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Este hecho no se da solamente cuando las relaciones son a nivel personal, sino que ocurre otro tanto cuando estas relaciones se establecen en nombre y representación de grupos organizados. Pero aún reconociendo esta gran realidad, tenemos que reconocer también que, interiormente, estamos más predispuestos a censurar aquellas actitudes desafortunadas de los demás, con las que no coincidimos, más que a valorar aquellas buenas cualidades con las que estamos de acuerdo. Hecho éste, que si bien nunca podrá romper la unidad de la base fundamental que nos une, sí puede en ciertos momentos, empañar esas buenas relaciones que deben de existir entre nosotros.
Ante estos posibles hechos, yo creo que todos por nuestra parte, debemos de poner atención y averiguar en cada momento, cuál es la causa que puede motivar el deterioro de nuestras relaciones, y sobre todo, analizar hasta qué punto, y en que medida somos nosotros los responsables de que esto suceda.
Debemos reconocer y valorar en su justa medida, el apoyo, el esfuerzo y el trabajo que cada persona y cada grupo realiza en la expansión, el desarrollo y el fortalecimiento de esa causa común a la que todos nos debemos. Así como ser respetuosos con aquellos planteamientos, o aquellas opciones que, en alguna medida no coinciden exactamente con las nuestras. Y más tratándose a veces, de cosas de menor importancia, que en nada alteran el orden ni el sentido fundamental de nuestro trabajo. Además si somos honestos, y reconocemos que nadie es perfecto, debemos reconocer también que posiblemente, ninguno estemos en la posesión absoluta de la verdad.
Lo que sí sabemos todos es que la llave de la unidad consiste en saber conjugar la convivencia, con un correcto uso de la discreción y una buena dosis de tolerancia. Si analizamos objetivamente las razones básicas por las que todos permanecemos fieles a unos principios, comprobaremos que son de mayor importancia y muchas más, las cosas que nos unen, que las que nos separan. Por lo tanto, es improcedente prestar atención a ciertos detalles menores, habiendo cosas de mayor importancia que están reclamando nuestra atención.
Pero, a pesar de esta inquietud manifiesta por mi parte, y apelando al refrán que dice que "lo cortés no quita lo valiente", tengo que dejar claro también, que en ningún momento he puesto en duda la buena fe y el entusiasmo que ponéis en vuestro trabajo, a la par que a la mayoría de vosotros os avala un largo historial, donde habéis dejado claro el reconocido valor de vuestras cualidades, unido a esa entrega permanente y a esa amplia capacidad de trabajo.
Como también quiero expresar mi agradecimiento a todos los que, de algún modo habéis puesto luz en mi camino, consiguiendo con ello que, después de darlo todo por perdido, volví a recuperar la esperanza. Volví a tener fe y creer en las personas, que es donde se depositan y se sustentan esos valores. Y sobre todo, porque volví a creer y a tener esperanza en Dios.