NOV-99 Nº 208 |
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Los hombres me parecen muñecos vulnerables
que a su antojo el dolor y el mal manejan,
y el odio y la venganza los motivan
para estar siempre en lucha, siempre en guerra.
Al borde del abismo de la nada,
con la vida y la muerte siempre juegan,
sin saber caminar con paso firme
ni de su porvenir tener conciencia.
El bienestar moral no les importa,
la vida hay que vivirla como sea,
dándole privilegios a la carne,
sin escuchar la voz de la conciencia.
La vida espiritual es un engaño
que el fanatismo y la ignorancia crean,
para vivir mejor los que la explotan
y en el nombre de Dios sus arcas llenan.
No hay amor sino odio en las miradas
y no es fácil la humana convivencia,
pues cada cual se afana por sí mismo
y deja a los demás con sus problemas.
El egoísmo es tal que se desborda
y no se piensa más que en la riqueza;
ser rico y poderoso es lo importante,
a costa de uno mismo o de quien sea.
La corrupción y el dolor tienen carta
blanca,
porque la justicia brilla por su ausencia,
absolviendo a los ricos de sus culpas
e imponiendo a los pobres duras penas.
Luces y sombras combaten sin descanso
pretendiendo el dominio de la Tierra,
las luces proyectando luz divina
y las sombras obstinándose en no verla.
La lucha es desigual, porque las sombras
oponen a las luces resistencia,
pero las luces siguen alumbrando
y dando claridad a las conciencias.
Quien no cierra los ojos a la Vida,
del Más Allá infinito a la existencia
y camina seguro de Dios y de sí mismo,
no se deja vencer por las tinieblas.
No desmaya en su lucha contra el mal
y las iniquidades que genera,
y vive para Dios y los que sufren
haciendo del Amor y el Bien la siembra.
Procura dar al mundo de su luz
la claridad divina que le orienta,
para que vea el sol de la Esperanza
y deje de abismarse en las tinieblas.
Para que nunca, nunca se desmande
y viva en paz con Dios y su conciencia,
haciendo del Amor y las virtudes,
para su propio bien, la sementera.
JOSÉ MARTÍNEZ FERNÁNDEZ