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Pero, aún partiendo de este principio, hay veces que vale la pena hacer una observación de ciertos hechos, porque ello nos puede proporcionar una nueva lección, de la que podemos sacar nuevas enseñanzas. Y vuelvo a repetir para una mayor aclaración, esta idea no puede ser nunca el fruto de un pensamiento de rencor, ni siquiera de resentimiento, sino todo lo contrario, debe nacer de un sentimiento de compasión hacia aquellos que han tenido en sus manos la posibilidad de desarrollar un trabajo limpio, que además de redundar en beneficio de todos, da prestigio a la persona que lo realiza. En cambio, desaprovechando la ocasión que le brinda el destino, pierden la noción de los verdaderos valores que elevan la dignidad del ser humano y se hunden y enredan en pasiones materiales que deterioran su propia imagen, ocasionando interiormente el malestar propio de una mala conciencia.
Si ponemos un mínimo de atención a los medios de comunicación, podemos comprobar como éstos nos traen demasiados ejemplos de personas que por su forma de obrar, parecen ser invidentes de los ojos del alma, y perdiendo la noción del verdadero significado de vivir, y desestimando los verdaderos valores que nos brinda la vida, acaparan y poseen dinero y bienes materiales de un modo desmedido, llevándoles su fanatismo hasta límites insospechados.
El dinero y los bienes materiales, son para usarlos como un medio, pero nunca como un fin, habida cuenta de que las cosas esenciales de nuestra existencia, y los verdaderos valores que dan sentido a nuestra vida, son solamente patrimonio del alma, y éstos nunca se pueden comprar con dinero.
La persona que abre los ojos para contemplar la realidad que nos circunda y sabe elegir su modelo de vida, y lo que ha de ser su escala de valores, es la que tiene más posibilidades de acercarse a la felicidad, que es tanto como decir, acercarse hacia Dios. Porque así adquiere esa sensibilidad necesaria para saber distinguir lo positivo de lo negativo, teniendo de ese modo más posibilidades de poder disfrutar de tantas cosas buenas como nos brinda Dios a través de la bella Obra de la Naturaleza. La felicidad va unida a las cosas sencillas, por lo cual se consigue cuando se sabe convivir con la humildad. Cuando toda manifestación va presidida por la nobleza. Cuando toda acción nace al calor del sentimiento humano. De este modo, la persona se siente libre y adquiere una mayor capacidad para ampliar los horizontes de su pensamiento, pudiendo alcanzar en toda su plenitud, la satisfacción interior que le produce su desinteresada dedicación al servicio de su ideal. Porque, al pensar así, no se siente atada a los perjuicios o a los compromisos que se derivan de una escala de valores que la conforman esa serie de deseos y apetencias insaciables que nacen de un planteamiento basado en el materialismo.
Resumiendo el tema, yo diría, que si Dios fue pródigo a la hora de crear, poniendo a disposición del ser humano todo lo que podemos necesitar o desear, a través de ese conjunto universal maravilloso y perfecto, que se conoce por la Obra de la Naturaleza, ahora es a nosotros a quien nos toca, en primer lugar saber apreciar la magnitud y la grandeza de un hecho de tal evidencia. En segundo lugar, saber valorar la importancia del legado que nos ha sido otorgado para poder disfrutarlo, pero también para saber respetarlo y cuidarlo.
Y por último, saber elegir con nuestro comportamiento diario, la forma de estar en cuerpo y alma en perfecta armonía con ese maravilloso conjunto, del cual formamos parte. Porque, qué duda cabe, al final somos nosotros, cada uno a título personal, los que día a día vamos marcando el rumbo de nuestro destino.