NOV-99 Nº 208 |
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Estamos viviendo unos momentos en los cuales las personas nos estamos definiendo por uno u otro camino: el del materialismo o el del espiritualismo, derecha o izquierda del Maestro, el bien o el mal. No nos engañemos pues esta es la realidad de hoy en día, el hombre tan solo vive por y para sí mismo, sin miramientos del daño que podemos hacer a quien nos rodea para conseguir lo deseado, lo que prima por encima de todo es la consecución de logros materiales para poder adquirir un mejor nivel de vida.
¡Es tan triste que no queramos recordar todo lo que prometimos que íbamos a cumplir una vez encarnados! Sí digo bien: NO QUEREMOS RECORDAR. No es ningún disparate, es la pura y triste realidad, porque si uno verdaderamente escucha su interior podrá oír esa voz que nos acompaña desde que vimos por primera vez la luz en esta humanidad y podrá escuchar cómo nos va indicando todo cuanto hemos de hacer para poder seguir el camino del amor y el respeto por los demás. Nos va recordando en todo momento que nuestra única meta en esta vida es limpiar de nuestro espíritu todas las imperfecciones que nos acompañan y nos muestra cuáles son las armas necesarias para poder vencerlas y que no son otras sino todas nuestras virtudes que hemos ido adquiriendo con el paso de las sucesivas encarnaciones.
Si nos definimos por el camino que marca la doctrina espírita lo hemos de hacer con todas sus consecuencias y asumir todas las responsabilidades que ello conlleva. Aquí no vale el “si pero…”, desde el momento en que tomamos la acertada decisión de seguir los pasos que marcó Jesús tenemos el deber de imitarle en todo cuanto Él hizo por nosotros y sobre todo en una por encima de todas las cosas: “Amar al prójimo como a nosotros mismos”. Este camino es largo, muy largo, pero hermoso ya que a través de todas las experiencias que vamos viviendo nos vamos formando poco a poco y nos vamos enseñando a preocuparnos de la gente que nos rodea, a amar con toda nuestra alma, a respetar a todo el mundo y sobre todo a perdonar, algo muy importante para poder subir peldaños en la larga escalera de la evolución.
Todos los espíritas tenemos el compromiso moral de mostrar al mundo todos los conocimientos que hemos adquirido, pero no sólo con la teoría sino con la práctica diaria. Hablar es muy fácil y todo el mundo lo sabe hacer, lo verdaderamente "complicado" es demostrar a esta sociedad con los hechos cómo se ha de vivir en paz y armonía con todos nuestros semejantes. El poner entre comillas la palabra "complicado" es porque entiendo que no lo es en sí, sino que el problema radica en el temor que existe en esta sociedad a poder perder una posición acomodada por mostrarnos diferentes. Es por este motivo y no por otro por el que esta humanidad todavía anda anclada en el pasado, no ha sido capaz de reaccionar ante los vivos ejemplos de personajes que han marcado una huella profunda a su paso por este planeta.
Está muy bien cuando nos reunimos con personas que comparten nuestras ideas y cambiamos impresiones, pero creo firmemente que, a estas alturas, lo que debemos de hacer es trabajar en nuestras respectivas comunidades ayudando en todo aquello que pensemos podemos ser útiles, acercando de esta manera toda nuestra alegría, nuestra ilusión a las personas que conviven con nosotros en nuestra misma ciudad. Es la forma más práctica de que la gente rompa esos tabúes que por desgracia hoy en día todavía pululan por nuestra sociedad. Una vez que estamos codo con codo con estas personas y nos mostramos naturales, sencillos y humildes, preocupados por los demás, éstas se quedan pensativas pues seguramente ellos tenían una idea preconcebida y les hemos desmantelado este concepto, contagiándose de nuestro entusiasmo.
Esta es la forma de demostrar al plano espiritual que hemos aceptado nuestro compromiso, que somos conscientes de la realidad que nos rodea y que queremos luchar por conseguir nuestra meta. Es la manera de plasmar nuestra renuncia a gustos personales, de nuestro tiempo particular para dedicarlo a tareas que a buen seguro enriquecerán nuestro espíritu. Al mismo tiempo estamos minando una de nuestras mayores lacras que es la comodidad, la estamos haciendo desaparecer de nuestro interior convirtiéndonos en unos incansables trabajadores de la última hora.
Tenemos que ser conscientes que en esta sociedad ya se han dicho muchas cosas, demasiadas, y todos estamos ya muy cansados de escuchar “consejos” de un lado y de otro; a las pesonas lo que de verdad les motiva y les hace reaccionar, es ver que existe gente que de verdad se implica y se preocupa por la sociedad en la que vive. Ya está bien de estar en nuestra posición acomodada, es la hora de romper con todo y volcarnos en trabajar por y para los demás desinteresadamente, de corazón.
Si de verdad queremos completar nuestra
misión, no nos engañemos pensando en que llevando el mensaje
de Jesús de ciudad en ciudad y predicando la doctrina de Allan Kardec
ya está todo resuelto, ni mucho menos, la realidad es que o asumimos
nuestro compromiso de salir a la calle a trabajar o no habremos conseguido
realizar nuestra misión. Todos los grandes maestros aparte de hablar
pusieron en práctica todos sus conocimientos, no lo olvidemos. ¿Acaso
nosotros podemos prescindir de ello?