MAY-99 Nº 202 |
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Sin embargo hay otras que no la contemplan en sus postulados ortodoxos pero sí se encuentra en el origen de las mismas como ocurre con la religión Hebrea y el Cristianismo.
Concretamente la ley de las Vidas Sucesivas es la gran respuesta a muchas de las preguntas que las grandes religiones no han sabido contestar a sus fieles. Incluso en aquellas religiones que la presentan como postulado, este concepto ha experimentado deformaciones e interpretaciones erróneas que han confundido el sentido de la reencarnación con conceptos como la metempsícosis, la transmigración de almas, etc..
Nada más lejos de la realidad, pues, la ley de las vidas sucesivas compete únicamente al espíritu humano, los animales están exentos de esta situación. Tampoco es cierto que un espíritu pueda transmigrar de un cuerpo a otro estando este último ocupado por su espíritu original. Los espíritus pueden influenciar, obsesar e incluso posesionar un cuerpo que no es el suyo, pero nunca pueden echar a un espíritu de su propio cuerpo para sustituirlo.
Es por ello que, analizar la importancia de la reencarnación es vital para comprender todos aquellos postulados que muchas religiones sostienen en sus libros sagrados y que nos hablan de la Justicia Divina, del valor del perdón y el sufrimiento, de las desigualdades humanas, etc.. Postulados que muchas veces no tienen lógica ni sentido si no se entiende la vida como una evolución del espíritu de forma temporal, donde va progresando vida tras otra hasta alcanzar la perfección.
La reencarnación, no atenta pues contra ninguna religión, sino más bien al contrario, puesto que es una ley de carácter universal que rige para todo ser humano, explica de forma clara, lógica y meridiana el sentido de la vida, el porqué y el para qué nos encontramos en este mundo de expiación. Tanto es así que, aquellas filosofías que han partido de la base de este concepto en su auténtica realidad, son hoy por hoy, las más avanzadas de las doctrinas espirituales que existen en el planeta.
En el tiempo actual que nos ha tocado vivir, la ley de la reencarnación es tan popular que muchas personas con sus convicciones religiosas adoptan esta idea como propia, aunque su religión no la contemple en su doctrina. Este hecho nos hace entender que una gran mayoría de la humanidad ha oído hablar de la ley de las vidas sucesivas, y son millones los que la comprenden y encuentran en ella la explicación más evidente a las grandes interrogantes de la vida humana.
La verdad se abre paso por sí misma en todas las épocas de la humanidad, por ello, la ciencia y la religión tarde o temprano han de adaptar sus postulados a las nuevas ideas, a las innovaciones que van llegando con la evolución del ser humano en sus aspectos científicos y morales.
La reencarnación no es más que una verdad universal que desde siempre ha sido parte de la humanidad, es el eslabón perdido de la evolución espiritual del ser humano y como tal resiste el análisis de la razón, engrandece la justicia divina y coloca al hombre en su auténtica dimensión integral: ser eterno destinado a la perfección en su aspecto espiritual y que necesita de cuerpos físicos y materiales donde plasmar su progreso y adelanto.
Por ello, la religión y la reencarnación son consustanciales en esencia porque ambas son parte integrante de la esencia del ser humano; por un lado la religión (del latín "religare") que significa retornar a Dios; y por otro la reencarnación como el mecanismo que permite realizar ese camino hasta alcanzar la perfección.
Así pues, cuando la religión sea capaz de aumentar su contenido espiritual incorporando la reencarnación a sus postulados y divulgándolos como propios a toda la humanidad, habremos dado un paso de gigante en la regeneración moral de este planeta, pues la ley de las vidas sucesivas convence al hombre de la Justicia Divina y le hace entenderla mejor.
Es la clave que otorga sentido al concepto
moral de todas las religiones y que justifica la necesidad del hombre
por actuar en el bien y en el amor al prójimo.