¡Oh Dios mío, quiero amarte y servirte toda mi vida,
por eso te doy mi alma, mi corazón, todo mi ser! (cfr. C 61).
Quiero morir antes que ofenderte con el pecado, por eso desde hoy me
mortificaré en todo lo que me pudiera apartar de Ti (cfr. C 62).
"¡Antes morir que pecar"! (C 83).
Dios mío, me propongo hacer cuanto sepa y pueda para que seas conocido
y amado, y reparar las ofensas que recibas todos los días de los hombres, particularmente
de las personas de mi familia (cfr. C 62).
¡Dios mío, dame una vida de amor, de mortificación y de sacrificio!
(cfr. C 62).
Muy pequeña, le comunicó a su amiga Mercedes Vega: "Quiero ser
santa como Domingo Savio" (J 27).
En la noche, le rezo al Ángel de la Guarda antes de acostarme, él me
despierta puntualmente a la hora fija (cfr. C 68).
Laurita, empujada por un deseo de vivir la caridad en forma plena,
"pidió permiso al confesor para ofrecerse al Sagrado Corazón de Jesús como
víctima por la conversión de su madre"..."¡Mi vida por la suya!" (C 100;
B 26).
El día antes de morir, llamó a su madre y le dijo: "mamá me
muero, se lo pedí yo misma a Jesús...Hace dos años que ofrecí mi vida por ti...para
pedir la gracia de tu conversión. ¿Tendré la dicha de verte arrepentida? Su madre se
convirtió y le dijo: "Oh Laura, te juro que haré lo que me pides. ¡Estoy
arrepentida! ¡Dios es testigo de mi promesa!" Sus últimas palabras fueron:
"Ahora muero contenta" (J 27).
Laura vivió lo que nos dice Jesús: No hay amor más grande, que
dar la vida por la persona amada (Jn 15,13).
Nos dice san Alfonso María de Ligorio que "la muerte aceptada por
amor equivale a martirio" (cfr. C 137).
Amaba tanto a Jesús, que se llamaba a sí misma, "la loquilla de
Jesús" (C 105).
Se consagró a María Santísima y decía: "¡Qué alegría para
mí ser Hija de María!...y rezaba: "Virgen del Carmelo, llévame al cielo" (C
105).
"El que conoce la cruz la aprecia, y quien no la conoce huye de
ella", decía santa Gemma Galgani. Laura lo sabía y con fervor juvenil trataba de
conformarse al Divino Crucificado, ofreciéndole privaciones...en espíritu de
reparación. "Reparar las ofensas que Dios recibe continuamente de los hombres, en
especial de las personas de mi familia", era uno de los propósitos de su primera
comunión, por eso no desertaba del camino de la Cruz (C 110; B 17).
Laura elevaba esta poesía a María: ¡Oh María, rosa divina,
esplendor del paraíso, toda mente a Ti se inclina! ¡oh María, rosa divina! (C 115).
Laura se consagró a María con esta oración: "¡Sé tú Madre
nuestra en todo y siempre. Sénos propicia durante toda la vida, pero sobre todo, no nos
abandones en la hora de la muerte para que, después de haber honrado y servido fielmente
sobre la tierra, tengamos la suerte de estar todas reunidas bajo tu manto y gozar contigo
en la felicidad eterna" (C 124).
Laura "siempre había sido solícita en el honrar a la
Virgen" (C 124).
Cuando está a punto de morir, Laura le dice a su amiga Mercedes Vera:
"Querida Merceditas, sé siempre devota de Jesús Sacramentado y de María
Auxiliadora...Sé constante en la virtud...¡Adiós...Besaré por ti los pies a la Virgen,
que espero veré dentro de poco!" (C 136).
Fuentes:
B: BECCALOSSI, M.L., El mensaje de Laura Vicuña, En Serie
"Héroes de nuestro tiempo" nº 21, Santiago 1981.
C: CÁSTANO, Luis, Una adolecente de trece años en los altares. La
Beata Laura Vicuña. Alumna de las Hijas de María Auxiliadora de las Misiones
Patagónicas, 1891-1904, Barcelona 1988.
J: JORDÁ, Miguel, El Santoral del tecer milenio, Santiago 1997.