Actualizado el 12.5.00 (Indice) La Eucaristía 1) La Eucaristía, acción de gracias al Padre: La Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida cristiana y de la Iglesia (cf. LG 11). Ya la comunidad de los inicios en Jerusalén nos dicen los Hechos de los Apóstoles: Eran constantes en escuchar la enseñanza de los Apóstoles, en la fraternidad, en la fracción del pan y en las oraciones (Hech 2,42; cf. 46). Especialmente el primer día de la semana, el día del Señor, es decir el día Domingo, se reunían las primeras comunidades para participar en la fracción del pan, es decir en la eucaristía (cf. Hech 20,7; 1 Cor 16,2). Ser cristiano significa vivir "conforme al domingo". Domingo viene de dominus, de Señor, es el día del Señor. Por eso vivir conforme al domingo, significa vivir conforme al Señor. La celebración de la Eucaristía todos los domingos es la expresión más importante de la vida cristiana y de la vida de una comunidad cristiana (cf. SC 106). Pero también la celebración de la Eucaristía en los días de trabajo tiene una gran importancia para cada uno en particular. Hoy más que nunca necesitamos renovar una cultura del domingo en cuyo centro esté la celebración de la Eucaristía. Para comprender la Eucaristía en su núcleo más íntimo, debemos preguntarnos por su origen en Jesucristo. La Eucaristía en la Iglesia tiene su origen en Jesucristo y ha sido instituida por El. Más en concreto podemos hablar de una triple fundación de la Eucaristía en Jesucristo:
La última Cena se relata en varios textos : Mc 14,22-25; Mt 26,26-29; Lc 22,14-20; 1 Cor 11,23-26). La Eucaristía es participación anticipada de la liturgia celestial y anticipo de la gloria futura. En la Eucaristía celebramos la liberación pascual del poder de la muerte y el don de la nueva vida eterna; por eso es más que un mero alimento. Es un < < sacrificio de alabanza> > en el que se reactualiza el sacrificio único de Jesús en la cruz y se anticipa la gloria futura. Por eso, ya desde el siglo II, se la llama eucaristía, es decir, acción de gracias. En ella alabamos y damos gracias a Dios Padre por todos los dones de la creación y de la redención. En la Eucaristía celebramos el paso de Jesucristo de la muerte a la vida, es decir su Pascua.
2. La presencia eucarística de Jesucristo: La presencia de Jesucristo en la celebración de la Eucaristía se produce de múltiples modos.
La presencia verdadera y real de Jesucristo bajo las especies de pan y vino se basa en las palabras de Jesús: Esto es mi cuerpo...Esto es mi sangre (Mc 14,22.24 y paralelos). < < Cuerpo> > en el lenguaje semítico no significa sólo una parte del hombre, sino la persona física concreta. Cuando se dice: < < Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros> > (1 Cor 11,24), se trata de la entrega de la persona de Jesucristo que se entrega por nosotros. Igualmente, la palabra < < sangre> > significa en la cultura semita la sustancia vital del hombre. Por tanto, la sangre < < derramada por todos> > (Mt 26,28) significa al mismo Jesús en cuanto que entrega su vida por nosotros. La presencia de Jesucristo en la Eucaristía no se lleva a cabo por una acción mágica o mecánica. Al contrario, se produce por la invocación o petición del don del Espíritu Santo en una oración en nombre de Jesucristo (epíklesis).
< < Su cuerpo y sangre se contienen verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies del pan y del vino, después de que, en virtud del poder divino, el pan se transustancia en el cuerpo y el vino en la sangre> > (Dz 430). < < Se contiene verdadera, real y sustancialmente nuestro Señor Jesucristo, bajo la apariencia de esas cosas sensibles> > (Dz 874) < < Por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo nuestro Señor; y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. Esta conversión es llamada por la Iglesia católica, transustanciación> > (DzS 1642). Así, la palabra < < transustanciación> > significa que en la Eucaristía, bajo las especies de pan y de vino, se hace presente una nueva realidad, la nueva realidad.
La acción de Dios en Jesucristo se realiza una vez para siempre. De aquí se sigue la presencia permanente de Jesucristo en las especies sacramentales después de la celebración de la Eucaristía. De ahí viene la antiquísima costumbre de reservar con reverencia y respeto los elementos sobrantes en la celebración de la Misa. Con ello se puede llevar la comunión a los enfermos, y el viático para los fieles que se hallan en peligro de muerte, y también para la adoración eucarística.
3) La Eucaristía, sacramento de la unidad y de la caridad: El fruto de la comunión es principalmente la unión íntima con Jesucristo. Cuando recibimos la Eucaristía Cristo entra totalmente en nosotros y nosotros entramos totalmente en El. < < El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él> > (Jn 6,56). En virtud de la unión con Cristo en la comunión, aumenta en nosotros la vida de la gracia, se curan las enfermedades del espíritu y quedamos robustecidos para resistir al pecado. Existen dos tipos de comunión: la comunión a la vez sacramental y espiritual, en la que se recibe realmente el cuerpo de Cristo y, al mismo tiempo, se le recibe con un corazón dispuesto, y la comunión puramente espiritual, es decir, la unión con Cristo por el deseo auténtico de recibir la Eucaristía (DzS 1648). La recepción indigna de la comunión por el pecador, cuyo corazón no se halla dispuesto para la unión con Jesucristo, no produce la salvación, sino la condenación. Por este motivo, para recibir con fruto espiritual la comunión son necesarios el examen de conciencia y la preparación cuidadosa. El cristiano que se encuentra en estado de pecado grave está obligado, antes de acercarse a la comunión, a recibir primero el sacramento de la penitencia (DzS 1646-1647). Por esta misma razón, toda celebración.
4) La celebración de la Eucaristía La Eucaristía incluye dos grandes momentos que forman una unidad básica:
El desarrollo de la celebración:
2) La liturgia de la Palabra incluye los "escritos de los profetas", es decir, el Antiguo Testamento, y "las memorias de los Apóstoles", es decir, sus cartas y los evangelios; después la homilía que exhorta a acoger esta Palabra como lo es verdaderamente, Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13), y a ponerla en práctica; vienen luego las intercesiones por todos los hombres, por la Iglesia, por las autoridades (1 Tm 2,1-2).
Desde el principio, junto con el pan y el vino para la eucaristía, los cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad. Esta costumbre de la colecta (cf. 1 Co 16,1), siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para enriquecernos (cf. 2 Co 8,9). a) En el prefacio (oración antes del canto del Santo), la Iglesia da gracias al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo, por todas sus obras, por la creación, la redención y la santificación. Toda la asamblea se une entonces a la alabanza incesante que la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos, cantan al Dios tres veces santo. b) En la epíclesis (cuando el Sacerdote impone las manos sobre el pan y el vino), la Iglesia pide al Padre que envíe su Espíritu Santo (o el poder de su bendición) sobre el pan y el vino, para que se conviertan por su poder, en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, y que quienes toman parte de la eucaristía sean un solo cuerpo y un solo espíritu. c) En el relato de la institución, la fuerza de las palabras y la acción de Cristo y el poder del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presente bajo las especies de pan y de vino su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siempre. d)En la anámnesis (anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús) que sigue, la Iglesia hace memoria de la pasión, de la resurrección y del retorno glorioso de Cristo Jesús; presenta al Padre la ofrenda de su Hijo que nos reconcilia con Él; e) En las intercesiones , la Iglesia expresa que la eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia del Cielo y de la Tierra, de los vivos y de los difuntos, y en comunión con los pastores de la Iglesia, el Papa, el obispo de la diócesis, su presbiterio y sus diáconos y todos los obispos del mundo entero con sus Iglesias.
5) Los frutos de la comunión: La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. La comunión nos separa del pecado Restaura nuestras fuerzas, fortalece la caridad, y esta caridad vivificada borra los pecados veniales (Trento DS 1638).. Por la misma caridad que enciende en nosotros, la eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales. Une el Cuerpo místico de Cristo: la eucaristía hace la Iglesia. Entraña un compromiso a favor de los pobres. Ayuda a tejer la unidad ecuménica de los cristianos.
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