XVIII. Palabras

de la Sagrada Escritura

 

3900.

 

1.   “Al principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gén 1, 1).

2.   “Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gén 1, 27).

3.   “Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo” (Gén 2, 7).

4.   El Señor dijo a Abram: ‘Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y servirá de bendición. Bendeciré a los que te bendigan... Abram marchó, como le había dicho el Señor (Gén 12, 1-4).

5.   “Isaac dijo a Abraham, su padre: ‘¡Padre!’ El respondió: Aquí estoy, hijo mío. El muchacho dijo: Tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio? Abraham le contestó: Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío. Y siguieron caminando juntos” (Gén 22, 7-8).

6.   “Yo soy José, su hermano” (Gén 45, 4).

7.   El Señor le dijo a Moisés: Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob” (Ex 3, 6).

8.   El Señor le dijo a Moisés: “He bajado a liberarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel” (Ex 3, 8).

9.   Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy. Esto dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ me envía a ustedes” (Ex 3, 14).

10. Dijo Dios a Moisés: “Habla así a la casa de Jacob, diles a los hijos de Israel: Ustedes han visto lo que hice a los egipcios, a ustedes los llevé en alas de águila y lo he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escuchan mi voz, me obedecen y guardan mi alianza, serán mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque es mía toda la tierra; serán para mí una nación santa, un reino de sacerdotes” (Ex 19, 5-6).

11. “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud” (Ex 20, 1).

12. El Señor dijo a Moisés: Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: ‘Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto’ (Ex 32, 7-8).

13. “El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Ex 33, 11).

14. “Moisés invocó el nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel” (Ex 34, 6).

15. “El Señor habló a Moisés: Di a la comunidad de los israelitas: Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo. Respeten a sus padres y guarden mis sábados. Yo soy el Señor, su Dios. No acudan a ídolos ni se hagan dioses de fundición. Yo soy el Señor, su Dios” (Lev 19, 1-4).

16. “No darán sentencias injustas ni cometerán injusticias en pesos y medidas. Tengan balanzas, pesas y medidas exactas. Yo soy el Señor, su Dios, que los sacó de Egipto” (Lev 19, 35-36).

17. ¿Qué nación grande tiene un dios tan cercano como está el Señor, nuestro Dios, cuando lo invocamos? Y ¿qué nación grande tiene unos mandatos y decretos tan justos como esta ley que yo les promulgo hoy? (Dt 4, 7).

18. “Yo soy el Señor, tu Dios. Yo te saqué de Egipto, de la esclavitud” (Dt 5, 6).

19. “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado” (Dt 6, 4-7).

20. “Si el Señor se ha prendado de ustedes y los eligió no fue por ser ustedes más numerosos que los demás –porque son el pueblo más pequeño–, sino que por puro amor a ustedes, por mantener el juramento que había hecho a sus padres, los sacó de Egipto con mano fuerte y los rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios, un Dios fiel: a los que lo aman y guardan sus preceptos, les mantiene su alianza y su favor por mil generaciones” (Dt 7, 7-9).

21. “Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí con unos pocos hombres; allí se hizo un pueblo grande, fuerte y numeroso. Los egipcios nos maltrataron y nos humillaron, y nos impusieron dura esclavitud. Gritamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestros trabajos, nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con terribles portentos, con signos y prodigios y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso entro aquí con las primicias de los frutos del suelo que me diste, Señor” (Dt 26, 5-10).

22. Moisés subió al Monte Nebo... que mira a Jericó, y el Señor le mostró toda la tierra que prometió a Abraham, a Isaac y a Jacob, ... y le dijo: Se la daré a tu descendencia. Te la he hecho ver con tus propios ojos, pero no entrarás en ella. Y allí murió Moisés... Josué... poseía grandes dotes de prudencia, porque Moisés le había impuesto las manos... Pero ya no surgió otro profeta como Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara... (cfr. Dt 34, 1-12).

23. “Elías se acercó a la gente y dijo: ¿Hasta cuando van a caminar con muletas? Si el Señor es el verdadero Dios, síganlo; si lo es Baal, sigan a Baal. La gente no respondió una palabra” (1 Re 18, 21).

24. “Después del fuego se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le decía: ¿Qué haces aquí, Elías? Respondió: Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han destruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme... El Señor le dijo: ... me reservaré en Israel siete mil hombres: las rodillas que no se han doblado ante baal, los labios que no lo han besado” (1 Re 19, 12-14).

25. La madre de los siete hijos martirizados alienta al menor a que de testimonio de su fe: “Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a este verdugo, no desmerezcas a tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos” (2 Mac 7, 27-29).

26. “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor” (Job 1, 21).

27. “Tres amigos de Job al enterarse de la desgracia que había sufrido, salieron de su lugar y se reunieron para ir a compartir su pena y consolarlo. Cuando lo vieron a distancia, no lo reconocían, y rompieron a llorar... se quedaron con él, sentados en el suelo, siete días con sus noches, sin decirle una palabra, viendo lo atroz de su sufrimiento” (Job 2, 11-13).

28. Dijo Job: “¡Ojalá supiera cómo encontrarlo, cómo llegar a su tribunal! Presentaría ante él mi causa con la boca llena de argumentos... ¿Pleitearía él conmigo haciendo alarde de su fuerza? No; más bien tendría que escucharme. Entonces yo discutiría lealmente con él y ganaría definitivamente mi causa. Pero me dirijo al levante, y no está allí... (Job 23, 2-7)... El Señor habló a Job: ¿Quiere el censor discutir con el Todopoderoso? El que critica a Dios que responda. Job respondió al Señor: me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano; he hablado una vez, y no insistiré... El Señor replicó a Job desde la tormenta: Si eres hombre, cíñete los lomos; voy a interrogarte, y tú responderás (Job 40, 1-7)... Job respondió al Señor: reconozco que lo puedes todo y ningún plan es irrealizable para ti –yo, el que empañó tus designios con palabras sin sentido–; ... te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza” (Job 42, 1-6).

29. La sabiduría... “es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, inco­ercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos. La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento, y en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo. Es un hálito del poder de Dios, una emanación purísima de la gloria del Omnipotente, por eso nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad. Siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo, y, entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas; pues Dios ama ... a quien convive con la sabiduría ...a la sabiduría no la vence el mal” (Sab 7, 22-30).

30. “Respetar al Señor es el principio del saber, los necios desprecian la sensatez y la educación” (Prov 1, 7).

31. “Que tu primera adquisición sea la sensatez” (Prov 4, 7).

32. “Aparte de ti lengua tramposa, aleja de ti los labios falsos; que tus ojos miren de frente y tu mirada se dirija hacia adelante; fíjate dónde pones los pies, que todos tus caminos estén firmes, no te desviés ni a derecha ni a izquierda, aparte tus pasos del mal” (Prov 4, 24-27).

33. “Di a la sensatez: ‘Tú eres mi hermana’, llama a la prudencia parienta tuya, para que te guarde de la mujer ajena, de la extraña de palabras melosas” (Prov 7, 4).

34. “Una mujer hacendosa, ¿quién la encontrará? vale mucho más que las perlas... (Prov 31, 10...).

35. Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña: Mi amigo tenía una viña en fértil collado... esperó que diera uvas, pero dio agrazo­nes...  (cfr. Is 5, 1-7).

36. “Unos serafines clamaban alternándose: ¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de tu gloria!” ... Yo dije ‘¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros... Y voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano...; la aplicó en mi boca y me dijo: ‘Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado’. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién mandaré?, ¿quién irá de nuestra parte? Contesté: Aquí estoy, mándame. El replicó vete y di a este pueblo... (Is 6, 2-9).

37. “Si no creen, no subsistirán” (Is 7, 9).

38. “Retoñará un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará, sobre el cual se posará el espíritu del Señor: espíritu de sensatez e inteligencia, espíritu de valor y de prudencia, espíritu de conocimiento del Señor y respeto del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas, juzgará con justicia a los desvalidos, sentenciará con rectitud a los oprimidos...” (Is 11, 1-4).

39. “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios: hablen al corazón de Jerusalén, grítenle que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen... Una voz grita: En el desierto preparen un camino al Señor; allanen en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se nivele; y se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos” (Is 40, 1-5).

40. “Miren a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que promueva el derecho en las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña trizada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra” (Is 42, 1-4).

41. “Destilad, cielos, el rocío, y que las nubes lluevan al justo; que la tierra se abra y haga germinar al Salvador” (Is 45, 8).

42. “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano...” (Is 49, 1-2).

43. “¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti, dice el Señor” (Is 49, 15).

44. “Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído... (Is 50, 4-5).

45. “Miren, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre ni tenía aspecto humano... no tenía presencia ni belleza... despreciado y evitado de la gente, un hombre hecho a sufrir, curtido en el dolor... lo tuvimos por nada; a él que soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores... fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes... Maltratado aguantaba, no abría la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no abría la boca. Sin arresto, sin proceso, lo quitaron de en medio... le dieron sepultura con los malvados... aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca... el cargó con el pecado de todos e intercedió por los pecadores” (cfr. Is 52, 13-53, 12).

46. “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que de semilla al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Is 55, 10-11).

47. “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al desnudo, y no te apartes de tu semejante” (Is 58,7).

48. “Lucharán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–” (Jer 1, 19).

49. “Cuando recibía tus palabras, las devoraba, tu palabra era mi gozo y mi alegría íntima” (Jer 15, 16).

50. “Y yo, ¿no podré tratarlos, israelitas, como ese alfarero? Como el barro en manos del alfarero, así están ustedes en mis manos, israelitas” (Jer 18, 6).

51. “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me agarraste y me has podido. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Si hablo, es a gritos, clamando ‘violencia, destrucción!’, la palabra del Señor se me volvió escarnio y burla constantes, y me dije: No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre. Pero la sentía dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos: hacía esfuerzos por contenerla y no podía” (Jer 20, 7-9).

52. “Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente, diciendo: ‘Tienes que conocer al Señor’, porque todos, grandes y pequeños, me conocerán –oráculo del Señor–, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados” (Jer 31, 33-34).

53. “Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu y haré que caminen según mis preceptos y que pongan por obra mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ez 36, 26-28).

54. “El Señor me dijo: ‘Profetiza el espíritu, conjura el aliento, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu, al aliento: Así dice el Señor: Ven, espíritu de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan’. Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu, el aliento, entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era una muchedumbre inmensa” (Ez 37, 9-10).

55. “Me casaré contigo para siempre, me casaré contigo a precio de justicia y derecho, de afecto y de cariño. Me casaré contigo a precio de fidelidad, y conocerás al Señor” (Os 2, 21-22).

56. “¿Cómo podré dejarte, Efraín; entregarte a ti Israel?... Me da un vuelco el corazón, se me revuelven todas las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín: que soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti y no enemigo devastador” (Os 11, 8-9).

57. “Busquen el bien, no el mal, y vivirán y estaré realmente con ustedes, como dice, el Señor de los ejércitos. Odien el mal, amen el bien, instalen en el tribunal la justicia; a ver si se apiada el Señor, Dios de los ejércitos, del resto de José” (Am 5, 15).

58. “Hombre, ya te he explicado lo que está bien, lo que el Señor desea de ti: que defiendas el derecho ames la lealtad, y que seas humilde con tu Dios” (Miq 6, 8-9).

59. “¡Salta de alegría, hija de Sión! ¡Lanza gritos de gozo, hija de Jerusalén! he aquí que viene tu Rey, el Santo, el Salvador del mundo” (cfr. Zac 9, 9).

60. “Dichoso el hombre que ... se complace en la ley del Señor y medita esa ley día y noche” (Sal 1).

61. “¡Señor, dueño nuestro, qué admirable eres tú en toda la tierra!” (Sal 8).

62. “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia, el que habla sinceramente y no calumnia con su lengua” (Sal 15).

63. “El Señor tiene en su mano mi copa con mi sangre y mi lote: me toca una parcela hermosa, una heredad magnífica. Bendeciré al Señor, que me aconseja, aun de noche me instruye internamente; tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré” (Sal 16).

64. “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos; el día le pasa el mensaje al día, la noche se lo susurra a la noche” (Sal 19).

65. “El Señor es mi pastor: nada me falta; en verdes praderas me hace recostar ... aunque camine por valles oscuros, nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 23).

66. “Señor, enséñame tus caminos, dime cuáles son tus senderos” (Sal 24, 4).

67.      “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa... Contra ti, contra ti solo pequé... crea en mí un corazón puro, y renueva en mi interior un espíritu firme” (Sal 51).

68. “Qué bueno es Dios para el honrado, el Señor para los limpios de corazón” (Sal 73).

69. “Haz, Señor, que siga con firmeza tu palabra, para que no se apodere de mí ningún pecado” (Sal 118).

70. “Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros: no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos: como un niño en brazos de su madre, como un niño recién amamantado así está mi alma. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre” (Sal 131).

71. “Señor, tú me sondeas y me conoces: me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos percibes mis pensamientos” (Sal 139).

72. “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4).

73. “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19).

74.      “Bienaventurados los pobres de espíritu, ... los mansos, ... los misericordiosos, ... los limpios de corazón, ... los que trabajan por la paz...” (Mt 5, 1s).

75. “Ustedes son la sal de la tierra... ustedes son la luz del mundo...” (Mt 5, 13s).

76. “Busquen primero el reino de Dios y su justicia...” (Mt 6, 33).

77. “Todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abrirá” (Mt 7, 8).

78. “El que escuche mis palabras y las ponga en práctica será como el hombre sabio y prudente que construye sobre roca” (Mt 7, 24).

79. “Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuesto, y le dice: ‘Sígueme’. Él se levantó y lo siguió” (Mt 9, 9).

80. “Yo te alabo Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y entendidos y se las revelaste a la gente sencilla” (Mt 11, 25).

81. “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón” (Mt 11, 28-29).

82. “Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50).

83. “El reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mt 13, 44).

84. “Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).

85. “El día de la Transfiguración se oyó la voz del Padre que decía: Este es mi Hijo amado, éste es mi Elegido, escúchenlo” (Mt 17, 5).

86. “Si no cambian y se hacen como los niños, no entrarán en el reino de los Cielos” (Mt 18, 2).

87. “Pedro le pregunta: ‘Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18, 21-22).

88. “Dejen que los niños vengan a mí: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos” (Mt 19, 14).

89. “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida para redención de todos” (Mt 20, 28).

90. “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt 26, 42).

91. “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

92. Jesús, “de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración” (Mc 1, 35).

93. Jesús “subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios” (Mc 3, 13-15).

94. Jesús les dijo a los Doce: “Si alguno quiere ser el primero, sea el últimos de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 35).

95. “El Hijo del hombre ha venido a dar la vida como rescate por la humanidad, dice el Señor” (Mc 10, 45).

96. “Yo les aseguro, dice el Señor, que todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán” (Mc 11, 23-24).

97. Jesús dijo: Esta viuda pobre ha donado más que todos ... ha donado lo que necesitaba para vivir” (Mc 12, 43).

98. “Vayan por todo el mundo, dice el Señor, anuncien el Evangelio a todos los hombres” (Mc 16, 15).

99. “Dijo el ángel a María: Has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir y a dar a luz un hijo, y será llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1, 31).

100. Dijo María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

101. “Dichosa, tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor” (Lc 1, 45).

102. Dijo María: “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva” (Lc 1, 48).

103. “María conservaba todas aquellas palabras y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19).

104. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Nueva a los pobres y anunciar su liberación a los cautivos” (Lc 4, 18).

105. “Sean misericordiosos, como es misericordioso el Padre de ustedes, dice el Señor” (Lc 6, 36).

106. “He venido a traer fuego a la tierra, y cuánto desearía que ya estuviese ardiendo, dice el Señor” (Lc 12, 49).

107. Los discípulos de Emaús se decían: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32).

108. “Al atardecer del día de la resurrección, los discípulos reconocieron al Señor cuando partió el pan” (Lc 24, 35).

109. “El Señor ha resucitado” (Lc 24, 34).

110. “El Verbo se hizo hombre y hemos visto su gloria” (Jn 1, 14).

111. “De su plenitud hemos recibido todos, y cada don amoroso preparaba otro” (Jn 1, 16).

112. “Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

113. “Yo soy el pan de vida, dice el Señor; el que venga a mí, no tendrá hambre; y el que cree en mí, no tendrá sed” (Jn 6, 35).

114. “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él, dice el Señor” (Jn 6, 56).

115. “El que tenga sed, que venga a mí. Y beba el que cree en mí”, como dice la Escritura: “De sus entrañas brotarán ríos de agua viva”. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él (Jn 7, 37-39).

116. “Jesús le preguntó: Mujer, ¿nadie te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. El le dijo: Yo tampoco te condeno, anda y no vuelvas a pecar” (Jn 8, 10-11).

117. “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).

118. “Si perseveran y se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn 8, 31-32).

119. “Yo he venido, dice el Señor, para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).

120. “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. No así el asalariado, que no es pastor ni las ovejas son suyas. Cuando ve venir el lobo, huye abandonando las ovejas, y el lobo hace presa de ellas y las dispersa. A él sólo le interesa su salario y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10, 11-15).

121. “El Padre me ama, porque doy mi vida, para retomarla de nuevo. Nadie me la quita; la doy y la entrego voluntariamente” (Jn 10, 17-18).

122. “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre” (Jn 11, 25-26).

123. “Marta dijo a Jesús: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido al mundo” (Jn 11, 27).

124. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. El que quiera servirme que me siga...” (Jn 12, 24-26).

125. “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor” (Jn 12, 32).

126“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se amen unos a otros” (Jn 13, 34-35).

127. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocen a mí, también conocerán al Padre. Desde ahora ya lo conocen y lo han visto... Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí... Si ustedes me aman guardarán mis mandamientos...” (Jn 14, 6-7.11.15).

128. “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que de más fruto. Ustedes ya están limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podrán hacer nada... Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán” (Jn 15, 1-7).

129. “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando... No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los he preparado para que vayan y den fruto, y ese fruto perma­nez­ca...” (Jn 15, 12-16).

130. “Cuando venga el Espíritu de verdad, dice el Señor, él los guiará hasta la verdad plena” (Jn 16, 13).

131. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3).

132. Jesús dijo en la cruz: “Tengo sed” (Jn 19, 28).

133. Jesús resucitado envía a sus apóstoles: “La paz sea con ustedes. Como el Padre me envió, también yo los envío”. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos” (Jn 20, 21-23).

134. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban las maravillas de Dios” (Hech 2, 4.11).

135. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20).

136. “El amor de Dios ha sido infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que habita en nosotros” (Rom 5, 5; 8,11).

137. “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él ... Cristo resucitado, ya no puede morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6, 8).

138. “Hemos recibido un espíritu de hijos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rom 8, 15).

139. “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rom 8, 35).

140.    Ofrézcanse como hostia viva a Dios (Rom 12, 1).

141. Bendigan a los que los persigan... vence el mal con el bien (Rom 12, 14.21).

142. “Cuando estuve entre ustedes nunca me precié de otra cosa que de conocer a Jesucristo crucificado” (1 Cor 2, 2).

143. “Son templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en ustedes. El santuario de Dios es sagrado y ustedes son ese santuario” (1 Cor 3, 6-17).

144. El amor es paciente, servicial y sin envidia, no busca su propio interés, olvida las ofensas y perdona, le agrada la verdad. El amor todo lo espera (1 Cor 13).

145. Llevamos este tesoro en vasos de barro para que se note que la fuerza es de Dios y no nuestra (2 Cor 4, 7).

146. “El amor de Cristo nos compromete a vivir, no para nosotros mismos, no para él, que murió y resucitó por nosotros” (2 Cor 5, 14-15).

147. “El que está en Cristo, es una nueva creación” (2 Cor 5, 17).

148. “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (2 Cor 12, 8).

149. “Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál 2, 20).

150. “Porque son hijos de Dios, Dios infundió en sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Padre” (Gál 4, 6).

151. Los frutos del Espíritu son: caridad, alegría y paz; paciencia, comprensión, de los demás, bondad y fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo (Gál 5, 22).

152. San Pablo dice: no quiero sentirme orgulloso de nada, sino de la cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él el mundo está crucificado para mí, y yo, para el mundo (Gál 6, 14).

153. “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” (Fil 1, 21).

154. Tengan los mismos sentimientos de Jesús, es decir, la humildad (Fil 2).

155. “Por amor a Cristo, acepté perderlo todo; y todo lo considero como basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3, 8).

156. “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil 4, 13).

157. “Estén siempre alegres en el Señor... el Señor está cerca” (Fil 4, 4-5).

158. “Puesto que han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes del cielo, no a los de la tierra” (Col 3, 1.2).

159. “Vivamos en este mundo como hombres responsables justos y que sirven a Dios” (Tit 2, 12).

160. “Cuando Jesús vino al mundo, dijo: Padre mío, he venido para cumplir tu voluntad” (Heb 10, 5.7).

161. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos” (Heb 13, 8).

162. Mostraré la fe que tengo por las obras de caridad (Stgo 2, 18).

163. El que no peca en el hablar es un hombre perfecto (Stgo 3, 2).

164. “Dios envió al mundo a su Hijo único, para darnos vida por medio de él” (1 Jn 4, 9).

165. “Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16).

166. Has perdido el amor del principio, de cuando Jesús te llamó (Ap 2, 4).

167. “Mirad que estoy a la puerta y llamo: dice el Señor; si alguno oye mi voz y me abre. entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).

168. “Sí, vengo pronto”¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22, 21).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1