AGO-99 Nº 205 |
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Cada vez es más cierto que los humanos tendemos a radicalizar nuestras posturas ante la propia vida; por un lado, los hay que, viviendo solamente el mundo bajo ambiciones y aspiraciones materiales tienden a volcar todo su esfuerzo y dedicación en la búsqueda de los placeres que proporciona la vida fácil, la sociedad de consumo, es decir, cada vez más las tendencias hedonistas se abren camino como un reguero de pólvora para intentar satisfacer las necesidades del hombre a nivel material.
Por otro, existen las personas sensibilizadas con el dolor ajeno, con los ideales por conseguir un mundo mejor, tanto en el aspecto de la naturaleza como en el de la justicia social o incluso en el de la realización espiritual.
Estos tres aspectos concitan el esfuerzo denodado de millones y millones de seres humanos que hoy día se resisten a la corriente de materialismo embrutecedor y egoísta que está convirtiendo la civilización de nuestro planeta en personas destinadas al consumo, la sensualidad y la búsqueda de las riquezas materiales, olvidando el aspecto “humanista”, “solidario” y “altruista” que debería presidir las relaciones humanas en un mundo que es de todos y debiera ser “para todos” y no para unos pocos.
Asistimos a la dicotomía terrible de un mundo donde todo es válido con el fin de conseguir los fines de dominio, poder, riquezas, etc. Para ello no se escatiman esfuerzos y si es precisa la guerra ésta se lleva a cabo, y si es preciso el hambre, éste no se detendrá, y si es preciso el sufrimiento y la injusticia, ésta primará para muchos con el fin de que unos pocos puedan disfrutar y amasar cada vez más poder y más riqueza.
Éstas son algunas de las expectativas más sombrías que se nos presentan en el mundo que se avecina. Pero hemos de ser positivos y, como decíamos anteriormente, existen muchas personas que de una u otra forma se resisten a ello e intentan desde una postura activa mejorar cada día más la sociedad y el mundo en el que nos desenvolvemos.
Aquí ya no intervienen exclusivamente las religiones como doctrinas de salvación humana; estamos en unos tiempos en los que las personas se agrupan con el fin de ayudar, se esfuerzan por mitigar el dolor ajeno, se sacrifican por sus semejantes y por la naturaleza con el fin de preservarla. Todos estos ideales son llevados a la práctica por personas de gran empuje, de gran fortaleza interior, sea cual sea su creencia y religión.
Cada vez más afloran movimientos, ONGs., instituciones, asociaciones y grupos que trabajan por los demás, que se sacrifican por sus semejantes, que hacen del altruismo la bandera y el método de su trabajo. Lo que anteriormente era patrimonio de los misioneros, hoy podemos asegurar que al margen de la religión existen misioneros en todo el mundo, misioneros de amor, de solidaridad, de fraternidad, que no evangelizan con su palabra o con una doctrina determinada; evangelizan con su ejemplo, en los barrios más pobres de las ciudades más industrializadas, en los guetos, en las junglas, en todos aquellos lugares donde existe necesidad de afecto y posibilidad de ofrecer esperanza en un futuro mejor.
¡Qué mayores expectativas y horizontes para el nuevo tiempo que se acerca que el poder comprobar que existen legiones de personas en todo el mundo ayudando, colaborando en pro del bien, en pro de la fraternidad humana sea cual sea su cultura y su civilización!
Entramos en el milenio de los valores
del espíritu, entramos en el tiempo donde la credibilidad se ganará
por la capacidad de renuncia y sacrificio que podamos ofrecer a los demás.
Entramos en una nueva era donde las ideologías espirituales que
no se sustenten en obras de bien acabarán por perecer. Será
el hombre y su obra la que valorará la sociedad como ejemplo a seguir
y a imitar.