FEB-99
Nº 199
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La
alegría de dar
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Juzgamos el valor de nuestras cosas
con criterio de profundo interés,
sin medir que pudiera haber, tal vez,
a nuestro lado valores más profundos,
y así vamos marchando por el mundo
con el decoro del lujo y la altivez.
Sólo por ver, viendo nuestras cosas,
y por juzgar sin ver lo verdadero,
seguimos un solo derrotero,
el de nuestras propias posesiones,
y a ellas sujetamos las acciones,
y a ellas estamos sujetos por entero.
El gobierno que ejerce la tenencia
sobre cada acto y actitud,
hace que creamos que es virtud
luchar por superiores posesiones,
justificando todas las acciones
que el obtener nos marca en rectitud.
En este vivir atesorando,
vivir con el temor que representa
estar sujetos a cotidiana cuenta
de lo que vamos obteniendo,
en realidad vamos perdiendo
en el haber que realmente nos sustenta.
Es que hemos de ver lo verdadero,
y habremos de sentir un gran dolor,
al enfrentar más tarde el estertor,
de encontrarnos vacíos totalmente,
sin ningún valor que represente
un bien espiritual y superior.
¿Por qué el aferramiento
a ese poder?
¿Por qué esa ambicion y
esa inquietud?
no hay en ella ni un poco de altitud,
ni un poco de sencilla compresión,
que haga latir de gozo al corazón
con el delicado vibrar de la virtud.
Preguntamos y nos preguntan:
¿en qué afirmamos nuestras
reflexiones?
¿qué alegría hay
en las acciones
sin un estímulo a alcanzar?
¿dónde el valor por el que
luchar?
¿dónde el poder que dan
las ambiciones?
Diremos en leal contestación,
a todas las preguntas formuladas,
aquietada toda intención
de creernos palabra autorizada:
“Tal vez estemos en el mundo
como pobres idealistas de esta hora,
como quien lucha y se afana y no atesora
ningún bien que pueda ser visible,
pero bregamos por bienes accesibles
sólo a quien tiene límpido
el mirar,
y nada guarda que pueda ostentar,
nada oculta, y por nada ha de temer,
en su lucha leal por obtener
LA ALEGRÍA DE DAR.”
CARLOS MANCO