OCT-99 Nº 207 |
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Andan las mentes sólo ocupadas con la idea de conseguir una buena posición, lo que no deja de ser legítimo para garantizar la estabilidad económica de la familia, de amalgamar fortunas, utilizando a veces procesos ilícitos, pero en contrapartida labran una negación absoluta de la idea de Dios, como si el Universo con su grandiosidad inmensa, hubiese sido obra del acaso.
El problema religioso va así siendo puesto aparte, unas veces porque les basta con las complicaciones de la vida que no les dejan tiempo ni disposición para pensar, otras porque es moda sonreír desdeñosamente, como si se tratase de una bella utopía, propia de cerebros estrechos de otras eras más atrasadas.
Esta posición es mantenida por los hombres por terquedad, otras por vanidad, más en gran cantidad por miedo.
Miedo de afrontar el problema y miedo de las consecuencias por los actos indignos que se practican.
Es, por tanto, una posición falsa, resbaladiza, visto de una manera usual íntimamente todas las personas tienen momentos de duda, los momentos difíciles de la vida, en que admiten a Dios como realidad, es un bien que no pueden explicar.
Eso con todo no es motivo para negar su existencia pues también muchos descubrimientos de esta época, obtenidos hace un siglo, serían puestos en duda porque entonces no tenían explicación. Con todo actualmente son brillantes... u horrendas realidades.
Compréndase que, Dios, de la manera que muchas veces es representado, se ha puesto en duda. Todavía delante de las manifestaciones de su existencia y sin atribuirle una forma definida, debe ser aceptado como el Creador del Universo, una Inteligencia o Fuerza maravillosa, como la Máxima Sabiduría y Bondad, pero también como la Máxima Justicia.
Admitiendo la existencia de Dios es más fácil llegar a la conclusión que la muerte, aniquilando o transformando la materia, no aniquila al Ser inteligente, al alma inmortal impalpable e invisible y que por su naturaleza espiritual no es susceptible de ser encerrada en cubos de vídrio para ensayos y análisis de laboratorio.
Y si aceptáramos que Dios es la continuación de la vida en otros planos más elevados, pues ha de destruirse la idea absurda de que la Tierra, en condiciones muy inferiores a la de otros planetas que giran en la inmensidad del espacio, fuese el único privilegiado para ser habitado por seres vivos, si admitimos el progreso y el perfeccionamiento de todo, ¿no estará el hombre equivocado, despreciando el problema de la religión?
¿No se arrepentirá más tarde, por no haber andado su vida con pasos mas cautelosos, de forma que no fuera perseguido por sus víctimas y por sus vicios, como un criminal acechado por fieras aullantes y voraces que le hieren al más mínimo deslizamiento?
¿No será mejor renunciar un poco al oro, que es moneda sin corazón para la justicia de Dios y, al contrario procurar atesorar buenas cualidades, buenas acciones y elevación del carácter?
Sintiendo la satisfacción de aminorar el dolor, de matar el hambre de vuestros hermanos, procurando sentir la alegría de vivir sin perjudicar a vuestros semejantes, además de esa satisfacción y de esa alegría, también todo eso os será acreditado para el día en que vuestro oro no tenga más valor, no sintiéndose desamparados y hambrientos.
José Azinheira Rebelo
Artículo extraído de la revista JORNAL ESPIRITA Nº 183 de febrero de 1.999.