SEP-99 Nº 206 |
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Sí, somos espíritus que precisamos de progreso y ésta es la razón principal por la que tenemos que luchar. Es deber nuestro agradecer en cada momento que vivamos, la gran oportunidad que el Padre nos ha otorgado para lograr aquellos compromisos que contrajimos antes de encarnar.
Nuestra materia es un mero instrumento utilizado para este fin: "La evolución", a través de la cual podemos manifestarnos, actuando de acuerdo a las metas que nos vamos marcando. Lo cierto es que si no hacemos un buen uso de esta herramienta (la materia), ejerciendo un adecuado dominio sobre ella y sus tendencias, nuestra labor se tornará mucho más ardua y cansada.
En este mundo de expiación y prueba se nos ofrecen alternativas de cambio y superación, pues en él se suscitan las situaciones y experiencias precisas que nos permiten profundizar más en nuestro interior a fin de que sepamos eliminar a tiempo esos resquicios que entorpecen nuestro desenvolvimiento cotidiano.
El modo más productivo y satisfactorio de agradecer nuestra existencia es dedicarnos enteramente a este camino, pues tenemos ya comprobado que es una gran ayuda para nuestro "perfeccionamiento", si somos los suficientemente hábiles y sensatos para aprovechar las circunstancias que se nos presentan. Hemos de empezar a sembrar en este amplio campo, con amor, esfuerzo y dedicación, sin demora, dando el máximo de cada uno e implicándonos en cada obra de bien que podamos hacer al prójimo. La principal moneda que tenemos es la ayuda desinteresada, acompañada siempre de la voz de nuestro corazón que es el que determinará en última instancia la intencionalidad de nuestras acciones.
En la doctrina espiritual el primordial objetivo de sus seguidores es el de llegar a alcanzar mayor grado de progreso en su espíritu y para ello la siembra del día a día tiene que realizarse con el mejor "abono", pero ante todo no dejar que ésta se eche a perder, pues precisa de cuidados intensivos, evitando por todos los medios que la falta de algún elemento esencial, como es "el agua", produzca la fatal sequía. Todos somos conocedores de cuánto cuesta recuperar una cosecha perdida, si no ponemos la suficiente dedicación y cariño puede llegar a pudrirse el fruto, es nuestra obligación eliminar de raíz los aspectos negativos que perjudiquen, por tanto siempre tomaremos las precauciones necesarias.
Sin aludir a más comparaciones, lo que pretendo decir es que se necesita de muy buenos valores a poner en funcionamiento, cerciorándonos de si estos producen el efecto deseado o si por el contrario, los confundimos con nuestras propias imperfecciones y sin darnos cuenta estamos poniendo en peligro el trabajo hasta entonces realizado.
A su vez no podemos olvidarnos de contratiempos externos que puedan surgir, ante estos la mejor defensa es la fortaleza y la formación de una base consistente, de manera que ninguna tempestad pueda ocasionar daños irreparables.
Las técnicas que utilicemos en nuestra siembra, han de estar siempre fundamentadas en el amor, los buenos sentimientos y sobre todo la prioridad de los intereses de la colectividad sobre los intereses propios.
Recordemos algo muy importante, y de
lo que nadie queda exento, es sin duda la obligación de recolectar
el trabajo realizado, ya sea bueno o malo. Por esta razón, debemos
cuidar que nuestros pensamientos, sentimientos y obras sean lo más
sinceras posibles, sin interrumpir la marcha de otros compañeros
que siguen los mismos ideales, no preocupándonos de la siembra del
prójimo, pues mientras tanto correremos el riesgo de perderla.
Las ilusiones constituyen lo único que nos ayuda a vivir; por ello debemos respetarlas en los demás y en nosotros mismos.
E. JALOUX