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Como podemos apreciar, el tema que nos ocupa, nos da una interpretación
muy clara de lo que representa para todos nosotros el hecho de forjar nuestra
personalidad dentro de los valores humanos. Es un trabajo laborioso, que
hemos de llevar a cabo durante muchas vidas, hasta que hayamos arrancado
de raíz nuestras imperfecciones, y sólo alberguemos en nuestro
interior cualidades positivas.
Hemos mencionado antes "arrancar de raíz", siendo esta
la expresión que más claridad arroja para comprender el trabajo
que se debe realizar con nuestros defectos morales, ya que estos no dejarán
de entorpecernos y llevarnos a caminos equivocados hasta que no los eliminemos
del todo, y esto sólo se consigue con mucho esfuerzo y como fruto
de un trabajo constante y sin tregua. Los defectos se pueden llegar a controlar,
puesto que sabemos que los tenemos, y se pueden ir reduciendo trabajando
en el sentido contrario, siempre y cuando estemos determinados a transformar
nuestro estado íntimo en un estado de limpieza y sinceridad en todos
nuestros actos, pero no hemos de confiarnos nunca pensando que hemos eliminado
del todo un defecto que era significativo en nuestro comportamiento, porque
siempre puede quedar parte de él camuflado y la raíz no haber
sido arrancada.
Es muy atrevido confiarse creyendo que por el trabajo de unos meses o de años hemos conseguido eliminar un defecto, que quizás llevábamos arrastrando muchos siglos y existencias, por lo tanto, hemos de hacer lo contrario, no solamente dominarlo y controlarlo, sino estar siempre de guardia para que no nos juegue una mala pasada.
Para toda aquella persona implicada en un trabajo de índole espiritual, ésta es la tarea que nunca ha de descuidar, ya que a mayor control y esfuerzo por eliminar sus imperfecciones, mayores logros conseguirá en el campo espiritual, ya que sus objetivos no se verán manchados por sus intereses personales y tendrá en todo momento una ayuda espiritual positiva que le guiará sus pasos y le dará todo tipo de facilidades para culminar con éxito sus emprendimientos.
Muchas personas se olvidan quizás de lo laboriosa que es la vida espiritual, que recordamos que no es otra cosa que la mejora de uno mismo (eliminación de raíz de las imperfecciones), y la ayuda a sus semejantes (de forma altruista y desinteresada), y para llevar a cabo esto hace falta una buena dosis de entusiasmo, sin el cual con el tiempo no le vemos sentido a lo que estamos haciendo, nos aburrimos, nos cansamos, nos vuelven a salir las viejas tendencias del pasado, la comodidad, y con ello el ambiente material en el que vivimos nos arrastra de nuevo a vivir una vida normal, sin compromisos, y sin mareos. Con lo cual vemos lo importante que es mantenernos con ese entusiasmo y dinamismo que sólo viene como fruto del trabajo del día a día, que no nos deja dormirnos, sino tratar de alcanzar nuevas metas, aunque éstas sean peque-ñas, pero nos permiten ver un nuevo horizonte y lo mucho que queda por hacer.
El hecho de conseguir algo bueno para nosotros mismos, e implicarnos en llevar a cabo nuestra vida dentro de unos parámetros espirituales requiere también estar convencido a fondo de que es eso lo que queremos. Hay que ser valiente en nuestra sociedad para nadar contra corriente, para creer en algo en lo que la mayoría no cree, o simplemente para plantearse vivir sin egoísmo y sin maldad, que son la base de casi todas las relaciones humanas y sociales, aunque esto no se reconozca abiertamente, todos sabemos que es así. Hace falta estar convencido, tener fe y sentirlo, porque sino no podemos sacar la valentía que se requiere para dar ese primer paso y después comprometernos y responsabilizarnos de efectuar una serie de cambios en nosotros, cambios que son imprescindibles para acoplarnos a un grupo y colaborar con él en la ejecución de objetivos a conseguir.
Cuando sabemos que es lo que queremos hemos de prepararnos con las herramientas adecuadas para llegar a ese fin, y hemos también de descartar todo aquello que va a suponer un peso y un entorpecimiento en nuestro caminar, si no lo hacemos así sabemos que a la larga no vamos a poder resistir sucumbiendo por falta de capacidad y los buenos planteamientos no van a ser suficientes. La convicción nos va a dar la seguridad suficiente para quitarnos todo el lastre que pueda estancarnos en nuestro cometido, la valentía nos va a lanzar a ese trampolín y el coraje debe ir unido también a estas cualidades, para que seamos lo suficientemente fuertes a la hora de afrontar retos duros, o serios obstáculos que se puedan presentar. No todo está tan claro para saber qué tenemos que hacer, no siempre vemos los caminos que hemos de seguir señalados con una flecha, y nuestros defectos juegan siempre al acecho para llevarnos por el camino más fácil. Por experiencia sabemos que el camino más fácil no siempre es el mejor, sino todo lo contrario. No todo en la vida se nos da hecho, somos nosotros quienes hemos de recorrer el camino y superar mil y una dificultades. En muchas ocasiones, tanto en la vida material como en la espiritual, el mérito y el éxito vienen a consecuencia de haber sabido superar la dificultades con tesón, siendo constantes en el trabajo, no habiendo perdido nunca la fe y poniendo ese coraje que hace falta para conseguir algo que veíamos muy lejano y que a la mayoría de las personas, por no gustarles el trabajo fatigoso, enfrentarse a problemas, etc., etc. abandonan y no llegan a conseguir nunca nada.
La vida espiritual es de lo más laborioso que existe
en la existencia humana, porque nunca termina, siempre hay algo que hacer,
a cada momento se nos pueden presentar pruebas, actuaciones, pensamientos,
etc., y no podemos quedarnos parados, tenemos que reaccionar de la mejor
forma posible y hoy mejor que ayer, si no es así no existe el progreso
para nosotros. Es por ello que hemos de estar atentos a nuestra conducta
y atentos a no quedarnos atrás en el camino de la superación
personal, fijándonos en los avances que consiguen otros, en las
nuevas ilusiones que se proyectan, en las posibles metas que podemos trazarnos.
Debemos de hacerlo así porque si no hay un fin que alcanzar todos
los buenos planteamientos se vienen abajo, el trabajo es el alimento del
espíritu y el amor su objetivo final, y para ello hemos de estar
en constante movimiento a fin de tener siempre algo por lo que luchar.