Síntesis Cristológica | ||
(sintesis1c.htm; Actualizado el 25.6.00) (Indice) Síntesis Cristológica Dios se revela en lo oculto, en el misterio: "Dios se revela precisamente como el Dios oculto (cf. Is 45,15). La revelación de Dios no es ilustarción, sino revelación de su ocultez y misteriosidad" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 171). "Dios es quien revela y lo que él revela es su propia gloria. Pero la revela en el rostro de Jesucristo. Por tanto, "se ve" en la doxa de Dios al crucificado anteriormente, es decir, se contempla la doxa de Dios como glorificación del Crucificado. Lo que sale al encuentro a los testigos es la gloria de Dios, su ser de Dios, que se manifiesta precisamente en que Dios se identifica con el Crucificado y lo resucita de la muerte a la vida" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 172).
El Espíritu santo que cubre con su sombra: "Ex 40,35 aporta la importante expresión "cubrir con la sombra" derivada de la nube del kabod, expresión con la que María, hija encarnada de Sión, se convierte también en arca viva de la Alianza, a la que viene a habitar definitivamente la gloria escatológica de Dios" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 53).
La fe viene del oír. La verdad de Jesucristo nos llega por el "testimonio" de los apóstoles: "Los primeros testigos de la resurrección apoyan su testimonio en apariciones del Resucitado. La antigua fórmula de fe de 1 Cor 15,3-5 habla ya de una aparición a Pedro y otra a los doce. En otros lugares juega Pedro igualmente un importante papel en los testimonios de pascua (Lc 24,34; Mc 16,7; Jn 21,15-19). No hay duda de que Pedro es el testigo primigenio de la resurrección. Tiene un primatus fidei por razón del cual es centrum unitatis de la iglesia. Es llamativo, por cierto, que paralelamente con Pedro y lod doce se nombre dos versos después a Santiago y a los demás apóstoles. Desde A. Von Harnak se ha supuesto que 1 Cor 15,3-7 refleja la historia de la situación de mando en la comunidad de Jerusalén (Cf. A. Von Harnack, Die Verklärungsgeschichte, der Bericht des Paulus 1 Cor 15,3s und die beiden Christusvisionen des Petrus, Berlin 1922). Allí el grupo director lo constituyeron originariamente los doce, cuyo portavoz era Pedro, mientras que más tarde fue Santiago quien ejerció la dirección. De ello se sacó la siguiente conclusión: el recuento de apariciones del Resucitado tiene la finalidad de legitimar a ciertas autoridades de la iglesia. Se trata, pues, de fórmulas de legitimación. Esto es algo cierto e importante: las apariciones fundamentan el apostolado, incluyendo siempre el motivo de la misión. Sólo entramos en contacto con la verdad y la realidad de la pascua a través del testimonio de los apóstoles. La fe en Cristo es verdad de testimonio, cuya ley fundamental la expresa con exactitud Rom 10,14-15.17: "¿Cómo van a creer sin haber oído? ¿Y cómo van a oír sin nadie que predique? ¿Pero cómo va a predicar alguien, si no es enviado? De modo que la fe viene del oír" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 169-170).
Importancia de Jesús: "Jesucristo es una figura histórica de importancia universal. Jesús de Nazaret vivió aproximadamente entre el 7 a.C. y el 30 d.C. en Palestina. Su aparición puso en movimiento una eficiencia que ha cambiado profundamente al mundo no sólo desde el punto de vista religioso, sino también espiritual y social" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 27).
Para entender a Jesús, no hay sistemas, su persona es un Misterio teo-lógico: "Jesús no encaja en ningún esquema. Para comprenderlo no son suficientes categorías antiguas ni modernas; ni siquiera bastan las veterotestamentarias Es y continúa siendo un misterio. No le importa su propia persona. Sólo le interesa una cosa, pero ésta desde luego total y exclusivamente: el venidero reino de Dios en el amor. Lo que le importa es Dios y los hombres, la historia de Dios con los hombres. Este es su asunto. Sólo preguntando por esto es como podemos acercarnos más al misterio de su persona. La perspectiva teo-lógica es la única justa al enfrentarse con la persona y la causa de Jesús" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 85).
Cristo, universal concreto: "La universalidad en el amor de Dios Padre, que debió ya revelarse como libertad regia de elección en el Antiguo Testamento, alcanza su fin supremo en la predilección de Jesús por los pecadores, publicanos y meretrices, por los desviados y los rechazados. En su libertad regia, él es la síntesis que entre los elementos intermedios de la ley y los profetas elige, suprime e interpreta, a partir de su origen, lo que quiere. Tienen absolutamente que quedar las obras del amor al prójimo (Mt 7,221), pero dentro del marco de amor del Padre y del Hijo: deben brotar de la perfecta trasparencia paradisíaca del Hijo para con el Padre y orientarse y concretizarse hacia la simplicidad de la cruz, ya que el Hijo no se resiste al mal, sino que se deja golpear en la mejilla derecha, regala también la túnica, hace dos millas de más, ama a sus enemigos (Mt 5,39ss.) En la vida de Jesús es decisiva la espontaneidad infalible de su camino; derriba con gran decisión la sbarreras internas o externas puestas al amor (prohibiciones sabáticas, leyes de purificación) y subraya rabiosamente su solidaridad con los pecadores (Mt 9,11; 11,19; 21,31s.); sin olividar la mirada hacia atrás, camina hacia la muerte para ser fiel hasta el fin a la palabra de su mandato: servir y no ser servido, y "para dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10,45; Mt 20,28)" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 354).
Jesús conoce el corazón de sus interlocutores: "Del mismo modo que penetra hasta el fondo, al juzgar y decidir el sentido de la ley, así también con "ojos como llama de fuego" (Ap 1,14; 2,18) ve el fondo del corazón de las personas que tiene ante sí. El motivo se repite: Jesús conoce los pensamientos ocultos del corazón de los discípulos (Lc 9,47), de los que le ponen a prueba (Lc 11,17), de los fariseos (Mt 14,25), de quien le invita a comer (Lc 7,39ss.); conoce "enseguida" hasta el fondo los pensamientos de los escribas (Mc 2,8), "su hipocresía" (Mc 12,15), pero ve también enseguida la fe de los que tiene ante sí (Mt 9,2; Mc 2,5; Lc 5,20) o su poca fe (Lc 8,25), conoce al que le va a entregar (Mt 26,20ss.; Jn 13,21). En Jn, fija su mirada en Simón que está en él y le dice quién es realmente (1,40ss.), ve a Natanael no sólo cuando lo tiene delante y le mira ("ven y verás" 1,46), sino que le ha visto en su interior (1,48), conoce el tiempo pasado y presente de la Samaritana y se lo devela juzgándolo, pero para su salvación (4,16ss.). El la descarga de sus pecados, como a todos aquellos que se preentan ante él con corazón sincero, corazón que sólo él conoce" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 101). ""Los hombres a los que habla o con ls que trata no disimulan su realidad. En su encuentro con él todos traen algo consigo: los justos su justicia, los escribas el peso de sus enseñanzas y de sus argumentos, los publicanos y los pecadores de culpa, los menesterosos su enfermedad, los endemoniados las cadenas de sus obsesiones y los pobres la carga de su pobreza. Todo esto no queda borradao ni se considera irrelevante: pero en el encuentro con Jesús carece de valor. Porque allí cada cual se ve obligado a salir del ámbito del que procede. En todos los relatos evangélicos sobre Jesús se produce este hecho: los hombres se reconocen tal como son en realidad" (BORNKAMM, G., Jeus von Nazareth (1956)55)" citado en BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 101-102. " la palabra que penetra "de modo vivo-eficaz-cortante-escrutadora" (Hb 4,12) es algo tan insuperablemente supremo que con razón se la representa como la hora ya presente "en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios" (Jn 5,25). Pablo dice lo mismo cuando programa su existencia y la de todo cristiano de cara al instante en que "todos habremos de comparecer ante el tribunal de Cristo" (2 Co 5,10); también para él este juicio de Cristo (2 Tm 4,1.8) se identifica con el juicio de Dios (Rm 14,10ss.). Y, puesto que esta situación originaria de "ser-vistos-por dentro por Jesús (en la fe o en la hipocresía) se identifica, sin más, con la misión salvífica de Jesús " (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 103).
Jesús desde abajo y desde arriba: "Si Jesús no viniera realmente de abajo (del abismo, del interior de la hija de Sión), no vendría verdaderamente de arriba. Si no llevase en sí, junto con Dios, toda la historia de Isarel (y en ella la del mundo), no podría ser la última palabra de la historia de Dios con Isarel" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 49).
Corporeidad y mundo: "Corporeidad significa más bien el entretejido del hombre con el mundo; significa que el hombre se halla tan en el mundo y el mundo tan en el hombre" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 185).
El tema del tiempo en el NT: "Uno de los temas más difíciles de la exégesis neotestamentaria es el tema del tiempo" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 135).
La iglesia es el ambiente vital para acercarnos a Jesús: "El testimonio del nuevo testamento únicamente puede entenderse vivamente donde el mensaje de Jesucristo es creído vitalmente, donde está vivo el mismo espíritu que vivifica también los escritos del nuevo testamento. Por eso la comunidad de la iglesia es también hoy el lugar propio de la tradición de Jesús y del encuentro con Cristo. la iglesia es el "ambiente vital" de la fe en Jesucristo " (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 28-29).
Jesús y la Iglesia: " el tiempo de Jesús tendrá que ser para el tiempo de la iglesia tan determinante como la palabra en sí lo es para la respuesta. Sí, por su lógica interna, la palabra exige categóricamente una respuesta (Is 55,10s.), y, por eso, precisamente se pronuncia, entonces también el tiempo de Jesús quedará impreso en la iglesia de modo que de ellos resulte, por gracia y, sin embargo, con una respuesta libre, un tiempo de la iglesia. Al no poder nunca la iglesia identicarse con su Señor, ni siquiera como su "cuerpo" y su "esposa" ("una sola carne") se tratará siempre sólo de una analogía en la diferencia. Y al estar, por otra parte, la iglesia determinada totalmente a partir del Señor y de cara a él, el tiempo de la iglesia sólo puede hacerse comprensible a través de su analogatum princeps: el tiempo de Jesús. La mejor manera de entender todo esto es comprender que el tiempo de la iglesia no tiene peso propio, sino que más bien está determinado en su conjunto por el peso de Cristo." (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 145-146).
La iglesia está llamada a ser "tienda" peregrina: "La fundación de la iglesia, su envío y despedida son realidades que ocurren a partir de la pascua. Para ella conserva en su corazón el viernes santo y el sábado santo donde quedó vaciada, muerta y sepultada la forma humana y la visiblidad de Dios. Una iglesia que lleva en su corazón este misterio sólo puede ser "tienda" de un pueblo peregrino, una tienda que continuamente se recoge para plantarla en otro sitio (Cfr. La simbólica de la peregrinación en el desierto en las homilías de Orígenes sobre el Éxodo)" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 434).
La iglesia no es el centro, Cristo es el centro: "La iglesia, como comunidad de los creyentes, no debe entenderse jamás como algo que descansa sobre sí mismo. La iglesia tiene que trascenderse continuamente en orden a Jesucristo. Por lo mismo tiene que reflexionar sin cesar sobre su origen: sobre Jesucristo, su plalabra y su obra, su vida y su destino" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 30).
La iglesia es luna y no sol: "La iglesia es la "luna", no el "sol" (H. Rahner, "Mysterium Lunae", ZkTh 63 (1939) 311-349, 428-442; 64 (1940) 61-80, 121-131). No puede nunca brillar con luz propia; en todo amor con que muestra ser la iglesia de Cristo, ha de honrar a su sol, que es donde más pura y también más transparente y donde no se atribuye como propio el más mínimo brillo ( 1 Co 4,7; 2 Co 3,5). Y hay una prueba: el amor fraterno de los cristianos no ha tenido todavía su juicio final ( krisiz) por parte del amor mismo; por eso no puede permanecer aislado ni de la fe ni de la esperanza que lo remiten siempre, más allá de sí mismo, a una meta más avanzada y más alta. El amor fraterno no tiene su medida en sí, sino por encima de sí; si bien el amor de Dios ya ha sido "derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5,5). Nadie puede identificarse con este Espíritu que le ha sido dado, auqneue, a su vez, lo derrame en otros. El amor glorificador de los cristianos no puede nunca medir (y juzgar) la cantidad de gloria de Dios que se derrama por su medio. Si el amor cristiano buscase lo que es suyo (1 Co 13,5) y si esto suyo fuese la única medida de su gloria, no se podría hablar de amor cristiano al prójimo en un libr que lleva por título "Gloria" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 350-351)." la iglesia, en cuanto cuerpo y esposa, no es nunca el punto central de la forma sobre el que tengan que converger las miradas. Ella es luna, no sol. Reflejo, no la gloria misma. O mejor: respuesta glorificadora, en cuanto incluida en la palabra gloriosa de la qe es respuesta y en la luz del amor sin la cual no podría brillar. Lo que ella refleja en la noche es la luz de la esperazna para el mundo" ((BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 436).
La fe viene del oír: "A la fe en Jesucristo sólo se llega por el encuentro con creyentes cristianos" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 30).
¿Eres tú el que ha de venir?: "El mensaje del primitivo cristianismo sobre Jesús el Cristo, es decir, sobre el salvador y libertador enviado por Dios, se podía, pues, entender de modo inmediato como respuesta a la pregunta de la época. Por doquier flotaba esta cuestión: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" (Mt 11,3) (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998,46-47).
El desierto: "Los cuarenta días son una repetición de los cuarenta años que Isarel pasó en el desierto, de los cuartenta "días y noches" (así expresamente en Mt 4,2) que Moisés pasó en ayuno delante de Dios (Ex 34,28) (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 61).
El Espíritu santo impulsa a Jesús: "El mismo Espíritu que le empujó al desierto, le empujó poco después, según Lc, a predicar en Galilea en las sinagogas, y, en la primera predicación programática que tuvo en Nazaret como de costumbre el sábado en la sinagoga-, explica Isaías 61,1s: cuando se anuncie a los pobres el anuncio gozoso, el año de gracia del Señor, entonces el tiempo mesiánico "se ha cumplido ( peplhrwtai) "hoy· (Lc 4,21), porque sobre el mismo anunciante "reposa el Espíritu del Señor" (4,18)" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 67).Jesús servidor: "El amor de Dios lo (a Jesús) ocupa totalmente a favor de los demás. No quiere nada para sí, pero quiere todo para Dios y los demás. Entre sus discípulos es como un servidor; no rehuye ni siquiera el servicio más bajo propio de los esclavos (Lc 22,26s). No ha venido para hacerse servir, sino para servir (Mc 10,45). No pertenece a los instalados tiene corazón para las necesidades y las penas diarias de los pobres (Mt 9,36). Es extraño para un hombre de la antigüedad el respeto con que trata a las mujeres Va detrás de los perdidos (Lc 15). Lo más llamativo ya entonces era que admitía en su compañía y hasta a su mesa también a los pecadores y marginados, a los culturalmente impuros y a los parias. Mas en ninguna parate aparece con odio o envidia frente a los ricos en Jesús no se puede apoyar lema ninguno de lucha de clases. Su lucha no va contra poderes políticos, sino conra los poderes demoníacos del mal. Por eso ni hace una guerrilla Ni siquiera sana sistemáticamente a todos los enfermos. Jesús no tiene un programa Hace la voluntad de Dios, tal como la conoce aquí y ahora. Todo lo demás se lo deja a Dios, su padre, con una confianza de nuño. Sus más profundas raíces las tiene en la oración al Padre (Mc 1,35; 6,46 y passim). Su servicio a los demás vale para que los hombres reconozcan la bondad de Dios y lo alaben (Mc 2,12 y passim). De modo que no sólo es el hombre para los demás, sino igualmente el hombre de y para Dios" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 83 ).
La vida en Cristo implica el servicio: " el reino de Dios se realiza en Jesús de modo personal en la forma de servicio. Jesús está entre sus discípulos como quien sirve (Lc 22,27). Este servicio de Jesús no se puede considerar como meramente humanitario. Sin duda que la comunión de Jesús con pecadores y marginados de entonces tenía para ellos también algo de humanamente liberador. Más Jesús curaba las alienaciones de los hombres desde su raíz más profunda. La verdadera liberación traída por Jesús consistía en el perdón de la deuda ante Dios. La nueva comunión que traía e instituía era la comunión con Dios. Este servicio redentor le acarreó desde el principio la enemsitad de sus oponentes (Mc 2,1-12; Lc 15). Vieron en ello blasfemia contra Dios y los condenaron a muerte. Seguimiento de Jesús significa seguirlo en este servicio. "Quien quiera ser el primero, ha de ser el último de todos y servidor de todos" (Mc 9,35 par). El servicio, el amor hasta al enemigo, o sea, el ser para otros, es lo que constituye la nueva existencia que Jesús abrió e hizo posible. En tal existencia hay que contar con odo, abandonarlo todo (Mc 10,28 par), exponiendo hasta la misma vida (Mc 8,34 s par). Desde este punto de vista hay que decir que Jesús tuvo que tener presente la idea de que también el ofrecimiento de su propia vida en el sentido de su actuación global es servicio a favor de los otros Jesús es el hombre para los otros en su vida y en su muerte. Este ser-para-los-otros constituye su esencia más íntima, pues por eso es el amor de Dios personificado para los hombres" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 148-149).
Jesús y los anawin: "Los pobres son más bien "los que no tiene nada que esperar del mundo, pero lo esperan todo de Dios, los que no tienen más recurso que en Dios, pero también se abandonan a él" (G. Bornkamm, Jesús de Nazaret, 81, Salamanca 1975, 81) Han sido errojados a los límites del mundo y de su posibilidad; son tan pobres que ya no hacen ni revolución. Han experimentado su situación verdadera y la de todos los hombres: nte Dios son mendigos. Sólo de él pueden aguardar ayuda. A conducta de Jesús corresponde a su predicación. Su simpatía y solidaridad es para con los pequeños (Mc 9,42; Mt 10,42; 18,10.14) y sencillos (Mt 11,25 par), los muy trabajados y cargados (Mt 11,28). La gente con quien trata es llamada con frecuencia y con desprecio publicanos y pecadores (Mc 2,16 par; Mt 11,19 par; Lc 15,1), publicanos y prostitutas (Mt 21,32) o sencillamente pecadores (Mc 2,17; Lc 7,37.39; 5,2; 19,7), es decir, impíos" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 104).
Jesús en el débil: "Jesús opone al valor supremo del pensamiento (Mc 9,34) el niño menospreciado, y la acogida al "más pequeño" "en mi nombre" se convierte en acogida a Jesús y a Dios que le ha enviado" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 17).
Anawin: "Las Bienaventuranzas y el Padrenuestro son la quintaesencia purificada de la religiosidad de los pobres de Yahvé" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 68).
La pobreza de Jesús respecto de Dios, reflejada en la oración: "Tres son los conceptos fundamentales que caracterizan la pobreza de Jesús respecto de Dios: oración, fe y Espíritu. La oración concebida esencialmente como la actitud del mendigo que tan drásticamente describen las parábolas sobre la oración: se debe importunar a Dios con las súplicas, hay que hacerse molestos mendigando lo "mínimo para vivir", es decir, él mismo (Lc 11,5-8; 18,1-7). El modelo de oración legado por Jesús (el Padrenuestro) es todo él una súplica de mendigo. Con la invocación familiar que la introduce, el "Abba" que estaba reservado a Jesús, pide la venida de Dios, que su nombre sea santificado, que venga su reino, que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Son tras invocaciones que expresan de tres maneras distintas la misma cosa: que el poder de Dios se afirme en la impotencia de los hombres. Después, la petición del pan necesario para vivir, no de una vez por todas, sino día a día; luego, la petición del perdón de los pecados, como admisión implícita de la propia pobreza de justicia (ya que quien perdona a su deudor renuncia al propio derecho); y,finalmente, la petición de ser sostenidos en la tentación, pues sólo la fuerza de Dios puede hacer que la superemos. Este no tener otra salida que Dios, permite atender ineludiblemente a quien llama a la puerta (Lc 11,9; desarrollado en el plano cristológico en Jn 14,13s.; 15,16c)." (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 112).
Jesús comparte con pecadores: "Lo sorprendentemente nuevo en el mensaje de Jesús se muestra ante todo en su conducta. Entre las cosas más seguras de la vida de Jesús están su trato con pecadores y culturalmente impuros (Mt 2,16 y passim), el quebrantamiento del mandato judío sobre el sábado (Mc 2,23s y passim) y de las prescripciones sobre la pureza (Mc 7,1s y passim) (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 79-80).
Palabras y obras íntimamnete unidas, se excluye todo docetismo (DV): "El Concilio Vaticano II dijo en general de la revelación: "El acontecimiento salvífico se realiza en la palabra y en la acción, íntimamente unidaas, pues las obras que Dios hace en e decurso de la historia, revelan y confirman la doctrina y las realidades expresadas mediante las palabras; éstas, a su vez, anuncian las obras, manifestando el misetrio que contienen" (Dei verbum, nº 2)" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 167).
Perijoresis económica: "El Dios cada vez más grande, al que son empujados los seguidores de Jesús o incluso los que se sienten tocados por su predicación o sus milagros, se han hecho presente para ellos en el que "enseña como quien tiene autoridad" (Mc 1,22) y sólo en cuanto tal anuncia "una doctrina nueva" (1,27). Pero esta transmisión inadvertida no conduce a una alienación allí el que manda, aquí los que obedecen-, sino que revela poco a poco la profunda paradoja: que Jesús posee la Palabra porque el Espíritu le posee a él, que Jesús puede mandar en el mundo como manda porque obedeció plenamente de una vez por todas. Y al unirse a él, al dejarlo todo para seguirle, los hombres aprenden a poner en práctica la imposible multiplicidad de los mandamientos (Hch 15,10) mediante el único acto de un amor obediente, mediante el sí del amor, y a no tener ya ninguna morada sino en él (Jn 6,68) que tiene como morada y comida sólo la voluntad del Padre (Mt 8,20; 4,4; Jn 4,34). Para llegar verdaderamente tan lato será necesario atravesar el abismo de la cruz y de la resurrección, que lo consuma todo sólo en cuanto que pone todo radicalmente en cuestión" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 82).
La autoridad de Jesús (Lc 11,20): "La autoridad está ligada, como una cualidad particular, a toda su predicación: "¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!" (Mc 1,27). Aquí lo nuevo no es el contenido de sus palabras sino precisamente la cualidad del poder con que habla, como lo constata la muchedumbre muchas veces con estupor, maravilla y desconcierto al compararlo con los demás maestros (Mt 7,29 y otras muchas veces). De modo que aún más decisivo que en la palabra, los plenos poderes de Jesús se manifiestan en la fuerza que reduce el espacio de poder de los demonios: "manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos" (Lc 4,36). Igualmente se manifiesta la misma autoridad en la curación de las enfermedades y en el perdón de los pecados (Mc 2,10 par.). Jesús la posee y la ejerce "en el Espíritu de Dios" (Mt 12,29) o (como dice Lc 11,20 de manera más arcaica) "con el dedo de Dios", mostrándose en toda la debilidad de la encarnación- como radicalmente más fuerte que el "Fuerte" antidivino, al que vence y desarma en su misma casa. Sólo la presencia y la inhabitación en él de toda la fuerza de Dios hacen posible sus palabras y sus hechos, toda su entrega y toda su existencia" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 104-105).
La cruz y la resurrección es el centro de la cristología: "El contenido central de una cristología que se tenga como exégesis de la profesión "Jesús es el Cristo", lo constituyen la cruz y la resurrección de Jesús" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 44).
La muerte de Jesús humanamente un fracaso: "Con la muerte violenta y vergonzosa de Jesús en la cruz parecía que todo había acabado. También los discípulos de Jesús entendieron su muerte como el fin de sus esperaznas. Defraudados y resignados volvieron a sus familias y su profesión. El mensaje de Jesús sobe el reino de Dios que se había acercado parecía haber sido desmentido por su final" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 151).
El resucitado se aparece y se presenta como yéndose, no es encerrable: " las apariciones de que se narran en los evangelios. Aquí el Resucitado sale al encuentro saludando y bendiciendo, llamndo, hablando y enseñando, consolando, instruyendo, y enviando, fundando una nueva comunidad. Al principio los discípulos reaccionaron con turbación, miedo, desconocimiento, duda, incredulidad; lo primero que el Resucitado tiene que hacer es "imponerse". A esta imposición por la fe se añade el motivo del envío y la autorización. La mejor descripción de ambos aspectos se encuentra en Mt 28,16-20. Aquí se vislumbra algo de la exousía divina, de la inaccesible excelsitud y no contastabilidad de su aparición. El es experimento sólo en el acto de fe y adoración. Según otros relatos aparece esfumándose (Lc 24,31; Jn 20,1s). No se le puede encerrar en su aparición; aparece yéndose; viene como quien se va. Se marca metiéndose en la dimensión de Dios" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 172).
Identidad del Crucificado con el Resucitado: " se trata de probar la identidad del resucitado con el Crucificado; el Resucitado es reconocido por las cicactrices. Por otro lado se intenta rechazar un espiritualismo parcialista y realzar la corporeidad de la resurrección. Pero Juan se ha dado cuenta de la peligrosidad y malentendido que acecha a su medio estilístico. Por eso termina su relato con esta sentencia: "Dichosos los que, sin ver, creen" (20,29)" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 173).
El Resucitado es el exhaltado en la cruz, vive hacia el Padre y nos da el Espíritu; Es exaltado a la cruz y hacia el Padre: "El Resucitado vive para Dios (Rom 6,9s) Donde con más claridad y de modo más comprometido aparece la relación entre cruz, resurrección, exaltación y envío del Espíritu es en el evangelio de Juan. En el cuarto evangelio "exaltación" es término ambivalente, que significa tanto el ser levantado en la cruz como la exaltación hacia el Padre (Jn 3,14; 8,28; 12,32), la glorificación (7,39; 12,16, etc.). La obediencia hasta la cruz, como centro más íntimo de la existencia de Jesús (4,34; 5,30) y como autoentrega al Padre, es, al mismo tiempo, su paso hacia él (13,1) y la entrada en la gloria eterna (17,5.23s). Por eso el resucitado se aparece a María Magdalena como de camino hacia el Padre, como ausentándose en camino hacia él (20,17). Al exaltado en la cruz y hacia el Padre en un único acontecimiento es la que se le dio todo poder, pudiendo atraer todo a sí (12,32). Por eso da el resucitado el espíritu a los discípulos ya en la tarde de la pascua, mediante el cual los hace partícipes de su poder pleno (20,22) (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 180).
Jesús vive en función de la cruz: "Aunque los profetas pusieron su vida al servicio de la Palabra de Dios, hasta el punto de jugarse el todo por el todo y hasta el punto de según piensa Jesús- tener normalmente que pagar este servicio con su vida, sin embargo, ningún profeta ejerció nunca su ministerio con la mirada puesta en su muerte" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 70).
Testigos y martires de la resurrección " los discípulos de Jesús anunciaron muy poco después de su muerte que Dios lo había resucitado, que el antes crucificado se había mostrado vivo y que los había enviado a ellos a anunciar este mensaje a todo el mundo "Dios ha resucitadoo a este Jesús, de lo que somos testigos todos nosotros" (Hech 2,32) La mayor fuerza de convicción la recibe este testimonio por el hecho de que todos los testigos estaban dispuestos a morir por su mensaje. Este testimonio de vida y no sólo de palabras impide dar de lado sin más al mensaje bíblico, despachándolo como entusiasmo que no hay que tomar en serio" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 153).
Los encuentros con el Resucitado fundamentan la fe de los apóstoles: "Las apariciones no representan acontecimientos objetivamente cosísticos. No se las puede mirar como observador neutralmente distanciado. Se trata de un ser afectado totalmente por Jesús, de un ser abordado y poseído, de despertar a la fe. En las apariciones Jesús gana definitivamente autoridad y reconocimiento en la fe de los discípulos. Pero se equivoca quien entienda este acontecimiento en el sentido que se facilitó la fe a sus primeros testigos a base de un suceso maravilloso, o como si un milagro exorbitante los hubiera "vencido" al mismo tiempo, poniéndolos de rodillas. Sería grotesco llegar así a la concecuencia insoslayable de que los primeros que anunciaron la fe no creyeron, pues mediante el ver se les dispensó de la fe. Hay que partir, pues, de que se trató de un ver creyente (Cf. G. Ebeling, Das Wesen des christlichen Glaubens, 64s.). Más exactamente se podría decir que se trató de una experiencia en la fe. Por más que fueran experiencias en la fe, las "apariciones" no se redujeron sin más a experiencias en la fe, es decir, expresión suya. Se trató de encuentros con el Cristo presnete en el espíritu. No fue la fe la que fundó la realidad de la resurrección, sino que fue la realidad del resucitado, imponiéndose a los discípulos, la que fundamentó la fe. Por eso hay que distinguir el origen de la fe pascual y el fundamento de esta fe, la resurrección de Jesús mismo." (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 173).
La fe de los apóstoles se basa en el resucitado, nuestra fe se basa en el testimonio de los apóstoles: "La experiencia pascual de la fe de los priemros discípulos muestra las estructuras fundamentales de la fe, como ésta constituye el ser del cristiano. Pero esa experiencia se distingue también esencialmente de nuestra fe, en cuanto que ésta se nos proporciona gracias a la experiencia de los testigos primitivos y su tradición. Con nuestra fe nos encontramos sobre el fundamento del testimonio apostólico" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 174). " únicamente podemos entender por analogía las apariciones pascuales como el comienzo de esta fe. Tendremos que mantener que se trató de un encuentro personal con Cristo. La cuestión definitiva no es qué pasó "objetivamente", sino si estamos dispuestos, como los primeros discípulos, a dejarnos poseer por Jesucristo. Si la fe pascual y, por tanto, la fe en Cristo descansa sobre el testimonio de los apóstoles, entonces no nos es accesible en absoluto de otro modo que a través del testimonio apostólico, trasmitido en la iglesia como comunidad de los creyentes" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 174).
La resurrección: "Jesús es el primero de los resucitados (Hech 26,23; 1 Cor 15,20s; Col 1,18). En consecuencia, la resurrección de Jesús se sitúa en el horizonte de esperanza escatológica y se la califica de suceso escatológico. Por consiguiente, su resurrección no significa vuelta a la vida anterior. El no vuelve a la corrupción (Hech 13,34). "Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene poder sobre él; vive su vida para Dios" (Rom 6,9s). La resurrección no es volver a tomar la vida anterior, sino comienzo de la nueva creación (cf. 1 Cor 15,42s)" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 175-176).
Dios resucita a Jesús: " el nuevo testamento habla de la resurrección de Jesús en activa sólo raramente (1 Tes 4,14; Lc 24,7; Jn 20,9), apareciendo las más de las veces en pasiva, como velado circunloquio de la acción de Dios resucitando a Jesús (Mc 16,6 par; Lc 24,34; Jn 21,12; Rom 4,25; 6,4.9; 7,4; 8,34; 1 Cor 15,4.12s. 16s.20; 2 Tim 2,8). En muchos lugares la resurrección de Jesús se le atribuye inmediatamente a Dios (cf. 1 Cor 6,14; Rom 10,9; 1 Cor 15,15 y passim). Este es el caso, ante todo, en las formulaciones antitéticas de los Hechos: "Vosotros matasteis al príncipe de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos" (3,15; cf. 2,23s; 5,30, etc.). La resurrección de Jesús, es, pues, una proeza de Dios, una acción "de la energía poderosa de su virtud" (Ef 1,19s: cf. Col 2,12), de su gloria (Rom 6,4) y de su espíritu (Rom 8,11; 1 Pe 3,18). La fórmula "Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos" (rom 4,24; 8,11; 2 Cor 4, 14; Gál 1,1; Ef 1,20; Col 2,12) se convierte por tanto en predicado divino y título de Dios en el nuevo testamento. La resurrección de Jesús representa no sólo la decisiva acción escatológica de Dios, sino se autorevelación escatológica; en ella se revela definitiva e insuperablemente quién es Dios: aquel cuyo poder abarca vida y muerte, ser y no ser, aquel que es amor y fidelidad creadoras, el poder de la nueva vida, aquel en quien se puede confiar de modo incondicional, aunque se desmoronen todas las posibilidades humanas. La resurreción de Jesús es revelación y realización del reino de Dios anunciado por esús. En la resurrección de Jesús de entre los muertos manifestó Dios su fidelidad en el amor y se identificó difinitivamente con Jesús y su causa" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 176-177).
La resurrección es la confirmación definitiva de su persona y su casua: "La resurrección de Jesús es la confirmación definitiva de su persona y su casua. Significa no sólo lo definitivo de su mensaje y su obra, sino también de su persona (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 177).
La dimesnión histórica de la resurrección: "La dimensión hsitórica de la resurrección de Jesús consiste en que acontece en Jesús de Nazaret el Crucificado" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 183).
El sentido judeo-cristiano del cuerpo: "Cuerpo ( soma) es en la Escritura un concepto no sólo importantísimo, sino, al mismo tiempo, uno de los más difíciles. Según la Escritura el cuerpo es tan esencial al hombre que ni se puede imaginar una existencia sin el cuerpo tras la muerte ( 1 Cor 15,35s; 2 Cor 5,1s). Para el hebreo el cuerpo no es, a diferencia del griego, el sepulcro del alma (swma-shma), ni aún menos, como para los gnósticos, el principio del mal, del que el yo propiamente dicho de hombre tendría que librarse. El cuerpo es creación de Dios e indica siempre el todo del hombre y no una parte solamente El cuerpo es el hombre entero en su realción con Dios y los demás hombres. Es el lugar en que encuentra el hombre a Dios y a sus copartícipes. El cuerpo es la posibilidad y realidad de la comunicación" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 184).Desde la resurrección podemos vivir desde Dios: "La fe psacual confía en que Dios dispone de posibilidades más allá de la realidad presente, más allá de la muerte, y se atreve a apostar en vida y muerte por este Dios, "al que todo le es posible". En consecuencia, el mensaje pascual es un ataque a toda imagen del mundo cerrada en sí misma, que se absolutiza sin dejar espacio alguno a las posibilidades de Dios inderivablemente nuevas, creadoras. La fe en la resurrección no representa una corrección asilada a tal imagen del mundo; ni se quiebra por un instante la regularidad de las leyes naturales, sino que lo que cuestiona es más bien la totalidad de la imagen del mundo. Se trata de la decisión fundamental respecto de la orientación y el sentido de la existencia como tal. Si se entiende así la fe pascual, con ella está en juego el conjunto de la fe. Una fe cristiana que no fuera también de en la resurrección sería tan absurda como un hierro de madera. El concepto cristiano de Dios es inseparable de la fe en la resurrección. La fe pascual no es, por tanto, una añadidura a la fe en Dios y en Jesucristo; es resumen y esencia de esta fe" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 177).
A partir de la resurrección tener el coraje de vivir desde Dios, y no desde las seguridades mías: "La fe en la resurrección de Jesucristo se funda, pues, en la profesión más fundamental de la fe como tal, en la fe en la posibilidad creadora y en la fidelidad de Dios. Se basa, en definitiva, en la fe en el ser Dios de Dios. Y viceversa, pues lo mismo se puede decir que el Dios de Dios se revela de modo definitivo sólo en la resurrección de Jesús. La decisión en pro o en contra de la fe pascual no se refiere a determinados sucesos maravillosos, sino que equivale a si se está decidido a contemplar la realidad a partir de Dios y a confiarse a Dios en la vida y en la muerte. La decisión quiere decir, pues, si uno piensa poder vivir desde sí mismo, desde sus propias posibilidades, o más bien se tiene el coraje de hacerlo a partir de aquel de quien no podemos disponer, a partir de Dios" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 177).
Con la resurrección Cristo está con nostros desde Dios: " resurrección y exaltación quieren decir que Jesús vive todo y por siempre para Dios (Rom 6,9s). La exaltación a la derecha de Dios no significa, pues, el arrebatamiento a un empíreo más allá del mundo, sino el ser de Jesús con Dios, el ser en la dimesnión de Dios, de su poder y gloria. No quiere decir lejanía del mudno, sino un nuevo modo de estar con nosotros; ahora Jesús está con nosotros desde Dios y al modo de Dios; dicho gráficamente: está con Dios como nuestro intercesor, "semper interpellams pro nobis" (Heb 7,25)" (KASPER, Walter, Jesús el Cristo, Salamanca (10)1998, 183).
Identificación del hermano con Cristo: " el otro distinto de mí en la humanidad, amigo o enemigo, es "el hermano por quien murió Cristo" (1 Co 8,11; Rm 14,15); y quien se hace culpable para con los hermanos, peca contra Cristo ( 1 Co 8,12). Ahora la catequesis cristiana primitiva puede y debe realizar expresamente la identificación (las palabras se ponen en boca del "rey"): "Cuanto (no) hicisiteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí (no) me lo hicisteis (Mt 25,40.45)" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 354). " la fundamentación indiscutiblemente "vertical" de la "horizontalidad" del amor cristiano y eclesial al prójimo" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 359). "El hermano no es un miembro más entre los muchos de que consta una sociedd; Jesús se comprometió hasta sufrir la pena de la cruz y del infierno por él, justamente por él; expió vicariamente su culpa ante Dios; es nuestro hermano no en sentido horizontal sino vertical, a partir de la cabeza, por eso "el fuerte" encuentra en el "débil" directamente la cabeza, (y, en la cabeza, el todo): "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños "" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 363).
No identidad: La distancia entre "cabeza" y "cuerpo" permanece en cualquier circunstancia, de modo que Cristo, en cuanto que cabeza es el único redentor universal, incluso de su madre, la "preredimida" " (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 375).
La fe y el amor van en perijoresis. El amor al prójimo, refleja nuestra fe: "La extensión del amor cristiano se mide por la extensión del amor de Cristo; el nombre de hermano no puede negarse a nadie (Jn 14,20). A la pregunta de cómo un hombre puede entrar en el movimiento absoluto del amor de Dios por el hombre, la respuesta de Jn es doble: mediante la fe en Jesucristo, Hijo de Dios, y mediante nuestro nacer de Dios. La fe aparece siempre como el presupuesto del amor aunque después el amor es la consecusión necesaria de la fe. "Este es su (de Dios) mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros tal como (Cristo) nos lo mandó" (1 Jn 3,23). El salto más allá del propio centro que Jn exige no es menos radical que el exigido por Pablo. En la corriente del amor trinitario que se vierte sobre los hermanos no se entra a pie por el camino de la filantropía. El salto de la fe revela su capacidad cuando se describe como un chorro nuevo de la fuente, como nuevo nacimiento o renacimiento. "Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios" (1 Jn 5,1), el Hijo de Dios le da poder para ello (Jn 1,12s.), y así le introduce en el reino de Dios (3,5). Pero, al igual que en Pablo, la fe en Jn no está separada del amor; es la primera respuesta de quien ha reconocido el amor de Dios en Cristo y, por eso, ella misma es ya amor .en cuanto hijos de Dios amamos también al Padre para, a partir de él, amar a todos los nacidos de él, a nuestros hermanos: 1 Jn 5,1. Y quien, en la fe y en el amor a Jesús, ha nacido de la fuente del amor, del Padre, tiene también conciencia cierta de que el Padre le ama (Jn 14,23), y realmente no podría amar a los hijos amados del Padre sin amar, a la vez, a la fuente suprema del amor" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 368-369).
Trasparentar el poder de Cristo, los santos: "Del poder del Cristo victorioso se derivan para sus discípulos, plenos poderes en relación con el reino: transmitir el mensaje, curar enfermedades y miserias, sucitar todos los signos de la realidad presente del amor divino. Estos poderes tienen siempre el carácter del don: la palabra del mensaje tiene en sí la fuerza de mostrarse no como palabra human, sino como lo que es, palabra de Dios (1 Ts 2,13); los plenos poderes sacramentales, que tienen la misma estructura que la palabra que obra por sí misma, transforman a los cristianos en cooperadores instrumentales del poder opoerador supremo que es Cristo, y cuanto más plasman ellos en la fe su existencia en sentido instrumental, tanto más ésta resulta capaz de transmitir el poder salvífico que la impregna. El instrumento es idóneo cuando no opone resistencia a aquel que obra. Aquí comienza la (en apariencia) doble dialéctica de la existencia cristiana. Ser permeable a Dios es lo contrario de la pasividad inactiva; donde se inflama y arde el amor de Dios en el mundo, el cristiano, inflamándose y ardiendo, remite a esta cualidad del amor de Dios. El cristiano debe tratar de realizar en sí y en los que le rodean, con dinamismo y con pasión el reino que Dios quiere. Con este fen se muestran las imágenes de esos cristianos que, en un sentido especial, llamamos "santos". Al mirarlas se ve en seguida en qué consiste este compromiso de transmisión dinámica. No es una dialéctica, ya que su actitud es unitaria ( su voluntad es una, en unión con la voluntad de Dios). Pero es, si se quiere, utopía. Todos estos "santos" chocaron en su camino contra la inercia del mundo, en el mejor de los casos dejaron escapar algunas chispas de su fuego y encendieron algunos corazones; pero después todo acabó en algún calvario, enuna hoguera, o el fuego fue, sin más, sofocado; fuera, a la luz del sol, quizá quede un monumento. "Como ovejas en medio de lobos". No es posible organizar el poder de las ovejas; un empleo más racional de los "santos" (y de cuantos, más o menos lejanamente, se asemejan a ellos) no acelerará la llegada del reino." (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 425-426).
Martirio: ""El campamento de los santos, la ciudad amada" es asediada para el último combate (Ap 20,9), según los cálculos humanos tendrá que caer. Si la Jerusalén terrena fuese sin más exaltada a la celeste, sería la torre de Babel. "¡Sálvanos, Señor, que perecemos!" gritaban también los discípulos en la barca de Pedro (Mt 8,25). El hombre prudente que edificó su casa sobre roca "cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa" (Mt 7,24ss.)- es el hombre que confió en la roca que es Cristo. Encontrará la tabla de salvación que le llevará a la orilla, y ésta será quizá la espalda de uno que saba nadar" (BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, Vol 7, Nuevo Testamento, Madrid 1989, 435-436).
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