JUL-99 Nº 204 |
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De las tantas paradojas que se suscitan en el Movimiento, debe ser ésta la de mayor grado de aflicción y tristeza provoca en los seres que, habiendo trabajado dentro de las filas del ideal, ya desencarnados, perciben con claridad las dificultades presentes que obstaculizan tan precioso objetivo.
¿Podríamos suponer que es un objetivo inalcanzable?.
La respuesta concreta es no. Pero haciendo la salvedad de confluir en determinados caracteres, que deben observarse, a priori, para que la labor a desarrollar esté asentada en una base firme y su proyección teórica en el tiempo reafirme y valorice el concepto de unidad.
Ninguna adquisición dentro del campo espírita, para que sea duradera, debe llevar como guía la inmediatez; la unificación será así el corolario lógico de una serie de cuestiones que es imprescindible analizar y reformular.
Y entre esas cuestiones, la cruel y severa realidad que vive la Humanidad de nuestros días nos impone con fuerza el camino, y la tarea de hoy.
En nuestro mundo global, el hambre y la violencia, la enfermedad, la falta de trabajo y la cada vez más acentuada desigualdad en la distribución de la riqueza, son las grandes heridas de todos los pueblos, sin excepción. Y los mandatarios, desentendidos de sus obligaciones, parecen no comprender cuál es la responsabilidad transcendente del gobernar.
Es, entonces, en este contexto, que se torna, imperioso el conocimiento de la Doctrina de los Espíritus.
Comprender que el Espíritu ha vivido y seguirá viviendo, que su evolución no se detiene, que ha encarnado y seguirá encarnando, una y otra vez, en este planeta, que cosechará los frutos de sus esfuerzos y los sufrimientos de sus errores, y que no avanzará solo, sino que su destino es la marcha ascendente de toda la Humanidad, fraternal y solidariamente unida.
Esa es la tarea de los espiritistas de todo el mundo. Señalar sin cesar, una y otra vez, que es el Hombre el protagonista de la Historia, que a su progreso y evolución debe estar subordinada la economía y la tecnología. Que la educación y la salud son los pilares en los que se asienta la posibilidad de hacer, de cada encarnación, una etapa de aprendizaje completa y positiva.
Hacer lo que los Espíritus hicieron en su momento, cuando resolvieron que los hombres ya estaban capacitados para conocer la Verdad. Esa Verdad escondida detrás de todas las manifestaciones religiosas, y que, a través del Espiritismo, apoyado en el razonamiento y en la experimentación, se transformó en savia liberadora de todas las cadenas.
Cuando los Espíritus hablaron no tuvieron predilección de razas, credos, lenguas y sexos.
Comenzaron un trabajo que debemos continuar. Estudiando, investigando, cotejando experiencias. Divulgándolas. Juntos. En todos los rincones del Planeta. La tarea es grande, nadie está excluido.
Artículo extraído de la revista “LA IDEA”, nº 608 Abril-Agosto de 1.998.