(confirmacion2.htm; Actualizado el 12.5.00) (Indice) La Confirmación La semilla del bautismo hay que hacerla crecer, a través de la oración, la caridad y la vida en la Iglesia. Los bautizados siguen su camino de la madurez cristiana a través del sacramento de la confirmación, por el cual reciben el don del Espíritu Santo, que el Señor derramó sobre los apóstoles el día de Pentecostés. Este proceso de crecimiento es fruto de la gracia de Dios. La confirmación sirve para fortalecer y perfeccionar la gracia del bautismo; amos sacramentos están por tanto vinculados. Y también la Eucaristía está vinculada a los dos otros. Éstos tres sacramentos son los sacramentos de la iniciación cristiana. El bautismo nos confiere el Espíritu Santo. Pero el Nuevo Testamento habla también de una donación del Espíritu distinta de la que tiene lugar en el bautismo; es la que se concede por la imposición de las manos:
En éste texto se dicen dos cosas:
Se sugieren así dos aspectos importantes del sacramento de la confirmación: una íntima unión con la Iglesia y un fortalecimiento por el poder del Espíritu Santo. Por el don del Espíritu Santo, los fieles se configuran más íntimamente con Cristo, se vinculan más plenamente a la Iglesia y son fortalecidos para dar testimonio de Cristo, a través de la fe, la esperanza y la caridad. Este don del Espíritu imprime en ellos un "carácter" o "sello del Señor" que permanece, razón por la cual el sacramento de la confirmación se recibe sólo una vez.
I) LOS SIGNOS Y EL RITO DE LA CONFIRMACIÓN: La confirmación se confiere con la unción crismal en la frente, que se realiza con la imposición de las manos, y mediante las palabras: "Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" El don espiritual de la confirmación se indica en la oración que el obispo pronuncia al extender las manos, antes de imponerlas sobre el elegido y de ungirle con el crisma, ésta oración es esencia y dice así: "Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad; y cólmales del espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo , nuestro Señor". El beso de paz con el que concluye el rito del sacramento significa y manifiesta la comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles. La unción con aceite en el simbolismo bíblico y antiguo, tiene numerosas significaciones: El aceite es signo de abundancia (cf. Dt 11,4) y de alegría (cf. Sal 23,5; 104,15); Purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y luchadores); Es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas (cf Is 1,6; Lc 10,34); Y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza.
Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en los sacramentos.
Por la Confirmación, los cristianos, es decir los ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda "el buen olor de Cristo" (cf. 2 Cor 2,15). Por medio de la unción en la Confirmación, el fiel recibe "la marca", el sello del Espíritu Santo. El sello es el símbolo de la persona (cf. Gn 38,18), signo de su autoridad (cf. Gn 41,42), de su propiedad sobre un objeto (cf. Dt 32,34); autentifica un acto jurídico o un documento y lo hace, si es preciso, secreto. Este sello del Espíritu Santo marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero también indica una protección divina. Cristo es el Ungido con el Espíritu Santo, está lleno del Espíritu Santo. Por la Confirmación, los cristianos, es decir los ungidos, participamos en mayor medida del poder real profético y sacerdotal de Jesucristo. La imposición de las manos significa toma de posesión y al, mismo tiempo, bendición y delegación. Indica que el confirmado se entrega plenamente a Jesucristo y a la Iglesia, al tiempo que se le transmite una responsabilidad, a saber, ser testigo de Jesucristo con el poder del Espíritu Santo, propagar y defender la fe con la palabra y la vida, contribuyendo así a edificar y acrecentar el Cuerpo de Cristo. El ministro normal de la confirmación es el obispo (el cual puede delegarlo en algún vicario y/o sacerdote). A través del obispo el confirmado se vincula más íntimamente a la Iglesia, a la diócesis. Pero en peligro de muerte de un bautizado todavía no confirmado, el párroco, o cualquier sacerdote, está autorizado y obligado a administrarla.
II) LOS EFECTOS DE LA CONFIRMACIÓN La confirmación confiere crecimiento y profundidad de la gracia bautismal: -nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abba, Padre" (Rom 8,15). -nos une más fírmemente a Cristo; -aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo; -hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia; -nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la Palabra y las obras como testigos verdaderos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz;
Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la confirmación. Puesto que el bautismo, confirmación y eucaristía forman una unidad, de ahí que los fieles tienen la obligación de recibir este sacramento en tiempo oportuno, porque sin la confirmación y la eucaristía, el sacramento del bautismo es ciertamente válido y eficaz, pero la iniciación cristiana queda incompleta.
La edad: Debería iniciarse la preparación a los 15 años y confirmarse a los 16. En los colegios católicos la confirmación debería celebrarse en Tercero Medio, o n Pentecostés del Cuarto Medio. Los adultos mayores de 20 años que pidan ser confirmados, recibirán una catequesis que se llama de "Iniciación Cristiana de Adultos". En ésta se prepararán juntos, alrededor de un año, los que pidan cualquiera de los tres sacramentos de Iniciación (Bautismo, Eucaristía y/o Confirmación). Al final de esta celebración recibirán, en una sola celebración y de ser posible por el Obispo, los sacramentos de la Iniciación que les faltaren. Para los adultos que participaren en una comunidad cristiana estable, bastará solamente una preparación inmediata al sacramento, de alrededor de 5 encuentro, más un retiro y la confesión. Para los padres que están en la Catequesis Familiar, también es posible recibir el sacramento de la Confirmación, haciendo una preparación inmediata al sacramento consistente en cinco encuentros, el retiro y la liturgia penitencial, con tal que el que se va a confirmar haya participado semanalmente en la reunión de padres. Para las parejas que se preparan al Matrimonio y no hayan recibido el sacramento de la Confirmación, se les puede invitar a preparase en una Iniciación Cristiana de Adultos. De modo que puedan celebrar el sacramento antes o después del matrimonio, según si alcanzan o no a realizar convenientemente la preparación. En la preparación de los niños a la primera comunión, se puede invitar a sus padres a prepararse para este sacramento, al igual que si llevan un recién nacido para bautizar, se puede invitar a los padres. A los ancianos, se les dan facilidades para prepararse brevemente a estos sacramentos, sobre todo si están enfermos o impedidos de acudir personalmente a los encuentros de preparación en la parroquia. La preparación: La preparación para la confirmación debe tener como meta conducir al cristiano a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la preparación debe motivar el sentido de pertenencia a la Iglesia, tanto universal como parroquial. Para recibir la confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene recurrir al sacramento de la reconciliación. Así como en el bautismo, conviene que los que se van a confirmar busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el bautismo, a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos. Deben ser elegidos desde el punto de vista de su actitud de fe, y no solamente por su vínculo familiar, posición social o simple disponibilidad. Lo normal es que sea elegido por quien se va a confirmar, en caso que tenga uso de razón. Haya cumplido 16 años. Sea católico. Esté confirmado. Tenga una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir. No esté afectado por una pena canónica. Si es casado, que lo sea por la Iglesia Católica. No sea el padre o la madre del confirmado (salvo excepción)
Algunos dones del Espíritu Santo: sabiduría, consejo, fortaleza, piedad, santo temor, ciencia, inteligencia... Algunos frutos del Espíritu Santo: caridad, alegría y paz; paciencia, comprensión de los demás, bondad y fidelidad; mansedumbre y dominio de sí mismo... Bibliografía:Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1285 1321; Directorio de Pastoral Sacramental de la Arquidiócesis de Santiago, 1994.
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