XX.  Frases de santos,

Beatos, del Magisterio y de los Padres de la Iglesia

 

 

4500.   San Agustín

(354-430)

 

        San Agustín nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, Numidia (hoy Algeria). Murió el 28 de agosto del 430 en Hipona, Numidia. Fue obispo y padre de la Iglesia. Su padre era pagano y su madre, Mónica, una cristiana piadosa. Agustín se convirtió escuchando a Ambrosio, obispo de Milán. En el año 394 fue ordenado sacerdote y en el año 396 fue consagrado obispo de Hipona en el monte de Ática. Durante los siguientes 34 años desarrolló una fecunda labor pastoral, espiritual y teológica. Es uno de los más grandes predicadores y teólogos en la historia de la Iglesia. Murió a la edad de 75 años.

1.   “Jesús es “vencedor porque es víctima” (San Agustín, Confesiones, X, 43, citado en P, 86).

2.   “¡Cuánto nos amaste, oh Padre bueno, que no perdonaste ni a tu único Hijo, sino que lo entregaste por nosotros, pecadores! ¡Cuánto nos amaste!” (San Agustín, Confesiones, X, 43, citado en P, 146-147).

3.   Dios se ha convertido en “vida de mi alma, vida de mi vida; más dentro de mí que lo más interior que hay en mí mismo” (Confesiones, III, 6, citado en L, 24).

4.   San Agustín, en las Confesiones, nos describe su lucha por librarse del pecado de la sensualidad. Hubo un momento en que rezaba a Dios diciendo: “¡Dame, Señor, castidad y continencia, pero -añadía secretamente una voz- no ahora!” hasta que llegó el momento en que gritó a sí mismo: “¡Por qué mañana, mañana? “¿Por qué no poner fin ahora mismo a esta vida mí tan ignominiosa?”. Fue suficiente para él decir este “¡basta!” para sentirse libre. El pecado nos esclaviza hasta que le decimos un verdadero “¡basta!”. Entonces es cuando pierde casi todo su poder sobre nosotros (Agustín, Confesiones, VIII, 7.12, citado en L, 168).

5.   “Oh Dios, tú me mandas que sea casto; pues bien, ¡dadme lo que me mandas, y mándame lo que quisieres!” (Agustín, Confesiones, X, 29, citado en L, 223).

6.   San Agustín decía: “ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Que dentro de ti esté la raíz del amor, ya que de esta raíz no puede proceder sino el bien” (Comentario a la Primera carta de Juan, 7,8: PL 35, 2023, citado en L, 247).

7.   Toda la Biblia, nos dice San Agustín, que no hace otra cosa que “narrar el amor de Dios” (De catequesibus rudibus, 1,8,4: PL 40,319, citado en L, 16).

8.   Dios al revelarse sigue siendo Misterio inefable: “Si lo comprendieras no sería Dios” (San Agustín, serm. 52, 6, 16).

9.   Retorna a tu conciencia, interrógala…, retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis, mirad al Testigo, Dios (san Agustín, ep. Jo. 8, 9), (Cat. 1886).

10. La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él coremos; una vez llegados, en él reposamos (san Agustín, ep. Jo. 10, 4) (Cat. 2540):

11. El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la confesión… (san Agustín, ep. Jo. 1, 6).

12. Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados, se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin El no podemos hacer nada (san Agustín, nat. Et grat. 31), (Cat. 490).

13. No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es El quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con El en oración (Evagrio, or. 34). El quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que El está dispuesto a darnos (san Agustín, ep. 130, 8, 17).

14. Debemos “clavar en la cruz todos los movimientos de soberbia” (San Agustín, De doctrina christiana, 2,7,9, citado en P, 118).

 

Fuentes:

Cat: Catecismo de la Iglesia Católica

L:    Cantalamesa, Raniero, La vida en Cristo, MAdrid 1998.

P:    Cantalamesa, Raniero, Predicamos a un Cristo crucificado, Buenos Aires 1997.

 

4600.  San Francisco de Asís

(1181-1226)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

        San Francisco de Asís nació entre 1181 y 1182 en Asís, Italia, y murió el 3 de octubre de 1226 en Asís. Fundó la Orden de los franciscanos. Fue como un sol que iluminó el mundo. Es el “Poverello”. El Señor le habló a través de la cruz de San Damiano: “Francisco, levanta mi Iglesia”. Comenzó a reparar la pequeña Iglesia de San Damiano, pero después le llegó al corazón la frase del Señor: “No tomen ni bolsa ni dinero...” y se dio cuenta que el Señor le pedía seguirlo en la pobreza, para así levantar su Iglesia. En el año 1210 Francisco fue con doce hermanos donde el papa Inocencio III a Roma quien le bendijo su primera Regla Franciscana. Lo siguen muchos hermanos, después también santa Clara fundará la orden de las Clarisas. El 24 de septiembre de 1224 recibió los estigmas durante un extasis en el cerro de La Verna. Fue ordenado Diácono y fue un gran predicador. Muere el 3.10.1226. Antes de transcurridos dos años de su muerte es canonizado el 16 de julio de 1228 por el papa Gregorio IX. Su tumba ha sido visitada por cientos de miles de peregrinos.

 

1.   “Yo he elegido a la santa pobreza como mi señora” (H, 516).

2.   Vivamos según el Evangelio (F, 32).

3.   Esta es la vida del Evangelio de Jesucristo, vivir en obediencia, en castidad y en pobreza y seguir sus enseñanzas y ejemplos de nuestro Señor Jesucristo, que ha dicho: Si quieres ser perfecto, ve vende lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme (Mt 19, 21) (F, 32).

4.   Seamos fieles y constantes en el bien (cfr. F, 47).

5.   Francisco escribe a las hermanas Clarisas en su lecho de muerte: “Yo, Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y pobreza de nuestro Señor Jesucristo y de su Madre Santísima y perseverar en ella hasta el fin. Y os ruego a vosotras, señoras mías, y os aconsejo que viváis siempre en esta santísima vida y pobreza” (F, 49).

6.   “Yo te ruego, Señor, que la fuerza abrasadora … de tu amor absorba de tal modo mi mente que la separe de todas las cosas que hay debajo del cielo, para que yo muera por amor de tu amor, ya que te dignaste morir por amor de mi amor” (F, 51).

7.   Oh, Señor mío Jesucristo, decía suplicante, te ruego que me concedas dos gracias antes que me muera: la primera, que durante mi vida sienta en el alma y en el cuerpo, en cuanto sea posible, los dolores que Tú, mi dulcísimo Señor, sufriste en la hora de tu Pasión; la segunda, que sienta en mi corazón, en cuanto sea posible, aquel excesivo amor con que Tú, Hijo de Dios, fuiste llevado a padecer voluntariamente tan grande Pasión por nosotros pecadores (F, 56-57).

8.   Dejémonos transformar en Jesús por la fuerza de su amor y su compasión (cfr. F, 57).

9.   Gracias te doy, Señor Dios, por todos estos dolores, y te ruego me los multipliques, si tal es tu voluntad; pues lo que más agradable para mí es que Tú me visites y aflijas sin piedad; el cumplir tu santa voluntad es mi mayor consuelo (F, 58-59).

10. La Eucaristía debe ser el centro de nuestra vida (cfr. F, 61).

11. Seamos personas de Iglesia (cfr. F, 78-93.

12. En cada hermano necesitado veía a Jesucristo (F, 110).

13. Orar y trabajar (F, 151).

14. Guarden la pobreza y la humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo (F, 181).

15. Me considero el mayor de todos los pecadores… porque si Dios le hubiese dado tanta misericordia a un malhechor cualquiera, éste sería diez veces más perfecto que yo (F, 194).

16. Seamos sencillos (F, 207).

17. Cuando más se regocija el demonio es cuando ha logrado robar la alegría de espíritu al siervo de Dios (F, 244).

18. El siervo de Dios debe estar siempre de buen humor (F, 244).

19. Seamos anunciadores portadores de la alegría.

20. Los siervos de Dios somos juglares del Señor, que deben levantar los corazones de los hombres y moverlos a la alegría espiritual (F, 245).

21. Si alguien se encuentra atribulado, debe al punto acudir a la oración y permanecer en la presencia del Altísimo Padre hasta que le devuelva su saludable alegría (F, 248).

22. Uno de los dones importantes del Espíritu Santo, que Dios concede a sus elegidos, está el vencerse a sí mismo y voluntariamente y por amor a Cristo padecer penas, injurias, oprobios y desprecios (F, 253).

23. Somos todos hermanos (F, 269).

24. Cuando veas a una persona necesitada, piensa que tienes delante un espejo del Señor y de su Madre (F, 282).

25. Saludemos con estos saludos: “El Señor te dé la paz”, o bien, “Paz a esta casa” (F, 290; L 35).

26. Alabado seas Señor por quienes perdonan por tu amor y sufren enfermedad y tribulación, dichosos los que sufrirán en paz, porque de ti, Altísimo, serán coronados (F, 292).

27. Yo conozco a Cristo, pobre y crucificado; nada más necesito (F, 409).

28. Tengamos una ardiente devoción a la Santísima Virgen María (F, 409).

29. “¡Oh alto y glorioso Señor!, ilumina las tinieblas de mi corazón; dame una fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta; sentido y conocimiento para cumplir tu veraz y santo mandamiento” (E, 30).

30. Vivamos la fraternidad (E, 66).

31. Dios te salve, caridad santa, con tu hermana la santa obediencia (E, 87).

32. “Loado seas, mi Señor, con todas tus creaturas” (E, 111).

33. “Por el mucho bien que espero, el dolor me es placentero” (E, 113).

34. En toda circunstancia y por encima de todo se debe guardar la fe de la santa Iglesia Católica (cfr. E, 139).

35. “Load y bendecid a mi Señor, agradeced su amor y servidle con humilde corazón (E, 195).

36. “Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. ¡Ay de aquellos que mueren en pecado mortal! Bienaventurados los que hallare en tu santísima voluntad, pues la muerte segunda no les hará ningún mal” (E, 211).

37. Amemos, pues, a Dios y adorésmosle con corazón puro (E, 216).

38. Tengamos, pues, amor y humildad. Y hagamos limosnas (E, 217).

39.      Bienaventurado el hermano que ama y respeta al hermano tanto en su ausencia como cuando goza de su compañía, y nunca dice del ausente palabra que no pudiera decirle en su cara con afecto y cariño (J, 384).

40. “El Evangelio no tiene necesidad de ser justificado. Hay que tomarlo o dejarlo” (L, 31).

41. “¡Salve, santa dama Pobreza!” (S, 146).

42. “La santa Paciencia que desbarata a Satanás y todas sus artimañas” (O, 147).

43. Amemos la pobreza, gustemos la oración, estemos abismados en Dios, seamos atentos con los demás, imitemos a Jesús crucificado, seamos puros de corazón, seamos criteriosos, seamos caritativos y estemos desapegados de las cosas del mundo (cfr. O, 161).

44. “La verdadera sencillez es aquélla que se gloría en el temor de Dios e ignora el hacer o decir mal. Examinándose a sí misma, a nadie condena… No busca tener la cáscara sino la médula, no la envoltura sino la almendra, no muchas cosas sino el Bien supremo y estable” (O, 321).

45. “Son verdaderamente pacíficos aquellos que, en medio de todas las cosas que padecen en este siglo, conservan, por el amor de nuestro Señor Jesucristo, la paz de alma y cuerpo” (G, 82).

46. Dichoso el hermano que no se tiene por mejor cuando es engrandecido y enaltecido por los hombres que cuando es tenido por vil, simple y despreciable, porque cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más (G, 83).

47. Dichoso el hermano que no incurre en ligeresa al hablar (G, 83).

48. Quien habla mal de un necesitado, ofende a Cristo (G, 188).

49. “Bienvenida sea la dama Pobreza” (G, 284).

50. “Bienvenida sea mi hermana la muerte” (G, 666).

51. Francisco de Asís dijo al Señor: “¡Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana Muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar”. Y cuando le anunciaron que su fin estaba próximo, exclamó: “¡Bienvenida sea mi hermana Muerte!” ¡La muerte cambió de rostro, se ha vuelto hermana! (Citado en P, 198-199).

52. San Francisco de Asís decía: “cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más” (Avisos espirituales, 19, citado en L, 252).

53. San Francisco hace de la “hermana agua” el símbolo de la humildad, definiéndola como “útil, humilde, preciosa y casta”. En efecto, el agua nunca “se encumbra”, nunca “sube”, siempre “desciende”, hasta alcanzar el punto más bajo posible” (Citado en L, 273).

54. Y los demonios no son los que le han crucificado; eres tú con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándose en los vicios y en los pecados (san francisco de Asís, admon. 5, 3), (Cat. 1851).

 

 

55. Cántico de las criaturas

 

“Altísimo, omnipotente buen Señor,

tuyas las alabanzas son, la gloria y el honor,

y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te corresponden

y ningún hombre es digno

de pronunciar tu nombre.

 

Loado seas, nú Señor,

por todas tus criaturas,

especialmente por el hermano sol

que hace el día y por él nos alumbras,

y él es bello y radiante con gran esplendor:

de ti, oh Altísimo, lleva significación.

 

Loado seas, mi Señor,

por la hermana luna y las estrellas;

en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Loado seas, m¡ Señor, por el hermano viento,

y por el aire y nublado y sereno y todo tiempo,

por los cuales a tus criaturas das sustento.

Loado seas, nú Señor, por la hermana agua,

la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

 

Loado seas, nú Señor, por el hermano fuego

por el cual alumbras la noche,

y es hermoso y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, má Señor, por nuestra hermana madre tierra,

la cual nos sustenta y gobierna,

y produce diversos frutos, matizadas flores y hierbas.

Loado seas, nú Señor, por quienes perdonan por tu amor

y sufren enfermedad y tribulación,

dichosos los que sufrirán en paz,

porque de ti, Altísimo, coronados serán.

 

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,

de la cual ningún hombre viviente puede escapar:

¡ay de aquellos que mueren en pecado mortal!

Dichosos aquellos que se hallen en tu santa voluntad,

porque la segunda muerte no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias

y servidle siempre con grande humilda” (F 441).

 

 

56. Cántico de las creaturas (breve)

 

      Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,

      tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor,

      tan sólo tú eres digno de toda bendición,

      y nunca es digno el hombre de hacer de Ti mención.

      Loado seas por toda criatura, mi Señor,

      y en especial loado por el hermano sol,

      que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor

      y lleva por los cielos noticia de su Autor.

      Y por la hermana luna, de blanca luz menor,

      y las estrellas claras que tu poder creó,

      tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son

      y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

      Y por la hermana agua, preciosa en su candor,

      que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!

      Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol

      y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!

      Y por la hermana tierra, que es toda bendición;

      la hermana madre tirra que da en toda ocasión

      las hierbas y los frutos y flores de color

      y nos sistenta y rige: ¡loado, mi Señor!

      Y por los que perdonan y aguantan por tu amor

      los males corporales y la tribulación:

      ¡felices los que sufren en paz con el dolor,

      porque les llega el tiempo de la coronación!

      Y por la hermana muerte, ¡loado, mi Señor!

      Ningún viviente escapa de su persecución;

      ¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador!

      ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

57. Saludo a la bienaventurada Virgen María

 

“Salve, Señora, santa Reina,

santa Madre de Dios, María,

que eres virgen hecha iglesia,

y elegida por el santísimo Padre del cielo,

consagrada por El con su santísimo y amado Hijo

y con el Espíritu Santo consolador;

en la cual estuvo y está

toda la plenitud de la gracia y todo bien.

Salve, palacio de Dios;

salve, tabernáculo suyo; salve, casa suya.

Salve, vestidura suya.

Salve, Esclava suya; salve, Madre suya.

Salve también vosotras todas,

santas virtudes,

que por la gracia y la luz del E’píritu Santo,

sois infundidas en los corazones de los fieles

para hacerlos, de infieles, fieles a Dios” (,149).

 

 

58. Saludo a la santa obediencia

 

“La santa obediencia

confunde los caprichos y voluntades del hombre carnal

 y da muerte al propio yo,

y lo mantiene sujeto a la obediencia del espíritu

y a la obediencia a su hermano,

y lo toma un súbdito humilde

de todos los hombres que hay en el mundo;

y no sólo de los hombres,

sino hasta de las bestias y las fieras,

para que hagan de él lo que quieran,

cuanto les permite desde arriba el Señor” (E, 172).

 

 

59. Saludo a las Virtudes

 

“¡Salve, reina Sabiduría; Dios te guarde con tu hermana la santa y pura Sencillez!

¡Salve, santa dama Pobreza; Dios te guarde con la santa Humildad!

¡Salve, santa dama Caridad; Dios te guarde con tu hermana la santa Obediencia!

Porque del Señor procedéis todas

      ¡oh virtudes santísimas!

Y ninguna hay entre vosotras que pueda el hombre poseer, si antes no muere a sí mismo;

      pero quien a una posee, a todas vosotras posee; y quien a una ofende, a todas vosotras ofende”

      (O, 137).

 

60. La virtud ahuyenta el vicio

 

“Donde hay caridad y sabiduría, no hay temor ni ignorancia.

Donde hay paciencia y humildad, no hay ira ni desasosiego.

Donde hay pobreza con alegría, no hay codicia ni avaricia.

Donde hay quietud y meditación, no hay preocupación ni disipación.

Donde hay temor de Dios que guarda la entrada (cf. Lc 11, 21), no hay enemigo que tenga modo de entrar en la casa.

Donde hay misericordia y discreción, no hay superficialidad ni endurecimiento» (G, 84).

 

 

61. Alabanzas del Dios Altísimo

 

Tú eres el santo, Señor Dios único, que haces maravillas.

Tú eres el fuerte, tú eres el grande, tú eres el altísimo,

tú eres el rey omnipotente;

tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra.

 

Tú eres trino y uno, Señor, Dios de los dioses.

Tú eres el bien, todo bien, sumo bien;

Señor Dios, vivo y verdadero.

 

Tú eres el amor, la caridad; tú eres la sabiduría,

tú eres la humildad, tú eres la paciencia,

tú eres la hermosura, tú eres la mansedumbre;

tú eres la seguridad, tú eres el descanso, tú eres el gozo,

tú eres nuestra esperanza y alegría;

tú eres la justicia, tú eres la templanza,

tú eres toda nuestra riqueza hasta la saciedad.

 

Tú eres la hermosura, tú eres la mansedumbre,

tú eres el protector, tú eres nuestro custodio y defensor;

tú eres la fortaleza, tú eres el refrigerio.

Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe,

tú eres nuestro amor, tú eres toda nuestra dulzura,

tú eres nuestra vida eterna; grande y admirable Señor,

Dios omnipotente, misericordioso Salvado? (E, 186).

 

62. Plegaria de San Francisco

 

      Haz de mí un instrumento de tu paz.

      Que donde hay odio ponga yo amor,

      donde hay ofensa ponga yo perdón, donde hay discrodia ponga yo unión.

      Donde hay duda ponga yo la fe,

      donde hay error ponga yo verdad,

      donde hay tristeza ponga yo alegría,

      donde hay tinieblas ponga yo tu luz.

 

      Oh, Maestro:

      que no me empeñe tanto en ser consolado, sino                        en consolar;

      en ser comprendido, sino en comprender,

      en ser amado, sino en amar.

 

      Haz de mí un instrumento de tu paz,

      porque dando siempre se recibe,

      perdonando se alcanza el perdón,

      muriendo se va a la vida eterna.

Fuentes:

 

Cat: Catecismo de la Iglesia Católica.

E:    ELCID, Daniel, El hermano Francisco. El santo que no muere, Madrid (3) 1985.

F:    FELDER, Hilarino, Los ideales de San Francisco de Asís, Buenos Aires 1948.

G:    GUERRA, José Antonio, San Francisco de Asís. Escritos, Biografías, Documentos de la época, Madrid (3) 1985.

H:    SCHAUBER Vera, SCHINDER, Hanns Michael, Heilige und Namenspatrone im Jahreslauf, Augsburg, 1998.

J:        JOERGENSEN, Juan, San Francisco de Asís. Su vida y su obra. Santiago 1913.

L:    Cantalamesa, Raniero, La vida en Cristo, MAdrid 1998.

O:    ENGELBERT, Omer, Vida de San Francisco de Asís, Santiago 1973.

 

4700.  Angela Foligno

(1248-1309)

 

        Hasta los 40 años Angela llevaba en Foligno una vida familiar normal. Estaba casada y era madre de varios hijos. Comenzó luego una intensa vida de oración franciscana consagrándose a Dios. Se hizo terciaria franciscana. Fue una gran mística manteniendo una gran esperanza en medio de los sufrimientos. Nació el año 1248 en Foligno, Italia. Murió el 4 de enero de 1309 en Foligno.

 

1.   ¡Oh Dios mío!, hazme digna de conocer el misterio de la caridad ardentísima que se esconde en ti, esto es, la obra excelentísima de la Encarnación que has puesto como principio de nuestra salud. Este beneficio inefable nos produce dos efectos: el primero es que nos llena de amor; el segundo, que nos da la certeza de nuestra salud. ¡Oh inefable caridad, la más grande que puede darse: que Dios creador de todo se haga criatura, para hacer que yo sea semejante a Dios! ¡Oh amor entrañable!, te has anonadado a ti mismo, tomando la forma vilísima de siervo, para darme a mí un ser casi divino. Aunque al tomar mi naturaleza no disminuiste ni viniste a menos en tu sustancia ni perdiste la más mínima parte de tu divinidad, el abismo de tu humildísima Encarnación me inclina a prorrumpir en estas palabras: ¡Oh incomprensible, te has hecho por mí comprensible! ¡Oh increado, te has hecho creado! ¡Oh impalpable, te has hecho palpable!… Hazme digna de conocer lo profundo de tu amor y el abismo de tu ardentísima caridad, la cual nos has comunicado en tu santísima Encarnación (B. Angela de Foligno, Il libro della B. Angela, cfr. Div., 131)).

2.   Señor, hazme capaz y digna de entender el altísimo don de tu bondad; por ella nos creaste conformes a ti, al hacernos racionales y vestirnos de ti y de tu razón. Nos diste la inteligencia para que pudiésemos conocerte, y nos ofreciste el don de tu sabiduría. Verdaderamente, el don de todos los dones es gustarte a ti en la verdad.

      Nos diste finalmente el don del amor. ¡Oh sumo Ser!, hazme digna de conocer este don que es superior a todos los demás, ya que ni los ángeles ni los sanos tienen otro mayor que el de verte amado, amarte y contemplarte. ¡Oh sumo Bien!, te has dignado darte a conocer como Amor y nos haces amar este Amor. ¡Oh Admirable!, cosas verdaderamente admirables obras en tus hijos.

      Por encima de todo nos hiciste el don de tu Hijo, mandado a la muerte para darnos la vida: éste es el don que supera a todo otro don… ¡Oh Cristo Jesús!, tú nos has puesto en posesión de Dios, tu Padre (cf. B. Angela de Foligno, Il libro della B. Angela, III, cfr. Div. 446).

3.   Oh Jesús, tu primera compañía en la tierra fue la pobreza voluntaria, continua, perfecta, suma… Quisiste vivir y ser pobre de todo lo temporal… De las cosas de este mundo no quisiste recibir sino extrema indigencia, con penuria, hambre y sed, frío y calor, mucha fatiga, dureza y austeridad… Quisiste vivir pobre de parientes y amigos y de todo afecto temporal… En fin, te despojaste de ti mismo; te hiciste pobre de tu poder y sabiduría, de tu gloria. Dios increado y humanado, Dios encarnado y paciente, quisiste aparecer y vivir en este mundo como un hombre pobre, sin poder, limitado e ínfimo, sin gloria, carente de toda sabiduría humana. ¡Oh menospreciada pobreza! ¡Oh pobreza rechazada… en este mundo por la gente de toda condición! ¿Dónde encontrar una criatura que pueda gloriarse de estar unida a tan perfecta compañía? Dichosa la criatura que en su penitencia puede exaltarse en esta compañía, desde el momento que tú, oh Cristo, has querido recibirla en ti como medio de adoctrinamiento (B. Angela de Foligno, Il libro della B. Angela, II, 138-140, cf. Div., 1327).

4.   ¡Oh Dios humanado, tú sacias, colmas, rebosas y alegras tus criaturas, sobre todas y más allá de todas ellas, sin modo ni medida… Oh bien no reflexionado, desconocido, no amado, pero encontrado por los que te ansían todo entero y no pueden poseerte totalmente! Haz que yo vaya a tu encuentro, oh sumo Bien, me acerque a tan sublime mesa con reverencia grande, mucha pureza, gran temor e inmenso amor. Que me acerque toda gozosa y adornada, porque vengo a ti que eres el bien de toda gloria, a ti que eres beatitud perfecta y vida eterna, belleza, dulzura, sublimidad, todo amor y suavidad de amor (B. Angela de Foligno, Il libro della B. Angela, II, pp. 192. 194-195, cf. Div., 1589).

5.   “Me sepulté en la pasión de Cristo y se me dio la esperanza de que en ella encontraría mi liberación” (Ángela de Foligno, citado en L, 84).

6.   A veces Angela de Foligno, sentía “estar y morar en medio de la Trinidad” (citado en V, 31).

 

Fuentes:

Div: Intimidad Divina. Meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año. P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, ocd., Editorial Monte Carmelo, Burgos (9) 1998.

L:    Cantalamesa, Raniero, La vida en Cristo, Madrid 1998.

V:    Cantalamesa, Raniero, La vida en el Señorío de Cristo, Valencia (España), 1988.

 

4800.  Santa Catalina de Siena

(1347-1380)

 

        Nació en el año 1347 en Siena, Italia. Murió el 29 de abril de 1380 en Roma, Italia.

        Ochenta años después de su muerte, el papa Pío II la nombró santa en 1461. Desde 1939 es la patrona de Italia, y desde 1866 es la patrona de Roma. El papa Pablo VI la nombró doctora de la Iglesia el 4 de octubre de 1970.

 

1.   Santa Catalina de Siena dice a “los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede”: “Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin” (cfr. Catecismo, n. 316).

2.   Dios creó al hombre por amor y por amor le dio el ser capaz de gustar su Bien eterno (cfr. Catecismo, n. 356).

3.   “Tengan certeza que he ofrecido mi vida por la Iglesia santa” (D, 257, cf. Cat.).

4.   ¡Cuánto me agrada contemplarte así, oh María, profundamente recogida en la adoración del misterio que se obra en ti! Tú eres el primer templo de la Santísima Trinidad, tú la primera adoradora del Verbo encarnado, tú el primer tabernáculo de su santa Humanidad.

5.   ¡Oh María, templo de la Trinidad! María, portadora del fuego divino, Madre de la misericordia, de ti ha brotado el fruto de la vida, Jesús. Tú eres la nueva planta de la cual hemos recibido la flor olorosa del Verbo, Unigénito Hijo de Dios, pues en ti, como en tierra fructífera, fue sembrado este Verbo… ¡Oh María, carro de fuego! Tú llevaste el fuego escondido y oculto bajo la ceniza de tu humanidad (Sta. Catalina de Siena, Preghiere ed Elevazioni, cfr. Div., 125).

6.   ¡Oh Verbo, Cordero desangrado y abandonado en la cruz!…, tú dijiste: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, y nadie puede ir al Padre sino por ti. Abre los ojos de nuestro entendimiento para que veamos… y nuestros oídos para escuchar la doctrina que nos enseñas…

      Tu doctrina es ésta: pobreza voluntaria, paciencia ante las injurias, devolver bien por mal; permanecer pequeños, ser humildes, aceptar ser pisoteados y abandonados en el mundo; con tribulaciones, persecuciones por parte del mundo y del demonio visible e invisible; con tribulaciones hasta por parte de la propia carne, la cual, como rebelde que es, se revela siempre contra su Creador y lucha contra el espíritu. Ahora bien, ésta es tu doctrina: llevarlo todo con paciencia y resistir al pecado con las armas del odio [contra el mal] y del amor.

      ¡Oh dulce y suave doctrina! Tú eres el tesoro que Cristo eligió para sí y legó a sus discípulos. Esta fue la mayor riqueza que pudo dejar… Haz que yo me vista de ti, ¡oh Cristo hombre!, es decir, de tus penas y oprobios; haz que no quiera deleitarme en otra cosa (Sta. Catalina de Siena, Epistolario, 226, cfr. Div., 226).

7.   ¡Oh cuán dulce y gloriosa es esta virtud de la obediencia, que entraña todas las demás virtudes, porque la caridad la concibe y de ella nace. En ella se funda la piedra angular de la santísima fe. Es una reina tal, que quien con ella se desposa no sufre mal alguno, sino que siente paz y quietud. Las olas del mar encrespado no pueden perjudicarle, ni dañarle puede tempestad alguna… No siente odio frente a la injuria, porque quiere obedecer, y se le ha mandado que perdone. No se apena al no ver satisfechos sus deseos porque la obediencia le hace desearte solamente a ti, Señor, que eres el único que puede, sabe y quiere cumplir sus deseos… Y así, en todo halla paz y quietud…¡Oh obediencia, que navegas sin fatiga, y sin peligro llegas al puerto acogedor! ¡Concuerdas con el verbo unigénito Hijo de Dios; subes a la navecilla de la santísima cruz para mantenerte… en la obediencia del Verbo y no apartarte nunca de su doctrina! (Sta. Catalina de Siena, Diálogo 155, cfr. Div., 275).

8.   ¡Oh obediencia deleitable, obediencia placentera! Obediencia suave, porque disipa las tinieblas del amor propio. Tú vivificas al alma que te ha escogido por esposa, y le das la vida de la gracia, destruyendo en ella la muerte de la voluntad propia que lleva al alma guerra y muerte. Eres benigna y piadosa: con benignidad y mansedumbre llevas cualquier peso, por grande que sea, porque te acompañan la fortaleza y la paciencia. Te corona la perseverancia, porque, por grandes que sean las cargas que te echan encima, no te achicas, antes bien, con la luz de la fe, lo llevas todo. Estás tan unida a la humildad, que ninguna criatura puede quitar esta virtud al alma que te posee.

      El bien que lleva consigo la obediencia se conoce en ti, ¡oh Verbo!, que nos enseñaste su camino haciéndote obediente hasta sufrir la afrentosa muerte de la cruz. En tu obediencia, que es la llave maravillosa que abrió el cielo, se funda nuestra obediencia (cf. Sta. Catalina de Siena, Diálogo, 163, cfr. Div., 375).

9.   Si te miro, ¡oh María!, veo que la mano del Espíritu Santo ha escrito en ti la Trinidad, formando en ti al Verbo encarnado, Hijo Unigénito de Dios. Ha escrito la sabiduría del Padre, es decir, el Verbo; ha escrito la potencia, porque fue poderoso para realizar este misterio; ha escrito la clemencia del Espíritu Santo, pues sólo por clemencia y bondad divina ha sido ordenado y realizado tan gran misterio… ¡Oh María!, veo que el Verbo te ha sido dado y mora en ti…

      En ti se muestra también ¡oh María!, la fortaleza y la libertad del hombre; porque, tras la deliberación de tan alto y eterno consejo, te ha sido mandado el ángel para anunciarte el misterio del consejo divino y solicitar tu voluntad; y no bajó a tu seno el Hijo de Dios antes que tú consintieses con tu voluntad. Espera a la puerta de tu voluntad para que le abrieras; quería venir a ti, pero nunca lo hubiera hecho si tú no le hubieras abierto diciendo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Sta. Catalina de Siena, Preghiere ed Elevazioni, pp. 119. 121-122, cfr. Div., 515).

10. ¡Oh Jesús! Tú eres el dulce maestro que has subido a la cátedra para enseñarnos la doctrina de la verdad, y el alma que la sigue no puede caer en las tinieblas.

      Eres el camino por el que vamos a esa escuela, es decir, a seguir tus obras. Así has dicho: Yo soy Camino, Verdad y Vida. Y así es en verdad, porque el que te sigue, oh Verbo, con la verdadera y santa pobreza, humilde y manso, tolerando toda injuria y sufrimiento, con verdadera y santa paciencia, aprendiendo de ti, dulce Maestro, que eres su camino, hace a todos bien a cambio de mal; y ésta es tu doctrina.

      ¡Oh dulce Maestro!, bien nos has enseñado el camino y la doctrina, y bien dijiste que eres Camino, Verdad y Vida. Por eso el que sigue tu camino y tu doctrina, no puede tener en sí la muerte, sino que recibe en sí vida perdurable; y no hay demonio, ni ciratura, ni injuria recibida que se la pueda quitar, si él no quiere (Sta. Catalina de Siena, Epistolario, 101, v. 2, cfr. Div., p. 648).

11. Castiga, Señor mío, mis pecados; purifícame, bondad eterna, Deidad inefable. Escucha a tu sierva y no mires la multitud de mis iniquidades. Te ruego endereces a ti el corazón y la voluntad de los ministros de la santa Iglesia, Esposa ruya, para que te sigan a ti, Cordero desangrado, pobre, humilde y manso, por el camino de la santísima cruz, a tu modo y no al suyo. Que sean criaturas angélicas; ángeles terrenos en esta vida, pues han de administrar el Cuerpo y la Sangre de tu unigénito Hijo, Cordero inmaculado… Únelos y báñalos, piedad divina, en el mar tranquilo de tu bondad, de modo que no esperen más tiempo, perdiendo lo que tienen por lo que no tienen (Sta. Catalina de Siena, Plegarias y Elevaciones, cfr. Div., p. 708).

12. ¡Oh Trinidad eterna, Trinidad eterna! ¡Oh fuego y abismo de caridad! ¿Oh loco por tus criaturas!… ¿Qué provecho se te deriva de nuestra redención? Ninguno, pues no necesitas de nosotros, tú que eres nuestro Dios. ¿A quién le aprovecha? Sólo al hombre. ¿Oh inestimable caridad! Como te diste todo Dios y todo hombre a nosotros, así todo entero te entregaste en alimento, para que, mientras peregrinamos en la vida, no desfallezcamos por la fatiga, fortalecidos por ti, comida celestial.

      Hombre, ¿qué te ha dejado tu Dios? Te ha dejado a sí mismo todo entero, todo Dios y todo hombre, velado bajo esa blancura de pan. ¡Oh fuego de amor! ¿No bastaba el habernos creado a tu imagen y semejanza, y habernos vuelto a crear por la gracia en la Sangre de tu Hijo, sin llegar a dártenos en alimento todo entero, Dios, esencia divina? ¿Quién te ha obligado? No otra cosa que tu caridad, como loco de amor que estás (Sta. Catalina de Siena, Oraciones y elevaciones, cfr. Div., 860).

13. ¿Y seré yo la miserable criatura que pueda resistir a las gracias y a la encendida caridad que has demostrado, y al encendido amor que en particular me demuestras, además de la caridad que tienes para con todas las criaturas? No. Solamente tú, dulcísimo y amoroso Padre, sabrás agradecer por mí, es decir, que el afecto de tu misma caridad te dará las gracias, porque yo soy la que no soy. Y si yo dijere ser algo por mí misma, mentiría… Tú solo eres el que es, y el ser y toda gracia añadida a mi ser, procede de ti, que me lo diste y me lo das por amor, sin que tenga yo a ella ningún derecho (Sta. Catalina de Siena, Diálogo, 25. 134, cfr. Div., 975).

14. Vísteme, vísteme de ti, Verdad eterna, a fin de que yo viva esta vida mortal con verdadera obediencia y con la luz de la santísima fe, con la que parece que ahora de nuevo embriagas mi alma (Sta. Catalina de Siena, Diálogo 167, cfr. Div., 1023).

15. ¡Oh esperanza, dulce hermana de la fe! Tú eres la virtud que, con las llaves de la Sangre de Cristo, nos abres la vida eterna. Tú guardas la ciudad del alma del enemigo de la confusión; y cuando el demonio, quiere arrojar al alma en la desesperación con la gravedad de las culpas cometidas, tú no aflojas el paso que virilmente perseveras en la virtud, poniendo en la balanza el precio de la Sangre de Cristo. Tú pones la corona de la victoria en la cabeza de la perseverancia, porque esperaste conseguirla en virtud de la Sangre; tú eres la que atas al demonio de la confusión con las cuerdas de la fe viva; tú desbaratas el engaño sutil que usa con el alma para tenerla en continua tiniebla y aflicción (Sta. Catalina de Siena, Epistolario, 343, v. 5, cfr. Div., 1036).

16. Dios mío, tu bondad y tu eterna voluntad no quiere ni busca otra cosa que nuestra santificación, y permite que el demonio mueva a los hombres a atribularnos y perseguirnos sólo para que se pruebe en nosotros la virtud del amor y de la verdadera sabiduría, y para que el amor imperfecto se perfeccione.

      Enséñame, Dios mío, a amarte a ti por ti mismo, porque eres suma y eterna bondad y digno de ser amado, y al prójimo por ti y no por propia utilidad, ni por deleite o placer que encuentre en él, sino porque es criatura amada y creada por ti, suma y eterna bondad, y a servirle a él y ayudarle en lo que a ti no te puedo servir. Por eso, ya que no podemos serte útiles a ti, enséñanos a serlo a nuestro prójimo.

      Sanos la perfección del amor. Y cuando el amor es tan perfecto, no deja de amar ni de servir, ni por injuria o desplacer que se le haga, ni porque no halle deleite o placer en el prójimo, ya que sólo a ti pretende darte placer (cf. Sta. Catalina de Siena, Epistolario, 151, v. 2, cfr. Div., 1123).

17. ¡Oh, caridad inefable de nuestro Dios!… ¿Qué me has enseñado tú, Caridad increada? Me has enseñado a soportar pacientemente, como cordero, no sólo las palabras ásperas, sino los golpes duros y ásperos, las injurias y los perjuicios. Y con esto quieres que sea yo inocente e inmaculada, esto es, que no dañe a ninguno de mis prójimos y hermanos: no sólo a los que no me persiguen, sino a los que hacen injuria; y quieres que oremos por ellos como por amigos especiales que nos procuran buena y grande ganancia. Y no sólo quieres que sea paciente y mansa en las injurias y daños temporales, sino en todo lo que sea contra mi voluntad: igual que tú no querías que se hiciese en nada tu voluntad, sino la de tu Padre…

      ¡Oh Jesús, amor dulcísimo! Haz que se haga siempre en nosotros tu voluntad, como la hacen en el cielo tus ángeles y santos (Sta. Catalina de Siena, Epistolario, 132, v. 2, cfr. Div., 1126).

18. Haz, Señor, que yo esté fundado en verdadera y perfectísima caridad, que es madre y nodriza de todas las virtudes…

      Oh caridad, tú no eres imprudente, y empleas todas las cosas con gran prudencia. Eres justa, pues das a cada uno lo debido: das a Dios gloria y alabanza a su nombre con las santas virtudes, y al prójimo, benevolencia… Eres fuerte, pues ni la adversidad te puede debilitar por impaciencia, ni la prosperidad por alegría desordenada… Revistes al alma la vestidura de la gracia con toda fortaleza, de modo que ningún golpe te puede desalentar, antes vuelve de rechazo al que lo da. Si el prójimo nos propina injurias, las llevamos pacientemente; si el mundo nos propina placeres y delicias, los recibimos con displacer… Si la impureza quiere asestarnos golpe, se lo asestamos a ella con el perfume de la pureza. Pureza y continencia que hacen al alma angelical e hija entrañable de la caridad (Sta. Catalina de Siena, Epistolario, 289, cfr. Div., 1184).

19.      Concédeme, Dios eterno, ser constante y perseverante en la virtud, para que no vuelva la cabeza atrás a mirar lo ya arado, sino que con perseverancia continúe el camino de la verdad. Porque es la perseverancia lo que tú coronas, y sin la perseverancia no podré serte acepto ni agradable. Esta virtud, hace granar en nuestra alma, con la abundancia de la caridad, el fruto de todas nuestras fatigas. ¡Cuán dichosa es el alma que corre y consume su vida entera en esta verdadera y sana virtud, pues ya en vida gusta un arra de vida eterna!

      Pero tú me enseñas, Cristo Crucificado, que no podré llegar a esta perfección sin padecer mucho, porque esta vida no transcurre sin fatiga, y quien quisiere huir de la fatiga, huiría del fruto de la fatiga (la perseverancia), pero sin lograr huir de la fatiga. Tú no permites las luchas para nuestra muerte sino para nuestra vida, no para que seamos vencidos sino para que venzamos y sea probada en nosotros la virtud. Haz que nosotros, varoniles, con la luz de la fe santísima abramos los ojos del entendimiento a mirar su sangre, para que se robustezca nuestra debilidad y conozcamos la virtud y la perseverancia en tu gloriosa y preciosa sangre (cf. Sta. Catalina de Siena, Epìstolario, 76, v. 2, cfr. Div., 1224).

20. ¿Se vio nunca tanta humildad como en ver a Dios humillado hasta el hombre, la suma alteza abajada a tanta abyección como es nuestra humanidad? Oh dulce y enamorado Verbo, fuiste obediente hasta la oprobiosa muerte de cruz, paciente y tan manso que no se oyó tu voz para murmuración alguna… Oh dulce y enamorado Verbo, fuiste saciado de penas y revestido de oprobios, deleitándose en las injurias, escarnios y befas; soportando hambre y sed, tú que sacias a todo hambriento, con tanto fuego y deleite de amor. Tú eres nuestro dulce Dios que no necesitas de nosotros. Y no amainaste en procurar nuestra salud, sino perseveraste, no dejando de hacerlo por nuestra ignorancia e ingratitud…

      Esta es, pues, la doctrina y la vida que tú hiciste: y nosotros pobres miserables, llenos de defectos…, hacemos todo lo contrario… Oh santo e inmaculado Cordero, embriágame con tu sangre… Y como tú, Cristo bendito, no dejaste por ningún trabajo de obrar nuestra salud, haz también que tu esposa no deje… por ninguna pena, ni fatiga, ni hambre, ni sed, ni necesidad alguna, de emplearse continuamente en honor tuyo…, ni deje de servir a su prójimo, ni de procurar su salvación, aunque éste por ingratitud o ignorancia no reconociese tal servicio (Sta. Catalina de Siena, Epistolario, 79, v. 2, cfr. Div., 1277).

21. Espíritu Santo, ven a mi corazón; con tu poder atráelo a ti, Dios verdadero. Dame caridad con temor; guárdame de todo mal pensamiento, caliéntame e inflámame en tu dulcísimo amor, de modo que toda pena me parezca liviana. Santo Padre mío y dulce Señor mío, ayúdame ahora en todas mis acciones. ¡Cristo Amor! ¡Cristo Amor! ¡Amor!…

      Oh Trinidad eterna, tú que eres luz, haces que mi alma participe en tu luz, tú que eres fuego, la haces participar contigo en ese fuego y en tu fuego unes tu voluntad con la suya y la suya con la tuya. Tú, sabiduría, le das sabiduría para conocer y discernir tu verdad. Tú que eres fortaleza, le das fortaleza; y tan fuerte se hace, que ni el demonio ni criatura alguna le puede quitar su fortaleza, si ella no quiere. Y no querrá mientras esté revestida de tu voluntad, porque sólo su voluntad es lo que la enflaquece. Tú, infinito, la haces infinita por la conformidad que has hecho con ella por gracia en esta vida, mientras es peregrina, y en la vida perdurable por la visión eterna. Allí estará tan perfectamente conformada contigo, que el libre albedrío estará atado de modo que no la pueda separar de ti (Sta. Catalina de Siena, Oraciones y elevaciones, 1. 9, cfr. Div., 1316).

22. ¡Oh Trinidad eterna, fuego y abismo de caridad! Disipa para siempre la nube de mi cuerpo. El conocimiento que de ti me has dado en su verdad no constriñe a desear dejar ya la pesadez de mi cuerpo y dar la vida para alabanza y gloria de tu nombre, porque he gustado y he visto con la luz de la inteligencia en tu luz tu abismo, Trinidad eterna, y la belleza de tu criatura (Sta. Catalina de Siena, Diálogo, 167, cfr. Div., 1573).

23. ¡Oh María!, vaso de humildad, en el que está y arde la llama del verdadero conocimiento, por el que te levantaste por encima de ti y por eso agradaste al Padre eterno, por lo cual él te arrebató y te atrajo a sí, amándote con singular amor. Con esta luz y fuego de tu caridad  y con el aceote de tu humildad atrajiste e inclinaste a su divinidad a venir a ti; aunque antes fue atraído para venir a nosotros por el ardentísimo fuego de su inestimable caridad…

      ¡Oh María, dulcísimo amor mío!, en ti está escrito el Verbo, del que hemos recibido la doctrina de la vida… Yo veo que este Verbo, apenas escrito en ti, no estuvo sin la cruz del santo deseo; apenas concebido en ti, le fue infundido y unido el deseo de morir por la salvación del hombre, para lo que se encarnó…

      ¡Oh María!, hoy tu tierra nos ha germinado al Salvador… ¡Oh María! Bendita seas entre todas las mujeres por todos los siglos, que hoy nos has dado parte de tu harina. Hoy la Deidad se ha unido y amasado con nuestra humanidad tan fuertemente, que jamás se pudo separar ya esta unión ni por la muerte ni por nuestra ingratitud (Sta. Catalina de Siena, Elevaciones, 15, cfr. Div., 1608).

24. Así santa Catalina de Siena dice a “los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede”: “Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin” (Dial. 4, 138), (Cat. 227).

25. ¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella. Por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno (santa Catalina de Siena, Diálogo 4, 13), (Cat. 295).

 

Fuentes:

Cat: Catecismo de la Iglesia Católica.

D:    Düren, Peter Christoph (hrsg.), Johannes Paul II. Worte für das 3. Jahrtansend, Augsburg 2000, p. 257.

Div: Intimidad Divina. Meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año. P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, ocd, Editorial Monte Carmelo, Burgos (9) 1998.

 

4900.  Tomás de Kempis

(1379 - 1471)

 

        Nació el año 1379 en Alemania, murió en el año 1471. Fue un hombre bueno y piadoso que meditaba mucho en la pasión de Cristo. En el texto de la Imitación de Cristo se transparenta su gran espiritualidad y vitalidad interior.

 

DE LA IMITACIÓN DE CRISTO:

1.   Muchos a pesar de oír con frecuencia el Evangelio, no sienten el deseo de unirse a Dios, porque no tienen el espíritu del Señor (cfr. I, 68).

2.   El que quiera entender las palabras de Cristo es preciso que trate de conformar con Él toda su vida (cfr. I, 68).

3.   Vanidad es desear una vida larga sin cuidar de que sea buena a los ojos del Señor (cfr. I, 69).

4.   Si quieres aprender y saber algo que te sea provechoso, trata de ser desconocido y reputado en nada (cfr. I, 74).

5.   El mayor combate es empeñarse en vencerse a sí mismo (cfr. I, 79).

6.   La persona que no ha muerto del todo a sí misma, pronto se siente tentada y vencida en cosas insignificantes y vanas (cfr. I, 89).

7.   No te hagas centro de ti mismo, apoyándote en tu propia suficiencia, sino deposita tu confianza en Dios. Haz cuanto esté de tu parte, y Dios secundará con creces tu buena voluntad (I, 91).

8.   Evitemos la superficialidad en las palabras. Evitemos las conversaciones inútiles e insustanciales (cfr. I, 99).

9.   los juicios temerarios (cfr. I, 119).

10. Es duro renunciar a lo que ya estamos avezados; pero más duro es aún ir contra la propia voluntad. Pero si no vences las cosas pequeñas y fáciles, ¿cuándo y cómo podrás superar las difíciles? (I, 106).

11. Todas nuestras acciones deben estar motivadas por la caridad (cfr. I, 122).

12. Trata de sufrir con paciencia los defectos y debilidades de los demás; y no olvides que tú también tienes muchos defectos que los demás deben tolerar (cfr. I, 126).

13. El hombre propone y Dios dispone (I, 140).

14. El mundo pasa y con él sus concupiscencias (I, 151).

15. Amigo, ¿a qué has venido? (I, 185).

16. Hazte con frecuencia esta pregunta: “¿a qué has venido y para qué has dejado el mundo?”. ¿No fue acaso con objeto de vivir para Dios y llegar a ser un hombre de espíritu? (I, 185).

17. Trata de evitar y vencerte en aquellas cosas que más suelen desagradarte en los demás que te rodean (I, 188).

18. Basta: confía en Él (cfr. I, 202).

19. Cuando Jesús está presente, todo es más fácil; pero cuando está ausente, todo resulta más difícil (cfr. I, 232).

20. Trata de no apegarte a ninguna cosa de este mundo, porque puedes quedar aprisionado en ella y perecer. Únete al Señor (cfr. I, 204).

21. No te preocupes tanto por saber quién está a favor tuyo o contra ti. Preocúpate más bien de que Dios esté contigo en todo lo que haces (cfr. I, 210).

22. “Guarda una conciencia buena, y Dios será tu apoyo y defensa” (I, 210).

23. “Ten una conciencia recta, y tendrás siempre alegría. Una conciencia justa puede soportar muchas cosas en medio de la adversidad” (I, 226).

24. “Fácilmente estará contento y en paz el que tiene limpia la conciencia” (I, 226).

25. Dios protege al humilde y lo salva, lo ama, lo consuela y le da su gracia (cfr. I, 211).

26. El humilde, cuando ha recibido una ofensa, sigue en paz, porque descansa en Dios y no en el mundo (cfr. I, 211).

27. Busca siempre el último lugar (cfr. I, 248).

28. Se agradecido en lo poco, y serás digno de recibir mayores gracias (cfr. I, 249).

29. El que tiene paz pacifica el mundo (cfr. I, 213).

30. Ponte primero a ti mismo en paz, y luego podrás pacificar a los demás (I, 213).

31. Con dos alas se levanta el hombre por encima de las cosas de la tierra: la simplicidad y la pureza (cfr. I, 217).

32. Por la sencillez tiende el alma hacia Dios y por la pureza lo alcanza y gusta de Él (cfr. I, 217).

33. Si fueses en tu corazón bueno y puro, verías sin dificultad el bien que hay en todas las cosas (cfr. I, 218).

34. Nunca serás una persona virtuosa si no pones un candado en tu boca cuando se trate de las cosas de tu prójimo y no pones especial atención en ti mismo (cfr. I, 221).

35. Pocos son los amantes de la cruz de Jesús (I, 251).

36. Pocos son los amantes desinteresados (I, 252).

37. A muchos se les hace duro este lenguaje: niégate a ti mismo, toma tu cruz y sigue a Jesús (Cfr, I, 256).

38. “En la cruz está la salvación, en la cruz está la vida” (I, 257).

39. La capacidad de sufrir nos viene de Dios (I, 263).

40. Cuando llegues al punto de que el sufrimiento te es dulce en Cristo, serás dichoso, porque has hallado el paraíso en la tierra (cfr. I, 265).

41. La vida del cristiano es un vivir muriendo (I, 266).

42. Vivamos en la presencia de Dios con verdad y humildad (I, 288).

43. “El que ama vuela, corre, goza, es libre y nada puede retenerlo (...) Con frecuencia el amor no conoce medida, sino que se extralimita. El amor no siente el peso ni el cansancio, quisiera hacer más de lo que puede; nada le parece imposible, todo le parece lícito y posible. El amor se siente capaz de cualquier cosa, y muchas de estas cosas las consigue, mientras que el que no ama se rinde enseguida” (Imitación de Cristo, III, 5, citado en L, 192).

 

Fuente:

I:     Imitación de Cristo, Tomás de Kempis, Barcelona 1974.

L:    Cantalamesa, Raniero, La vida en Cristo, Madrid 1998.

 

5000.  San Ignacio de Loyola

(1491-1556)

 

        Nació el año 1491 en Loyola, España. Murió el 31 de julio de 1556 en Roma. Fundó la orden de los jesuitas. Es un gran místico. El papa Gregorio XV lo nombró santo en 1622.

 

1.   “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir gustar de las cosas internamente” (EE 2).

2.   Al que recibe los ejercicios espirituales, le servirá mucho entrar en ellos en actitud dócil respecto de Dios, ofreciéndole todo su querer y libertad, buscando siempre la voluntad de Dios (EE 5).

3.   La persona ha sido creada para alabar y servir a Dios nuestro Señor (EE 23).

4.   Para san Ignacio son sinónimos “la Mayor Gloria de Dios” y el “Mayor servicio de Jesucristo” (M, 27).

5.   Es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a nuestra libertad y no le está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados (cfr. M, 43).

6.   “Antes morir que pecar” (M, 45).

7.   Para la oración:

a) San Ignacio aconseja que antes de ir a la oración pensemos a dónde voy y a qué (cfr. M, 12). Conviene hacer una composición de lugar: Verme delante de Dios nuestro Señor y de todos sus santos, para desear y conocer lo que sea más grato a su divina bondad (EE 151), y pedir la gracia para elegir lo que más gloria de su divina majestad y salud de mi alma sea (EE 152).

b) Después de acabada la oración, conviene examinarla y mirar cómo me ha ido en la contemplación o meditación; y si estuvo mal, miraré la causa y buscaré arrepentirme, para corregirme; y si estuvo bien, daré gracias a Dios nuestro Señor, y la haré otra vez de la misma manera (cfr. EE 77).

8.   Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad, y delante vuestra Madre gloriosa y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas las injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado (cfr. EE 98).

9.   Pedir conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más lo ame y lo siga (EE 104).

10. Meditar sobre las dos banderas, la una de Cristo, sumo capitán y Señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra naturaleza humana (EE 136).

11. En las enfermedades todos procuren sacar fruto de ellas, no sólo para sí mismos, sino para la edificación de los otros; no siendo impacientes, ni difíciles de contentar, antes teniendo y mostrando mucha paciencia y obediencia al médico y al enfermero, usando palabras buenas y edificantes, que muestren que se acepta la enfermedad como gracia de la mano de nuestro Criador y Señor, y así crecer en santidad (cfr. C 272).

12. Considerar que estas enfermedades y otras pérdidas temporales son muchas veces de mano de Dios nuestro Señor para que nos conozcamos más y no endiosemos las cosas creadas, y más enteramente pensemos cuán breve es nuestra vida, para prepararnos para la otra que siempre ha de durar; y en pensar que con estas cosas visita a las personas que mucho ama, no puedo sentir tristeza ni dolor, porque pienso que un servidor de Dios en una enfermedad sale hecho medio doctor para enderezar y ordenar su vida en gloria y servicio de Dios nuestro Señor (A Isabel Roser, 1532; O, 722).

13.      Contemplemos el pesebre: ver a las personas, es decir, ver a Nuestra Señora y a José y al niño Jesús después de haber nacido. Imaginarme que yo soy un pobrecito y siervo indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndoles en sus necesidades, como si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia posible; y después reflexionar en mí mismo para sacar algún provecho (EE 114) ... Mirar y considerar lo que hablan, así como es el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza, y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, y de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí; después reflexionando, sacar algún provecho espiritual (EE 116).

14. Las opciones de Cristo son: ... primero, suma pobreza espiritual, segundo, deseo de oprobios y menosprecios, porque de estas dos cosas se sigue la humildad; de manera que sean tres escalones: el primero, pobreza contra riqueza; el segundo oprobio o menosprecio contra el honor mundano; el tercero humildad contra la soberbia; y de estos tres escalones se derivan todas las otras virtudes (EE 146).

15. Si queremos crecer en humildad, debemos ser indiferentes entre tener riqueza o pobreza, entre honor o deshonor, entre desear vida larga o corta, lo importante es que viva la voluntad de Dios (cfr. EE 166) ... Pero mayor humildad será si por imitar más a Jesús, elijo más pobreza que riqueza, oprobios que honores, y desear ser considerado poca cosa, y loco por Cristo, que ser considerado sabio y prudente a los ojos del mundo (cfr. EE 167).

16. Para hacer una buena elección: considerar como si estuviese poco antes de morir, y ponerme en ese momento y preguntarme, que elección daría mayor gloria a Dios (cfr. EE 186).

17. O también imaginarme que me estoy presentando ante el juicio de Dios, y pensar cómo entonces querría haber deliberado acerca de la cosa presente, y la elección que entonces quisiera haber tenido, tomarla ahora (cfr. EE 187).

18. Cuando meditemos en la pasión del Señor, pedir dolor, ... dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí (EE 193; 203).

19. Cuando meditemos sobre la Última Cena, san Ignacio nos dice:

      a) Lo primero es traer la historia, sobre cómo Cristo nuestro Señor desde Betania envió dos discípulos a Jerusalén a preparar la casa, y después fue él mismo a ella con los otros discípulos; y cómo después de haber comido el cordero pascual y haber cenado, les lavó los pies, y dio su santísimo cuerpo y preciosa sangre a sus discípulos, y les hizo un sermón después que fue Judas a vender a su Señor (EE 191).

      b) Lo segundo es hacer una composición, viendo el lugar: será aquí considerar el camino desde Betania a Jerusalén, si ancho, si angosto, si llano, etc. Asimismo el lugar de la cena, si grande, si pequeño, si de una manera o de otra (EE 192).

      c) Lo tercero es pedir lo que quiero: será aquí dolor y el sentir que por mis pecados el Señor va a la pasión (EE 193).

 

20. Después contemplar un texto bíblico:

a) Oír lo que hablan, y sacar algún provecho de ello;

b) Mirar lo que hacen y sacar algún provecho (EE 194);

c) Considerar lo que Cristo nuestro Señor padece en la humanidad o quiere padecer... y sentir dolor, tristeza y llanto (EE 195);

d) Considerar cómo la Divinidad se esconde, es decir, cómo podría destruir a sus enemigos y no lo hace, y como deja padecer la santa humanidad tan fuertemente (EE 196);

e) Considerar cómo todo esto padece por mis pecados, y qué debo yo hacer y padecer por Él (EE 197).

f)   Acabar con un coloquio a Cristo nuestro Señor, y al final un Padre Nuestro (EE 198).

21.      Contemplación para alcanzar amor:

a) Primero conviene advertir que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. Comenzar con una composición de lugar, que es aquí como estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos intercesores por mí (EE 232).

b) Seguir con una petición, pedir lo que quiero: será aquí pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a la Divina Majestad (EE 233).

c)  Ofrecer de mi parte y dar a la Divina Majestad todas mis cosas y a mí mismo con ellas (EE 234).

22. Toma, Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; tú me lo distes, a ti, Señor, lo torno; todo es tuyo, dispón según tu voluntad; dame tu amor y tu gracia, que esto me basta (EE 234).

23. Confiar en Dios como si todo dependiera de Él. trabajar y poner los medios humanos como si todo dependiera de nosotros (T, 91).

24. A Ignacio le gustaba más sugerir que ordenar, y que sea suficiente la sugerencia. Quiere formar personas que sepan mandar y que sepan obedecer (cfr. T, 93).

25. Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y sino basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve (san Ignacio de Loyola, ex, spir. 22).

 

Fuentes:

EE   Ejercicios Espirituales, tomados de Obras de San Ignacio, BAC 86, Madrid (5) 1991. Se cita el n°.

C:    Constituciones, tomados de Obras de San Ignacio, BAC 86, Madrid (5) 1991. Se cita el n°.

O:    Obras de San Ignacio, BAC 86, Madrid (5) 1991. Se cita la pág.

M:   LÓPEZ ROSAS, Ernesto, S.J., Meditaciones para jóvenes según los ejercicios espirituales de san Ignacio, Buenos Aires (3), 1990. Se cita la pág.

T:    TELLECHEA INDÍGORAS, Ignacio, Ignacio de Loyola. La aventura de un cristiano, Santander 1998.

 

5100. Santa Teresa de Ávila

(1515-1582)

 

        Santa Teresa de Avila es la reformadora del Carmelo, maestra de oración, doctora de la Iglesia. Nace el 28 de marzo de 1515 en Avila, España. En 1554 se convierte ante una imagen llagada del “Ecce Homo”. Fundó monasterios de Carmelitas contemplativas. Muere el 4 de octubre de 1582. Fue canonizada el 12 de marzo de 1622.

 

 

1.   Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.

2.   Oración es tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.

3.   La grandeza de Dios no tiene término.

4.   Vivo sin vivir en mí, y de tal manera espero, que muero porque no muero... Vivo en el Señor.

5.   Me decidí a seguir aquel camino con todas mis fuerzas.

6.   Me encomendé mucho a san José... Dios me ha dado grandes mercedes por medio de este bienaventurado Santo. Cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida; si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío.

7.   Amar a Dios y servirle... Amor saca amor.

8.   La caridad crece dando y dándose.

9.   El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen.

10. Si el Señor imprime su amor en nuestros corazones, todo se nos hará más fácil.

11. Si uno persevera, Dios no se niega a nadie.

12. Dios se da a sí a los que lo dejan todo por Él.

13. No dejes nunca la oración. Dejar la oración es perder el camino.

14. Oración es que Dios viva en mí... Sea alabado el Señor que me libró de mí... El Señor nos da la libertad.

15. El cimiento de la oración va fundado en la humildad, y mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios.

16. No tengas miedo. Nos dice Jesús: No tengas miedo, soy yo.

17. Humildad es andar en la verdad.

18. Estáse sola el alma con su Dios.

19. Forcemos a nosotros mismos para estarnos cerca del Señor.

20. Aquellos ratos que estamos en la oración; sea cuan flojamente estés, Dios los tiene en mucho.

21. Señor, ¿qué quieres que haga? ... Soy muy devota de la virtud de la obediencia.

22. El crecimiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho.

23. En la cruz está la vida y el consuelo. La cruz es el camino para el cielo. En la cruz está el Señor.

24.      Concédeme, Señor, la gracia de saber recogerme en el pequeño cielo de mi alma donde has establecido tu morada. Ahí, Señor, te descubres a los que te buscan y te dejas sentir antes y más intensamente que en otras partes y preparas más rápidamente al alma para introducirla en tu intimidad. “Entonces parece se levanta el alma con el juego, que ya ve lo es las cosas del mundo. Alzase al mejor tiempo, y como quien se entra en un castillo fuerte para no temer los contrarios… Tengo por imposible, si trajésemos cuidado de acordarnos tenemos tal huésped dentro de nosotras, nos diésemos tanto a las cosas del mundo, porque veríamos cuán bajas son para las que dentro poseemos”.

      Ayúdame, ¡oh Señor!, a apartar mis sentidos de las cosas exteriores y a recogerlos en ti; hazlos obedientes a la llamada de mi voluntad, para que, cuando quiera esconderme contigo en mi interior, se recojan espontáneamente atraídos por tu presencia, como “se vienen las abejas a la colmena y se entran en ella para labrar la miel” (cfr. Sta. Teresa de Avila, Camino, 28, 4-10, cfr. Div., 479).

 

25. Vivo sin vivir en mí

 

Vivo sin vivir en mí,

Y de tal manera espero,

Que muero porque no muero.

 

Vivo ya fuera de mi,

Después que muero de amor;

Porque vivo en el Señor,

Que me quiso para sí:

Cuando el corazón le di

Puso en él este letrero:

Que muero porque no muero.

 

Esta divina prisión,

Del amor con que yo vivo,

Ha hecho a Dios mi cautivo,

Y libre mi corazón;

Y causa en mí tal pasión

Ver a Dios mi prisionero,

Que muero porque no muero

 

¡Ay, qué larga es esta vida!

¡Qué duros estos destierros!

Esta cárcel y estos hierros

En que el alma está metida!

Sólo esperar la salida

Me causa un dolor tan fiero,

Que muero porque no muero.

 

¡Ay, qué vida tan amarga

Do no se goza el Señor!

Porque si es dulce el amor,

No lo es la esperanza larga:

Quíteme Dios esta carga,

Más pesada que el acero,

Que muero porque no muero.

 

Sólo con la confianza

Vivo de que he de morir

Porque muriendo el vivir

Me asegura nú esparanza;

Muerte do el vivir se alcanza,

No te tardes, que te espero,

Que muero porque no muero.

 

Mira que el amor es fuerte;

Vida, no me seas molesta,

Mira que sólo me resta,

Para ganarte perderte.

Venga ya la dulce muerte,

El morir venga ligero

Que muero porque no muero.

 

Aquella vida de arriba,

Que es la vida verdadera,

Hasta que esta vida muera,

No se goza estando viva:

Muerte, no me seas esquiva;

Viva muriendo primero,

Que muero porque no muero.

 

Vida, ¿qué puedo yo darte

A mi Dios, que vive en mí,

Si no es el perderte a ti,

Para merecer ganarte?

Quiero muriendo alcanzarte,

Pues tanto a mi Amado quiero,

Que muero porque no puero”.

 

 

 26.      ¿Qué queréis hacer de mí Señor?

 

      Veísme aquí, mi dulce Amor,

      ¿qué mandáis hacer de mí?

 

      Dadme muerte, dadme vida:

      dad salud o enfermedad,

      honra o deshonra me dad,

      dadme guerra o paz cumplida,

      flaqueza o fuerza a mi vida,

      que a todo diré que sí.

      ¿Qué queréis hacer de mí?

 

      Dadme riqueza o pobreza,

      dad consuelo o desconsuelo,

      dadme alegría o tristeza,

      dadme infierno o dadme cielo,

      vida, dulce, sol sin velo,

      pues del todo me rendí.

      ¿Qué mandáis hacer de mí?

 

      Si queréis, dadme oración,

      si no, dadme sequedad,

      si abundancia o devoción,

      y si no esterilidad,

      soberana Majestad,

      sólo hallo paz aquí.

      ¿Qué mandáis hacer de mí?

 

      Si queréis que esté holgando,

      quiero por amor holgar,

      si me mandáis trabajar,

      morir quiero trabajando. Amén.

 

56. Yo quiero ver a Dios y para verlo es necesario morir (santa Teresa de Jesús, vida 1), (Cat. 1025).

58. Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado, con gozo y deleite que no puede tener fin (santa Teresa de Jesús, excl. 15, 3), (Cat. 1038).

 

Fuente:

        Teresa de Jesús. Doctora de la Iglesia. Obras completas. Texto revisado y anotado por Fr. Tomás DE LA CRUZ, C.D., Burgos 19772.

 

5200.   San Juan de la Cruz

(1542-1591)

 

        Místico, doctor de la Iglesia. Nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros. Murió el 14 de diciembre de 1591 en Ubeda, España. El papa Pío XI lo nombró en 1926 doctor de la Iglesia. Es un maestro que guía a la santidad y a la piedad. Reformó la orden de los carmelitas. El papa Benedicto XIII lo nombró santo el 26 de diciembre de 1726.

 

1.   “A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado”.

2.   “Más agrada a Dios una obra, por pequeña que sea, hecha a escondida, no teniendo voluntad de que se sepa, que mil hechas con ganas de que la sepan los demás”.

3.   “¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa, si Él te pide otra? Considera lo que Dios quiere y hazlo que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas”.

4.   “Más quiere Dios en ti el menor grado de obediencia y sujeción, que todos esos servicios que le piensas hacer”.

5.   “Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de conciencia, que cuantas obras puedes hacer”.

6.   “El alma dura en su amor propio se endurece”.

7.   “Dios sólo reina en el alma pacífica y desinteresada”.

8.   “Quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo”.

9.   “Bástele Cristo crucificado, y con él descanse”.

10. “El que no busca la cruz de Cristo, no busca la gloria de Cristo”.

11. “Dios para enamorarse del alma, no pone los ojos en su grandeza, sino en la grandeza de su humildad”.

12. “El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande sencillez y padecer por el Amado”.

13. “Quien huye de la oración, huye de todo lo bueno”.

14. “Mejor es vencerse en el hablar que ayunar a pan y agua”.

15. A la tarde te examinarán en el amor (san Juan de la Cruz, dichos 64), (Cat. 1470).

 

16. Noche oscura

 

1)   En una noche oscura,

      con ansias, en amores inflamada,

      ¡oh dichosa ventura!,

      salí sin ser notada,

      estando ya mi casa sosegada.

 

2)   A oscuras y segura,

      por la secreta escala disfrazada,

      ¡oh dichosa ventura!,

      a oscuras y en celada,

      estando ya mi casa sosegada.

 

3)   En la noche dichosa,

      en secreto, que nadie me veía,

      ni yo miraba cosa,

      sin otra luz y guía

      sino la que en el corazón ardía.

 

4)   Aquésta me guiaba

      más cierto que la luz del mediodía

      adonde me esperaba

      quien yo bien me sabía,

      en parte donde nadie parecía.

 

5)   ¡Oh noche que guiaste!

      ¡Oh noche amable más que la alborada!

      ¡Oh noche que juntaste

      Amado con amada,

      amada en el Amado transformada!

 

6)   En mi pecho florido,

      que entero para él solo se guardaba,

      allí quedó dormido,

      y yo le regalaba,

      y el ventalle de cedros aire daba.

 

7)   El aire de la almena,

      cuando yo sus cabellos esparcía,

      con su mano serena

      en mi cuello hería,

      y todos mis sentidos suspendía.

 

8)   Quedéme y olvidéme,

      el rostro recliné sobre el Amado,

      cesó todo, y dejéme,

      dejando mi cuidado

      entre las azucenas olvidado.

 

17. Llama de amor viva

 

1)   ¡Oh llama de amor viva,

      Que tiernamente hieres

      De nú alma en el más profundo centro!;

      Pues ya no eres esquiva,

      Acaba ya si quieres,

      Rompe la tela deste dulce encuentro.

 

2)   ¡Oh cuativerio suave!

      ¡Oh regalada llaga!

      ¡Oh mano blanda! iOh toque delicado,

      Que a vida eterna sabe,

      Y toda deuda paga!

      matando, muerte en vida la has trocado.

 

3)   ¡Oh lámparas de fuego,

      En cuyos resplandores

      Las profundas cavernas del sentido,

      Que estaba oscuro y ciego,

      Con extraños primores

      Calor y luz dan junto a su querido!

 

4)   ¡Cuán manso y amoroso

      Recuerdas en mi seno,

      Donde secretamente solo moras:

      Y en tu aspirar sabroso

      De bien y gloria lleno

      Cuán delicadamente me enarnoras!».

 

 

18. Cántico espiritual o canciones entre el alma y el Esposo

 

ESPOSA:

1)   ¿Adónde te escondiste,

      Amado, y me dejaste con gemido?

      Como el ciervo huiste

      habiéndome herido;

      salí tras ti clamando y eras ido.

 

2)   Pastores los que fuerdes,

      allá por las majadas al otero,

      si por ventura vierdes

      aquel que yo más quiero,

      decidle que adolezco, peno y muero.

 

3)   Buscando mis amores

      iré por esos montes y riberas,

      ni cogeré las flores,

      ni temeré las fieras,

      y pasaré los fuertes y fronteras.

 

PREGUNTA A LAS CRIATURAS:

 

4.)  ¡Oh, bosques y espesuras

      plantadas por la mano del Amado,

      oh, prado de verduras

      de flores esmaltado,

      decid si por vosotros ha pasado!

 

5)   Mil gracias derramando

      pasó por estos sotos con presura,

      y yéndolos mirando

      con su sola figura

      vestidos los dejó de hermosura.

 

ESPOSA:

6)   ¡Ay, quién podrá sanarme!

      Acaba de entregarte ya de vero;

      no quieras enviarme

      de hoy más ya mensajero

      que no saben decirme lo que quiero.

 

7)   Y todos cuantos vagan

      de ti me van mil gracias refiriendo,

      y todos más me llegan,

      y déjame muriendo

      un no sé qué queda balbuciendo.

 

8)   Más ¿cómo perseveras,

      oh, vida, no viviendo donde vives,

      y haciendo porque mueras

      las flechas que recibes

      de lo que del Amado en ti concibes?

 

9)   ¡Por qué, pues, has llagado

      aqueste corazón, no le sanaste?

      Y pues me lo has robado,

      ¡por qué así le dejaste

      y no tomas el robo que robaste?

 

10) Apaga nús enojos,

      pues que ninguno basta a deshacellos,

      y véante mis ojos,

      pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero                    tenellos.

 

11) ¡Oh, cristalina fuente!

      Si en esos tus semblantes plateados

      formases de repente

      los ojos deseados

      que tengo en mis entrañas dibujados.

 

12)       Apártalos, Amado,

      que voy de vuelo

 

ESPOSO:

      Vuélvete, paloma,

      que el ciervo vulnerado

      por el otero asoma

      al aire de tu vuelo, fresco toma.

 

ESPOSA:

13)       Mi Amado, las montañas,

      los valles solitarios nemorosos,

      las ínsulas extrañas,

      los ríos sonoros,

      el silvo de los aires amorosos.

 

14) La noche sosegada

      en para de los levantes de la aurora,

      la música callada,

      la soledad sonora,

      la cena que recrea y enamora.

 

Fuentes:

        San Juan de la Cruz. Doctor de la Iglesia. Obras completas. Edición crítica, notas y apéndices por Lucino RUANO DE LA IGLESIA, BAC, Madrid 198210.

 

5300.   Santa Rosa de Lima

(1586-1617)

 

        Nació en Lima, Perú, el 20 de abril de 1586 y murió el 24 de agosto de 1617. Patrona de Sudamérica, del Perú de Filipinas, de Lima. A los 24 años viste el hábito blanco y negro de la Tercera Orden de Santo Domingo, el que llevará hasta su muerte. Reproduce en su cuerpo los sufrimientos de la Pasión. Es la primera flor de Santidad en Sudamérica. Fue una gran mística. En el jardín de sus padres instaló una pequeña pieza de madera en la que vivía y oraba contemplativamente. Muchas veces pedía al Señor que le aumentara los sufrimientos y también el amor. Fue beatificada el 12 de febrero de 1668 y canonizada el 12 de abril de 1671. 

1.   “Señor, auméntame los sufrimientos, pero también el amor” (H, 439).

2.   Si las personas conocieran cuán grande es la gracia de Dios, cuán hermosa alegre e  inmensa es, se esforzarían por buscar como servir y sufrir más por acoger dicha gracia. Nadie se quejaría de la cruz ni de los sufrimientos (J, 209).

3.   El Señor confunde a los soberbios y ensalza a los humildes (S, 97).

4.   Mi corazón está herido con la flecha del amor del Señor (S, 104).

5.   La vida es cruz (S, 106).

6.   Purifica el corazón (S, 106).

7.   Desata Señor el nudo que me detiene (S, 106).

8.   Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo (Cat., nº 618).

9.   Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo (santa Rosa de Lima, vida), (Cat. n. 964).

 

Fuentes:

Cat: Catecismo de la Iglesia Católica.

H:    Heilige und Namenspatrone im Jahrlauf, SCHAUBER-SCHINDLER, Augsburg, 1998.

J:     JORDÁ, Miguel, El Santoral del tercer milenio, Santiago 1997.

S:         Santa Rosa de Lima y su tiempo, ARAOZ, PINILLA; WUFFAR-DEN, PÉREZ, Lima 1995.

 

5400.   San Francisco de Sales

(1567-1622)

 

        Obispo y doctor de la Iglesia. Nació el 21 de agosto de 1567 en Saboya, Francia. Murió el 28 de diciembre de 1622 en Lyon, Francia. Fundó junto a Juana Francisca de Chantal la congregación femenina de la Visitación. En el año 1602 fue nombrado obispo de Granier. Está enterrado en la Iglesia de la Visitación en Anecy. En el año 1665 fue nombrado santo y el 16 de noviembre de 1877 fue nombrado doctor de la Iglesia por el papa Pío XI. Es patrono de la prensa católica.

 

1.   Busquen la sencillez (cfr. M, 10).

2.   Dios le agrada un espíritu sencillo, como el de los niños, y dispone de él conforme a su voluntad; pero no le agradan los espíritus orgullosos (cfr. M, 49).

3.   La humildad nos hace más perfectos a los ojos de Dios; la dulzura, a los del prójimo (M 38).

4.   ¿Por qué tanto afán en buscar honores y preferencias? ¿No saben que el medio más seguro para lograrlos es despreciarlos? (cfr. M 50).

5.   Dios se complace de ver en nosotros corazones sencillos, humildes y caritativos (cfr. M 23).

6.   “Miremos al prójimo con ojo sencillo y caritativo, sin pararnos mucho en examinar sus acciones” (M 12).

7.   En los hogares donde hay ruido, discusiones y discordia no entra el Espíritu Santo (cfr. M 41).

8.   Antes de juzgar el prójimo pongámoslo en nuestro lugar, y a nosotros en el suyo; y seguro que entonces nuestro juicio será recto y caritativo (cfr. M16).

9.   El hacer servicios a personas a quienes nos sentimos poco inclinados es mucho más meritorio, porque no es tanto el amor propio el que actúa, sino que se hace por amor a Dios (cfr. M 19).

10. “La burla es el modo más maligno de ofender al prójimo con palabras” (M 22).

11. “Palabras sin esperanza de provecho jamás salgan de vuestra boca” (M 39).

12. “Dios exige mucho más de nosotros la fidelidad en las pequeñas ocasiones que nos pone en la mano, que los ardientes deseos de hacer grandes cosas que no están en nuestro poder” (M 10).

13. Cuando sientan el deseo de hacer una cosa grande, comienzen por ser humildes y desconfiar de ustedes mismos; después hay que abandonarse en los brazos de Dios y tener confianza en Él, que con su ayuda saldrán adelante (cfr. M 49).

14. No siempre podremos hacer grandes cosas, alegrémonos con las pequeñas cosas que se ofrecen a cada paso; pero hacerlas con fervor y con amor (cfr. M 31).

15. En las conversaciones pueden entretenerse y recrearse honestamente, pero cuiden de no hablar sino cuando les corresponda, dejando a los demás su turno (cfr. M 26).

16. “Si una persona me sacase por odio el ojo izquierdo, creo que le seguiría mirando amablemente con el derecho. Si me sacase también éste, todavía me quedaría el corazón para amarla” (JPI).

17. Sean fieles en las cosas pequeñas, y Dios les hará fuertes en las grandes (cfr. M 30).

18. La vida de los santos no es otra cosa que el Evangelio vivido (cfr. M 32).

19. “Si aman a Dios, hablarán con frecuencia de Él” ( M 40).

20. Vivamos en la presencia de Dios (cfr. M 34).

21. “El gran bien de un alma no consiste en pensar mucho en Dios, sino en amarle mucho” (M 49).

22. Amar a Dios en medio de los consuelos, pueden hacerlo todos; pero amarle cuando nos visita el dolor, es propio de almas generosas y constantes (cfr. M 42).

23.      Recogimiento espiritual cada día y oraciones jaculatorias: estos son los medios para que avancemos en la vida espiritual (cfr. M 48).

24. “Es imposible llegar a una verdadera unión del alma con Dios sin la mortificación” (M 19).

25. Siempre que nos encontremos en algún aprieto, demos una mirada a la eternidad, y que después nada nos perturbe (cfr. M 32).

26. El que tiene el corazón desprendido goza siempre de un gozo interior, sin perderlo nunca; la tristeza sólo se apodera de los que están apegados a las cosas del mundo (cfr. M 26).

27. Las sequedades espirituales son mucho más útiles cuando no se procura con ansia el salir de ellas” (M 23).

28. La obediencia es tan agradable a Dios que bendice y hace prosperar los consejos que se toman de los otros, en especial los del guía espiritual (cfr. M 26-27).

29. Un gran remedio contra las tentaciones es ponerlas en conocimiento del guía espiritual con santa libertad; porque lo primero que el espíritu maligno busca es lograr que el alma se calle (cfr. M 37).

30. Si quieren conservar la castidad, huyan de todas las ocasiones de perderla; en esta materia el más leve comienzo acarrea consecuencias funestas (cfr. M 38-39).

31. “El hombre es la perfección del universo: el espíritu es la perfección del hombre; el amor es la perfección del espíritu; el amor de Dios es la perfección del amor”. Por eso... la cima de la perfección es el amor a Dios (cfr. JPI).

32. El león es un animal poderoso, lleno de recursos. Por lo mismo, puede dormir sin temor, ya sea en una guarida escondida o entre medio de otros animales. Por tanto, sean leones espirituales. Llénense de fuerza, de amor de Dios, y no tendrán que temer a esos animales que son los defectos (cfr. JPI).

33. En cuanto la reina de las abejas sale al campo, todo su pequeño pueblo la rodea. Así, el amor de Dios no entra en un corazón sin que todo el cortejo de las demás virtudes se entren en él (cfr. JPI).

34. Sintámonos con Dios como un niño en los brazos de su madre (JPI).

35. La acción, incluso si no tiene éxito, vale con tal que esté hecha por amor de Dios. El mérito de llevar la cruz no está en el peso de ésta, sino en el modo de llevarla. Puede haber más mérito en llevar una pequeña cruz de paja que una grande de fierro. El comer o el pasear, si se hacen por amor a Dios, pueden valer más que el ayuno y otras renuncias (cfr. JPI).

36. Deseo grabar en vuestros corazones una cosa muy saludable: “Ni pedir nada, ni rehusar nada” (cfr. M 25).

37. Una moderación permanente en el comer vale mucho más que ciertas abstinencias rigurosas hechas de vez en cuando; pues después de ellas generalmente viene una relajación grande (cfr. M 30).

38. Es bueno estar siempre preparados como si en cada instante hubiéramos de morir (cfr. M 23).

39. Una comunión bien hecha puede hacernos santos y perfectos (cfr. M 22).

40. Un Padrenuestro rezado con atención y fervor nos ayudará mucho (cfr. M 49).

41. El sacramento de la Eucaristía recibido con fe, con pureza y devoción, es de gran ayuda para fortalecer, consolar y divinizar en cierto modo nuestros corazones (cfr. M 37-38).

42. Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien; hagamos todo con tranquilidad y calma (cfr. M 19).

43. Nada pedir, nada rehusar.

Fuentes:

M:   BALMES, Jaime, Dr. D. Pbro., Máximas entresacadas de las obras de san Francisco de Sales. Distribuidas para todos los días del año, Santiago de Chile, 1964.

JPI:      Carta escrita por el papa Juan Pablo I a san Francisco de Sales.

 

5500.  San Juan Bosco

(1815-1888)

 

        Don Bosco es el fundador de los Salesianos. Nació el 16 de agosto de 1815 en Italia, y murió el 31 de enero de 1888. Pastor, apóstol y educador de los jóvenes.

 

1.   “Dulzura en todo, y la capilla abierta en todo momento”.

2.   “Los jóvenes no solamente deben ser amados, sino que deben darse cuenta que se les ama”.

3.   “¿Mi sistema? ¡El sistema preventivo: la caridad!”.

4.   “Alaben a María”.

5.   “Mi madre me enseñó a rezar”.

6.   “Estar alegres”.

7.   “... hacemos consistir la santidad en estar muy alegres. Buscamos evitar el pecado, porque nos roba la alegría del corazón”.

8.   La Santísima Virgen le inspiró a Don Bosco, que se hiciera “humilde, fuerte y robusto”.

9.   Es importante, “realizar ahora mismo algo a favor de los jóvenes, a favor de la gente necesitada... Hacer algo AHORA MISMO”.

10. “Busque el educador que le quieran... más que hacerse temer”.

11. Don Bosco llamó a un niño (Domingo) y le dijo: Quiero regalarte la fórmula de la santidad... Primero, alegría. Lo que perturba y roba la paz, no viene de Dios. Segundo: tus deberes de estudios y de piedad. Atención en la escuela, entrega al estudio, entrega a la piedad. Todo ello por amor al Señor y no por ambición. Tercero: hacer el bien a los demás. Ayuda siempre a tus compañeros, aunque te cueste algún sacrificio.

12. “Una sincera, filial, ilimitada confianza en María, una ternura singular con ella, una devoción constante nos harán superiores a toda dificultad, tenaces en los propósitos, severos con nosotros mismos, amables con el prójimo y exactos en todo”.

13. Cuiden especialmente a los enfermos, los niños, los ancianos y los pobres, y recibirán la bendición de Dios y la benevolencia de los hombres.

14. Hagan todo lo que puedan: Dios hará lo que no podamos hacer nosotros. Confíen todo a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora, y veréis lo que son los milagros.

15. La Virgen los quiere mucho.

16. Hagan pronto las obras buenas, porque les puede faltar tiempo.

17. Don Bosco decía a todo educador: “Hazte querer”.

18. Don Bosco buscaba formar a los jóvenes para que llegaran a ser “buenos cristianos y honestos ciudadanos”.

19. “Amor al trabajo y frecuencia a los Santos Sacramentos”.

20. “Una de las frases favoritas de Don Bosco en los recreos era: ‘Sé alegre’... Repetía a sus alumnos... ‘a su debido tiempo, corran, salten, diviértanse cuanto quieran, pero por caridad, no cometan pecados’. Don Bosco santificó la alegría de vivir”.

21. “Un hogar sin música es como un cuerpo sin alma”.

22. “A los primeros misioneros recomienda: ‘Propaguen constantemente la devoción a María Santísima Auxiliadora y a Jesús Sacramentado’ ”.

23. “Que se haga la voluntad de Dios”.

24. “Un misionero debe estar pronto a dar la vida para mayor gloria de Dios, y ¿no será luego capaz de soportar un poco de antipatía hacia un compañero, aunque tuviese grandes defectos?...”.

Fuentes:

1), 2) y 3): p. 266; 4) p. 356, del libro: Don Bosco, historia de un cura, Madrid 1997, de Teresio BOSCO.

5): p. 32; 6): p. 65; 7): p. 65-66; 8): p. 102; 9): p. 118; 10): p. 258; 11): cfr. p. 263; 12): p. 265; 13): cfr. p. 378; 14): p. 379; 15): p. 424 y 16): p. 436, del libro: Don Bosco, una biografía nueva, Madrid 1998, de Teresio BOSCO.

17): p. 7; 18): p. 8; 19): p. 39; 20): p. 63; 21): cfr. p. 64; 22): p. 102; 23): p. 214 y 24): p. 237 del libro: Vida de San Juan Bosco, Santiago 1999, de Alfredo VIDELA T., sdb.

 

5600.   Santa Teresita de Lisieux

(1873-1897)

 

        Nació el 2 de enero de 1873 en Francia, A los 15 años entró al Carmelo de Lisieux (Francia). Murió el 30 de septiembre de 1897, a la edad de los 24 años. Sus últimas palabras fueron: “¡Mi Dios, yo te amo!”. El 17 de mayo de 1925 el papa Pío XI la declaró Santa, y el 14 de diciembre de 1927 la nombró Patrona de las Misiones del mundo entero. El papa Juan Pablo II la nombró doctora de la Iglesia.

 

1.   “Mi camino hacia Dios es Amor, entrega y confianza”.

2.   “Yo trabajo solamente para alegrar a Dios”.

3.   “Sólo en Dios hay paz y alegría verdadera”.

4.   “Más que nunca yo entiendo que los más pequeños acontecimientos de nuestra vida son preparados por Dios”.

5.   “Solamente lo que es eterno nos puede satisfacer”.

6.   Al final de su enfermedad escribió: “No muero, entro en la vida”.

7.   “Entendí que el amor abarca todas las vocaciones. Entonces grité en mi entusiasmo: por fin encontré mi vocación. Mi vocación es el amor”.

8.   “La obra más pequeña, más desconocida, que se hace por amor, a veces vale más que las obras grandes. Solamente vale el amor”.

9.   “Cumplir un favor pedido amablemente no cuesta nada, pero a palabras no agradables se rebela el hombre cuando su amor no es firme”.

10. “Deseo pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”.

11. “El amor reemplaza una vida larga. Dios no mira el tiempo sino el amor”.

12. “Me esfuerzo por cumplir las obras de la fe aunque no disfruto su alegría”.

13. “Dios es más amable que una madre. Yo siento que todo viene de Él”.

14. “La Oración es mi fortaleza. Estas son mis armaduras invencibles que Jesús me entregó. Logran mucho más que las palabras para llegar al alma del otro”.

15. “En el corazón de la Iglesia, mi Madre, seré el amor. De esta manera soy todo en todos”.

16. “Amo a la Iglesia, mi Madre”.

17. “Acepto todo, por amor al Dios tan bondadoso”.

18. “Me acostumbré a recibir los dolores con serenidad”.

19. “En medio de los dolores encontré la paz”.

20. “No estoy de ninguna manera infeliz. Dios me da exactamente lo que necesito”.

21. “Mi alma ha madurado en el crisol de los sufrimientos interiores y exteriores. Igual que una flor después de una tempestad, así ahora levanto mi cabeza”.

22. Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis oraciones; en él encuentro todo lo que me es necesario a mi pobre alma. En él descubro siempre nuevas luces, sentidos escondidos y misterios (Cat. 127).

23. Sé por un solo día mi dulce protección”.

24. “Ven y reina en mi pecho, ábreme tu sonrisa nada más que por hoy”.

25. “¿Qué me importa que en sombras esté envuelto el futuro? Nada puedo pedirte, Señor, para mañana”.

26. “Conserva mi alma pura, cúbreme con tu sombra nada más que por hoy”.

27. “Si pienso en el mañana, me asusta mi inconstancia, siento crecer tristeza, tedio en mi corazón”.

28. “Mas acepto la prueba, acepto el sufrimiento nada más que por hoy”.

29. “¡Oh, Piloto divino, cuya mano me guía! En la ribera eterna pronto te veré yo”.

30. “Por el mar borrascoso gobierna en paz mi barca, nada más que por hoy”.

31. “¡Oh, deja que me esconda en tu faz adorable; allí no oiré del mundo el inútil rumor”.

32. “Dame tu amor, Dios mío, consérvame en tu gracia nada más que por hoy”.

33. “Cerca yo de tu pecho, olvidada de todo, no temo ya las flechas, los dardos enemigos”.

34. “Hazme un sitio en tu pecho, un sitio, Jesús mío, nada más que por hoy”.

35. “¡Pan vivo, Pan del cielo, divina Eucaristía, conmovedor misterio que produjo amor!”.

36. “Ven y mora en mi pecho, Jesús, mi blanca Hostia, nada más que por hoy”.

37. “Úneme a ti, Dios mío, Viña santa y sagrada, y mi débil sarmiento dará su granazón”.

38. “Y yo podré ofrecerte un racimo dorado, ¡oh Jesús!, desde hoy”.

39. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, el más necesario, más noble de todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ARDIENDO DE AMOR. Comprendí que el Amor sólo hacía obrar a los miembros de la Iglesia que si el Amor llegara a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarán el Evangelio, Los Mártires rehusarán verter su sangre... Comprendí que EL AMOR ENCERRABA TODAS LAS VOCACIONES. QUE EL AMOR ERA TODO. QUE ABARCABA TODOS LOS TIEMPOS Y TODOS LOS LUGARES EN UNA PALABRA, QUE ES ¡ETERNO! (Cat. nº 826).

 

40.       Mi canción hoy

 

“Mi vida es un instante, una hora pasajera,

Mi vida es un momento que escapa fugitivo:

Tú lo sabes, Dios mío, para amarte en la tierra,

No tengo más que hoy.

 

Oh Jesús, yo te amo, a ti mi alma aspira...

Tan sólo por un día, sé tú mi dulce apoyo:

Ven y reina en mi alma y dame tu sonrisa,

Tan sólo para hoy.

¿Qué importa, Señor, del porvenir sombrío?

¿Rogarte por mañana? Oh no, yo no lo puedo.

Conserva mi alma pura; cúbreme de tus alas,

Tan sólo para hoy.

 

Si pienso en el mañana, temo por mi inconstancia,

Siento que en mi alma nacen tristeza y desaliento,

Mas, si, Dios mío, quiero sufrir y ser probada

Tan sólo para hoy.

 

¡Pan vivo, pan del cielo, divina Eucaristía,

Oh misterio sublime que el amor inventó!

Ven y mora en mi alma, Jesús, mi blanca Hostia,

tan sólo para hoy.

 

El racimo de amor, con las almas por granos,

Sólo formarlo puedo en este día que huye...

¡Oh! Dame, Jesús mío, de un apóstol las llamas,

tan sólo por hoy.

 

Pronto quiero volar para contar sus glorias

Cuando el sol si poniente me dará su fulgor:

Entonces cantaré con la lira del ángel

un sempiterno hoy”.

 

41. Oración de ofrecimiento a Dios

      “A fin de vivir en un acto de perfecto Amor, YO ME OFREZCO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, suplicándoos me consumáis sin cesar, dejando que se desborden en mi alma las olas de ternura infinita que están encerradas en vos, para que así llegue yo a ser mártir de vuestro Amor, oh, Dios mío!...

      Que este martirio, después de haberme preparado para comparecer delante de vos, me haga por fin morir, y que mi alma se lance sin demora al eterno abrazo de Vuestro Misericordioso Amor.

      Quiero, oh, Amado mío!, a cada latido de mi corazón renovaros esta ofrenda un número infinito de veces, hasta que habiéndose desvanecido las sombras, pueda yo repetiros mi Amor en un cara a cara Eterno.”

      (María Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz., Fiesta de la Santísima Trinidad., 9 de junio de 1895).

42. ¡Oh Verbo divino! Eres tú el águila adorada que yo amo, la que me atrae. Eres tú quien, lanzándote a la tierra del destierro, quisiste sufrir y morir a fin de atraer a las almas hasta el centro del eterno foco de la Trinidad bienaventurada. Eres tú quien, remontándose hasta la luz inaccesible que será para siempre tu morada, permaneces todavía en el valle de las lágrimas, escondido bajo la apariencia de una hostia blanca. Aguila eterna, quieres alimentarme a mí con tu divina substancia, a mí, pobrecito ser que volvería a la nada, si tu miradas no me diese la vida a cada instante (cfr. Div., 135).

43. ¡Oh Jesús! Déjame que te diga en un arranque de gratitud que tu amor raya en locura. ¿Cómo quieres que ante esta locura mi corazón no se lance hacia ti? ¿Cómo habría de tener límites mi confianza? (Sta. Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos,  B, cfr. Div., ....).

44. Pero conocéis, Señor, mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también orgullo. Quiero, por tanto, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en vos. Puesto que todo lo podéis, dignaos hacer nacer en mí alma la virtud que deseo (Sta. Teresa del Niño Jesús, Oraciones, 8, 8, cfr. Div., 345).

45. ¡Oh Jesús!, me ofreces un cáliz tan amargo como mi débil naturaleza puede soportar. Pero no quiero retirar mis labios de este cáliz preparado por tu mano… Tú me enseñas a sufrir en paz… Quien dice paz no dice alegría, al menos alegría  gustada. Para sufrir en paz basta querer todo lo que tú quieres. Para ser tu esposa, Jesús, es necesario parecernos a ti, ¡y tú estás todo sangrante, coronado de espinas!

      Es muy consolador pensar que también tú, el Dios fuerte, conociste nuestras debilidades, temblaste a la vista del cáliz amargo, de aquel cáliz que en otro tiempo habías tan ardiente­mente deseado beber.

      ¡Oh Jesús, cómo cuesta darte lo que pides! ¡Qué dicha que esto cueste! ¡Qué alegría inefable es llevar nuestras cruces DEBILMENTE! Lejos de quejarme a ti de la cruz que me envías, me resulta incomprensible el amor infinito que te ha movido a tratarme así… Cuanto más grande sea mi sufrimiento, tanto más infinita será mi gloria… ¡Oh Jesús!, no quiero perder la prueba que me envías, es una mina de oro sin explotar… Quiero poner manos a la obra sin alegría, sin fuerza… Quiero trabajar por amor (cf. Sta. Teresa del Niño Jesús, Cartas, 63; 184; 59, cfr. Div., 379).

46. Con un abandono audaz quiero seguir mirando fijamente a mi divino sol. Nada sería capaz de asustarme, ni el viento ni la lluvia. Y si oscuras nubes vienen a ocultarte a mi vista, no cambiaré de sitio; sé que más allá de las nubes tú sigues brillando y tu resplandor no puede eclipsarse ni un solo momento… Si tú, Astro adorado, permaneces sordo a los lamentos de tu criatura, si permaneces oculto, pues bien, acepto seguir transida de frío y aun me alegro de este sufrimiento. Mi corazón queda en paz y continúa su oficio de amar (Sta. Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos,  B; Obras, pp. 284-286, cfr. Div., 493).

47. Tú me haces comprender, oh Jesús, que la caridad no ha de quedar encerrada en el fondo del corazón. “Nadie –has dicho– enciende su cande la para ponerla debajo del celemín, sino que la pone sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa”. Me parece que esta candela es la caridad, la cual ha de alumbrar y alegrar, no sólo a los que me son más queridos, sino a todos los que están en la casa, sin excluir a nadie.

      La caridad no es difícil, sino que “parece” difícil, pues tu yugo, oh Señor, es suave y ligero. Cuando nos decidimos a aceptarlo, experimentamos inmediatamente su dulzura, y exclamamos con el salmista: “Corrí por el camino de tus mandamientos desde el punto en que ensanchaste mi corazón”. Sólo la caridad puede ensanchar mi corazón. ¡oh Jesús! Desde que esa dulce llama lo consume, corro con alegría por el camino de vuestro “mandamiento nuevo”… Y quiero correr por él hasta que llegue el día dichoso en que, uniéndose al cortejo virginal, pueda seguiros por los espacios infinitos cantando vuestro “cántico nuevo”, que será el cántico del Amor (Sta. Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos,  C, IX, 25.33, cfr. Div., 1094).

48. ¡Qué gracia más grande, Dios mío, cuando por la mañana no sentimos ningún ánimo, ninguna fuerza para practicar la virtud! Entonces es el momento de poner “la segur a la raíz del árbol”… El amor todo lo puede: “las cosas más imposibles no le parecen difíciles”. ¡Oh Jesús! Tú no miras tanto a la grandeza de las obras, ni siquiera a su dificultad, cuanto al amor con que tales obras se hacen (Sta. Teresa del Niño Jesús, Carta, 40, cfr. Div., 1200).

49. ¡Oh Jesús! La vista de la sangre que cae de tus manos divinas me conmueve profundamente, y experimento una pena inmensa al pensar que esa sangre cae al suelo sin que nadie se cuide de recogerla. Resuelvo mantenerme constantemente en espíritu al pie de la cruz para recibir el rocío divino y derramarlo sobre las almas. ¡Oh Jesús! Tu grito en la cruz: “¡Tengo sed!” resuena continuamente en mi corazón. Esas palabras encienden en mí un ardor muy vivo y desconocido. Deseo darte de beber, oh Amado mío, y yo misma me siento devorada por la sed de almas. Me atraen las almas de los grandes pecadores. Me abrasa el deseo de librarlas del fuego eterno.

      Mi deseo de salvar almas crece de día en día, oh Jesús; se me figura que me dices como a la Samaritana: “Dame de beber”. ¡Qué maravilloso trueque de amor! Yo les doy a las almas tu sangre, a ti te ofrezco estas mismas almas refrescadas con tu rocío divino, y de este modo me parece quitarte la sed; y cuanto más te doy de beber, tanto más crece la sed de mi pobrecita alma. Y tú me das a mí esta sed ardiente como la más deliciosa bebida de tu amor (Sta. Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos,  A, V, 3.5, cfr. Div., 1382).

50. “Atráeme, Señor, correremos”… ¡Oh, Jesús! Te pido que me atraigas a las llamas de tu amor, que me unas tan estrechamente a ti, que seas tú quien vivas y obres en mí. Creo que cuanto más me abrase el corazón el fuego del amor, con tanta mayor fuerza diré: “Atráeme”; y cuanto más se acerquen las almas a mí…, con tanta mayor ligereza correrán esas almas al olor de tus perfumes(Sta. Teresa del Niño Jesús, Manuscritos autobiográficos,  A, X, 36-37. 40, cfr. Div., 1390).

51. Soy la más pequeña de las criaturas. Conozco mi miseria y mi debilidad. Pero sé también cuánto gustan los corazones nobles y generosos de hacer el bien. Os suplico, pues, ¡oh bienaventurados moradores del cielo!, os suplico que me adoptéis por hija. Para vosotros solos será la gloria que me hagáis adquirir; pero dignaos escuchar mi súplica. Es temeraria, lo sé, sin embargo, me atrevo a pediros que me alcancéis vuestro doble amor (Sta. Teresa del Niño Jesús, MB XI, 16, cfr. Div., 1642).

52. Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis oraciones; en él encuentro todo lo que es necesario a mi pobre alma. En él descubro siempre nuevas luces, sentidos escondidos y misteriosos (Sta. Teresita del Niño Jesús, ms. Auto. A 83v); (Cat. 2705).

53. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el más noble de todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ARDIENDO DE AMOR. Comprendí que el Amor sólo hacía obrar a los miembros de la Iglesia, que si el Amor llegara a apagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártires rehusarían verter su sangre… Comprendí que EL AMOR ECERRABA TODAS LAS VOCACIONES, QUE EL AMOR ERA TODO, QUE ABARCABA TODOS LOS TIEMPOS Y TODOS LOS LUGARES… EN UNA PALABRA, QUE ES ¡ETERNO! (santa Teresita del Niño Jesús, ms. Autob. B 3v), (cat. 864).

54. Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra (santa Teresa del Niño Jesús, verba), (Cat. 1683).

55. Yo no muero, entro en la vida (santa Teresa del Niño Jesús, verba), (Cat. 1025).

56. Tras el destierro en la tierra espero gozar de ti en la Patria, pero no quiero amontonar méritos para el Cielo, quiero trabajar sólo por vuestro amor… En el atardecer de esta vida compareceré ante ti econ las manos vacías, Señor, porque no te pido que cuentes mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de ti mismo… (santa Teresa del Niño Jesús, ofr.), (Cat. 1460).

 

Fuentes:

Fr.   Emérito G.ª SETIEN DE J.M., Santa Teresita del Niño Jesús. Obras Completas, Burgos 1969.

Cat. Catecismo Iglesia Católica.

Div: Intimidad divina. Meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año. P. Gabriel de Sta. M. Magdalena, ocd, Editorial Monte Carmelo, Burgos (9) 1998.

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