5700.   Beata Laura Vicuña

(1891-1904)

 

        Nace en Santiago de Chile, el 5 de abril de 1891, en tiempos difíciles que afectan también a su familia. Sufre las consecuencias de la emigración. Su padre, José Domingo, perseguido por motivos políticos, debe huir al sur del país, estableciéndose finalmente en Temuco. Queda huérfana a los dos años de edad. Al morir su padre, deja a la familia sin apoyo y en precaria condición económica. Su madre, doña Mercedes Pino, vive con esfuerzo de su trabajo de modista. En 1899, después de sufrir el robo de los escasos recursos de la familia, Mercedes decide emigrar a Argentina, con sus hijas Laura y Julia.

        La pequeña Laura sufre al darse cuenta de que su madre se encuentra alejada de Dios por la situación de convivencia que mantiene con un estanciero: Manuel Mora.

        En las vacaciones de verano del año 1902, Manuel Mora pretendió abusar de ella. Al resistirse, pierde toda ayuda económica para continuar en el colegio, por lo que las Hermanas Hijas de María Auxiliadora la reciben gratuitamente.

        Laura recorre un corto pero intenso itinerario espiritual. En abril de 1902 ofrece su vida al Señor por la conversión de su madre, Dios acepta su ofrenda. El 22 de enero de 1904 muere en Junín de los Andes, a la edad de 12 años. Por su entrega, su madre vuelve a Dios y le honra con su vida digna y cristiana. Por sus virtudes, el papa Juan Pablo II la declara Beata, el 3 de septiembre de 1988.

        Ser testigo significativo de Cristo quiere decir, ser un santo moderno, enraizado en la cultura de hoy. La santidad depende de la creativa acogida del mensaje de Cristo en la propia experiencia personal, que se hace concreta al encarnarlo en su tiempo y en su mundo.

        Laura Vicuña fue y sigue siendo testigo significativo de Cristo para el mundo de hoy. Podemos descubrirlo en:

        Su testimonio de amor filial, que sabe arriesgar la vida por sus padres, para liberarlos de la esclavitud del mal.

        Su testimonio de fortaleza juvenil, capaz de dejarse quebrantar por las adversidades de la vida moderna.

        Su testimonio de fe, que celebra el triunfo de Cristo antes de experimentar su realización plena.

        Su testimonio de auténtica personalidad que sabe aceptar la realidad en que vive y la asume para redimirla.

        Su testimonio de aprecio por la vida, que la siente como lo más grande y hermoso que posee, ofreciéndola como el don más precioso para salvar la vida que se pierde.

 

 

1.   Oh Dios mío, quiero amarte y servirte toda mi vida, por eso te doy mi alma, mi corazón, todo mi ser! (cfr. C 61).

2.   Quiero morir antes que ofenderte con el pecado, por eso desde hoy me mortificaré en todo lo que me pudiera apartar de Ti (cfr. C 62).

3.   “¡Antes morir que pecar”! (C 83).

4.   Dios mío, me propongo hacer cuanto sepa y pueda para que seas conocido y amado, y reparar las ofensas que recibas todos los días de los hombres, particularmente de las personas de mi familia (cfr. C 62).

5.   ¡Dios mío, dame una vida de amor, de mortificación y de sacrificio! (cfr. C 62).

6.   Muy pequeña, le comunicó a su amiga Mercedes Vega: “Quiero ser santa como Domingo Savio” (J 27).

7.   En la noche, le rezo al Ángel de la Guarda antes de acostarme, él me despierta puntualmente a la hora fija (cfr. C 68).

8.   Laurita, empujada por un deseo de vivir la caridad en forma plena, “pidió permiso al confesor para ofrecerse al Sagrado Corazón de Jesús como víctima por la conversión de su madre” ... “¡Mi vida por la suya!” (C 100; B 26).

9.   El día antes de morir, llamó a su madre y le dijo: “mamá me muero, se lo pedí yo misma a Jesús... Hace dos años que ofrecí mi vida por ti... para pedir la gracia de tu conversión. ¿Tendré la dicha de verte arrepentida? Su madre se convirtió y le dijo: “Oh Laura, te juro que haré lo que me pides. ¡Estoy arrepentida! ¡Dios es testigo de mi promesa!” Sus últimas palabras fueron: “Ahora muero contenta” (J 27).

10. Laura vivió lo que nos dice Jesús: No hay amor más grande, que dar la vida por la persona amada (Jn 15,13).

11.       Nos dice san Alfonso María de Ligorio que “la muerte aceptada por amor equivale a martirio” (cfr. C 137).

 

12. Amaba tanto a Jesús, que se llamaba a sí misma, “la loquilla de Jesús” (C 105).

13. Se consagró a María Santísima y decía: “¡Qué alegría para mí ser Hija de María!... y rezaba: “Virgen del Carmelo, llévame al cielo” (C 105).

14. “El que conoce la cruz la aprecia, y quien no la conoce huye de ella”, decía santa Gemma Galgani. Laura lo sabía y con fervor juvenil trataba de conformarse al Divino Crucificado, ofreciéndole privaciones... en espíritu de reparación. “Reparar las ofensas que Dios recibe continuamente de los hombres, en especial de las personas de mi familia”, era uno de los propósitos de su primera comunión, por eso no desertaba del camino de la Cruz (C 110; B 17).

15. Laura elevaba esta poesía a María: ¡Oh María, rosa divina, esplendor del paraíso, toda mente a Ti se inclina! ¡oh María, rosa divina! (C 115).

16. Laura se consagró a María con esta oración: “¡Sé tú Madre nuestra en todo y siempre. Sénos propicia durante toda la vida, pero sobre todo, no nos abandones en la hora de la muerte para que, después de haber honrado y servido fielmente sobre la tierra, tengamos la suerte de estar todas reunidas bajo tu manto y gozar contigo en la felicidad eterna” (C 124).

17. Laura “siempre había sido solícita en el honrar a la Virgen” (C 124).

18. Cuando está a punto de morir, Laura le dice a su amiga Mercedes Vera: “Querida Merceditas, sé siempre devota de Jesús Sacramentado y de María Auxilia­dora... Sé constante en la virtud... ¡Adiós... Besaré por ti los pies a la Virgen, que espero veré dentro de poco!” (C 136).

 

Fuentes:

B: BECCALOSSI, M.L., El mensaje de Laura Vicuña, En Serie “Héroes de nuestro tiempo” nº 21, Santiago 1981.

C: CÁSTANO, Luis, Una adolecente de trece años en los altares. La Beata Laura Vicuña. Alumna de las Hijas de María Auxiliadora de las Misiones Patagónicas, 1891-1904, Barcelona 1988.

J: JORDÁ, Miguel, El Santoral del tecer milenio, Santiago 1997.

 

5800.   Sor Isabel de la Trinidad

(1880-1906)

 

        María Isabel Catez es la hermana Isabel de la Trinidad, nació en Bourges, Francia, el 18 de julio de 1880. No había cumplido aún 14 años, cuando escogió a Cristo por único Esposo. Ya desde niña tenía una gran piedad. Estudió piano y obtuvo muchos premios, y tuvo varias oportunidades para casarse, pero más tarde escribirá: “Mientras bailaba como las demás y tocaba piano, mi corazón estaba entero en el Carmelo que me llamaba”. A la edad de 21 años Isabel tomó los hábitos del Carmelo en 1901. Sufrió una tuberculosis fuerte. El 9 de noviembre de 1906 se cumplió su deseo: “Jesús, mi alma te busca, quiero ser pronto tu esposa. Contigo quiero sufrir, y para encontrarte quiero morir”.  El papa Juan Pablo II la beatificó el 25 de noviembre de 1984.

 

1.   Vivamos con Dios como con un amigo, tengamos una fe viva para estar en todo unidos a Dios (H, 576).

2.   Dios en mí, yo en Él, he ahí mi vida... ¡Oh Jesús, haz que nada pueda distraerme de ti, ni las preocupaciones, ni las alegrías, ni los sufrimientos, que mi vida sea una oración continua (T, 10).

3.   El Amor habita en nosotros, por ello mi vida es la amistad con los Huéspedes que habitan en mi alma, éstos son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (T, 10).

4.   Que mi vida sea una alabanza de gloria para las tres divinas Personas (cfr. T, 11).

5.   Anhelo llegar al cielo, no solamente pura como ángel, sino transformada en Jesucristo crucificado (T, 12).

6.   La adoración es un silencio profundo y solemne en que se abisma el que adora, confesando el todo del Dios Uno y Trino, y la pequeñez de la creatura (cfr. T, 26).

7.   Nuestra adoración debe unirse a la otra adoración más perfecta: la adoración de Jesucristo, quien adora a Dios Padre en el Espíritu Santo, quien se ofrece como hostia viva (cfr. T, 27).

8.   Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma para vivir en ti (cfr. T, 28).

9.   Te adoro Padre fecundo, te adoro Hijo que nos ayudas a ser hijos del Padre, te adoro Santo Espíritu que sales del Padre y del Hijo (cfr. T, 52).

10. Morir a mí misma en cada instante, para vivir plenamente en Cristo (cfr. T, 68-69).

11. ¡Oh Dios mío, apacigua mi espíritu, apacigua mis sentidos exteriores! (cfr. T, 72).

12. Mi alma se alegra en Dios, de Él espero mi liberación (cfr. T, 79).

13. Quiero ser una morada de Dios buscando que mi corazón viva en la Trinidad... Un alma en estado de gracia es una casa de Dios, en donde habita Dios mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cfr. T, 80).

14. Oh Trinidad amada tú habitas en mi alma, y yo lo he ignorado (cfr. T, 83).

15. Todo pasa. En la tarde  la vida, sólo el amor permanece... Es necesario hacerlo todo por amor. Es necesario olvidarse de uno para vivir en Dios (cfr. T, 126).

16. El Señor está en mí y yo en Él, mi vida en el tiempo no es otra que amarle y dejarme amar; despertar en el Amor, moverme en el Amor, dormirme en el Amor (cfr. T, 126).

17. El Señor nos invita a permanecer en Él, orar en Él, adorar en Él, amar en Él, trabajar en Él, vivir en Él (cfr. T, 137).

18. No debemos detenernos ante la cruz, sino acogerla con fe y descubrir que es el medio que nos acerca al Amor divino (cfr. T, 206).

19. He encontrado el cielo en la tierra, porque el cielo es Dios, y Dios está en mi alma (cfr. T, 206).

20. “Dios sólo reina en el alma pacífica y desinteresada”.

21. “Quién supiere morir a todo, tendrá vida en todo”.

22. “Bástele Cristo crucificado, y con él descanse”.

23. “El que no busca la cruz de Cristo, no busca la gloria de Cristo”.

24. “Dios para enamorarse del alma, no pone los ojos en la grandeza, sino en la grandesa de su humildad”.

25. “El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande sencillez y padecer por el Amado”.

26. “Quien huye de la oración, huye de todo lo bueno”.

27. “Mejor es vencerse en el hablar que ayunar a pan y agua”.

 

28. Oración de la hermana Isabel de la Trinidad

      En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Oh Dios mío!, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma para establecerme en Ti... que cada minuto me sumerja más y más en las profundidades de tu Misterio.

      Serena mi alma... que jamás te deje solo, sino que permanezca siempre en Ti, en todo instante adorando, en todo instante entregada a tu acción creadora.

      ¡Oh Cristo mío amado, crucificado por amor, quiero ser una esposa para tu corazón; anhelaría cubrirte de gloria y amarte hasta la muerte. Que mi vida sea una irradiación de la tuya. Ven a mí como Adorador, como Reparador, como Salvador!.

      ¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero que mi vida sea un permanente escucharte, quiero dejarme formar por ti!.

      ¡Oh fuego devorador, Espíritu de amor, desciende en mí, para que se lleve a cabo en mi alma como una encarnación del Verbo!

      ¡Y tu, Padre, inclínate sobre tu pequeñita creatura, y ve en mí a Jesús el Amado en el cual haz puesto todas tus complacencias!

      ¡Oh amadas Tres Personas Divinas, a quienes me entrego y vivan en mí para que yo viva en ustedes! (T, 21-23).

29. ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme inmutable y plácidamente en ti como si mi alma viviera ya en la eternidad. Que nada pueda alterar mi paz, ni apartarme de ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que, cada momento de mi vida, me sumerja más profundamente en tu divino misterio. Pacifica mi alma. Estableced en ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta, vuestro lugar de descanso. Que nunca os deje solo sino que, vivificada por la fe, permanezca con todo mi ser en tu compañía, en completa adoración y entregado sin reservas a vuestra acción creadora (Isabel de la Trinidad, Elevación a la Santísima Trinidad: Obras, cfr. Div., 74).

30. ¡Oh Dios mío!, nada podrá distraerme de ti. Cuando obro por ti y permanezco siempre en tu santa presencia bajo tu mirada divina que penetra hasta lo más íntimo de mi alma, te puedo escuchar incluso en medio del bullicio del mundo, en el silencio del corazón que sólo quiere ser tuyo.

      Todo depende de la intención que se tenga. Podemos santificar hasta las cosas más pequeñas y transformar en divinos los actos más ordinarios de la vida. Un alma que vive unida a ti, Dios mío, sólo obra sobrenaturalmente. Las acciones más vulgares, en vez de separarla de ti, la unen más íntimamente a ti (Isabel de la Trinidad, Cartas. Obras, cfr. Div., 107).

31. “¡Oh Dios mío! Tú estás en mí y yo en ti. He hallado mi cielo en la tierra, porque el cielo eres tú que te encuentras dentro de mí. Aquí te encuentro y poseo, aunque no sienta tu presencia. Tú siempre estás ahí, en mi interior. ¡Cómo me gusta buscarte en mí! Haz, Señor, que no te deje nunca solo” (Isabel de la Trinidad, Cartas. Obras, cfr. Div., 479).

32. Maestro divino, que sea yo corroborada en la fe, en esa fe que no permite al alma adormecerse, sino que la mantiene siempre vigilante bajo tu mirada, totalmente recogida en la luz de tu palabra creadora…

      ¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote. Quiero pasar mi vida atenta a tus inspiraciones para que seas mi único Maestro. Quiero vivir siempre en tu presencia y morar bajo tu luz infinita a través de todas las noches, vacíos y fragilidades. ¡Oh, mi Astro querido! Ilumíname con tu esplendor fulgurante de tal modo que ya no pueda apartarme de tu divina irradiación (Isabel de la Trinidad, Cartas. Tratados espirituales, B, día 13; Elevación a la Trinidad, cfr. Div., 660).

33. ¡Oh, mi Cristo adorado, crucificado por amor! Quisiera ser una esposa para tu corazón. Quisiera glorificarte y amarte… hasta morir de amor. Pero reconozco mi impotencia. Por eso te pido que me revistas de Ti mismo, que identifiques mi alma con todos los sentimientos de tu alma, que me sumerjas en ti y que me invadas; que tu ser sustituya mi ser para que mi vida sea solamente una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador…

      ¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de amor!, desciende a mí para que se realice en mi alma como una encarnación del Verbo. Que yo sea para él una humanidad suplementaria donde renueve su misterio. Y Vos, ¡oh Padre!, proteged vuestra pobre y débil criatura. Cubridla con vuestra sombra. Contemplad solamente en ella a vuestro Hijo muy amado en quien habéis puesto vuestras complacencias (Isabel de la Trinidad, Elevación a la Santísima Trinidad, cfr. Div., 698).

34. Señor, te has volcado sobre nuestras almas con todo tu amor, de día y de noche, queriendo comunicarnos e infundirnos tu vida divina para deificarnos y para ser tu irradiación en todas partes. ¡Oh, qué gran poder ejerces sobre las almas el apóstol que permanece constantemente junto a la fuente de aguas vivas! El puede verterse sin que su alma llegue nunca a vaciarse porque vive en íntima comunión con el infinito.

      Quiero ser… un apóstol desde el fondo de esta querida soledad del Carmelo. Quiero trabajar por tu gloria, Dios mío. Para realizar esto, necesito poseerte plenamente… Que tú seas la vida de mi vida, el alma de mi alma. Que permanezca, día y noche, consciente bajo el influjo de tu acción Divina (Isabel de la Trinidad, Cartas 178, cfr. Div., 1382).

35. Puesto que tú, Señor, moras en nuestras almas, tu oración es nuestra oración y yo quisiera estar en íntima unión contigo, permaneciendo constantemente a tu lado como un pequeño vaso junto a la fuente de la vida, para poderla comunicar inmediatamente a las almas, dejando desbordar esas olas de caridad infinita. “Por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad”. ¡Oh Maestro adorado, quiero hacer mías estas tus palabras! Sí, quiero consagrarme, santificarme por las almas, y pues somos todos miembros de un solo cuerpo, en la medida que posea tu vida  divina, podré comunicarla y difundirla en el gran organismo de la Iglesia (Isabel de la Trinidad, Cartas 194).

36. Mientras nuestra voluntad tenga caprichos ajenos a la unión divina, fantasías contradictorias, permanecemos en estado de infancia, no caminamos a pasos de gigante en el amor, porque el fuego no ha consumido aún toda la escoria; el oro no es puro; nos buscamos todavía a nosotros mismos. Dios no ha logrado suprimir aún toda nuestra hostilidad contra él.

      Pero cuando… tú, Señor, hayas purificado totalmente nuestro amor imperfecto, nuestro dolor y temor defectuosos, sólo entonces el amor será perfecto y el anillo de oro de nuestra alianza tendrá una dimensión más amplia que el cielo y la tierra (Isabel de la Trinidad, El cielo en la tierra, 2, 2, cfr. Div., 1492).

36. “Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”… ¿Qué significa esto sino que el alma que aspira a vivir en intimidad contigo, oh mi Dios, en la fortaleza inexpugnable del santo recogimiento debe permanecer espiritualmente separada, desprendida y alejada de todas las cosas?… Muero todos los días. Me empequeñezco y renuncio a mí misma cada día para que tú, oh Cristo, crezcas y seas exaltado en mí. Permanezco humilde en el fondo de mi pobreza. Contemplo mi nada, mi miseria, mi impotencia. Me reconozco incapaz de progresar y perseverar… Me resigno ante la realidad de mi miseria y, reconociendo mi pobreza, la presento ante la misericordia de mi divino Maestro… Pongo la felicidad de mi alma –en cuanto a la voluntad y no a la sensibilidad– en todo cuanto puede inmolarme, destruirme y empequeñe­cerme, pues quiero dejar en ella sitio libre para ti… No deseo vivir ya mi propia vida. Sólo anhelo ser transformada en ti, para que mi vida sea más divina que humana y para que el Padre, al contemplarme, pueda reconocer en mí la imagen de su “Hijo muy amado en quien tiene todas sus complacencias” (Isabel de la Trinidad, El cielo en la tierra, 3, 2, cfr. Div., 1495).

37. Señor, ya no es un velo, es un grueso muro lo que te oculta a mí. Esto resulta muy doloroso después de haberte sentido tan cerca. Pero estoy dispuesta a permanecer en este estado de alma todo el tiempo que tú, Amado mío, quieras. Como la fe me dice que, aun así, tú sigues presente, ¿para qué las dulzuras y los consuelos? No son tú, y es a ti a quien sólo busco… Que vaya a ti por el camino de la fe pura… Nunca me he visto tan miserable. Pero esta miseria no me deprime. Al contrario, me sirvo de ella para ir a ti. Creo que si me has amado tan apasionadamente y me has hecho tantos favores, es por verme tan débil… Señor, ofrece también tus dulzuras y consuelos a otras almas para atraerlas. Para mí esta oscuridad que me conduce a ti (Isabel de la Trinidad, Cartas, 51, cfr. Div., 1502).

38. Oh María, Reina de las Vírgenes, eres también Reina de los Mártires. Pero la espada atravesó únicamente tu corazón, porque en ti todo se realiza en lo interior… ¡Oh, qué hermosa apareces cuando te contemplo en tu prolongado martirio! ¿Qué serena y envuelta en una especie de majestad que revela, a la vez, mansedumbre y fortaleza! Habías aprendido del mismo Verbo cómo deben sufrir aquellos que el Padre eligió como víctimas y determinó asociar a la gran obra de redención, aquellos que conoció y predestinó a ser conformes a su Cristo, el crucificado por amor.

      Tú estás allí, de pie junto a la cruz, con valor y fortaleza. Es entonces cuando mi divino Maestro me dice: “Ahí tienes a tu Madre”. Así te da a mí por Madre. Ahora que él ha vuelto al Padre y me ha puesto en su lugar sobre la cruz para que complete en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en bien de su cuerpo, que es la Iglesia, tú, Virgen Santa, Permaneces a mi lado para enseñarme a sufrir como él, para hacerme sentir y comprender los últimos acentos de su alma, que solamente tú, pudiste percibir (Isabel de la Trinidad, 2 Retiro, 15, cfr. Div., 1620).

39. Oh María, tú eres la criatura que conoció el don de Dios y no desperdició nada de él, tan pura, tan luminosa que parecías la luz misma. “Speculum justitiae”: tu vida fue tan sencilla, tan absorta en Dios, que apenas puede decirse algo de ella. “Virgo fidelis”: eres la Virgen fiel, “la que guardabas todas aquellas cosas en tu corazón”. Te sentías tan pequeña y permanecías tan recogida delante de Dios, en el santuario de tu alma, que atrajiste las complacencias de la Santísima Trinidad. “Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso me llamarán feliz todas las generaciones”.

      El Padre, al contemplarte tan bella, tan ignorante de su hermosura, determinó que fueras en el tiempo la Madre de Aquél de quien él es el Padre en la eternidad. Vino entonces sobre ti el Espíritu de amor que preside todas las operaciones divinas; y tú, oh Virgen, pronunciaste tu Fiat: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y se realizó el mayor de los misterios. Por la encarnación del Verbo, fuiste para siempre posesión de Dios (Isabel de la Trinidad, 1 Retiro, 10, 1, cfr. Div., 1631).

 

Fuentes:

T:    ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Obra traducida al castellano por Rosa P. de ORTÚZAR, e impresa en Santiago de Chile 1927. La obra, que recopila los escritos de Sor Isabel de la Trinidad, es de un monje del Monasterio de San Benito de Maredsous, Francia, 1925.

H:    Heilige und Namenspatrone im Jahreslauf, Vera SCHAUBER und Hanns Michael SCHINDLER, Augsburg 1998.

Div.:            Intimidad Divina. Meditaciones de la vida interior para todos los días del año. Autor: P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, O.C.D., Editorial Monte Carmelo, Burgos (9) 1998.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5900.   Carlos de Foucauld

(1858 - 1916)

 

        Sacerdote y monje. Nació el 15 de septiembre de 1858 en Francia y murió el 1 de diciembre de 1916 en Algeria. Se convirtió a los 30 años. Estuvo en la Trapa para luego vivir la sencillez en Nazaret. En 1901 fue ordenado sacerdote. Después partió al Sahara en Algeria donde misionó. Vivió en la pobreza y la humildad plenamente.

 

1.   “Reservar todas mis fuerzas para Dios” (E, 14).

2.   “La debilidad de los medios humanos es un motivo de fuerza” (E, 14).

3.   “Jesús es el Señor de lo imposible” (E, 14).

4.   “El Señor nos invita a no tener jamás miedo de nada” (cfr. E, 14).

5.   “Tener miedo es hacerle una doble injuria; esto es, 1°, olvidarle, olvidar que Él está con nosotros, que nos ama, y que Él es omnipotente; 2°, es no estar conformes con su Voluntad” (E, 43).

6.   “Tengamos, pues, esta fe que destierra el miedo” (E, 43).

7.   “¿Hay alguna cosa más dulce en el mundo que hacer la voluntad de Aquel a quien se ama?” (E, 15).

8.   La oración es la conversación familiar con nuestro Bien amado. Se le mira, se le ama, se alegra uno de estar a sus pies (cfr. E, 16-17).

9.   “... amemos y practiquemos cada día la oración solitaria y secreta, esta oración donde nadie nos ve más que Nuestro Padre celestial” (E, 19).

10. “... lo que Nuestro Señor recomienda por encima de todo en la oración es la fe” (E, 20).

11. “Él se retiró solo durante la noche para orar... Amemos, queramos, practiquemos según su ejemplo la oración nocturna y solitaria...” (E, 21).

12. “Mientras que todo duerme sobre la tierra, sólo para adorarte y estar arrodillado delante de Ti, diciéndote que te amo” (cfr. E, 51).

13. “Horas en que, mientras todo se calla, todo duerme, todo está sumergido en las sombras, yo vivo a los pies de Dios, explayando mi corazón en su amor. Diciéndole que le amo, y Él respondiéndome que yo no le amaré jamás, por grande que sea mi amor, tanto como Él me quiere...” (E, 21).

14. “Él me invita a la oración para orar con Él, ¡a pasar una hora de intimidad con Él!” (E, 22).

15. “... pidamos con fe, con insistencia, con constancia, con amor, con buena voluntad..., y estemos seguros de que si pedimos así y con suficiente confianza, seremos escuchados, recibiendo la gracia solicitada o una mejor” (E, 22).

16. “Para que nuestra vida sea una vida de oración es necesario dos cosas: primeramente, que ella encierre en sí misma un tiempo suficientemente largo cada día consagrado a la oración” (E, 23).

17. “... alabar a Dios es derretirse a sus pies en palabras de admiración y de amor” (E, 26).

18. “... la alabanza forma parte esencial del amor” (E, 26).

19. “Señor mío y Dios mío, enséñame a encontrar toda mi alegría en alabarte, es decir, repetirte sin fin que te amo infinitamente” (cfr. E, 27).

20. “Seamos, pues, fieles a esa práctica ‘de velar con Él’ todos los jueves por la noche para acompañarle, asistirle, consolarle, estar con Él con toda nuestra alma, durante su agonía...” (E, 28).

21. “¿Qué postura es la más amante, sino la de estarse de rodillas a los pies de nuestro Bienamado?” (E, 28).

22. “... punto básico en nuestras oraciones: la sencillez absoluta” (E, 29).

23. “Que en nuestra oración haya fe, humildad, constancia y sencillez” (cfr. E, 31).

24. “La oración continua durante todo el día apartará de nosotros las tentaciones” (E, 32).

25. “María vive como los demás, pero, haga lo que haga, sus ojos, su pensamiento y su corazón están siempre, enteramente sobre Jesús: Él es toda su vida... Esto es, la vida contemplativa, la vida del amor más apasionado, del amor de admiración...” (E, 34).

26. “Cuando estemos delante del Santísimo Sacramento, sobre todo, que nuestra primera palabra sea siempre ‘¡Gracias!’. ‘¡Gracias de estar a vuestros pies! ¡Qué feliz soy!’... Gracias, una vez más, gracias por permitirme hablarte, orar, mirarte, hablar contigo, ¡Señor mío y Dios mío, mi Bienamado, mi dicha y mi vida!” (E, 35).

27. “Cuanto más sufrimos y más somos tentados, más necesario es orar” (E, 36).

28. “Padre mío, me entrego en tus manos; Padre, Padre mío, haz de mí lo que te plazca; sea lo que hagas de mí, te lo agradezco; gracias por todo, estoy dispuesto a todo; lo acepto todo; te agradezco todo; con tal que tu Voluntad se haga en mí, Dios mío; con tal que tu Voluntad se haga en todas tus criaturas, en todos tus hijos, en todos aquellos que tu Corazón ama, no deseo nada más, Dios mío; en tus manos entrego mi alma; os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo y porque esto es para mí una necesidad de amor: darme, entregarme en tus manos sin medida; me entrego en tus manos sin medida; me entrego en tus manos con infinita confianza, pues Tú eres mi Padre...” (cfr. E, 37).

29. “¡Señor mío y Dios mío, yo te lo suplico, hazme conocer claramente tu Voluntad! Y después dame la fuerza de cumplirla, de cumplirla fielmente hasta el fin con gratitud y amor...” (cfr. E, 42).

30. “Nosotros seremos escuchados cada vez que se lo pidamos con fe e insistencia” (E, 46).

31. “Cuando se ama no se piensa más que en una cosa: en el ser amado” (E, 47).

32. Tú eres lo principal para mí, mi Dios y mi Todo (cfr. E, 50).

33. Yo debo intentar conocerte, Dios mío, a fin de amarte mejor; cuanto más te conociera, más te amaría (cfr. E, 54).

34. “Solamente yo soy quien pone obstáculos por mi cobardía, fragilidad y tibieza...” (E, 56).

35. “Organizar mi vida para ser el último, el más despreciado de los hombres, para pasarla con mi Maestro, mi Señor, mi Hermano, mi Esposo que ha elegido el último lugar” (cfr. E, 57-58).

36. “Escojan los últimos puestos...” (cfr. E, 88).

37. “Yo te adoro profundamente, Dios mío; te adoro con toda mi alma y te amo con todas las fuerzas de mi corazón“ (E, 61).

38. “Cuando se ama, ¿no encontraremos perfectamente empleado todo el tiempo pasado al lado del amado? ¿No es éste el tiempo mejor empleado, salvo aquel donde la voluntad, el bien, del ser amado nos llama por otra parte?” (E, 69).

39. “No pierdas jamás una Comunión por tu culpa: una Comunión es más que la vida, más que todos los bienes del mundo, más que el universo entero, es Jesús mismo” (cfr. E, 69).

40. “El mundo esté en tinieblas, en una noche profunda; el hombre de fe vive en plena luz...” (E, 85).

41. “¡Tú, Señor, me impones un deber, el de esperar vivir eternamente, a tus pies en el amor y la santidad!” (cfr. E, 86).

42. “¡Es la hora de amar a Dios!” (E, 87).

43. “Seamos humildes en los deseos, no teniendo ninguna ambición, ningún deseo de la estimación de los hombres” (cfr. E, 90).

44. “Señor, orar es mirarte” (cfr. E, 91).

45. “La oración es la conversación familiar del alma con Dios” (E, 91-92).

46. “Cualquiera que ama, ama la soledad en compañía del ser amado... Cualquiera que ama a Dios, ama la soledad a los pies de Dios... Todos los santos, sin excepción, han amado la soledad, pues todos han amado al Señor, se han sentido amados por Él y han amado al prójimo” (cfr. E, 103).

47. “Cada vez que te privas de alguna cosa, por poco que sea, de un movimiento de curiosidad... de comer un bocado más... si tú lo haces por mi amor, con el deseo de ofrecerme un sacrificio, me ofreces un acto de adoración... Con mayor razón cuando me ofreces algo que te cuesta más como por ejemplo, una fuerte humillación, una penitencia, una vigilia dura...” (cfr. E, 105).

48. Ser humilde en pensamientos, palabras acciones. No buscar ni amar el aprecio de los hombres, sino amar su desprecio. Cuando se ama se es humilde, pues se encuentra uno pequeño, una nada, al lado de lo que se ama” (E, 108).

49. “Descenso, descenso, humildad, humildad...” (E, 115).

50.      “¡Obediencia! Obediencia no solamente directa a Dios, sino también indirectamente, obedeciendo por Él, y como a Él mismo, a todos los que os da como preceptores: Padres, superiores eclesiásticos, directores de conciencia, toda clase de superiores, cada uno en la medida en que Dios os pide obedecerle...” (E, 119).

51. “La mejor oración es aquella en la que hay más amor” (E, 140).

52. “En la oración lo que el Señor quiere de nosotros es el amor, el amor, el amor” (cfr. E, 141).

53. “Orar es, sobre todo, pensar en el Señor, amándole... Cuanto más se ama, más se ora” (E, 141).

54. “¡Pobreza, pobreza, pobreza!... fe en la oración... Humildad” (E, 147).

55. “Seguir a Jesús... hacer lo que Él haría. Preguntarnos en todo momento: “¿Qué habría hecho Nuestro Señor?”, y hazlo. Esta debe ser nuestra regla de vida” (cfr. E, 148).

56. “Para seguir a Jesús crucificado, mi vida debe ser una Cruz” (E, 152).

57. “Es necesario, ante todo, que yo pruebe la Cruz, de la cual Jesús nos ha dejado el ejemplo” (E, 153).

58. “¡Él viene a nosotros frecuentemente por medio de la Santa Eucaristía! ¡Que Él establezca en nosotros su Reino! Si nos das alegrías, aceptémoslas con agradecimiento... Si nos das cruces, besémoslas: ‘¡Oh buena Cruz!’ ” (E, 154).

59. “Cuán bueno es, ¿no es verdad?, abandonarse al Corazón de Jesús, dejarse llevar por Él...” (E, 155).

60. “He aquí el secreto: Ama, ama, ama...” (E, 158).

61. “¡Tu Voluntad, Señor, es mi cielo aquí abajo!... Ayúdame a cumplirla perfectamente...” (cfr. E, 160).

62. “¡Las cruces nos desatan de la tierra, y por eso nos atan a Dios!” (E, 163).

63. “Sé sencillo, evita todo gasto inútil, sepárate cada vez más en tu manera de ser y vivir de todo lo que siente el mundo, la vanidad, el orgullo...” (E, 166).

64. “Suprime todo lo inútil, todo lo que huela a mundo... Pero no te inquietes, no temas por el futuro...” (E, 166).

65. “Él me repite: ‘VOLUNTAD DE DIOS... VOLUNTAD DE DIOS...’ ” (E, 167).

66. “Rezar el santo Oficio con un cuidado extremo; es el ramo cotidiano de rosas frescas, símbolo del amor siempre joven, ofrecido cada día al Bienamado, al Esposo...” (E, 178).

67. “Hacer, en la medida de lo posible, yo mismo, y no otro, todos los quehaceres más bajos de la casa” (E, 179).

68. “En cualquier enfermo, no ver a un hombre, sino a Jesús” (E, 180).

69. “Cuanto más nos peguemos a la Cruz, más nos estrecharemos con Jesús, que en ella está clavado... La Cruz es una ganancia, pues ella nos une a Jesús... No tener nada más ni mejor que lo que podía tener Jesús de Nazaret. Alegrarse y desear tener menos, en vez de más” (E, 181).

70.      “¡Mortificación, mortificación! ¡Penitencia, muerte! Es cuanto más se sufre, cuando más se santifica uno: ‘Si el grano de trigo no muere, no produce nada...’ ” (E, 183).

71. “La hora mejor empleada de nuestra vida es aquella en que amamos más a Jesús...” (E, 183).

72. “Vigilia. Te invito a quedar durante la noche en conversación íntima conmigo... ¿Te niegas?” (E, 184).

73. “Es la hora de amar a Dios”. Buscar a Dios solo. Bondad, delicadeza, suavidad... humildad...” (E, 185).

74. “Amemos a Jesús, perdámonos delante del Santísimo sacramento: allí está el Todo, lo infinito, Dios...” (E, 187).

75. “¡Que la voluntad de Jesús se haga en usted!” (E, 189).

76. “Procuro hacer día a día la voluntad de Jesús, y estoy en una gran paz interior” (E, 197).

77. “¡Qué felices somos al estar entre las manos de tal padre!” (E, 198).

78. “Si no vivimos del Evangelio, Jesús no vive en nosotros. Volvamos a la pobreza, a la sencillez cristiana...” (E, 203).

79. “Volver al Evangelio” (E, 204).

80. “Sí, Jesús, basta; allí donde Él está nada falta” (E, 205).

81. “Cuando se puede sufrir y amar, se puede mucho” (E, 207).

82. “Todo nuestro ser debe ser una predicación viviente, un reflejo de Jesús” (M, 16).

83. “Sigamos pues las enseñanzas de Jesús... los consejos, palabras y ejemplos de Jesús” (M, 22).

84. “El amor todo lo puede, y realiza muchas cosas que cansan y agotan vanamente a aquel que no ama” (M, 36).

85. “Al hacerse un niño tan pequeño, tan dulce nos grita: ¡Confianza, familiaridad! No tengan miedo de mí, vengan a mí, no teman...” (M, 50).

86. ¡Oh Jesús!, te retiras de Nazaret; allí pasas los años de tu infancia, de tu juventud hasta los treinta años. Es por nosotros, por nuestro amor, por lo que lo haces… Durante estos treinta años no cesas de instruirnos, no por palabras, sino por tu silencio y tus ejemplos… Nos enseñas primeramente que se puede hacer bien a los hombres, mucho bien, un bien infinito, un bien divino, sin palabras, sin sermones, sin ruido, en silencio y dando buen ejemplo: El de la piedad, el de los deberes para con Dios, amorosamente cumplidos; el de la bondad para con los hombres, la ternura hacia aquellos que nos rodean, los deberes domésticos santamente cumplidos; el de la pobreza, el trabajo, la abyección, el recogimiento, la soledad, la oscuridad de la vida escondida en Dios, de una vida de oración, de penitencia, de retiro, enteramente perdida y sumergida en Dios. Nos enseñas a vivir del trabajo de nuestras manos, para no ser una carga para nadie y tener de qué dar a los pobres, y das a este género de vida una belleza incomparable… la de tu imitación (Carlos de Foucauld, Retiro en Efrén, Escritos esp., cfr. Div., 148).

87. Señor mío y Dios mío…, no sólo de boca, sino desde el fondo de mi corazón quiero hacer tu voluntad, tu entera voluntad, tu única voluntad, tu voluntad y no la mía; dámela a conocer, Dios mío, y haz que la cumpla. Dame la fe y la obediencia de Abrahán; haz que escuche tu voz. Tu voz interior, la voz de aquéllos a través de los que tú me hablas. Dame la fe, Dios mío. Y dame la obediencia… que sacrifica los afectos más íntimos del corazón y las persuaciones más firmes del espíritu para adherirse únicamente a tu santa y bendita voluntad. Dios mío te lo suplico de todo corazón, por nuestro Señor Jesucristo (Carlos de Foucauld, Meditaciones sobre el A.T., cfr. Div., 375).

88. Dios mío, tú nos dices que para orar no debemos considerarnos obligados a recitar oraciones vocales, sino que basta hablar interiormente en la oración mental; ni siquiera es necesario decirte interiormente palabras en esta oración, sino que basta con permanecer amorosamente a tus pies, contemplándote y fomentando, arrodillados ante ti, sentimientos de admiración, de compasión, de entrega, de deseo de tu gloria…, sentimientos de caridad, deseo de verte, y en fin todos los sentimientos que sabe inspirar el amor. Esta oración ardiente, aunque muda, es excelente… La oración consiste, como dice Sta. Teresa, no en hablar mucho, sino en amar mucho; y es lo que consta también de tus palabras…

      ¡Oh Jesús!, que yo sepa amar y practicar cada día esta oración solitaria y secreta, en la cual nadie nos ve  sino nuestro Padre celestial, en la cual nos encontramos a solas con él… coloquio secreto y delicioso en que damos suelta a nuestros afectos con libertad, lejos de las miradas de los demás (Carlos de Foucauld, Meditaciones sobre el Evangelio, cfr. Div., 463).

Fuente y Siglas:

E:    DE FOUCAULD, Carlos, Escritos Espirituales, Barcelona (6) 1996.

Div: Intimidad Divina. Meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año. P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, ocd., Editorial Monte Carmelo, Burgos (9) 1998.

M:   Hermanita MAGDELEIE de JESÚS. Jesús es el Señor de lo imposible, Buenos Aires 1993.

6000.  Dolores Sopeña

(1848-1918)

 

        Nace en España el 30 de diciembre de 1848 y muere el 10 de enero de 1918. El 11 de julio de 1992 el Papa aprueba el Decreto que aprueba sus virtudes heroicas, por lo que la Sierva de Dios María Dolores ya es venerable.

        Ella se anticipó a su tiempo procupándose de los más necesitados a través de la caridad y de la educación. El papa Juan Pablo II la beatificó el 23 de marzo de 2003. El secreto de la audacia de Dolores es du fe, esa “confianza” sin límites” que ellas reconoce como su mayor tesoro.

 

1.   “Mi Dios y mi Todo” (V187).

2.   “Llevar mi enfermedad con alegría y consumir mi existencia en el fuego de tu amor” (V, 187).

3.   Guiar a las personas con dulzura (cfr. V, 188).

4.   Sí Señor… lo acepto todo… ver o no ver… escribir o no escribir…” (cfr. V 188).

5.   Somos instrumentos débiles en las manos de Dios (cfr. V 199).

6.   “¡Qué hermoso es arrojarse en los brazos de Dios! ¡Cómo prepara El solo los caminos a sus criaturas, sin saber éstas adónde van a ser conducidas…!” (V, 203).

7.   La Santísima Virgen es nuestra Superiora, Madre y Maestra (cfr. V,203).

8.   La Madre de Dios fue “la primera Catequista del mundo nombrada al pie de la Cruz para conducir al género humano a la Jerusalén celestial” (V, 203).

9.   Que María Santísima sea el modelo para catequizar el mundo entero (cfr. V, 203).

10. Deseo cada vez más, hermanar la vida activa con la contemplativa (cfr. V, 204).

11. “Sean santas, muy santas, y sobre todo tengan una confianza plena en Nuestro Señor. Yo no he tenido absolutamente nada, ni virtudes, ni méritos, ni cosas heroicas, sólo la confianza sin límites” (V, 205).

12. “Yo no me aferro a nada” (P, 34).

13. “El amor debe ser páctico, con obras” (P, 28).

14. “Siempre amando, orando y trabajando por la salvación de los hombres”.

15. “Nada me cuesta trabajo ofrecido por la salvación de los hombre”.

16. “Fiel, es la palabra que más llena mi corazón”.

17. “Mi fe siempre fue ciega y mi confianza sin límites en Aquel que todo lo puede”.

18. “Cuando más se carece de los auxilios humanos, más vienen los divinos en nuestra ayuda”.

19. “Dios se está comunicando constantemente al alma, la cosa es saber recoger o no saber recoger”.

20. “Dios ha depositado tal tesoro de fe en mi corazón y una confianza sin límites, en su amorosa Providencia, que me arrojo en sus brazos como el niño se duerme en los de su madre”.

21. “Siempre amando, orando y trabajando por la salvación de los hombres”.

22. “Nada me cuesta trabajo ofrecido por la salvación de los hombres”.

23. “Nunca se ha escrito nada de los cobardes”.

24. “Dios hace diosadas de amor, con quien de veras se le entrega”.

25. “Es un secreto el saber cuánta fortaleza da, para sufrir, el motivo por quien se sufre”.

26. “Llenad el fin para el que Dios os escogió”.

27. “La fe es el don gratuito con que Dios me regaló toda la vida y hay que demostrar que tenemos ese tesoro hermoso”.

28. “Viendo por medio la gloria de Dios, estoy dispuesta a todo”.

29. “Mi voluntad ha estado siempre firme en cumplir la divina”.

30. “La Providencia siempre vela por todos los que viven arrojados en sus brazos”.

 

Fuentes:

V:    FERNÁNDEZ POMBO, Alejandro y F. DEL VADO, Santiago, Vida y Obra de Dolores Sopeña, Madrid 1995 (BAC Popular 109).

P:    Pastoral Sopeña, Loyola 1997.

 

6100.  Santa Teresa

de los Andes

(1900-1920)

 

        Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. En mayo de 1919 ingresó al Monasterio de las Carmelitas en Los Andes. Tras una corta y penosa enfermedad que sobrellevó con heroísmo, profesando como Carmelita Descalza murió el 12 de abril de 1920. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en Santiago el 3 de abril de 1987. Canonizada en Roma el 21 de maro de 1993.

 

1.   “Pídele a la Stma. Virgen que sea tu guía; que sea la estrella, el faro que luzca en medio de las tinieblas de tu vida” (c 49).

2.   “Confíe todo a la Stma. Virgen. Récele siempre el rosario para que Ella le guarde no sólo su alma sino también sus asuntos” (c 118).

3.   “A mí me encanta rezar. Quisiera que mi vida fuera una continua oración, porque ella es la conversación que tenemos con Dios” (c 12).

4.   “Mi oración consiste casi siempre en una íntima conversación con Nuestro Señor. Me figuro que estoy como Magdalena a sus pies escuchándole. El me dice qué debo hacer para serle más agradable” (c 56).

5.   “Mi vida –puedo decir– es una oración continuada, pues todo lo que hago lo hago por amor a mi Jesús” (c 52).

6.   “En el cielo la ocupación de las almas será adorar y amar. Iniciemos, pues, en la tierra lo que haremos por una eternidad”.

7.   “¡Qué de sorpresa llega la muerte cuando no se piensa que hay una eternidad tras ella...! Lo mejor es vivir en paz con nuestro Señor, de modo que, si la muerte viene de repente, no nos sorprenda y aterrorice” (c 126).

8.   “Todos tenemos que morir. Todo pasa y nosotros también. Cada día nos acercamos a la eternidad. ¿Para qué apegarnos a las cosas que mueren?” (d 42).

9.   “Para una carmelita la muerte no tiene nada de espantable. Va a vivir la vida verdadera. Va a caer en brazos del que amó aquí en la tierra sobre todas las cosas. Se va a sumergir eternamente en el amor” (c 134).

10. “Cuando se ama, todo es alegría; la cruz no pesa; el martirio no se siente; se vive más en el cielo que en la tierra” (c 104).

11. “Vivamos en la cruz. La cruz es la abnegación de nuestra voluntad. En la cruz está el cielo, porque allí está Jesús” (c 40).

12. “Es preciso morir a sí misma para vivir escondida en Cristo” (d 46).

13. “¿Qué es el sacrificio, qué es la cruz sino el cielo cuando en ella está Jesucristo? Dale tu voluntad de tal manera que ya no puedas decir “quiero esto”, sino lo que Él quiera” (c 40).

14. “A la sombra de la cruz todas las amarguras desaparecen. Nadie sufrió tanto como Jesús y desde ella nos enseña a soportar los dolores en silencio y con resignación. Él desde la Cruz convida a sus criaturas con los brazos extendidos, diciéndoles: ‘Venid a Mí todos los que estáis cansados por el peso de los dolores, que yo os aliviaré’ ” (c 132).

15. “Me esmeraré en labrar la felicidad de los demás. He de olvidarme de mí misma... me esmeraré en ser caritativa con el prójimo” (d 20).

16. “¿Sabes cuáles son las almas que gozan de la Bondad del Señor? Las que confían más en Él. Las almas confiadas arrebatan sus gracias. El Señor es todo amor, y la mayor pena que pueden dar a su Corazón es dudar de su Bondad” (cf. c 109).

17. “Amo lo que Tú amas, deseo lo que Tú deseas. Abandono mi vida en tus huellas y te sigo… plena paz y alegría”.

18. Cada día reverencio y admiro y amo más a la Stma. Trinidad. He encontrado, por fin, el centro, el lugar de mi descanso y recogimiento.

19. El que ama se sacrifica. Yo quiero sacrificarme en todo. No me quiero dar ningún gusto. Quiero inmolarme constantemente para parecerme a Aquel que sufre por mí y me ama. El amor obedece sin réplica. El amor es fiel. El amor no vacila. El amor es el lazo de unión de dos almas. Por el amor me fundiré en Jesús.

20. Todo lo que veo me lleva a Dios. El mar en su inmensidad me hace pensar en Dios, en su infinita grandeza. Siento entonces sed de lo infinito.

21. Tratar de servir a aquellas personas que nos sean antipáticas o a aquellas que notemos que son poco cariñosos con nosotras, para así humillarnos. El amor a nuestros semejantes es la medida del amor a Dios.

22. Para una carmelita existe el cielo en la tierra. Posee a Dios, y con el Todo, le basta.

23. El alma que tiene puesta su esperanza en Dios no tiene que temer, porque todos los obstáculos, las dificultades, El los vence.

24. Me abandono a la voluntad de Dios. El sabe mejor que yo lo que me conviene.

25. El sufrimiento no me es desconocido. En él encuentro mi alegría, pues en la cruz se encuentra a Jesús y El es amor. Y, ¿qué importa sufrir cuando se ama?

26. Cuando uno ama, no puede sino hablar del objeto amado... ¿Qué quieres, si Jesucristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca?

27. Mi espejo ha de ser María. Puesto que soy su hija, debo parecerme a ella y así me pareceré a Jesús.

28. Mi oración consiste casi siempre en  una íntima conversación con Jesús. Me figuro que estoy como Magdalena a sus pies escuchándole. El me dice qué debo hacer para serle más agradable.

29. Por Jesús he preferido ser pobre y trabajar. Ya que El por mi amor se hizo pobre, y yo por amor a El quiero serlo.

 

Fuentes:

        d: Diario

        c: Cartas

 

6200.  Hermano Rafael

(1911-1938)

 

        Rafael Arnáiz nace en Burgos (España) el 9 de abril de 1911. El 15 de enero de 1934, a los 22 años,  ingresa a la Trapa de San Isidro de Dueñas (en Palencia). Por enfermedad de diabetes, tuvo que salir tres veces del monasterio. A los pocos meses de reintegrarse por cuarta vez a la Trapa, muere santamente el 26 de abril de 1938, a los 27 años. En la Jornada mundial de la juventud de 1984, el papa Juan Pablo II, lo declaró modelo para toda la juventud del mundo y lo beatificó el 27 de septiembre de 1992.

 

1.   “Hasta que no tengamos un perfecto abandono en Dios, no habremos hecho nada. Pero mira, que sea un abandono alegre..., que sea un abandono por amor a Jesús” (HR, 20).

2.   “Dios se acercaba a mí, me ofrecí a Él y Él me aceptó” (HR, 27).

3.   “Lo mejor es estar contento con todos los acontecimientos que Dios envía” (HR, 30).

4.   “Qué bien ordena Dios los acontecimientos” (HR, 30).

5.   “¡Adelante, todo por Jesús y siempre por María!” (HR, 34).

6.   “¿Acaso es perder el tiempo adorar entrañablemente a Dios?” (HR, 36).

7.   “¿Cómo no adorar hasta morir, a esa bendita Cruz?” (HR, 36).

8.   “Vivo para alabar a Dios más y más cada día” (HR, 42).

9.   “Aceptar la voluntad de Dios, pero no con resignación, sino con alegría” (HR, 50).

10.      “Alegrémonos de que Dios es quien nos llama y nos espera en el Sagrario” (HR, 51).

11. “No hay nada imposible cuando de veras se ama a Dios” (HR, 71).

12. “Amar mucho a Dios, amar mucho a María” (HR, 76).

13. “Dios te quiere mucho al darte tu cruz” (HR, 94).

14. “Ahora veo que Dios me quiere” (HR, 98).

15. “Veo que Jesús me quiere y que María también me quiere” (HR, 99).

16. “Estoy convencido: el que busca a Dios lo encuentra... hay que buscarlo en la cruz” (HR, 135).

17. “Mi vocación se basa en buscar a Dios en la sencillez y en la simplicidad” (HR, 138).

18.      “Busquemos la ayuda de María y nada temamos” (HR, 138).

19. “El amor a Dios te hará ser caritativo” (HR, 162).

20. “Ten fe y confía” (HR, 185).

21. “Ten confianza en la Virgen y ya verás que bien te sale todo” (HR, 185).

22. “Los que aman a Cristo, nunca están solos” (HR, 210).

23. “Sigamos adelante... con los ojos puestos en la Cruz” (HR, 218).

24. “Toma tu cruz de cada día” (HR, 222).

25. “Mi centro es Jesús, es su cruz” (HR, 225).

26. “Para entender la cruz hay que amarla” (HR, 226).

27. “El que empieza a dar es el que realmente empieza a amar” (HR, 234).

28. “No dudes en darte de lleno a Dios” (HR, 234).

29. “El día en que estés desprendido de todo y de ti mismo... entonces verás que todo... nos tendrá sin cuidado” (HR, 243).

30. “Cuesta mucho desprenderse, pero una vez desprendido, se vuela mejor” (HR, 243).

31. “Con Jesús a mi lado, nada me parece difícil” (HR, 247).

32. “La vida no es triste cuando se posee a Dios” (HR, 259).

33. “Dios es la única razón de nuestra vida” (HR, 273).

34. “Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza” (HR, 285).

35. “No se necesita ruido para amar a Dios” (HR, 294).

36. “Solamente pretendo la mayor gloria de Dios” (HR, 299).

37. “Qué alegría tan grande verse querido de Dios” (HR, 301).

38. “Sólo el que no adore la Cruz de Cristo, puede desesperarse de sus propios dolores. Pero el que de veras ama, puede decir que es dulce como la miel el dolor” (HR, 316).

39. “Que el amor sea el que nos rija y no el egoísmo” (HR, 319).

40. “Amo todo lo que Tú me envías, tanto salud como enfermedad” (HR, 338).

41. “El día de Nochebuena, le entregué al Señor Jesús lo último que quedaba de mi voluntad; le entregué hasta mis más pequeños deseos” (HR, 343).

42. “Estamos en las manos de Dios” (HR, 361).

43. “Orar con fe y amor” (HR, 370).

44. “Todo por Jesús” (HR, 411).

45. “Sé humilde y sencillo” (HR, 416).

46. “No te mires a ti mismo, mira a Jesús en la Cruz” (HR, 435).

47. “No juzgues” (HR, 456).

48. “Contempla las maravillas de Dios en la creación” (HR, 495).

49. “El morir al mundo, es nacer para Dios” (HR, 515).

50. “Que tu vida sea oración” (HR, 461).

51. “Jesús está en el Sagrario, allí recibe a sus amigos, allí los consuela, los cura y los perdona” (HR, 647).

52. “A los pies de la Virgen lo pongo todo” (HR, 674).

53. “La Virgen te ayudará” (HR, 684).

54. “Dejar que hable el Señor” (HR, 726).

55. “Señor, dame generosidad” (HR, 727).

56. “Soy de Dios, que haga conmigo lo que quiera” (HR, 740).

57. “Amar a Jesús en todo, por todo y siempre” (HR, 745).

58. Soledad y silencio es el marco necesario para la oración (HR, 754).

59. Guardemos en silencio las palabras de Jesús (HR, 754).

60. “Sólo Dios basta” (HR, 763).

61. “Sólo pretendo la mayor gloria de Dios” (HR, 765).

62. “Los hombres... todos sufren, pero no saben sufrir” (HR, 782).

63. “Nada hay que temer en el seguimiento de Jesús” (HR, 791).

64. “Un santo triste, es un triste santo... Dios nos trata tan bien, que no podemos estar tristes” (HR, 827).

65. “Señor, que me falte todo, menos Tú” (HR, 828).

66. “Amo a Dios porque sí, y nada más... mi amor no es interesado” (ED, 109).

67. “El amor de Dios no excluye el de las criaturas; lo que hay que hacer es purificarlo, santificarlo” (ED, 141).

68. “Sólo Dios, ... cuánto cuesta llegar a comprender y a vivir estas palabras” (ED, 202).

69. “A lo que solamente aspiro es: a unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús; a no vivir más que para amar y padecer; a ser el último, menos para obedecer” (ED, 250).

70. “Me he dado cuenta de mi vocación. No soy religioso..., no soy seglar..., no soy nada... no soy más que un alma enamorada de Cristo. El no quiere más que mi amor, y lo quiere desprendido de todo y de todos... Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio... Que mi vida no sea más que un acto de amor” (ED, 278).

71. “Hay que querer mucho a la Virgen, hay que contárselo todo, es una verdadera madre” (ED, 312).

Fuente:

HR: Hermano Rafael. Escritos por temas, Recopilación preparada por el P. Alberico Feliz Carbajal, Palen­cia, 1988.

ED: MARTÍN, Antonio Mª., El deseo de Dios y la ciencia de la Cruz. Aproximación a la experiencia religiosa del Hermano Rafael, Bilbao 1996.

 

6300.  Don Orione

(1872-1940)

 

        Nace en Italia el 23 de junio de 1872. Es ordenado sacerdote el 13 de abril de 1895. Fundó la Congregación de la “Pequeña Obra de la Divina Providencia” con una rama masculina y una femenina. Muere el 12 de marzo de 1940. El papa Juan Pablo II lo beatifica el 26 de octubre de 1980. Conoció a Don Bosco y a José Benito Cottolengo. Su lema es “restaurar todas las cosas en Cristo”. La obra de Don Orione es conocida en todo el mundo como “El pequeño Cottolengo”, en honor del santo italiano, José Benito Cottolengo, creador de la “Pequeña Casa de la Divina Providencia”.

 

1.   Hacer el bien siempre, el bien a todos, el mal nunca, a nadie.

 

6400. Beato Alberto Hurtado

(1901-1952)

 

        Nació el 22-1-1901 en Viña del Mar, Chile. Fue ordenado sacerdote en 1933. Fue un gran guía espiritual y educador. Fundó el Hogar de Cristo, una gran obra de caridad y solidaridad hacia los más necesitados. Murió el 18 de agosto de 1952. El papa Juan Pablo II lo beatificó el 16-10-1994.

 

1.   ¡Contento, Señor, contento! (M 285).

2.   La vida se nos ha dada para buscar a Dios... (M 285).

3.   ¿Qué haría Cristo en mi lugar? (M 285).

4.   El pecado es preferir el gusto de un instante a la amistad con Dios.

5.   Fe que no irradia, no tiene el espíritu de Cristo (M 285).

6.   Aliviar al menor de nuestros hermanos es aliviar a Cristo (M 285).

7.   Todo el porvenir de un hombre depende de dos o tres sí o no que da un joven entre los quince y los veinte años (M 285).

8.   Dios quiere hacer de mí un santo (M 285).

9.   Dar hasta que duela (M 285).

10. La alegría y el dolor es siempre la visita de Dios (M 285).

11. La muerte es el encuentro del hijo con el Padre (M 285).

12. La muerte, para el cristiano, no es un gran susto sino la gran esperanza (M 285).

13. No te aferres al tiempo; te caerás con él (M 285).

14. “El gran momento de la gracia para un joven es aquel en que repara existencialmente que los ojos de Cristo se fijan en él, que lo llaman, que Cristo lo necesita. De ahí la importancia capital de reconocer ese llamamiento especial del Padre Dios. Esta debe ser la preocupación más grande del hombre durante toda su vida, pero especialmente del joven, en el momento de elegir su porvenir” (M 108).

15. “El amor verdadero viene siempre vestido de respeto. Si se rompe el cerco del respeto, el amor se ha convertido en egoísmo y en placer” (M 55).

16. “Y éste es un punto básico del cristianismo: desamparar al menor de nuestros hermanos es desamparar a Cristo mismo; aliviar a cualquiera de ellos es aliviar a Cristo en persona...” (M 105).

17. “El que recibe mucho, tiene que dar mucho” (M 106).

18. “... que se trabaje por crear un clima de verdadero amor y respeto al pobre, porque el pobre es Cristo” (M 122).

19. “Para el cristiano, la muerte no es la derrota sino la victoria: el momento de ver a Dios; la muerte para hallarlo, la eternidad para poseerlo... La muerte para el cristiano no es el gran susto, sino la gran esperanza” (M 183).

20. “Preferir la gloria de Dios a todas las cosas” (M 14).

21. “... ofrecía sus dolores con un “¡qué bueno eres, Señor!”, por las vocaciones del Seminario de Santiago” (M 14).

22. “... a la juventud le decía: avanza mar adentro” (M 15).

23. “Qué quiere el Señor de mí? ¿Qué haría Él en mi lugar?” (M 48).

24. “No arrojes al héroe fuera de tu alma” (M 57).

25. “Buenos modales, andar despacio en la noche, cerrar con cuidado las puertas, hablar en voz baja para no despertar a los que duermen. Todos estos ejercicios acaban con el egoísmo innato y hacen que el niño se acostumbre a entrar en la mentalidad de los otros y a dominarse” (M 58).

26. “Hay que poner la castidad bajo el amparo de la caridad” (M 60).

27. “La gracia divina es invisible pero es la más real y poderosa de las fuerzas” (M 61).

28. “La fe que no irradia no tiene el espíritu de Cristo” (M 86).

29. “El que ha mirado profundamente una vez siquiera a los ojos de Jesús no lo olvidará jamás” (M 104).

30. “No aferrarme al tiempo porque me caigo con él. Aferrarme sólo a lo que es Eterno, a lo que no muere” (M 184)

31. “... se un santo, chíflate por Cristo, sólo para esto sirve la vida” (M 193).

32. “Sólo conquista la libertad aquél que está obligado a conquistarla cada día” (M 57)

33. “Un sacerdote santo trabaja más que diez tibios y produce frutos más abundantes que todos ellos” (M 88).

34. “Cada sacerdote está llamado, pues, a tener su pequeña grey de feligreses, de alumnos, de almas a las cuales dirige espiritualmente” (M 88).

35. “Partía (el P. Hurtado) siempre de los grandes temas de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio: el fin del hombre, el pecado, la santidad de vida en Jesucristo. Adoctrinaba insistentemente a la gente para que aprendiera a sufrir con alegría. Inducía siempre a sonreír con su ejemplo y era frecuente la expresión suya: “Contento, Señor, contento”, especialmente en momentos difíciles... Inculcaba “un gran amor a Cristo; un idealismo muy acentuado y una espiritualidad muy viril” (M 101-102).

36. Participa del pensamiento de León Bloy: “que la única tristeza que puede tener un cristiano es la de no ser santo” (M 103).

37. “La caridad empieza por casa, en el sentido social también”... propone que se reflexione sobre las condiciones de vida de la empleada doméstica...sobre el trato respetuoso que se ha de tener con ellas, sobre ayudarlas en su trabajo, ayudarlas a aprender a leer, a escribir, el catecismo, orientarlas hacia los centros que se preocupan de la promoción humana y espiritual de las empleadas a la misma Parroquia” (M 107).

38. “Santos, santos, hombres chiflados por su ideal. Para los cuales Cristo es una realidad viviente, su Evangelio un código siempre actual, su mensaje algo perfectamente aplicable a su vida y que tratan de vivirlo... hombres que se esfuercen en amar y servir a sus hermanos, como Cristo los serviría; ésos son los conquistadores del mundo” (B 7).

39. “Estamos en las manos de Dios... Esa es la gran ciencia, estar a fondo en las manos de Dios... Ahora estoy enteramente en sus manos y por eso estoy feliz” (B 18).

40. “Muchos aspiran al tiempo tranquilo, para pensar, leer, para preparar cosas grandes. Pero hay tareas que todos rechazan; que éstas sean de preferencia las mías. Nuestras acciones valen en función del peso del amor que ponemos en ellas” (B 42).

41.      “Procedamos más según el Evangelio, sin tanta complicación. El Evangelio es sustancioso, de una universalidad y flexibilidad tal, que se puede aplicar en todo momento en todas las situaciones y con todo acierto”. (B 84)

42. “Al que ha encontrado a Dios le acontece lo que al que ama por primera vez: corre, vuela, se siente transportado; todas sus dudas están en la superficie, en lo hondo reina la paz. Lo duro, las contrariedades, se deslizan; en el centro de la vida perdura el conocimiento del ser y del amor de Dios. No le importa ni mucho ni poco cuál sea su situación, ni si escucha o no sus oraciones. Lo único importante es: Dios está presente. Dios es Dios. ... Ante este hecho calla su corazón y reposa” (B 98).

43. “El apostolado se hace en un abrazo, no a la distancia” (U 17).

44. “Para hacer plenamente justicia a los demás hay que ponerse en su sitio, comprender sus razones y necesidades…” (U 41).

45. “Si supiéramos amar, despertaríamos amor y habría un trato de más sincera amistad” (U 49).

46. “Nunca habremos dado lo suficiente a Dios si no lo hemos dado todo…” (U 55).

47. “El cariño no es recibir, es dar…” (U 147).

48. El equilibrio de las vidas apostólicas sólo se puede obtener en la oración. Los santos guardan este equilibrio, pero todos ellos se han impuesto horas, días, meses en que se entregan a la santa contemplación.

49. ¿Cómo se salva al hombre? Amándolo, sufriendo con él, haciéndose uno con él, en el dolor, en su propio sufrimiento... La Iglesia necesita, no gente que demuestre su verdad, sino testigos, testigos de su amor.

Fuentes:

M:   MARFÁN, Octavio, Alberto Hurtado. Cristo estaba en él. Santiago 1993.

B:         CORPORACIÓN DESPERTAR, Bienaventurados. Homenaje al Padre Alberto Hurtado, Santiago 1994.

U:    RUIZ-TAGLE I., José Luis, Un hombre, un santo, Santiago 1992.

6500. Beato Juan XXIII

(1881-1963)

 

        El 25 de noviembre de 1881 nace Angelo Giuseppe Roncalli, es ordenado sacerdote a los 23 años. En 1925 Pío XI lo nombra obispo.  A los 72 años es patriarca de Venecia. Es nombrado Papa cuando le faltan tres años, o poco más, para que cumpliese los ochenta. No llevaba más de tres meses de Papa cuando convocó al Concilio Vaticano II. Su pontificado duró cuatro años. Muere el 3 de junio de 1963. Es llamado el “Papa Bueno”. El 3 de septiembre del 2000, el papa Juan Pablo II lo proclama Beato.

 

1.   “Un día sin oración es como el cielo sin sol, o un jardín sin flores” (O, 21).

2.   “El misterio de nuestra vida está en las manos de Dios. Lo importante es caminar en justicia y santidad ante el cielo, ante nuestra conciencia, en ejemplaridad de obras caritativas y puras” (O, 29).

3.   “Nuestro deber es ser santos” (O, 31).

4.   “El que camina con sencillez marcha con valor” (O, 33).

5.   “Los hombres fuertes, sabios y buenos (una virtud sin las otras vale poco) se preocupan no tanto del triunfo en sus empresas cuanto en la nobleza de la causa a la que sirven y de la rectitud de su proceder” (O, 36).

6.   “La doctrina evangélica está tan lejos de la dureza como de la debilidad transigente, una y otra son perjudiciales a las almas” (O, 50).

7.   “Todo hombre debe ser bueno. Bueno porque es espejo de una conciencia pura, donde no tenga cabida la doblez, el cálculo, la dureza de corazón. Bueno porque está entregado a un afán continuo de purificación interior y de verdadera perfección” (O, 54).

8.   “Cristo es un modelo que vale más que todo... La adhesión a Él por la gracia es la práctica de la vida moral más alta que asegura al hombre la perfección en la grandeza y en la gracia” (O, 57).

9.   “Sólo la verdad hace libres. Sólo ella da la respuesta que cada cual espera, pero que a veces, por el esfuerzo que exige, da miedo oírla” (O, 60).

10. “A veces, la proclamación y defensa de la verdad puede costarnos sacrificios y lágrimas, pero es la verdad la que nos hace libres” (O, 65).

11. “La debilidad de esconderse ante la verdad, o de ocultar la verdad ante quien sea, lleva reacciones terribles en el cielo y en la tierra” (O, 68).

12. “La caridad va hermanada con la verdad” (O, 100).

13. “Sin renunciar a ninguno de los derechos de la verdad, cuanto más amable se la haría si se usase en las disputas, por decirlo con una conocida imagen de san Francisco de Sales, ‘menos vinagre y más miel’ ” (O, 101).

14. “Ser humildes con el Señor, saber orar con humildad y confianza absoluta: esto es lo importante” (O, 63).

15. “El Evangelio es la plenitud de la santidad” (O, 67).

16. “La difusión de la verdad y de la caridad de Cristo es la verdadera misión de la Iglesia” (O, 74).

17. “La caridad es la esencia de la santidad” (O, 93).

18. “La caridad para con los hermanos se desarrolla plenamente cuando encuentra un corazón limpio de todo afecto mundano, de toda ambición, de cálculos y segundas intensiones” (O, 95).

19. “La caridad es una gran escuela, y las manos que se acostumbran a socorrer a los pobres ejercitarán siempre y en todas partes la bondad, la mansedumbre y una noble honradez” (O, 95).

20. “Sin amor se pueden lograr triunfos momentáneos, triunfos facilitados por la fuerza, pero después todo se viene abajo” (O, 97).

21. “El sufrimiento santificado por la caridad acerca cada vez más las almas al goce anticipado de la vida íntima con nuestro Señor, a aquel vivir en para Dios en Cristo Jesús” (O, 98).

22. “A lo largo de la vida, y en especial al final de la vida presente, el elogio mejor que se puede hacer de uno es siempre el mismo: ‘Era bueno; ante todo, era bueno’ ” (O, 100).

23. “La caridad y la oración se sostienen mutuamente” (O, 117).

24. “La castidad se reflejaba en su mirada, se ha dicho del Cura de Ars” (O, 119).

25. “Es buena familia en la que el amor recíproco palpita como llama en el ejercicio de toda virtud” (O, 147).

26. “Donde hay una madre que tiene fe, que reza, que educa cristianamente a sus hijos, allí no puede faltar la gracia del cielo que madura los frutos a través de las esperanzas de la prueba” (O, 153).

27. “La verdadera paz no puede venir más que de Dios... Cristo nos dijo: ‘Os dejo mi paz, os doy mi paz’ (Jn 14, 27)” (O, 165).

28. Con san Agustín podemos decir: “Oh Señor, nos has hecho para Ti, y nuestro corazón no está tranquilo hasta que descanse en Ti” (O, 166).

29. “Humildad, humildad, humildad” (D, 1898).

30. “Amemos y seamos humildes” (D, 1898).

31. “Seamos humildes, busquemos la unión con Dios. Que Jesús viva en nosotros” (D, 1903).

32. “En todo humildad, piedad, discreción y cortesía con todos, alegría siempre y serenidad de mente y corazón” (D, 1904).

33. “Seamos eucarísticos” (D, 1937).

34. “Seamos simples y prudentes” (D, entre 1945 y 1952).

35. “Seamos simples de corazón y de labios” (D, 1952).

36. “A Jesús por María” (D, 1961)

37. “Piedad, mansedumbre y caridad” (D, 1961).

38. “Confiemos totalmente en Dios” (D, 1961).

39. “Para conservar la virtud de la pureza tengamos siempre un gran amor a María” (D, entre 1895 y 1900)

40. “Del Santo Cura de Ars, subraya la frase: “No hace falta hablar mucho para orar bien. Sabemos que Dios está ahí, en el Sagrario; abrámosle nuestro corazón; alegrémonos de su santa presencia; ésta es la mejor oración” (D, entre 1895 y 1900).

41. “El mejor modo de predicar a Jesucristo es amar mucho a Jesucristo” (D, entre 1895 y 1900).

42. “Ama la oración, recurre a ella con frecuencia, hazla con fe y con amor a Dios” (D, 1899).

43. La manera de como amamos la Iglesia de Cristo, refleja la medida de cómo tenemos al Espíritu Santo (1).

44. Sólo por hoy:

      Sólo por hoy, trataré de vivir exclusivamente el día sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

      Sólo por hoy, tendré el máximo cuidado de mi aspecto: seré cortés en mis maneras, y no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar a nadie o disculpar a nadie, sino a mí mismo.

      Sólo por hoy, seré feliz, en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en éste también.

      Sólo por hoy, me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.

      Sólo por hoy, dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento, es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

      Sólo por hoy, haré una buena acción y no lo diré a nadie.

      Sólo por hoy, haré una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.

      Sólo por hoy, haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré, y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

      Sólo por hoy, creeré fuertemente –aunque las circunstancias demuestren lo contrario– que la providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

      Sólo por hoy, no tendré miedos. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad. Lo que me descorazonaría sería pensar tener que hacerlo toda la vida.

45. ¡Oh dulce Niño de Belén!, haz que yo me acerque con toda el alma a este profundo misterio de la Navidad. Pon en el corazón de los hombres aquella paz que ellos buscan tan ásperamente a veces y que sólo tú puedes dar. Ayúdanos a conocernos mejor y a vivir fraternamente como hijos de un mismo Padre. Descúbrenos tu belleza, tu santidad y tu pureza. Despierta en nuestro corazón el amor y el agradecimiento por tu infinita bondad. Une a todos los hombres en la caridad. Y danos tu celeste paz (Juan XXIII, Breviario, cfr. Div., 145).

46. ¡Oh Jesús!, haz que reinen en nuestras familias la paz y la concordia, que sean tenidas en honor la oración y la observancia de la ley de Dios, observancia que es juntamente afecto y respeto a su ley…

      ¡Oh Jesús!, vive en cada una de las familias cristianas como viviste en Nazaret; tenlas unidas con tu caridad en un vínculo perenne cada hora del tiempo presente y por toda la eternidad. Protege, ¡oh Jesús!, esta paz doméstica, que es la única que puede templar las amarguras de la vida (Juan XXIII, Breviario, cfr. Div., 205).

47. Tú, Señor, no pides ser maestro de política, de estrategia, de ciencia humana;… quieres que sea maestro de misericordia y de verdad (1940).

      Concédeme mucha discreción e indulgencia en juzgar a los hombres y las situaciones; haz que me incline especialmente a orar por quien me sea ocasión de sufrimiento; y tenga en todo gran bondad, paciencia sin límites, recordando que todo otro sentimiento no es conforme al espíritu de tu Evangelio y de la perfección evangélica. Con tal que hacer triunfar la caridad a toda costa, prefiero ser tenido por un apocado. Me dejaré aplastar, pero quiero ser paciente y bueno hasta el heroísmo. Sólo entonces seré… merecedor de participar en tu sacerdocio, oh Cristo Jesús, que fuiste verdadero y único médico y Salvador de toda la humanidad, al precio de tus condescendencias, humillaciones y sufrimientos (1930).

      Enséñame a decir siempre la verdad, pero con dulzura… Ayúdame a responder siempre bien por mal y a esforzarme en preferir, en todo, tu Evangelio a los artificios de la política humana (1936).

      Pero sobre todo y en todas las cosas, que esté yo preocupado de expresar en mi vida interior y en mi acción exterior tu imagen, oh Jesús, manso y humilde de corazón (Juan XXIII, El Diario del alma, cfr. Div., 1445).

48. Oh Jesús, tú quieres que el corazón de tu sacerdote esté lleno de amor, como quieres que su mente esté resplandeciente de verdad y de doctrina. Oh Jesús, dame el amor a ti; un amor ardiente, purísimo, vibrante y abierto a todas las efusiones de mística intimidad que hacen tan atrayente el ejercicio de la piedad sacerdotal, de la oración…, a la cual poderse abandonar es delicia y manjar sabroso y sólido del espíritu; es fuente perenne de ánimo, de consuelo en las dificultades, a veces en las asperezas de la vida y del ministerio sacerdotal y pastoral.

      Dame el amor a la santa Iglesia y a las almas, en especial a las que han sido confiadas a mis cuidados y a mis más sagradas responsabilidades: almas pertenecientes a todos los estratos sociales; pero con particular interés y solicitud, las almas de los pecadores, de los pobres de toda suerte… llevando a todo ese conjunto de relaciones la inspiración de la caridad evangélica (Juan XXIII, Discursos, mensajes, coloquios, v. 2, cfr. Div., 1469).

 

Fuentes:

O:    Juan XXIII. Orar. Su pensamiento espiritual. Selección y traducción de José Luis GONZÁLEZ-BALADO, Barcelona 2000.

D:    Diario del alma, de Juan XXIII.

Div: Intimidad Divina. Meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año. P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, ocd., Editorial Monte Carmelo, Burgos (9) 1998.

(1)   Citado en Carta pastoral de Cuaresma 2002 del Cardenal de Köln, Joachim Meisner.

 

6600.  San Pío de Pietrelcina

(1887-1968)

 

        El P. Pío nació el 25 de mayo de1887 en Nápoles (Italia), fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910 en la comunidad religiosa de los capuchinos. El Señor le regaló los estigmas acompañados de mucho dolor, asociándose a Cristo crucificado. Siempre motivaba a que la Santa Misa sea el centro de la vida  y a  rezar el Rosario. Formó grupos de oración. Muere el 23 de septiembre de 1968 en San Giovanni Rotondo (Italia). El Santo Padre Juan Pablo II, lo beatificó el 2 de mayo de 1999 y el 16 de junio del 2002 lo canonizó.

 

1.      Movámonos siempre en la presencia de Dios” (BD,4).

2.   “Es necesario cultivar con solidez estas dos virtudes: la dulzura con el prójimo y la santa humildad con Dios” (BD, 7).

3.   “Ponga toda su confianza sólo en Dios” (BD, 10).

4.   “Siento cada vez más la imperiosa necesidad de entregarme con más confianza a la misericordia divina y de poner sólo en Dios toda mi esperanza” (BD, 10).

5.   “El Calvario es el monte de los santos, pero de allí se pasa a otro monte, que se llama Tabor” (BD, 16).

6.   “Tengamos siempre encendida en nuestro corazón la llama de la caridad” (BD, 20).

7.   “La oración es el desahogo de nuestro corazón en el de Dios” (BD, 21).

8.   “Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y escuchará tu oración” (BD, 22).

9.   “La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave que abre el corazón de Dios” (BD, 22).

10. “El mejor consuelo es el que viene de la oración” (BD, 25).

11. “Todas las oraciones son buenas, siempre que vayan acompañadas, por la recta intención y la buena voluntad” (BD, 27).

12. “La verdadera causa por la que no siempre consigues hacer bien tus meditaciones...está en que...te pones a meditar con cierto nerviosismo y con gran ansiedad por encontrar algo que pueda hacer que tu espíritu permanezca contento y consolado; y esto es suficiente para que no encuentres nunca lo que buscas y no fijes tu mente en la verdad que meditas... cuando uno busca con prisas y avidez un objeto perdido, lo tocará con las manos, lo verá cien veces con los ojos, y nunca lo advertirá. Por ello es necesario salir de esta ansiedad” (BD, 32).

13. “Todo mi ser está concentrado y recogido en Dios” (BD, 38).

14. “Quien comienza a amar debe estar dispuesto a sufrir” (BD, 45).

15. “No temas las adversidades, porque colocan al alma a los pies de la cruz y la cruz la coloca a las puertas del cielo, donde encontrará al que es el triunfador de la muerte, que la introducirá en los gozos eternos” (BD, 46).

16. “Yo amo la cruz, la cruz sola” (BD, 54).

17. “Nada puede temer el alma que confía en su Señor” (BD, 64).

18. “Con confianza me lanzo en los brazos de Jesús” (BD, 92).

19. “El corazón de Jesús sea el centro de todas tus inspiraciones” (BD, 93).

20. “Jesús, te quiero muchísimo; es inútil que te lo repita, te quiero mucho” (BD, 99).

21. “Cada santa misa escuchada con atención y devoción produce en nuestra alma efectos maravillosos, abundantes gracias espirituales” (BD, 106).

22. “Vivid en santa alegría” (BD, 112).

23. “Faltar a la caridad es como herir a Dios en la pupila de sus ojos. ¿Hay algo más delicado que la pupila del ojo?” (BD, 119).

24. “Yo no puedo soportar ni la crítica ni el hablar mal de los hermanos” (BD, 122).

25. “La caridad es la reina de las virtudes” (BD, 123).

26. “Amad y poned en práctica la sencillez y la humildad” (BD, 144).

27. “La humildad es verdad, y la verdad es humildad” (BD, 144).

28. “Dios enriquece al alma que se despoja de todo” (BD, 145).

29. “Es necesario amar, amar, amar y nada más” (BD, 149).

30. “Mi corazón es tuyo...Oh Jesús mío; toma, pues, mi corazón, llénalo de tu amor, y después mándame lo que quieras” (BD, 152).

31. “El amor lo olvida todo, lo perdona todo, lo da todo sin reservarse nada” (BD, 153).

32. “Haz el bien, en todas partes, para que todos puedan decir: “Este es un hijo de Cristo” (BD, 161).

33. “Mantén tu espíritu tranquilo y confíate por completo a Jesús” (BD, 169).

34. “La paciencia es tanto más perfecta cuanto menos se mezcla con inquietudes y desasosiegos” (BD, 181).

35. “Oh Jesús, yo te amo...quiero ser todo tuyo” (BD, 184).

36. “Sed siempre buenos” (BD, 192).

37. “Faltar a la Caridad, es herir a Dios en la pupila de sus ojos” (PP, 71).

38. “Oh muerte, yo no sé quién puede temerte, ya que por ti, la vida se abre para nosotros” (PP, 71).

39. “Se busca a Dios en los libros y se lo encuentra en la oración” (PP, 71).

40. “Mientras más nos hacemos pequeñitos por la virtud de la confianza, tanto más se abren el corazón y los brazos de Dios” (PP, 71).

41. “Sé constantemente risueño, en la abnegación y la inmolación y Jesús te sonreirá siempre más” (PP, 72).

42. “Si Jesús se manifiesta a ti, dale gracias. Si se esconde, dale otra vez gracias. Todo aquello es un juego de amor” (PP, 72).

43. “La Cruz nunca aplasta. Si su peso te hace tambalear, su potencia te endereza. Subamos al Calvario llevando nuestra cruz, con la convicción que este camino abrupto nos conduce a la visión de nuestro dulcísimo Salvador” (PP, 72).

44. “El más hermoso acto de fe brota de nuestros labios en la oscuridad, en la inmolación, en el sufrimiento, en el esfuerzo inflexible hacia el bien; él rompe como un rayo las tinieblas de tu alma y te lleva a través de la tempestad hasta el Corazón de tu Dios” (PP, 72).

 

Fuentes:

BD: Buenos días, (pensamientos del Padre Pío), preparado por P. Gerardo Di Flumeri, San Giovanni Rotondo 1999.

PP: Padre Pío, preparado por P. Ramón RICCIARDI, Tomé (Chile) 1999.

 

6700. Beato Santiago Alberione

(1884-1971)

 

 

 

 

(Beatificado el 27 de abril de 2003)

Fundador de la Familia Paulina

Apóstol de la Comunicación Social

 

     1884, en Fossano (Italia), el 4 de abril nace Santiago, quinto de siete hijos de Miguel Alberione y de Teresa Allocco. A los seis años dice a su maestra: “Seré sacerdote”.

     1900, entra al Seminario de alba Pompeia (Cúneo).

     1900, el 31 de diciembre, en una vigilia de oración, en la Catedral de Alba siente la inspiración de “hacer algo por los hombres del nuevo siglo”.

     1907, es ordenado sacerdote y enviado al ministerio parroquial. Al poco tiempo, es nombrado director espiritual del Seminario de Alba.

     1914, el 20 de agosto da comienzo a la “Escuela Tipográfica Pequeño Obrero”, la futura Sociedad de San Pablo, para la divulgación del Evangelio con la prensa y luego con tdos los Medios de Comunicación Social.

     1915-1957, da vida a las Hijas de San Pablo, los Cooperadores, las Pías Discípulas del Divino Maestro, las Hermanas de Jesús Buen Pastor y al Instituto Reina de los Apóstoles.

     1931, comienza la expansión misionera en América y Asia; sucesivamente Europa y África.

     1932, da comienzo al Apostolado Bíblico.

     1947, se inicia la Familia Paulina en Chile, nación que el padre Alberione visitó en cuatro ocasiones.

     1958-1960, inicia los Institutos Laicales Paulinos: Anunciación de María, San Gabriel, Jesús Sacerdote, Santa familia. Todos juntos, sus diez instituciones forman la Familia Paulina, que en la inspiración del Fundador quiere ser “San Pablo vivo hoy”.

     1971, el 26 de noviembre, visitado por el papa Pablo VI, muere en Roma.

 

1.   Si vive en Cristo, el hombre será sano en su mente, en su corazón, en su voluntad, en su cuerpo.

2.   Nuestra misión, y la de todo cristiano, es dar a todos los hombres a Cristo Maestro, camino, verdad y vida.

3.   María suaviza los corazones y los induce al bien, dignifica las costumbres, irradia su benevolencia en todos los miembros de la familia.

4.   Realicemos con María el triple plan de Jesús: el apostolado de la verdad, del amor, de la gracia.

5.   Sintámonos como san Pablo y en su espíritu, responsables de la salvación de todos los hombres.

6.   Vivamos siempre lanzados hacia adelante, como Cristo comunicador, como san Pablo caminante de Cristo.

7.   La lectura frecuente de la Biblia irá cambiando nuestra manera de pensar, de orar, de actuar, gradualmente nos vamos conformando al querer de Dios.

8.   La Iglesia, como Jesús, tiene a María por madre; y María la lleva en sus brazos.

9.   Sintamos con la Iglesia, amemos a la Iglesia, cooperemos con la Iglesia: seamos sus hijos más santos, más fieles, más activos.

10. No hay verdadera oración si no lleva a la acción: oración y trabajo, acción deriva de la oración.

11. “Haz lo mismo”, como el samaritano del Evangelio: no se limitó a mirar al hombre malherido, sino que lo socorrió, lo llevó a la posada, pagó los gastos.

12. Hoy debemos llevar la Palabra de Dios con todos los medios de comunicación social.

13. Las consignas de Jesús al padre Alberione:

      a) “No tengan miedo, yo estoy con ustedes”.

      b) “Desde el Sagrario quiero iluminar”.

      c) “Vivan en continua conversión”.

 

6800.  Santa

Madre Maravillas de Jesús

(1891-1974)

 

        La Madre Maravillas de Jesús (Maravillas Pidal y Chico de Guzmán), nació en Madrid, el 4 de noviembre de 1891. El 12 de octubre de 1919 ingresó en el Carmelo de El Escorial (Madrid). El 19 de mayo de 1924, apremiada por una inspiración divina, fundó un Carmelo en el Cerro de los Angeles, como una lámpara que, junto al Monumento del Corazón de Jesús, se consumiese en oración y reparación. Durante la República y Guerra Civil española (1931-1939), sus virtudes brillaron extraordinariamente, contagiando ánimo y serenidad a sus hijas y a los que a ella se acercaron.

        A partir de 1944, las fundaciones de carmelos se multiplican. Al del Cerro se suceden otros diez (uno anteriormente en la India, en 1933), más una fundación de padres Carmelitas en Talavera de la Reina (Toledo), y dos restauraciones: el Carmelo de El Escorial (Madrid), y el Monasterio de La Encarnación de Avila.

        Su intenso amor a Dios se manifestó en un ardiente amor a los hermanos y en su celo por la salvación de las almas. Desde la clausura, y viviendo pobremente, socorrió a los necesitados. Fomentó iniciativas apostólicas, obras sociales y caritativas. Ayudó especialmente a su Orden, a los sacerdotes y a diversas congregaciones religiosas. No tuvo más que un único deseo: “Yo no quiero la vida sino para imitar lo más posible la de Cristo”, escribió.

        Llena de méritos y virtudes, murió santamente en el Carmelo de La Aldehuela (Madrid), el 11 de diciembre de 1974. Su fama de santidad se extendió rápidamente. Fue beatificada en Roma por Juan Pablo II el 10 de mayo de 1998. La Madre Maravillas es un ejemplo de amor a Dios y a su santa voluntad. Sus palabras: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera”, cuánto consuelo habrán llevado a tantos corazones. Ella nos anima en nuestros sufrimientos: “¡Qué bueno debe ser sufrir, cuando así nos lo da Quien tanto ha hecho para que seamos eternamente felices!”.  Fue canonizada por el papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003 en Madrid.

 

1.   “Veo al Señor cargado de los tesoros de su amor y necesitando almas vacías donde poder depositarlos” (P, 2).

2.   “El amor del Señor no tiene límites, que no lo tenga tampoco el nuestro” (P, 4).

3.   “Si has nacido para morir de amor, ¿qué te importa todo lo demás?” (P, 6).

4.   “Amar y sacrificarse no es muy difícil, ¿verdad? (P, 7).

5.   “¡Cómo tenemos que ser con Él y qué delicadezas de amor tenemos que tener; que amor con amor se paga!” (P, 8).

6.   “Hágalo todo con mucho amor a su Cristo, y ahí está todo” (P, 10).

7.   “El Señor bien sabe que sólo quiero quererle y que puede hacer de mí lo que quiera” (P, 11).

8.   “Nada nos puede quitar el vivir con Él, amándole y procurando agradarle y consolarle” (P, 13).

9.   “Si le somos fieles, cada día aumenta la capacidad de amarle. ¡Qué felicidad!” (P, 15).

10. “Yo no quiero saber otra cosa sino amar al Señor. ¡Qué pequeño, que nada se ve el mundo, y qué insensatas todas las luchas y deseos que en él hay!” (P, 17).

11. “Cada vez comprendo más la nada de todo lo que no es Dios y siento la imperiosa necesidad de amarle y olvidarme de mí por completo para que sólo Él viva en mí” (P, 18).

12. “Este tiempo de la vida tan corto hemos de aprovecharlo con alegría, ofreciéndole con gozo todo cuanto suceda, que todo es para que crezcamos en el amor” (P, 19).

13. “Sí, ámenle mucho, así con obras, sin mirar para nada nuestro consuelo” (P, 20).

14. “¿Por qué no le conocerán y le amarán todas sus criaturas? Porque no le conocen, que si le conociesen, no podrían no amarle” (P, 21).

15. “Jesús quiere de nosotros: amor, humildad, sacrificio, recogimiento, trato íntimo y amoroso con el huésped Divino de nuestra alma; Jesús vivo” (P, 22).

16. “¡Cuantas cosas pasadas..., pero Cristo no pasa!” (P, 23).

17. “Con Él todo se hace suave y dulce, aun lo más amargo” (P, 26).

18. “Cristo nos guarda, y con Él ¿qué hay que temer?” (P, 27).

19. “Si Él está contento, ¿qué más podemos querer?” (P, 28).

20. “¡Que bueno es mi Cristo cuando da y cuando quita y siempre!” (P, 29).

21. ¡Como paga el Señor la menor cosa que se hace por su amor! (P, 30).

22. ¡Que gusto perderlo todo por ser de nuestro Cristo, que Él solo basta! (P, 31).

23.      “Considerando que Dios se hizo hombre por nuestro amor, no sé cómo no nos volvemos todos locos de amor por Él” (P, 32).

24. “¿No sabe que me enamoré del Hijo de María y cada día y cada segundo me gusta más, le quiero más y más y más?” (P, 33).

25.      “Dejémonos purificar, iluminar y consumir por Él, que Él solo es la razón de nuestra vida...” (P, 37).

26. “Todo está en confiar del todo en su Corazón y abandonarse amorosamente en sus manos” (P, 39).

27. “No esté triste, pase lo que pase. Las penillas al fondo del Corazón de Cristo, y en el suyo sólo su amor y su gloria” (cfr. P, 40).

28. “Intérnese en ese Corazón de Jesús donde tiene hecho su nido y viva ahí, abandonada y segura, sólo para Él” (cfr. P, 41).

29. “Él se ha quedado en el sagrario para que le amemos, le imitemos, para ser nuestra fortaleza y nuestro consuelo” (P, 44).

30. “Viva Cristo en mí y yo en Él. ¡Que felices somos! Nadie nos puede quitar esta felicidad, que nunca disminuye si el alma es fiel; cada día que pasa es más grande, y en el cielo será infinita” (P, 45).

31. “Es de veras un dolor que se pase la vida sin procurar imitar a Cristo” (P, 46).

32. “Tenemos que ser como Él nos quiere; así es como podremos ayudarle de veras” (P, 47).

33. “Como Cristo, mansos, obedientes, humildes y llenos de caridad verdadera” (P, 48).

34. “¿Qué puede faltarle, teniendo tal Madre?” (P, 51).

35. “Bendito sea nuestro Dios, que nos dio a su Madre por Madre nuestra” (P, 52).

36. “He tomado a la Virgen Santísima por Madre de un modo especial, y Ella es la encargada también de prepararme, protegerme y ampararme. ¡Que buena es esta dulcísima Madre!” (P, 53).

37. “¡Que dicha es tener a María por Madre! No pierda tan dulce compañía, que con Ella está siempre Jesús” (P, 54).

38. “No olvide que todo nos viene de Jesús por María” (P, 56).

39. “Aprenda en el Corazón de su Madre como se ama a Jesús” (P, 59).

40. “Tomemos por modelo a la Virgen Santísima y permanezcamos con Ella al pie de la cruz, con viva fe y perfecto amor” (P, 60).

41. “Si se entrega de veras a Ella, le llenará del amor de su Hijo” (P, 61).

42. “¡Que hermosa es la oración del Rosario! Lo más eficaz, tanto para la conversión como para el mayor fervor de la vida, es el rezo del santo Rosario. Jesús dará a su Madre todo cuanto le pida” (P, 63).

43. “La verdadera felicidad en la otra vida y en ésta es la mayor unión y el mayor amor a Cristo, nuestro Bien” (P, 64).

44. “El Señor es el único que puede tocar los corazones, y la oración nunca deja de ser escuchada” (P, 67).

45. “Ésta es la hora de la oración y del sufrimiento, y éstas son las armas que han de dar la victoria en la Iglesia” (P, 68).

46. “¡En la soledad habla Él más al corazón!” (P, 70).

47. “El alma ansía soledad, silencio completo de criaturas, para atender sólo a eso tan oculto que parece que el Señor le da” (P, 71).

48. “Con el recogimiento interior y exterior, oración y limpieza de alma, vivamos una vida interior en una conversación íntima con nuestro Dios, por una continua oración” (P, 80).

49. ¡Que hermoso es prescindir de criaturas y ver a Dios en todas! (P, 82).

50. “Si de veras le servimos y le amamos, eso es la santidad” (P, 84).

51. “La santidad es muy sencilla, dejarse confiada y amorosamente en brazos de Dios, queriendo y haciendo lo que creemos que Él quiere” (P, 85).

52. “Nada estorba a la santidad si somos fieles” (P, 89).

53. “Los santos fueron santos, porque quisieron, con inmenso querer, ser fieles” (P, 90).

54. “La santificación se forja cuando Dios va quitando al alma todo, y la deja como en un inmenso desierto” (P, 91).

55. “Los santos son los que verdaderamente son poderosos, porque tienen al mismo Señor con ellos” (P, 100).

56. “¡Que fácil se hace servir y agradar a Dios en cuanto uno se olvida un poquitín de sí mismo y no quiere guiar su vida, sino abandonarla de manos de Dios!” (P, 103).

57. “La mayor felicidad de la tierra, que nada nos puede quitar, consiste en unirse a Dios y cumplir su voluntad amándole y sirviéndole” (P, 110).

58. “¡Que pequeño es todo lo de esta vida; lo único que importa es que dejemos que se cumpla en nosotros plenamente la santa voluntad de nuestro Dios!” (cfr. P, 113).

59.      “Queriéndolo Él y pensando que se le da gusto, todo lo amargo se vuelve dulce y lo desabrido sabroso” (P, 115).

60. “El Señor nunca deja de inspirar al alma lo que debe hacer, siempre que ella le escuche en vacío de todo lo suyo” (P, 117).

61. “Señor, cuando Tú quieras, como Tú quieras, lo que Tú quieras; eso es lo único que queremos y deseamos” (P, 123).

62. “La fe a veces se vuelve transparente” (P, 127).

63. Es una felicidad el estar colgados de la providencia del Señor y ver con qué delicadísimo amor lo prepara Él todo” (P, 134).

64. “Sin Él nada podemos, pero con Él, todo” (P, 141).

65. “No quiero sino confiar a ciegas y esperar contra toda esperanza, sin ocuparme de mí” (P, 142).

66. “Si se abandona del todo, el Señor va a llevar a cabo en este abismo de miseria la obra de su amor” (P, 149).

67. “El Señor nos lo arregla todo, aunque le guste apretar un poquito para que luego le apreciemos más” (P, 153).

68. “¡Cuánto hace gozar la verdadera caridad!” (P, 156).

69. “La caridad para con Dios se mide por la caridad que se tiene con el prójimo, y ésta roba el Corazón del Señor y... el de las criaturas también” (P, 158).

70. “Necesito vivir olvidada, desconocida, despreciada, lo más cerca posible de su vida santísima. No tengo más que esta vida, y quisiera darle durante ella todo el dolor, toda la humillación que sea posible” (P, 179).

71. “El Señor busca almas vacías, para llenarlas de Sí” (cfr. P, 195).

72. “A mí me encanta tener para dar, y parece que a Él también le gusta” (P, 197).

73. “El camino de la propia santificación es el santo misterio de la cruz” (P, 198).

74. “La cruz es un tesoro del cual no nos quiere privar este Rey nuestro, que conoce tan bien su valor” (P, 199).

75. “Más nos acerca a Dios una temporadita de cruz que todos nuestros pobres esfuerzos” (P, 200).

76. “En la cruz es donde más se logra la unión con Cristo nuestro Bien” (P, 201).

77. “¡Cómo bendeciremos en la otra vida la bendita cruz!” (P, 203).

78. Las obras de Dios tienen que llevar su sello, que es el de la cruz. Cuando Él lo quiera, todas las dificultades se desharán como la espuma (P, 215).

79. “El fruto del sufrimiento es estar cada día más cerca de Dios” (P, 221).

80. “Me siento amada por el Señor”.

81. “No quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo”.

 

Fuente:

P:            Pensamientos de la Madre Maravillas de Jesús, Carmelitas Des­calzas, Aldehuela 1995. Se cita el n°.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6900.  Frases de Santos, Beatos, del Magisterio y de los Padres de la Iglesia.

 

 

1.   “No pienses que la renovación de la vida se hace al principio, de una vez por todas; continuamente, cada día, hay que renovar la misma novedad” (Orígenes, Comentario a la Carta de los Romanos, 5,8: PG 14, 1042, citado en L, 200-201).

2.   “La finalidad de la vida cristiana es la adquisición del Espíritu Santo” (Serafín de Sarov, Coloquio con Motovilov, citado en L, 231).

3.   “¿Dios se humilla y tú te exaltas?”, se decía a sí mismo san Bernardo (Loas a la Virgen I, 8, citado en P, 122).

4.   “El verdadero humilde siempre quiere que se le considere miserable, no quiere ser proclamado humilde” (San Bernardo, Sermones sobre el Cantar, XVI, 10: PL 183, 853, citado en L, 263).

5.   “¡La gloria de Dios -dice San Ireneo- consiste en que el hombre viva!” (Adversus haereses, IV, 20,7, citado en L, 21).

6.   “Dios ha padecido” (DS, 201, citado en L, 147).

7.   “Es tan grande la misericordia de Dios hacia los hombres que considera méritos nuestros los que, en realidad, son dones suyos” (Trento, DS n. 1548, citado en L, 67).

8.   “Has dado origen al universo para derramar tu amor sobre todas las creaturas” (oración eucarística IV, citado en P, 24).

9.   María es “madre en el orden de la gracia” (Lumen gentium, 58.61, citado en P, 99).

10. San Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo acostumbrarse entre Dios y el hombre: “El Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre” (haer. 3, 20, 2; cf. por ejemplo 17, 1; 4, 12, 4; 21, 3); (Cat. 1950).

11. No hay ninguna doctrina que sea mejor, más preciosa y más espléndida que el texto del Evangelio. Ved y retened lo que nuestro Señor y Maestro, Cristo, ha enseñado mediante sus palabras y realizado mediante sus obras (Sta. Cesárea la Joven, Rich); (Cat. 1154).

12.      “Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo” (San Jerónimo), (DV 25), (Cat. 1792).

13. Toda la Escritura divina es un libro y este libro es Cristo, “porque toda la Escritura divina habla de Cristo, y toda la Escritura divina se cumple en Cristo” (Hugo de san Víctor, De arca Noé, 2, 8: PL 176, 642; Ibíd 2, 9: PL 176, 642-643).

14. La interpretación de las Escrituras inspiradas debe estar sobre todo atenta a lo que Dios quiere revelar por medio de los autores sagrados para nuestra salvación. Lo que viene del Espíritu sólo es plenamente percibido por la acción del Espíritu (cf. Orígenes, hom. in Ex. 4,5).

15. Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti. Señor mío y Dios mío, despójame de mí mismo para darme todo a ti (San Nicolás de Flüe, oración), (Cat. 339, 2402, 2415).

16. Y santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: “Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor” (carta), (Cat. 227).

17. Y Juliana de Norwich: “Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era preciso mantenerse firmemente en la fe y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien…”. “Thou shalt see thyself that all MANNER of thing shall be well” (rev. 32), (Cat. 227).

18.      Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con El; descendemos con El para ser ascendidos con El; ascendamos con El para ser glorificados con El (san Gregorio Nacianc., Or. 40, 9).

19. Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios (san Hilario, Mat. 2), (Cat. 628).

20. Una palabra de santa Juana de Arco a sus jueces resume la fe de los santos doctores y expresa el buen sentido del creyente: “De Jesucristo y de la Iglesia, me parece que es todo uno y que no es necesario hacer una dificultad de ello” (Juana de Arco, proc.), (Cat 1474).

21. “Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido ‘por la unidad del padre, del Hijo y del Espíritu Santo’ (san Cipriano)”, (LG 4).

22. ¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del universo, un solo Logos del universo y también un solo Espíritu Santo, idéntico en todas partes; hay también una sola virgen hecha madre, y me gusta llamarla Iglesia (Clemente de Alejandría, paed. 1, 16, 42), (Cat. 797).

23. Ubi peccata sunt, ibi est multitudo, ibi schismata, ibi haereses, ibi discussiones. Ubi autem virtus, ibi singularitas, ibi unio, ex quo omnium credentium erat cor unum et anima una (“Donde hay pecados, allí hay desunión, cismas, herejías, discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay unión, de donde resultaba que todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma” (Orígenes, hom. in Ezech. 9, 1), (Cat. 2089).

24. Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su Padre, y al presbiterio como los apóstoles; en cuanto a los diáconos, respetadlos como a la ley de Dios. Que nadie haga al margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia (san Ignacio de Antioquía, Smyrn 8, 1), Cat. 1550).

25. Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso de todo creyente (santo Tomás de A., s. Th. III, 71, 4, ad 3).

26. El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las pasiones es dueño de sí mismo: se puede llamar rey porque es capaz de gobernar su propia persona; es libre e independiente y no se deja cautivar por una esclavitud culpable (san Ambrosio, Psal. 118, 14, 30: PL 15, 1403 A), (Cat. 786).

27. Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurección (san Ireneo de Lyon, haer. 4, 18, 4-5), (Cat. 1405).

28. Para mí es mejor morir en (“eis”) Cristo Jesús que reinar de un extremo a otro de la tierra. Lo busco a El, que ha muerto por nosotros; lo quiero a El, que ha resucitado por nosotros. Mi parto se aproxima… Déjame recibir la luz pura; cuando yo llegue allí, seré un hombre (san Ignacio de Antioquía, Rom 6, 1-2), (Cat. 1220).

29. Mi deseo terreno ha desaparecido…; hay en mí un agua viva que murmura y que dice desde dentro de mí “ven al Padre” (san Ignacio de Antioquía, Rom 7, 2), /Cat. 1025).

30. Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (san Ambrosio, Luc. 10, 121), (Cat. 1011).

31. Preguntas cómo el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino… en Sangre de Cristo. Te respondo: el Espíritu Santo irrumpe y realiza aquello que sobrepasa toda palabra y todo pensamiento… que te baste oír que es por la acción del Espíritu Santo, de igual modo que gracias a la Santísima Virgen y al mismo Espíritu, el Señor, por sí mismo y en sí mismo, asumió la carne humana (san Juan Damasceno, f.o., IV, 13), (Cat. 1375).

32. El día del Señor, el día de la Resurrección, el día de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del Señor: porque es en este día cuando el Señor subió victorioso junto al Padre. Si los pagamos lo llaman día del sol, también lo hacemos con gusto; porque hoy ha amanecido la luz del mundo, hoy ha aparecido el sol de justicia cuyos rayos traen la salvación (san Jerónimo, pasch.(, (Cat. 1343).

33. “Todos los otros sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin” (santo Tomás de A., s. Th. 3, 65, 3), (Cat. 1374).

34. Enterrad este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su cuidado; solamente os ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de mí ante el altar del Señor (santa Mónica, antes de su muerte, a san Agustín y su hermano; conf. 9, 9, 27), (Cat. 1032).

35. La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración (Juan Pablo II, lit. Dominicae cenae, 3), (Cat. 2715).

36. El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a los gravemente enfermos, ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva debidamente bendecido o, según las circunstancias, con otro aceite de plantas, y pronunciando una sola vez estas palabras: “Per istam sanctam unctionem et suam piissimam misericordiam adiuvet te Dominus gratia Spiritus Sancti ut a peccatis liberatum te salvet atque propitius allevet” (“Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad” (cf. CIC can 847, 1).

37. Sólo Dios sacia (santo Tomás de Aquino, symb. 1), (Cat. 2541).

38.      “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Ciertamente, según su grandeza y su inexpresable gloria, “nadie verá a Dios y seguirá viviendo”, porque el Padre es inasequible; pero su amor, su bondad hacia los hombres y su omnipotencia llegan hasta conceder a los que lo aman el privilegio de ver a Dios… “Porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios” (san Ireneo, haer. 4, 20, 5), (Cat. 294).

39. El hombre es racional y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos (san Ireneo, haer. 4, 4, 3), (Cat. 30).

40. Yo no doy todas las virtudes por igual a cada uno…, hay muchos a los que distribuyo de tal manera, esto a uno, aquello a otro…, a uno la caridad, a otro la justicia, a éste la humildad, a aquél una fe viva… En cuanto a los bienes temporales las cosas necesarias para la vida humana las he distribuido con la mayor desigualdad, y no he querido que cada uno posea todo lo que le era necesario para que los hombres tengan así ocasión, por necesidad, de practicar la caridad unos con otros… He querido que unos necesitasen de otros y que fuesen mis servidores para la distribución de las gracias y de las liberalidades que han recibido de mí (santa Catalina de Siena, dial. 1, 7), (Cat. 1202).

41. Cuando Dios toca el corazón del hombre mediante la iluminación del Espíritu Santo, el hombre no está sin hacer nada al recibir esta inspiración, que por otra parte puede rechazar; y, sin embargo, sin la gracia de Dios, tampoco puede dirigirse, por su voluntad libre, hacia la justicia delante de El (Cc. de Trento: DS 1525), (Cat. 2068).

42. Una de las más bellas ilustraciones de esta actitud se encuentra en la respuesta de santa Juana de Arco a una pregunta capciosa de sus jueces eclesiásticos: “Interrogada si sabía que estaba en gracia de Dios, responde: ‘Si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si estoy, que Dios me quiera conservar en ella’ ” (santa Juana de Arco, proc.).

43. “Todos los fieles…, con llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (LG 40). “La perfección cristiana, sólo tiene un límite: el de no tener límite” (san Gregorio de Nisa, v. Mos.).

44. No me servirá nada de los atractivos del mundo ni de los reinos de este siglo. Es mejor para mí morir (para unirme) a Cristo Jesús, que reinar hasta los confines de la tierra. Es a El a quien busco, a quien murió por nosotros. A El quiero, al que resucitó por nosotros. Mi nacimiento se acerca… (san Ignacio de Antioquía, Rom 6, 1-2), (Cat. 1011).

45. El Verbo llama “pobreza en el Espíritu” a la humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: “Se hizo pobre por nosotros” (2 Co 8, 9), (san Gregorio de Nisa, beat, 1), (Cat. 1716).

46. Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a vivir sin amarte. Te amo, Señor y la única gracia que te pido es amarte eternamente… Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro (san Juan María Bautista Vianney, oración, cfr. Cat. 826).

47. Es posible incluso en el mercado o en un paseo solitario hacer una frecuente y fervorosa oración. Sentados en vuestra tienda, comprando o vendiendo, o incluso haciendo la cocina (san Juan Crisóstomo, ecl. 2, cfr. .......

48. Nada vale como la oración: hace posible lo que es imposible, fácil lo que es difícil. Es imposible que el hombre que ora pueda pecar (san Juan Crisóstomo, Anna 4, 5, cfr. .....).

49. Quien ora se salva ciertamente, quien no ora se condena ciertamente (san Alfonso María de Ligorio, cfr. .......).

50. Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos encontrar realizable el principio de la oración continua (Orígenes, or. 12, cfr. Cat. 2660).

51. El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque El no dice “Padre mío” que estás en el cielo, sino “Padre nuestro”, a fin de que nuestra oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia (san Juan Crisóstomo, hom. in Mt 19, 4, cfr........).

52. ¡Oh Cristo resucitado!, contigo tenemos que resucitar también nosotros; tú te escondiste de la vida de los hombres, y nosotros tenemos que seguirte; volviste al Padre, y tenemos que procurar que nuestra vida “esté escondida contigo en Dios”… Es deber y privilegio de todos tus discípulos, Señor, ser levantados y transfigurados contigo; s privilegio nuestro vivir en el cielo con nuestros pensamientos, impulsos, aspiraciones, deseos y afectos, aún permaneciendo todavía en la carne… Enséñanos a “buscar las cosas de arriba” (Cl 3, 1) demostrando con ello que pertenecemos a ti, que nuestro corazón ha resucitado contigo y que contigo y en ti está escondida nuestra vida (cf. J.H. Newman, Maturità cristiana, pp. 190-194, cfr. Div. 416).

53. ¡Dios mío y mi todo! Poseerte equivale a poseerlo todo. ¡Dáteme a ti mismo, Señor! No pasaría aventurar una demanda tan atrevida, señal de presunción, si tú mismo no me hubieses acodiciado. Tú has tomado mi naturaleza, te has hecho mi hermano, has muerto como mueren los demás hombres, y cierto de modo más terrible, todo para que pueda yo acercarme a ti con plena confianza y no me quede lejos, presa del temor… ¡Dios mío y mi todo! Nada sabría añadir, aunque hablase por toda la eternidad. Poseyéndote a ti, soy infinitamente rico; sin ti, en cambio, nada soy, me desmorono, me disuelvo, me desvanezco (J.H. Newman, Madurez cristiana, cfr. Div., 1167).

54. El dinero es el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje “instintivo” la multitud, la masa de los hombres. Estos miden la dicha según la fortuna, y, según la fortuna también, miden la honorabilidad… todo esto se debe a la convicción de que con la riqueza se puede todo. La riqueza por tanto es uno de los ídolos de nuestros días, y la notoriedad es otro… La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama de prensa), ha llegado a ser considerada como un bien en sí mismo, un bien soberano, un objeto de verdadera veneración (Newman, mix. 5, sobre la santidad), (Cat. 227).

55. La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza… La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo (Newman, carta al duque de Norfolh 5), (Cat. 1749).

 

Fuentes:

Cat: Catecismo de la Iglesia Católica.

Div: Intimidad divina. Meditaciones sobre la vida iterior para todos los días del año. P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, ocd., Editorial Monte Carmelo, Burgos (9) 1998.

L: Cantalamesa, Rainero, La vida en Cristo, Madrid 1998.

P: Cantalamesa, Rainero, Predicamos a un Cristo crucificado, Buenos Aires, 1997.

V: Cantalamesa, Rainero, La vida en el Señorío de Cristo, Valencia (España), 1988.

 

 

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