OCT-99 Nº 207 |
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Si el espiritismo en general no ha de ser objeto de juego, ni tomarse como si se tratara de algo fútil o como entretenimiento, todo lo que concierne a la mediumnidad y más a propósito las comunicaciones con los espíritus mucho menos, es por ello que esto último ha de reservarse exclusivamente para los miembros asociados a las instituciones, permitiéndose sólo en las sesiones generales la asistencia de oyentes extraños a la misma, cuando se trate de aspirantes a la misma, o que son simpáticos a sus trabajos y “bien iniciados a la ciencia espiritista para comprenderlos”.
Quisiera destacar esto último, “bien iniciados en la ciencia espiritista para comprenderlos”. En este sentido, Allan Kardec no toleraba la presencia en los trabajos o sesiones espiritistas de ninguna persona extraña o inexperta en las cuestiones de espiritismo, ni tampoco la presencia de personas hostiles o de ideas contrarias a la espiritualidad. ¿Por qué todo ello? Indudablemente porque estas personas son un riesgo de atracción de entidades que pueden entorpecer el buen desarrollo del mismo, al igual que sería una pérdida de tiempo para todos en la que ninguna consecuencia positiva podríamos obtener.
Sacamos a colación todo esto, porque en algunas ocasiones se observa que se toman las sesiones de este tipo con cierta ligereza, pudiendo asistir, o invitando a las mismas a personas que no tienen la iniciación adecuada y que ni siquiera son miembros asociados a ningún grupo, y por lo tanto, no han asumido ningún compromiso o responsabilidad dentro del espiritismo.
De hecho, ni siquiera el pertenecer a un grupo da el derecho de poder asistir a las sesiones, si no se ha alcanzado la preparación adecuada y se tiene la seguridad de que la asistencia va a ser positiva para el conjunto y provechosa para el individuo.
Por otra parte, como el hecho de asistir a las sesiones no tiene otro objeto sino es el del estudio, los dirigentes de las mismas se tomarán nota de todo aquello que sea del interés del resto de los componentes del grupo para transmitírselo después, de este modo, todos quedarán enterados de las comunicaciones y se preservarán las mismas de todo aquello que pudiera interrumpirlas, turbarlas o entorpecerlas de alguna manera.
Cuando algún miembro asociado demuestre por voluntad, porque pone en práctica la enseñanza de los espíritus, y se observe que está predispuesto a tomar responsabilidades y que se toma los trabajos con la seriedad y disciplina que se merecen, entonces se podrá debatir la conveniencia de poder asistir a los mismos.
Es también de destacar el hecho de que se reserven las sesiones a los miembros particulares del grupo, y otras sean de índole general, aunque ya se han mencionado las limitaciones de éstas. La razón de ser espiritista tampoco da el derecho de poder asistir a las reuniones de otros grupos. Se podrá pedir la asistencia a las mismas, pudiéndose o no obtener autorización, se nos podrá invitar, accediendo o no a esta invitación, pero lo que no podemos exigir es el asistir a las mismas, porque nosotros realicemos las nuestras, o bien porque seamos médiums o por cualquier otra razón.
Imaginemos que en un grupo las sesiones que se realizan, según los espíritus guías del mismo y, según sus dirigentes, se están llevando a cabo correctamenrte, mientras que se asiste a sesiones de otro grupo y se nos dice que dichas sesiones están bajo la influencia de espíritus burlones, por ejemplo, y que nada de instructivo se está sacando, ¿cómo reaccionaríamos? ¿Lo admitiríamos, estando dispuestos a corregirnos? Estas y otras son las cosas que pueden acontecer, dando lugar todo ello a malas relaciones entre los grupos, a críticas perniciosas y otros escollos que pueden surgir, con lo cual lo mejor es que cada institución procure preservarse mediante la fuerza moral de sus componentes y la vigilancia constante de los preceptos espíritas para que no entre en sus sesiones esa parte negativa que tanto daño hace.
Hay que eliminar la curiosidad, no dejando
lugar para los curiosos, los vagos y los que sólo gustan de las
sesiones por lo que puedan decir los espíritus. Estos no saben que
los espíritus elevados no pierden el tiempo en vaguedades y que
en general no permiten que sus amigos encarnados puedan desviarse por derroteros
de fantasía y de conocimientos que en estos momentos no nos hacen
ninguna falta, siendo raro que los espíritus que nos quieren nos
saquen en sus instrucciones de la parte que nos lleve a nuestra mejora
moral.