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Pero aún reconociendo este principio, podemos llegar en ocasiones a confiar demasiado en nuestros propios dotes personales, creyéndonos lo suficientemente aptos para valernos por sí mismos, lo que nos puede llevar a cometer ciertos errores. Por algo se dice que el que más sabe más ignora, ya que por muchas cosas que creamos saber son muchas más las que podemos ignorar.
Pero si es válida esa colaboración en el desarrollo general de nuestra vida, no lo es menos en cuanto a la formación moral de todos los que tenemos fe y esperanza en el futuro y creemos en ese proceso evolutivo que eleva y dignifica la condición humana.
Porque si intentamos realizar algunas averiguaciones sobre los distintos comportamientos del ser humano, podemos comprobar, que difícilmente la persona por sí misma, está capacitada para medir y valorar sus propios actos. En primer lugar, porque ninguno somos perfectos, con lo cual corremos el riesgo de que nuestros planteamientos estén influenciados por alguna pasión, que nos impida razonar con objetividad. Y en segundo lugar, porque hay hechos o circunstancias tan íntimos, tan ligados a nuestro amor propio que desde dentro difícilmente van a poder ser juzgados o catalogados con equidad y con justicia. Con lo cual, al faltarnos capacidad para descubrirnos a nosotros mismos y conocer verazmente donde terminan las virtudes y donde empiezan los defectos, nos falta también capacidad de respuesta, para corregir y mejorar aquellas actitudes que necesitan modificación. Por el contrario, aunque tengamos un bajo coeficiente de inteligencia, todos venimos facultados para ver con perfecta claridad, aquellos hechos o acciones que verifican los demás, que no encajan en el camino recto.
Por estas mismas razones, yo pienso, que todos debemos ser receptivos, dejando abierta esa puerta por donde puedan entrar a colaborar con nosotros, todos aquellos que tengan algo que decirnos, para que nosotros podamos conocer, lo que por sí solos no hemos podido descubrir.
No podemos ignorar, que para ello se debe estar previamente preparados, para lo que se ha de transformar en un paso adelante, no degenere y se convierta en un paso atrás. Porque si nuestro orgullo no nos permite aceptar las sugerencias de nuestros colaboradores, difícilmente esa persona lo va a intentar de nuevo, con lo cual, nosotros mismos cerramos una puerta que posiblemente no se volverá a abrir.
Con todas estas razones quiero demostrar, que es muy perjudicial para nuestro proceso evolutivo, confiar en nuestras propias facultades, autoaislándonos de los demás en una especie de urna de cristal, donde no podamos percibir esos mensajes informándonos de la opinión que les merecemos a los demás.
En cambio, en ese proceso juega un papel importante la humildad, la honestidad, la nobleza, lo que generará un clima dialogante y de confianza con nuestros interlocutores.
Porque lo importante no es llevar éste o aquél estilo de vida, lo importante es, que las relaciones con nuestros semejantes nos permitan vivir en paz y en gracia de Dios.
Y a esta manera de proceder, sí que le llamo yo, llevar un buen estilo de vida.