El dolor es de mi vida
compañero inseparable,
y en mi caminata austera
no deja de acompañarme.
A donde quiera que vaya
conmigo siempre lo llevo,
y me impide caminar
con libertad y sin freno.
Sonreir sin amargura,
detenerme en el placer,
ni apartarme de la senda
del sacrificio y del Bien.
Menospreciar de la Vida
los valores inmortales,
ni mostrarme indiferente
con quien en dolor me gane.
Es la herencia de mi alma
y no me puedo quejar,
ya que sin él no es posible
borrar las huellas del mal.
Hacerse luz de la vida,
luminaria del Amor;
participar del progreso
ni alcanzar la perfección.
Es él el que nos madura
y hace ver con claridad
de nuestras imperfecciones
el resultado fatal.
Bendito sea el dolor
si lo sabemos llevar
con resignación cristiana
y pensando en los demás.
Con el corazón abierto
a todas las criaturas,
compartiendo sus pesares,
prestándoles nuestra ayuda.
Siempre hay quien gane en dolor,
aventaje en sufrimiento,
y al compararnos con otros,
nuestros pesares son menos.
Nos hacemos solidarios
con la humanidad doliente,
amando y compadeciendo,
dulcificando su suerte.
Y por medio del Amor,
del bien y la Caridad,
logramos de nuestras almas
dejar el pasado atrás.
Hacernos luz de la Vida,
luminarias del amor,
y caminar al encuentro
de Dios y la perfección.
Liberarnos del dolor
que el corazón nos oprime
y acompaña noche y día,
que no nos deja ser libres.
JOSÉ MARTÍNEZ FERNÁNDEZ.