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(Versión al 12.04.2000; samuel2.htm) XI) SAMUEL Y LA INSTITUCIÓN DE LA REALEZA 1) Inroducción: A Samuel se lo relaciona con los jueces. Se narra su nacimiento (1 Sam 1). Se educó en el templo de Silo (1 Sam 1-3), es guiado por el viejo sacerdote Elí. En Silo estaba el arca, que un tiempo se perdió en manos de los filisteos (1 Sam 4; pero después de deambular devuelven el arca : 1 Sam 5-6). Samuel no sólo era juez, sino también sacerdote capacitado para ofrecer sacrificios. Fue un sucesor de los jueces menores (Jue 10,1-5; 12,7-5). Recorría los santuarios principales (1 Sam 7,15-17) buscando mantener viva la unidad anfictiónica. "Samuel fue juez de Israel hasta su muerte. Todos los años visitaba Betel, Guilgal y Mispá, y allí gobernaba a Israel. Luego volvía a Ramá, donde tenía su casa y solía ejercer sus funciones. Allí levantó un altar al Señor" (1 S7,15-17). Samuel por tanto juzga en el territorio de las tribus cercanas a la región montañosa de Efraín. Es llamado en un período de desolación, después de que Israel fuera vencido en la batalla de Afec (1 Sam 4) por los filisteos hacia el año 1050. Los filisteos se apoderan del arca sagrada. Samuel conduce al pueblo contra los filisteos (1 Sam 7). Samuel sólo soluciona de momento la situación. Los filisteos no fueron vencidos, y además los vecinos de Israel estaban acosando a Israel. Hacia el 1050 Israel se ve en peligro. La solución política y humana es la búsqueda de un rey. Seguramente Samuel hubiera preferido un jefe carismático, instituir un juez mayor. Pero el pueblo suyo (Efrain) pidió un rey como las demás naciones (1 Sam 10: elección de Saúl por rey). No querían ya un jefe inspirado por Dios, sino que buscaban un rey militarizado que los liberase. Samuel vive normalmente en Ramá, y es allí donde unge a Saúl por rey (1 Sam 8-10). Cuan grande fue la influencia de Saúl sobre las tribus no está claro. Judá se quedó al margen. Benjamin su tribu de origen, Efraín, Manases y algunas tribus del norte lo siguieron cuando guerrea contra los filisteos.
2) Libros de Samuel: "Los libros de Samuel se refieren a uno de los momentos más importantes de la historia del Antiguo Testamento: la constitución de Israel como pueblo en el sentido estricto y pleno de la palabra. Por primera vez en su historia, las tribus agrupadas en los reinos incipientes del norte (Israel) y del sur (Judá) se reúnen en torno a David, como único rey, y en torno a la ciudad de David (Sión) como única capital y ciudad santa, para formar una unidad política y religiosa, es decir, un pueblo" (COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO Vol I. LA CASA DE LA BIBLIA. Madrid, 1997, 371. En adelante citado como CAT1). "Con el nacimiento de Israel como peublo coincide el nacimiento de la monarquía, del profetismo y del sacerdocio sadoquita; y es también el momento de la elección de Jerusalén (Sión) como capital del reino y ciudad santa, y de la elección de David y de la dinastía davídica como depositarios de promesas decisivas para toda la historia bíblica. Precisamente estos dos últimos acontecimientos, la elección de Sión y David con su dinastía, introducen en el credo israelita el binomio "David-Sión", dos nuevos artículos de fe que vienen a sumarse a los antiguos dogmas concentrados en el binomio "Moisés-Sinaí" (elección de los patriarcas, éxodo, alianza, entrada en la tierra: véase Dt 26,5-10). Estos hechos nos permiten entrever, ya desde el principio, la imporatncia de los libros de Samuel." (CAT1, 371).
2,1) Claves teológicas de los libros de Samuel: "A la hora de proponer unas claves de lectura para los libros de Samuel no podemos olvidar la intencionalidad última de la Historia Deuteronomista, de la que nuestros libros forman parte: dar respuesta a la gran catástrofe de la caída de Jerusalén y a los múltiples interrogantes que provocó. A tal fin, se vuelve a releer la historia de Isarel desde su entrada en la tierra, para concluir reconociendo la justicia de Dios y la culpabilidad del pueblo con sus dirigentes a la cabeza, que han roto la alianza con su Dios, han incumplido la ley y han desoído las múltiples llamadas de Dios a través de los profetas" (CAT1, 375). Los libros de Samuel son una "reflexión e interprteación teológica de los hechos acaecidos al final de la época de los jueces y al comienzo de la monarquía. Y esto es así, porque la historia no se analiza desde una óptica meramente humana, sino desde la óptica divina. Porque, en última instancia, es Dios el protagonista principal de la historia. El es quien la mueve, la cambia y la dirige con el proyecto de conversión en historia de salvación. Así, a pesar de la oposición de Samuel a las exigencias pro-monárquicas del pueblo (1 Sm 8,6), Dios acepta el cambio de régimen (1 Sm 8,7.22) e incluso elige a Saúl como rey (1 Sm 9,16-17) y después a David (1 Sm 16,1.12). Más tarde, Dios sellará una alianza con David y su dinastía, comprometiéndose a mantener encendida la "lámpara de David" y a proteger su ciudad (2 Sm 7). Incluso en la "Sucesión de David", una historia aparentemente profana, es Dios quien mueve ocultamente los hilos a través de los personajes humanos y sus decisiones (2 Sm 12,24; 15,31; 17,14). Esta dimensión teológica de la historia se deja ver, especiálmente, en la gran reflexión deuteronomista puesta en los labios de Samuel en el momento de su despedida (1 Sm 12), que supone una auténtica declaración de principios sobre el sentido y finalidad de la monarquía en Israel (1Sm 12,14-15)." (CAT1, 376).
2,2) Una historia profética: "...Dios no dirige la historia de forma inmediata, sino a través de mediaciones humanas...Los profetas se convierten en los teólogos de la historia, los que saben leer los signos de los tiempos y descubren en los aconteciminetos históricos el designio y el proyecto salvífico de Dios. De ahí el protagonismo de las figuras proféticas en 1-2 Sm: primero del propio Samuel en 1 Sm 3-15 (véase en particular 1 Sm 3,20), y más adelante de Natán (2 Sm 7; 12) y de Gad (2 Sm 24)." (CAT1, 376). "...monarquía y profetismo son dos instituciones estrechamente relacionadas entre sí. Nacen juntas, concentradas de alguna manera en la figura de Samuel y prácticamente juntas desaparecen en la época del destierro. Esta simultaneidad y coexistencia no parece haber sido una mera casualidad. Israel tenía la convicción de que sus destinos estaban presididos y regidos por la mano de Dios. Estaba convencido de que su único rey era el Señor (véase Jue 8,22-33; 1 Sm 12,12). La aparición de la monarquía ponía en peligro esta profunda convicción. Ante las tentaciones secularizantes, absolutistas y autosuficientes de la monarquía (véase 1 Sm 8,10-18; 2 Sm 24), el profetismo aporta el elemento carismático que recuerda a los reyes que toda la vida del pueblo elegido y todas sus instituciones, incluída la monarquía, están regidas y presididas por la palabra y mano de Dios. El profetismo aportaba, además, el elemento crítico que denunciaba el despotismo y la injusticia de las instituciones monárquicas, defendiendo a los débiles y al pueblo en general de los abusos de poder de los reyes y de las clases dirigentes (véase 2 Sm 12)." (CAT1, 376).
2,3) Teología de la monarquía: "La monarquía era una de las instituciones más importantes de todos los pueblos del antiguo oriente próximo. Los reyes eran los garantizaban, según los ideólogos-teólogos de la corte, la estabilidad moral, material, social y política del pueblo. Los más beneficiados de la misión salvadora y tutelar de los reyes eran los pobres y marginados (ver Sal 72)." (CAT1, 376). "En la monarquía egipscia, los faraones eran considerados como dioses. En Mesopotamia y Anatolia se concedían a los reyes atribustos divinos, si bien nunca fueron divinizados en vida en sentido estricto de la palabra. Los hititas divinizaban a los reyes después de muertos. En alguna medida, esta ideología-teología de la monarquía era común a toda la cuenca mediterranea, pues también en Grecia y en Roma se divinizaba, a veces, a los emperadores." (CAT1, 376). "En Israel no era posible la divinización de los reyes puesto que chocaba frontalmente con la fe monoteísta. Con todo, los reyes, a partir precisamente de Salomón, el hijo de David, son proclamados hijos adoptivos de Dios: Yo seré para él padre y él será para mí hijo (2 Sm 7,14). Mediante la unción, los reyes se convertían en personas sagradas y nacían a una nueva vida, la vida de los hijos de Dios. El día de la unción y de la coronación se pronunciaban sobre el nuevo rey estas palabras en nombre de Dios: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy (Sal 2,7; ver Sal 89; 110; 132)." (CAT1, 376). "Junto a la imagen de la filiación adoptiva se encuentra el paradigma de la alianza, otra metáfora que también emplea la Biblia para expresar las relaciones entre Dios y la dinastía davídica (2 Sm 23,5; Sal 89,4.40; Jr 33,20-21; 2 Cr 7,18; 13,5; 21,7). En 2 Sm 7 no aparece expresamente la palabra "alianza", pero si algunos términos que son sinónimos: "gracia" ( hesed, v. 15), "favor" ( tobah, v. 28), "palabra" ( debar, v.25 y 28). En general, el contenido de 2 Sm 7 coincide con el contenido de la alianza." (CAT1, 376-377).
2,4) David, rey ideal: "Como persona, como rey y como padre de la dinastía que lleva su nombre, David ha seguido una trayactoria siempre ascendente a lo largo de la historia bíblica, hasta convertirse en el prototipo del Mesías, el futuro rey ideal, que ha de nacer de su sangre. Adornado de todas las cualidades físicas, morales y espirituales, David aparece en 1-2 Sm con todo el atractivo de un héroe de leyenda: bello de presencia, fiel en la amistad, justo y noble con los enemigos, hombre de estado, poeta y músico." (CAT1, 377). "La grandeza de David es, sobre todo, de orden religioso. Se muestra respetuoso con Saúl y le perdona la vida porque es el ungido del Señor. También él es consciente de su condición de rey, de la dignidad y al mismo tiempo de las obligaciones que ello conlleva. Conoce lo que es el pecado, porque es hombre como los demás, pero también ha experimentado lo que es el perdón. Su piedad y demás virtudes religiosas se ponen de manifiesto en la traslación del arca de la alianza, en su deseo de construir el templo, y en el respeto hacia los profetas, los sacerdotes y demás instituciones sagradas." (CAT1, 377).
2,5) Saúl, el rey reprobado: "La figura de Saúl inspira compasión. Empieza por inspirársela al propio Samuel, el encargado de pronunciar la reprobación sobre él (1 Sm 15, 11.35). También los otros reyes cometieron infracciones, mayores y más graves incluso que Saúl, empezando por el mismo Davi. Para ellos hubo perdón. ¿Por qué no lo hubo para Saúl? A la hora de dar una respuesta, conviene recordar que el relato de la reprobación de Saúl no es una crónica histórica ... de los hechos, sino una interpretación teológica. De hecho, tenemos dos versiones de la reprobación de Saúl, una en 1 Sm 13,7b-15a, y otra en 1 Sm 15. Cuando se escribieron estos relatos, el reinado de Saúl ya pertenecía al pasado. Saúl y su familia ya habían desaparecido, y la que ocupaba el trono era la dinastía de David. Repito, la intención del autor que escribió estos capítulos no era reconstruir los hechos tal como ocurrieron, sino dar una explicación teológica de los mismos." (CAT1, 377-378).
2,6) Jerusalén, capital del reino y ciudad santa: "En la historia y en la teología del AT, Jerusalén se halla estrechamente relacionada con David y la dinastía davídica. La elección de Jerusalén (Sión) como capital del reino y sede del arca de la alianza, junto con la elección de David y su descendencia como dinastía eterna, son dos dogmas recientes del credo israelita, que forman el binomio "David-Sión", paralelo al binomio "Moisés-Sinaí", compendio y resumen de los dogmas antiguos (patriarcas-éxodo-Sinaí-tierra). la elección de Jerusalén y le elección de la dinastía davídca son dos artículos de la fe israelita asociados ya desde el principio por el propio autor de 2 Sm, que los coloca juntos, el uno a continuación del otro (2 Sm 6-7). Esta asociación se mantiene a lo largo de la tradición, como lo demuestra el Sal 132, que los celebbra juntos y los uperpone con toda naturalidad." (CAT1, 378). "Jersulasén era al mismo tiempo la ciudad de Dios (ciudad santa) y la ciudad de David (capital del reino). O sea, cabe distinguir en ella dos aspectos, el religioso y el político. Desde el punto de vista político, la importancia ede Jersualeén sigue una curva descendente. Llega a su mayor apogeo durante los reinados de Davi-Salomón, pero a la muerte de éste último se divide la monarquía, y Jersualén lleva la peor parte al quedar únicamente como capital del pequeño reino de Judá. Sin tardar mucho, las grandes potencias impusieron su soberanía sobre Palestina, y Jerusalén pasa a ser tributaria sucesivamente de Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Gracia y Roma." (CAT1, 378.379). "En cambio, como centro religioso su importancia ha ido siempre a más. La destrucción de la ciudad y del tempolo por obra de Nabucodonosor, junto con el destierro, no enfrían la fe sionista y el amor de los israelitas a la cuidad santa, sino todo lo contrario. El Sal 137 es un buen exponente de la nostalgia que todos sentían por Jerusalén, incluso los que vivían lejos. A partir del exilio, Israel se convierte en una "Iglesia" integrada por comunidades que viven en su mayor parte fuera de Palestina, pero todas vuelven los ojos hacia Jerusalén, reconociendo en ella el centro religioso de todos los judíos, los residentes en la patria y los de la diáspora." (CAT1, 379). "Jerusalén está levantada y enhiesta sobre la cima de los montes. Hacia ella confluyen naciones y pueblos numerosos, incluso los paganos, porque de Sión sale la ley y desde Jersualén resuena la palabra del Señor (Is 2,1-5). En torno al destierro tiene lugar una abundante producción literaria sobre Jerusalén como centro de confluencia de gentes y naciones. Sión se ha convertido en madre de pueblos (ver, entre otros muchos los siguientes textos: Is 54; 60; 62; Sal 87)." (CAT1, 379). "A partir del destierro, Jerusalén ha ido perdiendo incluso realidad histórica y geográfica para convertirse en categoría teológica. Se empieza a hablar de la nueva Jersualén, de la Jerusalén celestial y escatológica, tema que alcanza su culminación en el NT (Ap 21-22)." (CAT1, 379).
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