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La fidelidad es propia de las personas nobles, de aquellos que tienen un control sobre su voluntad y saben cumplir con los compromisos adquiridos, sin importarles el esfuerzo que deben realizar para tal fin, o los sacrificios que tengan que hacer. Una promesa hecha a un amigo, una palabra dada en un negocio, un ofrecimiento de ayuda a quien quiera que sea es lo suficientemente transcendente para no olvidarlo y mantenerse fiel, aun pese a las dificultades para no errar o fallar ante dicho compromiso y cumplirlo.
No nos comprometemos por aquello que carece de valor, sino que damos nuestra palabra o hacemos algún tipo de voto por algo que consideramos importante. Si tenemos un amigo al que nos une una gran amistad somos capaces de adquirir compromisos serios con él porque tenemos confianza en su persona, conocemos su valía, estamos seguros de lo que él haría por nosotros y en esa misma medida también hacemos lo mismo por él, es por ello que cuando se contrae un compromiso, una responsabilidad hemos de saber cumplirla. De esa forma, entre amigos por ejemplo se va ampliando y robusteciendo la confianza mutua y creando vínculos cada vez de mayor rango.
El grado de lealtad que sepamos demostrar marcará sin duda el concepto que se formen de nosotros todos aquellos con quienes nos relacionemos. Depende de nosotros el que nuestros amigos, familiares o conocidos nos tengan una mayor o menor confianza, respeto o estima y el que cuenten con nosotros para llevar algo a cabo.
Mantenerse fiel a una idea o principios supone un gran esfuerzo, hemos de saber controlarnos en cada momento, mantenernos sólidos y razonables y dejar de obrar por impulsos o por lo primero que nos venga a la cabeza, nos debemos a una causa y puesto que formamos parte de algo hemos de ser consecuentes con ello y luchar por responder al compromiso que supone la aceptación de una idea.
No valen las excusas o justificaciones en este terreno, no vale el "donde dije digo, digo Diego", no, precisamente lealtad implica superar las barreras u obstáculos que puedan surgir para cumplir los compromisos asumidos. Es preciso tener autoestima, respetarse, voluntad y honestidad para mantenerse firme ante la palabra dada. Si todo nos da igual, si no tenemos una meta trazada, algo por lo que luchar, cualquier impedimento que nos asalte bastará para dar marcha atrás y no cumplir el compromiso. Esto sólo va en detrimento de nosotros mismos.
Sin embargo si nos importa no el quedar bien únicamente, sino nuestra valía personal, si nos importan nuestros propios valores, haremos lo imposible para alcanzar el logro de nuestros objetivos. La fidelidad es algo que arranca de lo más profundo de nuestro ser espiritual, es en muchas ocasiones algo que no se puede explicar exactamente con palabras pero que tiene que ver con la fe en Dios y con la capacidad de renuncia y sacrifico en aras de una causa justa y noble.
Lealtad, fidelidad, confianza y todos sus derivados son un sentimiento espiritual que moviliza todas nuestras energías y que difícilmente pueden entender todos aquellos que sólo persiguen en sus vidas proyectos materiales, que no confían más que en sí mismos y que sólo ven a su alrededor adversarios o enemigos. Los egoístas, los ambiciosos, los envidiosos, los que no creen en nada, no pueden ser leales. Si hacen algo es por su bien, porque persiguen su propia satisfacción. En estos no se puede confiar plenamente. Para ser fiel o leal hace falta creer en algo, sentirse comprometido con un ideal, o estar imbuido de un sentimiento de que estamos aquí por y para algo y de que nos debemos hacia nosotros mismos y hacia nuestros semejantes el mayor respeto y consideración, para que no seamos capaces de faltar a nuestra esencia espiritual que es lo que nos da la fuerza y la vida.
Por medio de la lealtad se forjan los vínculos más fuertes y solidarios entre todos aquellos que participan de un mismo proyecto, pues llega un momento en que se ponen a prueba nuestras cualidades o verdaderas intenciones a través de situaciones inesperadas, es entonces cuando demostramos si nuestra fe es fuerte y estamos dispuestos a seguir adelante, aun a pesar de renunciar a algo o tener que hacer un nuevo esfuerzo. La fidelidad une por medio del amor y de la entrega que se ofrece de uno mismo a los demás. Sin embargo cuando las personas se unen por intereses particulares se crean cadenas con las cuales los más fuertes dominan a los más débiles. Es la diferencia entre la unión espiritual por medio de la lealtad y el estar dispuesto a cumplir con los compromisos y obligaciones que a cada cual le toca, y la unión material que permanecerá mientras exista la posibilidad del beneficio particular y egoísta.
Para poder ser fieles o leales a algo, como estamos viendo, es necesario sentirse parte de un todo, una pieza dentro de una gran maquinaria, y como tal aceptar que es más importante ese todo que el "yo" de cada individuo. Es entonces cuando de forma natural y espontánea comprendemos y aceptamos que nos debemos a ese todo con todas nuestras fuerzas. Expresándolo como lo hizo un gran maestro espiritual, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma y con todo el corazón.
Si estamos inmersos en una actividad en la que participamos junto a otras personas y además ésta es de naturaleza espiritual, tenemos que aprender a dejar a un lado nuestro yo humano, y comenzar a poner en práctica la virtud de saber confiar en los demás, poniendo como premisa que en nosotros es en quien primero se puede confiar por la lealtad que demostramos que se puede tener en nosotros.