NOV-99 Nº 208 |
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a los espíritus |
Si duda que el hecho de las comunicaciones con los espíritus es una cuestión que desde siempre ha llamado la atención, a propios y extraños, siendo esta manifestación una de las cosas más buscadas por muchos espiritistas y personas que tienen acceso a dichas comunicaciones, de hecho, muchos espiritistas se podría decir que "no podrían pasar sin las comunicaciones". Aunque sabemos que para ser espiritista no es preciso ni ser médium, ni celebrar las reuniones en las que los espíritus se manifiestan, antes bien hay que tener mucho cuidado con el terreno que se pisa.
Cuando una persona está lo bastante experimentada e instruida sabe a qué atenerse, dejando a un lado las cuestiones futiles y todo aquello que no es de interés espiritual para su provecho y mejoramiento, sin embargo cuando uno desconoce la profundidad y el objeto de las comunicaciones, y aun la ocupación a la que se deben los espíritus, puede incurrir en los errores propios de esa ignorancia.
“Dos cosas han de considerarse en las que se dirigen a los espíritus: la forma y el fondo.” En cuanto a la forma es natural que deban seguirse unas reglas como son la claridad de expresión, e incluso el orden de las preguntas cuando el tema propuesto requiera más de una pregunta.
“El fondo de la cuestión requiere una atención aún más seria, porque la naturaleza de la pregunta provoca a menudo una respuesta justa o falsa; hay algunas a las que los Espíritus no pueden o no deben responder, por motivos que nos son desconocidos...” A. Kardec.
Además hemos de partir de la base que no todos los espíritus se encuentran en las mismas condiciones, sino que al igual que en la tierra cada uno de ellos se halla en un grado de evolución, y por lo tanto sus conocimientos son limitados. Depende de los conocimientos que posea un espíritu que se le pueda preguntar acerca de una determinada cuestión. Del mismo modo que no preguntaríamos a un herrero sobre cuestiones de física, no podemos preguntar a todos los espíritus por igual, sino que hemos de saber ante qué espíritu estamos para poder elaborar una serie de preguntas.
En aquellos grupos que tienen la debida preparación y experiencia, cuando desean ampliar sus conocimientos sobre alguna materia en cuestión solicitan con la debida antelación la asistencia de un espíritu adecuado a sus pretensiones, el cual cuando le es posible anunciará su asistencia en una reunión y accederá a ser preguntado. Por norma los espíritus que “a priori” manifiesten que saben de todo es señal de que son espíritus que se toman la enseñanza a la ligera y que por lo mismo los hemos de descartar, tratándose de espíritus poco serios que se toman las reuniones como un mero pasatiempo, al igual que probablemente muchos de los asistentes a la misma.
Los espíritus dignos de ser tenidos en consideración son aquellos que sólo responden a lo que saben y que aún teniendo conocimientos sobre el tema al que se le puede haber interrogado, prefieren, si esa no es su especialidad, buscar a un espíritu más experto en el tema que pueda contestar con más autoridad, de ese modo este espíritu no se arriesga a dar explicaciones a medias o no con toda la seguridad que se ha de tener.
Nos dice Allan Kardec que lo que se debe evitar sobre todo, son las preguntas hechas con el fin de poner su perspicacia a prueba. Esto es lógico, ya que los espíritus superiores, aquellos que vienen hacia nosotros con el loable fin de ayudarnos en nuestro progreso, no pierden el tiempo con aquellos que se toman las reuniones como un juego, ellos, eso sí, gustan de que no se crean las cosas porque sí, sino que son partidarios de que siempre se razonen los conceptos y que se somentan a un estudio serio, esto garantiza además que se asimilen las ideas y se aprenda a discernir, con lo cual con este hábito se aprende a diferenciar a los buenos de los falsos espíritus y sólo se toma de las comunicaciones lo que en nuestra conciencia acordemos que es correcto y positivo.
Así pues los espíritus serios no responderán por norma general a preguntas que tengan que ver con intereses personales, o intereses materiales, ni con cuestiones triviales acerca de la suerte que nos va a tocar, aspectos íntimos o todo aquello que pueda coartar nuestro libre albedrío, es decir que los espíritus no son apuntadores ni van a despejar las dudas acerca de nuestra existencia, porque entonces qué mérito podríamos tener nosotros si nos dicen lo que nos va a acontecer o lo que tenemos que hacer.
Tampoco es usual que nos hablen de las existencias pasadas, salvo en raras excepciones, por algo nuestro Padre nos ha velado este conocimiento, ya que en la mayoría de los casos sería perjudicial, además basta hacer un análisis de nuestra personalidad para que entreveamos nuestro grado de evolución, la condición en la que nos encontramos y saber de este modo nuestro estado moral, que es lo que importa ya que hayamos venido bajo la circunstancia que fuere lo que interesa saber es nuestra condición moral, que es el punto en donde los espíritus superiores van a incidir sobre nosotros.
Hay muchas cuestiones y conocimientos que se pueden obtener en la tierra por medio de un estudio e instrucción, los espíritus tampoco nos van a privar de ese trabajo respondiendo y ocupándose de materias que por nosotros mismos podemos adquirir.
En el capítulo XXVI del Libro de los Médiums, parágrafo 287, la pregunta número 3 dice así: “¿Hay preguntas que sean antipáticas a los espíritus buenos? Todas aquellas que son inútiles o que se hacen con objeto de curiosidad y de prueba; entonces no responden y se alejan."
Esta explicación es bastante explícita
y aclara enormemente los límites en donde hemos de llegar en las
comunicaciones. Aprovechamos estas líneas para recomendar el estudio
de este capítulo a los menos experimentados y a todos aquellos que
se estén iniciando en las reuniones para que desde el principio
comiencen con buen pie, descartando aquellas en las que los espíritus
se verían forzados a no satisfacernos, ya que es común que
cuando se comienza en este aspecto se hagan las mismas preguntas, de este
modo comenzaremos sin dar paso a los espíritus ligeros y pseudosabios
apartando un serio escollo de nuestro camino.