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Sabemos que es un aspecto interno, ya que a todos nosotros se nos ha dotado de la suficiente voluntad para poder afrontar la vida, sin embargo si no la ponemos en práctica, si no nos esforzamos en conseguir que este valor sea uno de los instrumentos a nuestro alcance inmediato, entonces nos hallaremos sin motivación y casi sin darnos cuenta nuestra existencia será cada vez más monótona.
Sí, es cierto que a menudo podemos observar como seleccionamos aquello que más nos agrada y posteriormente hacemos todo cuanto está en nuestras manos hasta lograrlo, pero esto, realizado en beneficio propio, no podemos denominarlo voluntad sino más bien egoísmo. En las sociedades actuales, es fácil ver la competitividad a gran escala, el luchar sin contemplaciones de ningún tipo por los mismos intereses materiales y todos a cambio de éxitos carentes de significado en el plano espiritual. ¿Es ésta la verdadera voluntad que ha de ejercitar el ser humano?
Algo que no nos ofrece complicaciones y que lo deseamos plenamente, no nos cuesta ningún trabajo llevarlo a cabo. Lo difícil es renunciar, apartar nuestras comodidades y establecer preferencias en aspectos de los que no vamos a obtener beneficios tangibles; son situaciones como prestar ayuda a los demás, esforzarnos por pulir nuestros defectos, tener predisposición para aceptar consejos, para trabajar en conjunto... e infinidad de vivencias en las que necesitamos mostrarnos voluntariosos y deseosos de realizar algo a favor del prójimo.
Desde luego, no podemos consentir que sean sólo simples muestras externas, es decir, no tiene ningún sentido realizar acciones que no sintamos realmente, de las que no estemos convencidos, pues así lo único que conseguiremos es dar una falsa imagen, engañándonos a nosotros mismos, sin saber que tarde o temprano, lo normal es que se descubran las verdaderas intenciones.
Para el desarrollo de la voluntad es necesario replantearse una serie de objetivos o propósitos, útiles así mismo para potenciar valores internos y erradicar los defectos que poseemos, nunca unos fines materialistas, pensando en nuestro bienestar. Además es importante que tengamos absoluta claridad y convencimiento pleno de lo que pretendemos, persistiendo día a día sin desaliento, con una perfecta sintonía entre lo que pensamos, decimos y hacemos. No cabe duda de que para ello tendremos que vencer una serie de dificultades, seguramente procedentes de las propias imperfecciones, pero conforme vayamos adquiriendo el hábito de querer, nos percataremos de que cuanto más hayamos desarrollado esa facultad menos esfuerzo emplearemos en la consecución de proyectos posteriores, del mismo modo conseguiremos entregarnos sin reservas a cualquier actividad llevándola a feliz término. Esto nos indica que el impulso inicial constituye la fase más ardua, pero si repetimos constantemente actos positivos trazados previamente, sin permitirnos momentos de apatía o desgana, poco a poco, iremos aprendiendo a realizar las cosas sin que nos suponga un gran sacrificio.
De esta forma notaremos también mucha seguridad y habilidad en la toma y ejecución de decisiones, pues nuestra fuerza de voluntad habrá alcanzado un nivel en el que ya no nos costará apenas trabajo ponernos manos a la obra en esas realizaciones.
Nunca podemos recrearnos viendo los grandes éxitos que vamos a obtener a cambio de la acción voluntariosa, pues esta falta de humildad, será un impedimento añadido a nuestra labor, ya que siempre esperaremos la recompensa de ser admirados por nuestros semejantes, centrando los propios objetivos no en la superación interna, sino en ser los protagonistas de una determinada acción y esto nos desviará totalmente de nuestro cometido.
Debemos ser altruistas, confiar en nuestras propias posibilidades, sin hundirnos ante la primera desavenencia o fracaso pues si nos mostramos inseguros y desesperanzados, estaremos poniendo límites a nuestra capacidad de obrar sin llegar al logro de los fines establecidos. Esto significa, además, que estar a gusto con nuestro interior sin dar cabida a entorpecimientos ayuda a forjar esa fuerza de voluntad, habiendo predisposición al equilibrio y la armonía.
Todos conocemos ese famoso dicho "querer
es poder", que nos reafirma lo anteriormente expresado. La fuerza de voluntad
es algo que todos llevamos dentro, tenemos que aprender a sacar este valor
a la luz procurando que esté presente en cada paso que demos. De
este modo podemos encontrar la motivación de esta existencia y el
impulso preciso para no acomodarnos ni mostrar pasividad ante la vida.
Si somos verdaderamente conscientes de nuestras pretensiones y éstas
van bien encaminadas espiritualmente, si tenemos pleno convencimiento de
lo que queremos alcanzar, si somos constantes en esta lucha diaria, forjaremos
una voluntad muy poderosa. Y una vez estemos dotados de ella, no será
necesario un gran esfuerzo para continuar trabajando, puesto que con sentirlo
profundamente pondremos la energía suficiente.