JUN-99 Nº 203 |
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A decir verdad, si siguiéramos al pie de la letra esta definición que tenemos del diccionario, creo que cambiaría en gran medida nuestra visión del mundo y de la sociedad que nos rodea. Hace falta una gran dosis de personalidad, tener un razonamiento claro y sin influencias de ningún tipo, para poder llegar a ese "juicio y discernimiento" del que nos habla la Academia.
Son muchos los obstáculos que tenemos en el camino para no dejarnos llevar por esa corriente de influencias que están representando un verdadero bombardeo constante para nuestra mente y que en muchas ocasiones nos lo dan todo hecho, me refiero, cómo no, a la propaganda, la publicidad, las noticias e informativos, los medios de comunicación en general y las grandes compañías multinacionales que nos quieren vender sus productos a toda costa, con sus campañas de marketing que nos dicen en todo momento lo que tenemos que vestir, comer, comprar,...
Somos libres para escoger sí, pero en la práctica muchas personas viven supeditadas a toda esta maraña que nos envuelve y que no nos deja apenas tiempo para pensar con claridad, tomar nuestras decisiones y sacar las debidas conclusiones sobre todo lo que nos rodea y nos afecta en particular por pura y propia reflexión.
Si no tenemos criterio propio para vestirnos o calzarnos, ya que las grandes marcas imponen su ley, mucho menos tenemos dicho criterio para saber razonar sobre un asunto o idea concreta, ya que lógicamente no estamos acostumbrados a razonar y discernir, a ver las cosas desde su clara lógica, desde su verdad y esencia. Volviendo a la referencia que nos da el diccionario, hemos de aprender a distinguir una cosa de la otra. Sin embargo como veremos son también muchos los obstáculos que nos asaltan en este terreno para llegar a esa apreciación de la realidad, y para que se haga la luz en nuestra mente que nos permita descubrir los entresijos de las experiencias que la vida nos aporta.
Con mucha facilidad nos dejamos llevar por los comentarios que alguien nos hace en referencia a ideas o personas, sin pararnos a pensar cuál es el interés o motivación que tiene esta persona para hacernos dichos comentarios. ¿Tendrá algún interés especial? ¿Se ha mostrado con honestidad, honradez e imparcialidad al hacernos partícipes de dichos comentarios? ¿Su objetivo era siempre con fines positivos y de bien? ¿O por el contrario perseguía la crítica negativa y destructiva? ¿Tiene verdadero y claro conocimiento de lo que nos explica para hablar con seguridad? Es decir que a la hora de escuchar y después reflexionar sobre todo cuanto puede llegar a nuestros oídos, hemos de tener una guía o regla moral para que nos sea fácil llegar a conclusiones acertadas, y no hagamos caso de lo primero que se nos dice, pudiendo causar daño y más cuando se trata de terceras personas.
Está demostrado que por naturaleza somos propensos a escuchar las críticas y censuras hacia los demás, a los comentarios positivos de la gente les prestamos poca importancia y nos cuesta reconocer los méritos ajenos, pero en cuanto a la crítica destructiva ésta se corre como la pólvora, es por ello que nuestra norma de conducta ha de estar regida por un sano criterio de análisis y razonamiento, partiendo de la valoración positiva y del conocimiento que tenemos de las personas, ya que este conocimiento nos aporta un aval sobre lo que una persona pueda o no ser capaz de hacer, no siendo nunca jueces, para esto está la justicia divina, sólo tratar de ser imparciales. Para ello hemos de llegar al fondo de las cuestiones y estar imbuidos de un sentimiento de amor hacia la verdad y también llenos de bondad.
Si no tenemos este amor hacia el bien y la bondad, y por el contrario nuestros sentimientos están encontrados, tenemos una predisposición hacia algo o hacia alguien y nuestra conciencia no está tranquila consigo misma, es difícil que sepamos llegar a tener un buen criterio sobre las cosas que nos pasan, porque nos hallamos inmersos en una serie de dudas y contradicciones que condicionan en gran medida nuestras facultades de análisis y discernimiento, sin las cuales es mejor que nos mantengamos al margen y tal vez sea más adecuado recurrir a la ayuda de nuestros mejores amigos para que nos aconsejen.
Cualquier tipo de predisposición, recelo o idea preconcebida que podamos tener sobre un asunto, puede entorpecer el ejercicio de análisis y comprensión claro y preciso al que debemos llegar, por lo tanto, hemos de ser lo suficientemente abiertos y sensatos para arrancar de un punto de partida que pueda propiciar el entendimiento sin trabas ni cortapisas.
La lealtad que nos ha de acompañar hacia el bien y la verdad, deben por el contrario mantenernos alejados de las críticas destructivas e infundadas que en muchas ocasiones se propician en contra de terceros, y que las más de las veces están auspiciadas por la parte negativa, que como todos sabemos no busca más que confundir, entretener y crear cizaña con el fin de desunir y enfrentar a los grupos y personas que van en pos de un ideal común.
Es por ello que el diálogo sereno y con fines positivos es el mejor aliado del buen criterio, pues escuchar otras opiniones e ideas nos enriquece, nos abre las puertas hacia una mayor comprensión y entendimiento, sacando a relucir nuestros errores y limitaciones, al mismo tiempo que nos ayuda a conocer mejor a las personas con quienes nos relacionamos, lo cual nos conduce por otro lado a tener una mayor confianza en las mismas, ya que la base de la confianza se halla en el conocimiento y la relación sincera entre las personas, sin embargo, por esta falta de trato y de compenetración en muchas ocasiones se crean barreras y cortapisas, que son los elementos de los que se sirve la parte negativa para crear cizaña y mal ambiente.
Por lo tanto, son varias las cualidades que se necesitan para poder forjarnos un sano criterio de cuanto nos acontece y tiene que ver con nuestra persona, a saber:
- Ser imparciales, dejando a un lado nuestros intereses y prejuicios.
- No dejarse llevar por los convencionalismos y frases hechas, que supuestamente nos indican un camino ya trazado.
- Saber escuchar, estando abiertos a distintas opiniones, pero pasándolo después por el tamiz del buen juicio y discernimiento.
- No dar por cierto todo cuanto llegue a nuestros oídos, sin profundizar en las finalidades con que se nos hace partícipes de esas ideas u opiniones.
- Ser fieles y leales a la verdad y la justicia, sin lo cual no tendremos ese canon o regla para distinguir las cosas.
- No perder nunca la inquietud de aprender acerca de nosotros mismos
y de mejorar nuestra conducta.