¿NOS  CONOCE  JESÚS?   ¿LO  CONOCEMOS?
 

(corazon.htm; Actualizado el 29.8.00)    

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¿NOS CONOCE  JESÚS?  ¿LO CONOCEMOS?

"...sólo quien está convencido de ser conocido personalmente por Jesús, logra acceder al conocimiento de él; y únicamente quien tiene la seguridad de conocerle tal cual es, se sabe también conocido por él".

 

A)  ¿NOS CONOCE JESÚS?

"...¿existe quizás alguna diferencia cualitativa entre la manera de conocernos Jesús y la de conocernos otras personas, de suerte que cupiera interrogarse explícitamente acerca de su forma de conocernos?".

"¿Somos, acaso, conocidos cuando alguien pone al descubierto nuestra falta de conocimientos o cuando se nos muestra un camino para liberarnos de nuestro Yo?".

"Podríamos aludir también, por otra parte, a los progresos que las "ciencias del hombre" han realizado desde los tiempos de Jesús. ¿No tendríamos que considerar como arcaicos y primitivos sus conocimientos sobre el hombre, si los comparamos con los niveles alcanzados por la psicología moderna en todas sus manifestaciones, en sus métodos, de los que los Evangelios no parecen anticipar absolutamente nada? Dejando por el momento esta última, al fin y al cabo, de toda disciplina práctica- recibiremos otras tantas respuestas divergentes".

"¿No sería preciso que cayera desde más arriba de lo humano un rayo de luz sobre el enigma del hombre, de suerte que éste quedara globalmente iluminado? ¿Una luz proveniente de Dios, como la que empezó a brillar en el tiempo de los profetas, que pusiera radicalmente al desnudo lo que preferiría permanecer oculto, y que al mismo tiempo no fuera un juicio condenatorio, sino un estímulo para la superación? El conocimiento que Jesús tiene de los hombres podría ser la consumación de esta luz que desciende de Dios. Por una parte, descubre el corazón hasta sus últimos recovecos, pues tal es la finalidad de la Palabra divina, "más tajante que una espada de dos filos: penetra hasta la división de alma y espíritu, de articulaciones y tuétanos, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón. Nada creado está oculto a su presencia: todo está desnudo y patente a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas" (Heb 4,12-13). Pero por otra parte esta luz que cae de arriba no es fría ni inmisericorde. Cuando Jesús se describe a sí mismo como "la luz del mundo" en la que tenemos que "caminar" "mientras es de sía", para ser "hijos de la luz" (Jn 8,12; 12;35s), está pensando en una luz inundada de gracia, protectora y misericordiosa, que dirige suavemente para que no "tropecemos en la oscuridad" (Jn 11,9s)".

"Su luz descubre y encubre al mismo tiempo; echa el manto del perdón divino sobre la desnudez, hurga en la heridas, para como el médico, para curar. Ello sucede de modo tal, que intuimos que en nosotros penetra una luz al mismo tiempo humana y sobrehumana; una luz que ilumina desde una fuente absolutamente única; que puede tener efectos múltiples pero que no dispersa ni divide al hombre, sino que lo reúne junto a la fuente de luz por la que siempre ha suspirado, consciente o inconscientemente. No quedará abandonado en la ignorancia socrática, ni tampoco absorbido en el nirvana, sino luminosamente transformado, de manera incomprensible para él, en "hijo de la luz"".

 

¿Cómo conoce Jesús al hombre?: Conocimiento del corazón

"Señor, tú lo sabes todo".

"Todos los evangelistas nos ofrecen testimonios más que suficientes en los que se pone de manifiesto que Jesús conoce los corazones de los hombres. Bastará recordar algunas de las escenas conocidas".

"En cierta ocasión, unos hombres traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para ponerlo delante de Jesús. Como la multitud les impedía el acceso, subieron al terrado, lo descolgaron con la camilla a través del terrado y le pusieron delante de Jesús. Ante la reacción de éste de perdonarle los pecados, los escribas y los fariseos comenzaron a pensar: "¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?" Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: "¿Qué es lo que estáis pensando en vuestro corazón? ¿Qué es más fácil decir: "Perdonados te son tus pecados", o decir: "Levántate y ponte aquí delante". Después viene la pregunta de si se podía hacer bien en sábado, la mirada en derredor a los que estaba ahí, y la curación del enfermo (Lc 6,6ss).

Los discípulos discuten entre ellos quién es el mayor de todos. "Pero Jesús penetrando los pensamientos de su corazón, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: "El que es más pequeño entre ustedes, ése es grande" (Lc 9,46).

También sabe quién lo va a traicionar: "Os aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que está comiendo conmigo" (Mc 14,18-20).

En la conversación con la samaritana, Jesús le dice que vaya a llamar a su marido. Ella le responde diciendo que no tiene marido. "Con razón has dicho que no tienes marido. Porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho verdad" (Jn 4,16ss). El que Jesús le haga ver esto, y el hecho que ella se de cuenta que Jesús la conoce es decisivo para la continuación de la conversación: como consecuencia de esto, Jesús será reconocido como profeta, como Mesías, hablarán de la adoración en espíritu y en verdad; la mujer actuará como misionera.

El triple interrogatorio de Pedro, que se sabe conocido tanto en su negación como en su amor, nos permite reconocer que Jesús lo sabe todo: "Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien lo que quiero" (21,17).

Jesús le dice a Natanael: "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, ya te vi." Natanael lo reconoce como el Hijo de Dios. Jesús le dice que verá cosas mayores: "Veréis el cielo abierto y a lo ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre" (Jn 1,48ss).

En el Apocalipsis, el Señor se le aparece al vidente con "ojos como llama de fuego" (1,14). Jesús tiene una mirada divina que todo lo penetra y escudriña, hasta las profundidades de todos nuestros corazones.

Al final de la historia separará a unos de otros (Mt 25): "Señor, ¿cuándo te vimos...?", y la respuesta será: cuando lo hicisteis con uno de estos más pequeños que estaba hambriento o desnudo o en la cárcel. ...El Señor actuará de Juez que nos conoce y sabe cuales han sido nuestras intenciones y acciones en la vida.

 

B) ¿CONOCEMOS A JESÚS?

A veces sobredimensionamos el conocer y el saber. No basta conocer a Jesús, debemos amarlo y seguirlo. El que sólo quisiera saber como sucedieron las cosas en la época de Jesús entra en un callejón sin salida. Quien por el contrario, mira el rostro testimoniado, mira a Jesús a los ojos y se ofrece a Él, lo "conoce". "Tanto tiempo llevo con ustedes, ¿y no me has conocido todavía?" (Jn 14,9)

Jesús nos revela a Dios Padre:

Según Heb 1,2 la Palabra de Dios ha sido hablada "de muchas maneras mediante los profetas", en los últimos tiempos ha sido condensada y expresada en la figura del Hijo, en la palabra del Hijo. "A Dios nadie le ha visto jamás: el único, que está en el seno del Padre, él es quien lo dio a conocer" (Jn 1,18)

El Espíritu Santo nos revela a Jesús:

Pablo nos dice: "¿Quién es el que sabe lo que hay en el corazón del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? De la misma manera sólo el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos las gracias que Dios nos ha concedido" (1 Cor 2,11s).

El Espíritu Santo nos permite contemplar y testimoniar la divinidad de la figura de Cristo: "Nadie puede decir: "Jesús es el Señor" sino en el Espíritu Santo" (1 Cor 12,3).

El Espíritu divino ha sido derramado en nuestros corazones (Rom 5,5), hemos bebido de él (1 Cor 12,13)...ha sido derramado en nosotros, el que nos "guía hasta la verdad plena" de Cristo, el que está unido a Cristo...

Incluso la "Esclava del Señor" a la que el Espíritu visita con la semilla de Dios Padre para que el Hijo tome carne en ella, se considera pequeña ante Dios, y sierva de Dios.

La resurrección fue para los cristianos la clave para entender la cruz y la vida de Jesús. El creyente vive desde la resurrección. El creyente "lleva siempre y por todas partes en el cuerpo, el estado de muerte que llevó Jesús" (2 Cor 4,10), pero en su sufrimiento se esfuerza por alcanzar la resurrección, para lograr el pleno conocimiento de Jesús: "Para conocerle a él y la fuerza de su resurrección y la comunión con sus padecimientos, hasta configurarme con su muerte, por si de alguna manera consigo llegar a la resurrección de entre los muertos" (Fil 3,10).

Dios "nos consuela en toda dificultad, hasta el punto de que, mediante esa consolación con la que Dios nos consuela, podamos consolar a los que están en toda clase de dificultad. Porque así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así también, mediante Cristo, abunda en nosotros la consolación de Cristo que nos permite soportar los sufrimientos que padecemos nosotros" (2 Cor 1,4ss).

Cuando muchos que seguían a Jesús se alejaron de Él, porque su mensaje es duro, Él pregunta a los más cercanos: ¿también ustedes me quieren dejar? Y ojalá que le respondamos con Pedro: " Señor, ¿a quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Santo de Dios (Jn 6,68s). Debemos conocer a Jesús, pero también creer en Él. Complementemos el conocer con el creer en Él.

La vida eterna será esta: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo (Jn 17).

 

 

 

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