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Hemos encallado frecuentemente al pensar que el Maestro, nos exige dar afecto indiscriminadamente a todos y que por consiguiente el perdón al enemigo, incluye experimentar los mismos sentimientos que cuando estrechamos en los brazos a un ser querido, que por mil razones merece nuestro afecto. Esto sería violentar nuestra condición de humanos, algo que en ningún caso nos propone en su enseñanza.
Entonces, ¿qué es amar en su más pura expresión?. Amar es comprender. Lo primero es estar convencido de que cuanto está fuera de mí existe independientemente de que yo lo entienda, me guste o me incomode, lo considere bueno o malo. Si existe es obra de la Ley del Amor luego cada cosa, cada persona cumple su función en el plan divino y por tanto no es malo, sólo una pieza en el maravilloso engranaje del cosmos.
Todo es perfecto, no tengo que cambiarlo, sólo comprender que cada suceso, cada persona cumple su papel. Los cataclismos, las masacres, el jefe "injusto", hacen lo que les corresponde para que yo progrese en mi evolución. Si comprendo esto, si en lugar de intentar cambiar los hechos, cambio mi modo de verlos no como perjudiciales, sino como gestores de mi adelanto espiritual; valoro su aporte, acepto que se me está exigiendo superación ante las dificultades, no interfiero en lo que otros hacen si no es de mi incumbencia, respeto el camino que les corresponde y concluyo por agradecer que así me ayuden a aceptar la Ley Perfecta, el Amor.
Comprendo que ni el terremoto, ni la masacre, ni el jefe injusto son amables, pero el proceso de progreso que generan en mí, al aprovechar la lección que cada uno me da sobre el manejo de la situación, sí es amable. Ni a la masacre, ni al jefe injusto voy a darles afecto, pues no reúnen las condiciones y repugna a mi naturaleza pero sí puedo comprender que cumplen un papel de amor trazado para mi bien. En otras palabras, no son malos. Como individuos, como nación o como humanidad, no progresamos si esos actos no se dan. Tan pronto aprenda la lección que me traen, esos hechos correctivos dejan de tener sentido, y cambiarán porque ya la Ley del Amor no los considera necesarios para mi adelanto.
¿Qué me corresponde ante un terremoto? No está en mi mano el evitarlo sino aprovecharlo en mi progreso espiritual. Es la oportunidad para ser solidario, para consolar, para curar, para inducir al cambio colectivo de comportamiento, a reconstruir lo derrumbado. Nada de resignación, sino de estimulo hacia la acción, hacia el aprovechamiento de progreso espiritual y material. ¿Qué me corresponde ante el jefe injusto? Ante todo no dejarme quitar la paz interior por falta de amor, es decir, por falta de comprensión de que tengo enfrente una oportunidad para mi progreso.
No será pues, una resignación pasiva, angustiante, que acumule odios y resentimientos. Será una acción tranquila y firme. ¿Enfrentando en diálogo razonado y conciliador?, ¿acudir a una autoridad superior? ¿Buscar otro empleo? Si con íntima paz interior paso de la especulación a los hechos aparece la solución. En último término, si todos los caminos se cierran, aceptaré que me corresponde sobrellevar no al jefe injusto, sino al instrumento que quizá me haga descubrir que el injusto soy yo, en ésta y en múltiples oportunidades anteriores y que está a mi lado puesto por la mano invisible del Amor Eterno para que pula una faceta áspera del diamante de mi espíritu. Tal actitud no es resignación, es superación personal, es comprensión, es en definitiva Amor Universal.
En nuestra condición de humanos pasamos por todos los estadios de amor con minúscula, el instintivo, el sentimental, el mental y hasta el afectivo, para llegar finalmente al AMOR con mayúscula, al Amor Universal, la comprensión, único que cumple con las expectativas del Maestro: cuando cada uno haya aprendido y vivido esta lección, nada le causará sufrimiento, tendrá dentro de sí la plena felicidad que trae la Presencia Divina y en la tierra se habrá constituido el Reino del Amor.