer atolondrado que tomase a diversión el hablar con los muertos.”
Cuánta razón le ha dado el tiempo, cuántos grupos aún comen-zando con la mejor intención han hecho la comunicación con los desencarnados el único fin de sus cometidos, cuántos espiritistas no se han querido procurar más que un médium que le sirviera de transmisor, sin considerar la verdadera existencia de la facultad en el médium y las condiciones en que ésta se encontraba, y ¿qué decir de las comunicaciones? ¿Se ha seguido el estudio y análisis de las mismas antes de aceptarlas como buenas, tal y como el Libro de los Médiums nos enseña?
Olvidamos que la mediumnidad no hace al médium, la mediumnidad es la herramienta, y por el hecho de tener un bisturí en nuestras manos no nos convertimos en cirujanos, antes bien hemos de pasar muchos años con el estudio y práctica de la medicina, antes de que se nos autorice al ejercicio libre de la profesión, después con el trabajo vendrá la experiencia, el reconocimiento y el prestigio, aún así no debemos permanecer estancados, puesto que la ciencia no ha dicho su última palabra y ningún buen profesional debe dormirse en los laureles y pensar que ya lo sabe todo, pronto quedaría estancado y sus métodos superados por las nuevas generaciones.
Esto ocurre con la mediumnidad, no es posible llegar a ser un buen médium si no conocemos la herramienta que está en nuestras manos, si no la perfeccionamos y procuramos adelantar según la necesidad del momento y aprovechamos los adelantos y evoluciones que se van consiguiendo en una y otra parte del mundo.
En la práctica de la mediumnidad,
la seriedad y la responsabilidad nunca están de más, no olvidemos
que las entidades espirituales de baja condición intentarán
que seamos flanco de sus juegos, ese es uno de los escollos a salvar, y
no depende sólo del médium sino de todo el conjunto de asistentes
que las comunicaciones se realicen perfectamente, es por ello que los grupos
que se consideren serios y que estén animados por el deseo de que
sus trabajos y comunicaciones sean de utilidad, han de restringir el número
de participantes a todos aquellos que cumplan con estas normas y requisitos.
Nos dirigimos a las personas que ven en el espiritismo un fin serio, que comprenden toda su gravedad, y las comunicaciones con el mundo invisible no les sirve de juguete.
ALLAN KARDEC