REFLEXION PATRIARCAS Página Principal |
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(reflepa.htm; versión al 22.03.00)
IV) REFLEXIÓN SOBRE LA HISTORIA DE LOS PATRIARCAS La forma más antigua de la historia patriarcal nos fue transmitida en la frase inicial del antiguo credo de Dt 26,5. Aquí se habla con estilo lacónico del "arameo errante", que bajó a Egipto y se hizo un gran pueblo. El arameo es Jacob. 7Los antepasados de Israel anteriores a Moisés se hallaban ligados a otras formas cultuales; adoraban al "dios de los padres", aún así, este culto tan antiguo tenía cierto parentesco con la religión yahvista posterior -en particular porque también ella unía la divinidad con las personas y no con determinados lugares (von RAD, Gerhard, Teología del Antiguo Testamento. Tomo I. Salamanca 1975, 218-220. En adelante citado como vR1).La promesa de los patriarcas posee en J y E un doble contenido: la posesión del país de Canaán y la descendencia innumerable. Es frecuente hallarlas juntas, como si fueran una fórmula fija; también puede ocurrir que en un complejo narrativo aparezca sólo una de ellas (Gén 12,3.7; 13,14-16, etc). Una visión global de todas las citas nos muestra que la promesa de la tierra supera en importancia a la promesa de llegar a ser pueblo... El dios de los padres prometió a los antepasados de Israel, que vivían en sus tiendas junto a las fronteras de la tierra de cultivo, la posesión del país y una numerosa posteridad. En ningún otro texto aparece esto tan claro como en la antiquísima narración de la alianza con Abraham, Gén 15,7s., una tradición casi intacta que parece provenir de aquella época tan remota. El documento sacerdotal le añadió además una orientación nueva: la revelación del Sinaí 8. En efecto, Dios no sólo prometió a los padres un país y una posteridad; también les prometió ser su Dios y el de sus descendientes, poníendoles así ante la perspectiva de una relación particular consigo mismo (Gén 17,4-8.19; Ex 6,4-7). El "yo seré vuestro Dios" es, sencillamente, el primer miembro de la fórmula de la alianza sinaítica que, más tarde, rezará: "yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo" (Ex 6,7; Dt 26,17s.; 29,12; 2 Sam 7,24; Jer 7,23; 11,4s.; Os 1,9; etc.). Ahora bien, Israel se convirtió en pueblo de Yahvéh mediante la revelación de sus mandamientos y la institución del culto legítimo. (vR1,220-223).No cabe la menor duda de que en el fondo de las narraciones sobre Abraham se oculta el problema de la fe, aunque el término "fe" sólo aparece una vez. Creer significa en hebreo "apoyarse en Yahvéh". Pero el objeto hacia el cual Abraham orienta su fe es, como casi siempre ocurre en el AT, una realidad futura.Yahvéh expuso su plan histórico a Abraham (Gén 15,5), éste lo aceptó como una cosa real y en ella "se apoyó". En esto consistió su fe 9 .7 Entre esta redacción tan sencilla y breve y la forma que actualmente tiene la historia de los patriarcas en el Génesis, se extiende un largo camino en la historia de la tradición, cuyas principales etapas pueden reconstruirse de manera aproximada. El dios que domina todos los acontecimientos de la historia patriarcal es Yahvéh; un anacronismo desde el punto de vista histórico, pues los antepasados premosaicos de Israel, no conocían todavía la religión yahvista; incluso el tardío documento sacerdotal sabe que la revelación del nombre de Yahvéh en el período mosaico, significó un corte profundo con el pasado y el comienzo de una nueva era (Ex 6,2s.). 8 Quizás se puede ver este aspecto como la promesa de la amistad que Yahvé promete a Abraham; y junto con la promesa de la tierra y de la descendencia tendríamos tres promesas. 9 Ver en un diccionario bíblico el concepto "fe" en el AT. La historia de José es una narración didáctica de tipo sapiencial. Desarrolla un cuadro imponente de extravíos mundanos, una serie de conflictos cada vez más agudos. Pero no se cae en una visión pesimista de la fe en el destino como en la tragedia griega, pues la historia de José es una historia típica de guía divina. Dios mismo dirige todo para su bien; envuelto en el secreto más profundo, utiliza todas las intrigas humanas para realizar sus planes, es decir, "para salvar la vida de muchos" (Gén 45,5; 50,20). Pero, esta guía divina no fue simple emanación de la providencia universal de Dios, sino una parte de la voluntad salvífica particular que Dios había dedicado a los antepasados de Israel (Gén 50,24). Al mismo tiempo, la historia de José muestra cómo el dolor purifica sus personajes. Así, impresionado por la guía salvadora de Yahvéh, José perdona a sus hermanos; pero, como indicaron las pruebas temerarias que éste les impuso, los hermanos también habían cambiado durante el intervalo. (vR1, 225-227).La historia del "sacrificio de Isaac" supera todas las tentaciones precedentes de Abraham y penetra en el ámbito de las experiencias extremas de la fe, cuando Dios se presenta ante el hombre como el enemigo de su propia obra cuando se oculta de una manera tan profunda, que el abandono en Dios parece ser el único camino abierto hacia el cumplimiento de la promesa. De hecho con la orden de sacrificar a Isaac (Gén 22) parece como si Dios quisiera aniquilar por completo la promesa que le había reiterado una y otra vez. En Isaac se encerraban todos los bienes salvíficos que Dios habría prometido a Abraham. Israel vivió expriencias semejantes en su historia con Yahvéh y en esta narración expresó el resultado de tales experiencias: Israel debe saber que en estas situaciones en las que Dios parece contradecirse hasta lo insoportable, es donde Yahvéh pone a prueba su fe. Este es el "desierto" auténtico de la narración, y no los residuos de la sustitución del sacrificio de un niño con una ofrenda cultual. Dios actúa preferentemente con los patriarcas a través de una guía silenciosa. La ausencia del elemento guerrero, más aún, la actitud "pacifista" de toda su existencia, siempre ha llamado la atención. Pues bien, también esto es una consecuencia de las condiciones históricas y culturales, ya que los patriarcas no eran un pueblo, sino pacíficos nómadas de ganado menor. |