FEB-00 Nº 211 |
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Los compromisos que el espíritu humano contrae antes de encarnar son varios, y con frecuencia no recordamos cuáles son ni en qué medida hemos de desarrollarlos. Solamente cuando estamos trabajando sobre ellos nuestra felicidad interior nos otorga la satisfacción interna de comprender que estamos haciendo las cosas correctamente y que debemos seguir en la misma línea.
Si esto ocurre a nivel individual, a nivel colectivo, es decir, cuando un grupo de personas afrontan compromisos espirituales comunes para beneficio del prójimo, también se produce la circunstancia de enfrentar múltiples tareas con distintas responsabilidades.
Siempre y cuando éstas sean beneficiosas para los demás, serán válidas y por ello necesarias de desarrollar si el grupo o colectivo de personas poseen las capacidades y medios para realizarlas.
En estos casos suele suceder que, la diversidad de personas que conforman un grupo espiritual, con capacidades distintas, conocimientos e intelecto diferentes, sentimientos diferenciados etc., marcan las distancias respecto a qué es más importante realizar y a qué se le debe dar mayor prioridad.
La misión o trabajo espiritual de un grupo unido y numeroso no puede circunscribirse a una sóla tarea; pueden existir muchas y variadas áreas de trabajo: doctrinaria, social, de auxilio espiritual, etc. Todas ellas son igual de importantes y a ellas se deben dedicar aquellas personas que por su capacidad se encuentren más a gusto en una u otra realización.
No se puede condicionar el compromiso espiritual de un grupo cercenando las iniciativas de trabajo de unos u otros porque se considere mejor esta o aquella actividad o compromiso a realizar.
Todo es importante cuando existe la buena voluntad de ayudar, de esclarecer las conciencias, de corregir caminos equivocados, de auxiliar espiritual o materialmente, etc. Rechacemos de plano actitudes que nos lleven a imponer a nuestros compañeros la forma en cómo queremos enfrentar el compromiso espiritual de un grupo. El libre albedrío es sagrado para todos los espíritus que pueblan el Universo y por ello hemos de respetar el de nuestros compañeros; dejando que cada cual se ubique y dirija sus esfuerzos hacia el trabajo o compromiso con el que más se identifique.
No caigamos en la trampa del pensamiento único, de la única expectativa, de la única realización. En un colectivo formado por personas de diferentes capacidades, de diversas cualidades y de distintas percepciones de la realidad, nos debemos apoyar unos en otros para llevar hacia delante todas aquellas actividades que entre todos se propongan realizar como compromisos del grupo en general.
Para evitar disgregar las fuerzas es preciso la unión; y ésta sólo se consigue con la comunicación, el diálogo franco y sincero y el respeto mutuo, ofreciendo a todos la participación de forma que cada cual pueda elegir aquello donde más se verá realizado en su compromiso espiritual.
Si falta el diálogo y la comunicación, si falta el conocimiento por parte de todos de las actividades a realizar, faltarán el sentido de la participación, y por ende faltará la unión, pues personas habrán que no se sentirán identificadas con el proyecto al no haber tenido conocimiento del mismo.
Es pues muy importante que, aquellos que se sientan responsabilizados con un trabajo a realizar lo presenten ante los demás, lo ofrezcan y mantengan a todos informados al respecto de sus actividades, para recibir así una mayor ayuda y al propio tiempo ir corrigiendo errores, pues cuando una obra se cimenta en la base de la ayuda al prójimo, las equivocaciones apenas se tienen en cuenta.
En un colectivo de múltiples compromisos espirituales, tan importante es saber qué lugar se ocupa y cuáles son nuestras capacidades personales como el respetar la labor de los demás y contribuir a que todo se realice con la mejor de las voluntades en beneficio del conjunto, fomentando la unión y agregando y sumando fuerzas positivas que permitan una mayor realización de todos para el éxito del compromiso en general.