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Con esta sencilla estrofa perteneciente a la poesía de quien fue nuestro gran amigo, Francisco Marín damos comienzo a este artículo que va a tratar de esa olvidada cualidad como es la bondad.
Por bondad se entiende una inclinación natural a hacer el bien, así como a una apacibilidad de carácter y buen temple. Es una forma de ser que va consigo en la persona, y que la convierte en un ser acogedor, pacífico, desinteresado, generoso y amable.
Es el lado opuesto de la ambición, la lucha por el poder, la sed de egoísmo, del engaño, la traición, la envidia y todas esas lacras de la sociedad, que han hecho que nuestro mundo sea un lugar en el que estamos obligados continuamente a competir con los demás, a ser mejores que ellos, más rápidos, más inteligentes, más de todo, aunque a veces sea necesario recurrir al juego sucio del engaño o la corrupción.
La bondad está hermanada con la paciencia, el respeto, la comprensión, la tolerancia, es por tanto una virtud que requiere un grado de sensibilidad elevado y de espiritualidad. Es preciso tener un grado de apreciación de la verdad y de espiritualidad para llegar a ser alguien bondadoso que sepa renunciar a sí mismo para no dejarse llevar por las apariencias, por la gloria personal, por los impulsos, por sus creencias, y por todos los prejuicios que a veces tenemos y que nos impiden acercarnos a los demás con auténtico amor, sin exigirles nada sino ofreciéndonos.
Un aspecto importante de la bondad es sin duda el acostumbrarnos a ver el lado bueno y positivo de la gente, así practicamos el consejo del Maestro “no veáis la paja en el ojo ajeno, antes ver la viga en el vuestro”. Porque es un hecho consumado ver las cosas que hacen mal las personas que nos rodean. Aunque hagan muchas cosas bien ni las aplaudimos ni se lo reconocemos, pero ¡ay!, cuando se hace una cosa mal, es bastante para que se nos esté recordando constantemente. Peor es todavía esperar a que alguien haga algo mal para echarnos encima de él, esto es lo contrario a la bondad y al perdón, y al deseo de ayudar a que se corrijan las posturas y los errores que a nuestro alrededor pueda que se estén dando lugar.
Es preferible no darse importancia por las buenas acciones que podamos realizar, porque entonces estamos empezando a no reconocer lo que otros puedan hacer, inconscientemente buscamos vanaglorias, y no hacemos el bien por el bien mismo. El bien no necesita ningún justificante para realizarse.
En las relaciones humanas es importante manifestarnos con respeto así como con afecto y comprensión, esto es como un abono para que dicha relación sea presidida por un ambiente agradable que nos ayudará en buena medida a comportarnos con más eficacia, deseos de conseguir algo positivo y ganas de embarcarnos en proyectos comunes, esto abre el camino para plantearse responsabilidad y seriedad en las compromisos asumidos por un grupo.
No menos importante que todo es no intentar ni desear de ninguna de las maneras hacer ningún mal o daño a alguien, sea de la forma que sea, es decir, de pensamiento, palabra o acción. Como se puede dañar a otro de muchas formas, hemos de tener una vigilancia muy severa con nosotros para que no lleguemos de ninguna forma a dañar a ninguna persona, y si somos conscientes de que por descuido, por envidia o por lo que fuere hemos perjudicado a alguien, debemos ser consecuentes y apresurarnos para pedir perdón, así como para reparar el daño causado.
En lugar de un mundo de bondad y humildad, vivimos instalados en una sociedad de egoísmo y prepotencia, ya ni siquiera los países más cultos y ricos se libran de ver en sus calles personas que no tienen un trabajo con el cual ganarse el sustento diario, los transeúntes, y mendigos se ven ya por todas partes. Hasta ahora ningún sistema ha logrado darle solución al problema de las desigualdades humanas, de la miseria, etc., es más diríamos que va camino de agravarse, creando mayores diferencias sociales en los países en los que parecía que se estaba llegando a un equilibrio en las distintas capas sociales.
Las multinacionales no quieren saber nada de cómo conseguir sus productos a un precio barato, estamos viendo cada día con mayor profusión como se consigue la mano de obra por apenas la comida y un poco más en los países subdesarrollados, haciendo trabajar a mujeres y niños, antes que a hombres en edad de trabajar, para pagar menos, mientras que lo que importa es que a final de año se hayan ganado unos cientos de millones de dólares más, que van a parar al bolsillo de unos pocos.
Los sistemas fallan porque se olvidan de que la sociedad está compuesta por individuos, y que es ahí donde hay que empezar a transformar la sociedad, cada uno en sí mismo, tratando de ser útiles a los demás desde una base de bondad y humildad. Los sistemas no cambian a las personas, tratan de imponer leyes y normas, que por otro lado se busca la forma de violarlas, para vivir cada uno encerrado en su comodidad y egoísmo particular.
La situación que vivimos actualmente, plagada de guerras y conflictos por doquier, la visión materialista de la vida no sólo no nos deja disfrutar lo que tenemos, sino que nos impulsa a apropiarnos de lo ajeno, tanto a nivel de individuos, como a nivel de naciones. Hay escalas en todos los ordenes, y la triste realidad es la que todos podemos apreciar en estos momentos en los que la seguridad, la paz, el orden social están completamente resquebrajados y hasta puede que nos encontremos al borde de un nuevo conflicto mundial si no somos capaces de trasmitir que estamos cansados de guerras y de que somos ya una sociedad madura que lo que desea es vivir en paz y llevar la misma a todos los rincones del planeta, tolerando y respetando todas las ideas y solidarizándonos con todos aquellos nuestros hermanos, aunque sean de otra raza y color pues están pasando miserias y necesidades de todos los órdenes.