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(odo1a.htm; versión al 9.8.2000)                                                                             Página Principal

 

El Método Teológico

     

     

    1)  No tener la mirada simple, la mirada del "sabio y entendido", el  "saber categorial":

    "...el misterio del amor es que, si él mismo carece de fundamento, fundamenta todo lo demás. A su luz invisible todo lo demás resulta patente y comprensible. Se hace, con la palabra del Antiguo Testamento , sapiencial. Nada en la tierra ni en el cielo podría ser conocido si Dios no hubiese "dado la sabiduría y no le hubiese enviado de lo alto su Espíritu santo" (Sb 9,16-17). "En tu luz vemos la luz" (Sal 36,10). El amor no es, por consiguiente, irracional, pues es la fuente de toda racionalidad. Pero, si la ciencia se funda a la postre en la sabiduría, ésta se funda en el amor. Por eso se puede decir con la teología espiritual de la Edad Media, apoyándose en Gregorio Magno: "Por medio del amor llegamos al conocimiento". En efecto, "el amor mismo es conocimiento". El amor tiene su evidencia última en sí mismo, d ela que deriva toda evidencia científica" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol III. Espíritu de la Verdad, Madrid 1998, 438).

     

    Muchos huyen a Hegel, pero su sistema no hace justicia ni a Dios (el que necesita del mundo, para ser el mismo), ni al hombre (el que se debe eliminar como concreto individual). Se desviste a la muerte de su dignidad, se le reduce a un momento especulativo.

    "Tómese su recurso a Hegel, donde el Espíritu para su autodevenir se presu-pone la sensibilidad. Pero este sistema no puede hacer justicia, como se ha mostrado en otra parte (TD 1,54 ss.), ni a Dios (que necesita del mundo para ser Él mismo) ni al hombre (que se ha sacrificado como individuo concreto). Aquí se despoja a la muerte de su dignidad: se convierte en un momento especulativo a favor del devenir de Dios, se olvida como acontecimiento de la vida concreta" (BALTHASAR, Hans Urs von, Epílogo, Madrid 1998, 28).

     

    "A los escribas y fariseos de nuestro tiempo, que hacen de la santa Biblia una palabrería fría, sin alma ni corazón, ciertamente no deseo tenerlos como testigos de mi fe íntima y viva. Yo sé cómo han llegado a eso, y cómo Dios les perdona que, encolerizados maten a Cristo...ya que convierten su palabra en letra muerta y él mismo, el Viviente, en un ídolo vacío. Como Dios se los perdona, se lo perdono yo también. Sólo que no deseo entregarme, ni entregar mi corazón donde hay error, y por eso me callo ante los teólogos de profesión...igualmente que ante aquellos que no quieren saber nada de esto, porque, acostumbrados a creer desde pequeños a través de la letra muerta y del precepto terrible, detestan cualquier religión, que no obstante sigue siendo la primera y la última necesidad del hombre...Era necesario que todo esto ocurriera, como ha ocurrido en general y sobre todo en el caso de la religión, respecto a la cual las cosas están más o menos que cuando Cristo vino al mundo. Pero igual que después del invierno viene la primavera, así después de cada muerte del espíritu humano brota siempre vida nueva, y lo santo siempre es santo, aunque los hombres no lo adviertan. Y hay algunos que son, en su corazón, más religiosos de lo que quieren o pueden decir, y tal vez alguno de nuestros predicadores diga más de lo que otros suponen, ya que las palabras que él emplea han sido ya usadas con frecuencia y de mil maneras" (HÖLDERIN, citado en BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Parte terecra: Metafísica. Vol 4. Edad Antigua, Madrid 1998, 15-16).

     

    Cuidemos de no apoyarnos en falsos mitos o en poesía no veraz,  a falta de basarse en la filosofía analógica cristiana

    "Así como Platón criticaba a los poetas, porque no se apoyaban en la base donde se fragua la verdad, sino que permanecían sujetos a imágenes aforísticas e intrascendentes, de igual forma la revelación bíblica critica toda la metafísica (mítico-filosófico-religiosa): porque la verdad entre el mundo y Dios es mucho más profunda de lo que el hombre sabe, la legislación divina mucho más santa y su transgresión mucho más impía de lo que el simple mundo permite ver. Por eso resulta también la jaris de Dios mucho más piadosa, gratuita y transfigurante de lo que cualquier mundo simbólico, político-estético, fundado por los hombres, permita nunca imaginar" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Parte terecra: Metafísica. Vol 4. Edad Antigua, Madrid 1998, 27).

     

     "Existe una tendencia ...peligrosa en la Iglesia, a saber, la superación y el vaciamiento de la fe por el conocimiento. Dicha tendencia ha sido descrita varias veces como el verdadero declive trágico de la historia cristiana" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol IV, La acción, Madrid 1995, 429).

     

    "La pregunta fundamental que ahora se ha de plantear es: ¿Puede la lógica humana proporcionar una base humana sólida para una representación auténtica de la lógica divina?" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol II, Verdad de Dios, Madrid 1997, 67).

     

    "...el hombre positivista-ateo de hoy, cegado, no sólo para la teología, sino incluso para la filosofía, debía, situado ante el fenómeno de Cristo, aprender a "ver" de nuevo: experimentar en lo inclasificable, totalmente otro, de Cristo el iluminarse de lo sublime, de lo glorioso, de Dios, para lo cual posee también en su estructura humana una precomprensión (Gloria 4 y 5). Pero la verdadera presencia de dicha precomprensión sólo es descubierta en la historia de salvación del Antiguo y Nuevo Testamento (Gloria 6 y 7) y desarrollada temáticamente por los grandes teólogos cristianos (Gloria 2). Este comienzo parecía tanto más necesario cuanto que, en el actual intento católico posconciliar de una reforma de la teología, tampoco se resalta suficientemente y queda de nuevo oculto por el racionalismo de algunas aproximaciones exegéticas al fenómeno de Cristo –tras las huellas del racionalismo de la escolástica tardía-" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teológica. Vol I, Verdad del mundo, Madrid 1997, 22).

     

    "Con toda seguridad que es tarea de los santos el provocar tales comienzos nuevos y los correspondientes exámenes de conciencia. Cuando su mensaje. Cuando su mensaje es proclamado a pleno día, contiene siempre una carga de desazón, razón por la que al principio, la mayoría de las veces, es rechazado o no acogido más que por un pequeño grupo. Por regla general, su gran eficacia es siempre póstuma. San Agustín, a propósito del versículo del Salmo que dice que los cadáveres de los santos están esparcidos por los campos, llega a llamar a los santos "el abono" de la Iglesia. Pablo retoma la palabra del Señor sobre el "último puesto", cuando él precisamente, con las demás "columnas de la Iglesia", se ve colocado aquí, y además no tanto por el mundo cuanto por la Iglesia misma. Los Corintios, inculturándose en la gnosis, son los "prudentes", los "fuertes", los "honrados", mientras que los apóstoles son "locos", "débiles" y "despreciados" (1 Cor 4,10). "Vosotros ya estáis hartos, ya sois ricos, sin nosotros ya reyes" (1 Cor 4,8), es decir, una Iglesia establecida, como la Iglesia danesa de Kierkegaard" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol IV, La acción, Madrid 1995, 438).

     

    "La Ilustración, que primero se impuso en la teología anglicana y protestante, y después, con mayor radicalidad, en la filosofía francesa, penetró también al final en la teología católica. Hubo reacciones, al principio tímidas, por parte del romanticismo religioso, después, más enérgicas, con la revitalización del tomismo. Dichas reacciones, sin embargo, no pudieron impedir que los principios de la Ilustración, sobre todo con su método "histórico-crítico" de exégesis racionalista aplicada a los textos inspirados, no reivindicaron, con una nueva energía, la primacía en la teología. La consecuencia es que, actualmente, el pensamiento cristiano se encuentra revuelto y dividido hasta en sus fundamentos. Así, en lugar de una comprensión de la fe, en la que, conforme a la idea tradicional, los artículos del Credo son el objeto de la reflexión teológica cristiana que no se puede cuestionar en modo alguno, se propone una comprensión inversa que comienza por someter a un cuestionamiento racional precisamente a estos artículos –tanto su contenido como el acto de fe que se les debe- y que termina proponiendo, para la mayoría de los artículos, un contenido nuevo, esencialmente reducido, en consonancia con las aportaciones razonables de la antropología. El magisterio eclesial, que mantiene el contenido tradicional como obligación en conciencia, es asimismo cuestionable desde principios histórico-críticos y se le exige presentar su legitimidad. Y dado que los resultados seguros del método histórico-crítico son raros, mientras que pululan por doquier sus cuestionamientos sobre lo que antes se tenía por cierto, ocurre lógicamente que la fe de los cristianos ilustrados no puede permanecer, la mayoría de las veces, más que en suspenso; en el mejor de los casos, por falta de bases sólidas, no les es posible más que aferrarse a fórmulas eclesiales sabidas. Una solución precaria y, con toda seguridad, insuficiente, porque para el cristiano ilustrado la lex orandi no puede ser ya en modo alguno la lex credendi: así por ejemplo, lo que es objeto de oración en el canon de la celebración comunitaria, está para él muy lejos de poder ser comprendido en sentido literal.
             Y así también, el racionalismo, esa nueva gnosis que ha penetrado en la teología, exigiendo, en tono más categórico que nunca, un derecho de ciudadanía, puede presentarse como una forma de aggiornamiento de la Iglesia, como condición previa para la evangelización del mundo moderno. Sólo él, al parecer, ofrecería una base común sobre la que sería posible el entendimiento con los no creyentes, y desde la que cabría esperar por su parte una comprensión del hecho cristiano. De esta manera, se prepara en el mundo occidental lo que desde el punto de vista político, está realizando en el mundo oriental el movimiento "sacerdotes para la paz". Ahora bien, puesto que la cristología elaborada según el método histórico-crítico se presenta en el fondo como una crsitología "ascendente", es decir, a partir del hombre Jesús de Nazaret, y asimismo por el hecho de que las afirmaciones de la cristología "descendente" (según la cual el Verbo de Dios preexistente se hace carne) aparecen como superestructura posterior, no se ve ya muy claro si merece todavía la pena y se puede llegar a justificar el compromiso de la vida –en el que la fe da testimonio con todas las consecuencias- para lo que resta de verdad histórica en el dato revelado" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol IV, La acción, Madrid 1995, 431-432).

     

    "...la ilustración y el idealismo han desdogmatizado lo cristiano hasta tal punto que ya ninguna barrera bloquea su validez universal y su consenso con una filosofía trascendental. ...hoy incluso la ortodoxia protestante (con la dogmática de karl Barth) ha dado pasos importantes y significativos más allá de semejantes barreras y ha puesto de este modo al cristianismo en confrontación inmediata con la pretensión trascendental de la razón y del idealismo (Schleiermacher).
            De la dogmática de Karl Barth irradia precisamente (a pesar de los desmentidos) una nueva y elemental sensibilidad para la "gloria"" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Parte tercera: metafísica. Vol 5. Edad Moderna, Madrid 1988, 22-23).

     

    "Pero ¿quien piensa hoy en filosofía? Sociología es la nueva palabra clave de la nueva Sorbona, "la ciencia exacta de la humanidad", en el fondo puro inventario, mera estadística. Péguy no se cansa de lanzar sus más amargas y cáusticas ironías sobre semejantes falsificaciones. Amargas, porque esa gente que contempla con gran satisfacción secreta el ocaso de las grandes filosofías y religiones de la humanidad, son los verdaderos sepultureros del humanismo. Irónicas y cáusticas, porque desenmascara la ridícula empresa de trastocar los valores de la santidad (por ejemplo, de Juana de Arco) en psicología. Progrese el mundo cuanto quiera, en el cristianismo "no hay ningún progreso (escrito en negrita). Sólo los modernos hacen progresos. Nosotros somos desde siempre estúpidos como san Crisóstomo". Mejorar lo cristiano sería como querer mejorar el polo norte" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Parte segunda: Formas de estilo. Vol 3. Estilos laicales, Madrid 1986, 482).

     

    ""...Estoy todavía sorprendido e que nuestros jóvenes clérigos, que sueñan con modernizar la fe antiquísima de las naciones occidentales y, acaso, hayan emprendido ya esta tarea, no hayan descendido todavía tan abajo como para salvar el dogma de la encarnación colocándolo bajo el epígrafe, digamos bajo el manto protector, del dogma psicológico del desdoblamiento de la personalidad. No quiero afirmar que así servirían a Dios como desea Dios ser servido. Poseen lo eterno y, para apoyarse, buscan lo temporal, tiene los sacramentos y practican celebralismos, tienen a la Madre de Dios y corren a refugiarse en los laboratorios psicofisiológicos. Yo digo solamente que, si nuestros clérigos jóvenes, tan ansiosos de inscribir su fe antigua en el sistema del mundo moderno, en el momento en que este mundo moderno hace agua por todas partes y balbuceando confiesa su incapacidad de interpretar el curso de la humanidad, presentasen el misterio de las dos personas o, hablando más exactamente el lenguaje de la teología católica, el misterio de las dos naturalezas en una persona, que corresponde al misterio de la persona única en las dos naturalezas y, en su orden y analógicamente, al misterio de un Dios único en tres personas como caso límite en el sistema del desdoblamiento de la personalidad, pienso que podrían dejar perplejos a los grandes señores de la soberana ciencia moderna""(BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Parte segunda: Formas de estilo. Vol 3. Estilos laicales, Madrid 1986, 430-431).

     

    "El Espíritu Santo es una realidad ignorada por los filósofos y por los filósofos de las religiones comparadas, o, cuando menos, "puesta provisionalmente entre paréntesis". No entra en el contexto científico preguntarse por qué el viento de la historia universal ha soplado precisamente en esta vela y por qué no ha escogido otra fórmula no menos irrelevante desde el punto de vista histórico, pero quizá más próxima histórica u objetivamente. ...Pero el hecho es que esta forma única ha sido la única impulsada por la constelación ocasionalmente favorable, por el kairós histórico. Y es seguro que quien excluye del fenómeno la dimensión del Espíritu santo, del Espíritu real y no sólo imaginado, no puede entender el fenómeno como éste se entiende a sí mismo, es decir, como el grano de mostaza, que tiene en sí la capacidad de crecer por encima de todas las demás plantas del jardín. Ahora bien, con todas las reducciones o mutilaciones del fenómeno ¿desde qué plano se entenderá mejor de lo que se entiende a sí mismo? ¿Desde la filosofía general de la religión o desde una (¿moderna?) autocomprensión ajena a la forma inscrita en la historia, pues "ya no le dice nada"? En realidad, la forma llega hasta nuestro presente. No termina con la Iglesia de los mártires o con Constantino. la Palabra está llena y continúa llenándose diariamente. La exigencia de la palabra, como exigencia del Jesús histórico y del Cristo de la fe, continúa siendo hoy la misma de siempre. Tiene los mismos "ojos de fuego", la misma "voz como estruendo de las muchas aguas" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Vol 1. La percepción de la forma, Madrid 1985, 443).

     

    "...es preciso establecer ...una delimitación de principio. las condiciones subjetivas de posibilidad que lleva consigo la percepción (que pueden ser muy amplias) no entran nunca en la constitución de la evidencia objetiva del objeto, ni la condicionan y menos la sustituyen. Toda forma de kantismo teológico por existencial que sea no hará sino falsear el fenómeno o escamotear su verdadera realidad. Ni siquiera el axioma escolástico "Quidquid recipitur, secundum modum recipientis recipitur" (que en términos modernos expresaría la necesidad de una precompresnión categorial o existencial) limita lo que acabamos de decir. En efecto, si es lo que dice ser, Cristo no depende de ninguna condición subjetiva que le impida hacerse plenamente comprensible al hombre, o que, al contrario, sea suficiente para recibirlo y comprenderlo sin necesidad de su gracia" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Vol 1. La percepción de la forma, Madrid 1985, 417).

     

     No basta la certeza psicológica. No podemos manipular la gracia:

    "Los profetas han reprochado a menudo al pueblo de Israel, que en general creía vivir en la alianza con Dios, el haber roto en su existencia la fidelidad a la alianza, la fe en la alianza. En este sentido, la certeza (psicológica) de la fe permanece problemática desde el principio y continúa siéndolo después. En efecto, ¿quién puede afirmar de sí mismo que vive conforme a la ley de la alianza (que el Nuevo testamento es Cristo)? En otras palabras: aunque yo supiera que dios me ha otorgado la fe como un don infuso, no podría en modo alguno estar seguro de que la he acogido tal como Dios me exige. pero hay algo más importante todavía. Si la fe es la participación otorgada en la perfecta fidelidad de Jesucristo a la alianza, entonces la fe, en su origen y en su centro, no me pertenece propiamente a mí, sino a Dios en Cristo. Cristo es, por así decirlo, la planta madre, y yo sólo su sarmiento, y tampoco puedo cerrarme sobre la realidad sobrenatural de la fe como sobre algo propio, sino que en y a través de la fe estoy abierto y expropiado de mí mismo. Lo "psicológico" de lo que podría cerciorarme es la dimensión menos interesante y característica de la fe. lo importante es el movimiento que me saca de mí mismo, la preferencia de lo otro, de lo más grande, de aquello de lo cual el que se ha expropiado a sí mismo por Dios no quiere precisamente asegurarse"(BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria. Una estética teológica. Vol 1. La percepción de la forma, Madrid 1985, 205).

     

    "Lo que importa ahora es renunciar a ampararse tras una cierta ceguera para el valor originario del ser, una enfermedad llamada positivismo y que proviene de no ver en lo real más que un dato incuestionable que está ahí (la expresión de "lo dado" sería ya decir demasiado, ya que no hay nadie que "dé"), una cosa ente la que sólo cabe una pregunta: ¿qué es lo que se puede hacer con este material? La ceguera ante la cuestión precedente significa la muerte de la filosofía y de esta forma, con mayor razón, de la teología. Si la filosofía comienza por extrañarse de que yo, como tal individuo en concreto, sea una realidad en el ser y, a continuación, que todo el resto de seres existentes sean como yo y conmigo también una realidad en el ser; si se sigue admirando por tanto ante el hecho incomparable de haber sido dotado con el ser, la teología, por su parte, sabiendo que la libertad eterna es lo que, desde toda la eternidad, se dona en profusión y que, en esta misma acción, engendra al Hijo, comienza con la escucha de un "tú" que me interpela.
            "Yo te he engendrado hoy", dice el Padre al Hijo. Yo te he creado hoy, dice la libertad eterna a la finita. El que ningún yo humano sea capaz de despertarse a sí mismo, a menos que otro yo le interpele directamente con un "tú"...De ninguno de los modos es Dios para sí mismo un objeto en sentido positivista, sino más bien el milagro más "inverosímil", a saber, que la autodonación absoluta del Padre-Origen engendra verdaderamente al Hijo coeterno y que el encuentro y unión de ambos hace proceder verdaderamente al único Espíritu, la hipóstasis del don por excelencia.
             Sólo a partir de este milagro, la libertad finita donada a sí misma, puede saberse interpelada como un tú y cualificarse como un yo frente al que la capacita para donarse. Más aún, debe sacar las consecuencias de este saberse interpelada e interpelar, a su vez, con un tú a la libertad infinita. Este tú es un término exagerado, porque Dios en sí mismo no es el otro de nadie, sino el que abarca a todos los seres (non aliud). Por su parte, el ser finito podría, a lo sumo, adorar a este omniabarcante como la causa que hace surgir y sostiene a todo en el ser, y alabarle como lo más preciado en su incondicionalidad y autoafirmación" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol II, Las personas del drama: el hombre en Dios, Madrid 1992, 262-263).

     

     "En concreto, la súplica radical consistirá en pedir ayuda para salir del error, de las máscaras del yo empírico, tras las cuales permanece escondido mi auténtico yo, desconocido para mí mismo (pues "ningún pensamiento humano puede sondear cuál es nuestro yo íntimo. Este hombre, este no soy yo, sino algo extraño a mí mismo que no tengo más remedio que volvérmelo a cargar diariamente como se carga una cruz. Es un papel que me toca representar hasta que concluya la obra..."). Se trata, pues, de liberarse de caer en la ilusión, para avistar el camino y poder seguirlo, ya que esto es justamente lo que se llama voluntad del Dios que hace de guía. La vía personalmente prevista para llegar a la identidad con el modelo ejemplar da de ser recorrida por una libertad que pide liberarse de la pura libertad (gratia liberatrix), tarea que no es capaz de realizar ella misma" (BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol II, Las personas del drama: el hombre en Dios, Madrid 1992, 268).

     

     

 

 

 


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