Aunque esto así dicho de pronto parezca una utopía, pero lo que sí estoy seguro es que a la mayoría nos gustaría vivir en una sociedad con esas características. Pero a esa encuesta imaginaria que señalábamos al principio, se le podía agregar la siguiente pregunta: ¿y tú qué es lo que aportas para tratar de conseguir esa sociedad a la que aspiramos?
Aunque esta pregunta, así a primera vista a alguien le parezca una simpleza, pero tenemos que tener en cuenta, que todos y cada uno de nosotros, a lo largo de nuestra vida, nos ha de surgir alguna circunstancia especial, que nos lleve a meditar y a juzgar nuestros propios actos. Y entonces, de acuerdo con nuestra conciencia, nos veremos en el deber de dar respuesta a esa interrogante.
Hoy, cuando el mundo se nos está quedando pequeño, cuando todos tenemos posibilidad de conocer, a través de los medios de comunicación, distintos modelos de sociedad, y de las consecuencias derivadas de los mismos, tenemos que reconocer, que unos más y otros menos, que unos más y otros menos, todos influimos en el tipo de sociedad que nos ha tocado vivir, y por lo tanto, todos tenemos una parte de responsabilidad de lo que en ella acontece. Porque los cambios que se registran en la sociedad en general son claro reflejo de los cambios que se registran en el interior de las personas.
Yo, por razones de edad, he sido testigo presencial de lo que ha ido aconteciendo en nuestra sociedad, en una etapa superior a medio siglo, por lo cual, puedo dar fe de los cambios que se han ido registrando con el paso del tiempo, no sólo en el terreno económico, político y social, sino en ese otro campo de la dimensión moral y humana. Pues son muchas las personas, que tomando conciencia de una serie de valores morales y espirituales, anteponen estos valores ante cualquier circunstancia, en el desarrollo normal de su vida.
En muchos casos, estas personas se reúnen en grupos, en torno a unos principios, para un mayor desarrollo de sus actividades. Y aunque cada grupo tiene sus características propias, pero todos convergen en una idea común; la de evolucionar en ese campo de acción y trabajo que nos ha de llevar a la consecución de una nueva sociedad.
Pero los que hemos llegado a comprender el verdadero sentido de la vida, sabemos también que somos los responsables de ir marcando con nuestro ejemplo, el camino a seguir de aquellos que día a día se han de ir incorporando a esta noble y honrada tarea.
Porque la evolución del ser humano, ha sido una constante a lo largo de los siglos, ya que por un orden natural, venimos predestinados para evolucionar. Y además, porque tenemos la necesidad imperiosa de cambiar, de mejorar en lo posible el entramado social y el perfil humano de nuestra sociedad. Y si en realidad aspiramos a vivir en una sociedad más equitativa y más justa, habrá que elevar nuestra vista y nuestro pensamiento por encima de ese tumultuoso carnaval de la vida, donde la ambición va de la mano del egoísmo, donde se desatan tantas pasiones, donde hay en juego tantos intereses. Y con la mano puesta sobre el corazón, y con un sentimiento profundo en el alma, llegar al verdadero convencimiento, de que lo que no queramos para nosotros, no debemos desearlo para los demás.