FEB-00 Nº 211 |
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¿Quizás es grata la dicha
del que aturdido se aferra,
en reclamarle a la vida
nuestra amistad verdadera,
y a su cálida sonrisa
no encuentra nunca respuesta?
¿O aquella madre sencilla
que en su abnegada paciencia
acoge compadecida
nuestra rebelde existencia,
no merece ser querida
con la misma recompensa?
¿O ese vagabundo extraño
que irrumpe en nuestro sendero,
y tras su estéril pasado
vertimos nuestro desprecio,
recibe tantos agravios
por no querer entenderlo,
que el "amar" no tiene horarios,
sino humanos sentimientos?
¡Es tan infame el cariño
en nuestras trémulas quejas,
es nuestro amor tan "ambiguo",
hasta que nos damos cuenta,
que si de verdad sentimos,
todo merece la pena!
La madre, o el vagabundo,
o ese amigo, que no llega,
son testigos de este mundo
que les vuelve la cabeza,
no piden grandes triunfos,
no esperan fatuas riquezas,
sólo un rincón más profundo
en nuestras ciegas conciencias.
Pasamos como de largo
con exultante insolencia,
cuando no es de nuestro agrado,
cuando alguien nos exaspera,
cuando el corazón cansado
nos va mermando las fuerzas,
si renunciamos a algo
que no es de nuestra incumbencia.
Aquel hondo sacrificio,
aquella frase sincera,
aquel perdón escondido
en el desván de la ausencia,
ese "ser nosotros mismos"
entregando a manos llenas,
sin marcados artificios,
sin esclavas exigencias,
así andamos el camino y
...así es como se nos premia.
¿Qué el camino ha sido vano,
que no merece la pena?
Sintamos el fiel regalo
de estar cada vez más cerca,
cómplices en el pasado,
hermanos en los problemas,
si aún seguimos engañados,
miremos lo que hay afuera.
Porque aquí la confianza
es la más lograda bandera,
nos miramos cara a cara,
con emotiva nobleza
compartimos añoranzas,
perdonamos las ofensas,
y en el fondo, en nuestras almas,
a todos, se nos aprecia.
Y no me avergüenza nada,
confesar que cada día,
quisiera darles las gracias
por lo que esto significa,
por sus voces de esperanza,
por su afecto sin medida,
por hacerme tan honrada,
ser parte de esta familia.
Si alguna vez me pregunto,
si hay alguna complacencia,
en este horizonte mudo
a nuestra lucha sin tregua,
háblenme del vagabundo,
de esa amistad siempre incierta,
o esa madre que en mi mundo,
siempre merece la pena.
E.M.V.
(Poesía leída con ocasión
del XXI aniversario
de la Asociación Parapsicológica
Villenense)