En forma genérica, podríamos comenzar diciendo que en la Edad
Media la ficción circulaba bajo canales orales y anónimos; mientras los textos
científicos lo hacían bajo la condición de estar firmados por un sujeto que los
sostenía. Es decir, la firma de un autor que se repliega al saber secular
administrado desde la órbita de lo religioso. Con el pase a la Modernidad los
saberes se transforman y así como el sol pasó a ser el centro del sistema
planetario también los textos científicos dejaron de estar asociados al dogma.
Esto, entre otras razones, se produce porque los saberes se consideran
compartidos por una sociedad toda y no solo por una esfera religiosa. Comenzaron
entonces a circular sostenidos sobre una epistemología compartida por muchos. Es
allí cuando, en forma inversa a lo anterior, la ficción comienza a percibirse
como peligrosa, y comienza por tanto a necesitar la figura de un autor como
condición de circulación. Es que son textos que no se adhieren a un saber
determinado. En la Madre Patria del Siglo XVI, de gran poderío económico y
político, surge la necesidad de organizar el imperio. Por ejemplo desde lo
religioso, lo que ocasiona la conversión al cristianismo de moros y judíos y la
implementación de los Tribunales Inquisitorios. Como todos hemos visto en
variadas películas y leído en muchos manuales de historia, estos Tribunales
resultaban por lo menos arbitrarios y por mucho crueles. En una auténtica
muestra de economía procesal, que quizás tenga un carácter de fuente para el
ejercicio de la justicia en nuestros días, los inquisidores detenían al acusado
y luego de encerrarlo unos días le ofrecían pluma y papel para que confesara sus
faltas. No podemos perder de vista en esta práctica que el individuo,
desconociendo los cargos en su contra, podía en su confesión coincidir o no con
los delitos que se le imputaban.
Bajo las formas literarias de este tipo de confesiones se
encuentra escrito El Lazarillo de Tormes, que se publicó en 1554 y que fue
prohibido, incluyéndose en el Index Inquisitorial, a los pocos años. La
originalidad de la obra gira en torno al carácter autobiográfico de la
narración, escrita en primera persona, y a que el personaje lejos de ser un
ejemplar noble de vida acomodada es un pobre que transita de desventura en
desventura. Quizás uno de los detalles más interesantes es que sea anónimo, no
sólo por tratarse de una biografía (que justamente por este punto es considerada
como imposible por la crítica) sino además sin dejar de tomar en cuenta que para
la época un texto ficcional requería un autor para circular. Para aquellos que
no lo hayan leído, y sin que pretenda ser una suerte de resumen, la historia de
Lázaro de Tormes está rodeada de amos a los que sirvió, muchos de los cuales
precisamente revestían cargos eclesiásticos. Y estos hombres de la Iglesia
estaban, asimismo, contaminados de pecados capitales tales como la gula o la
avaricia, lo que no deja de remitirnos a interpretar una suerte de carácter de
denuncia (insisto, anónima). Por otra parte, Lázaro está convencido de haber
logrado un ascenso en su condición social, y dentro de los sucesos
económico-políticos de la época podría tomarse como una lectura sobre la
posibilidad de movilidad dentro del sistema. Sistema, cabe destacar, capitalista
incipiente y ligado al fenómeno de la industrialización. Pero esta idea nos hace
poner atención a esa buena fortuna que el protagonista cree alcanzar, y no
resulta tan claro si realmente podemos considerarlo un logro o se trata de una
ironía.
Lázaro asegura estar en la “cumbre de toda buena fortuna” una
vez que consigue ejercer un oficio (pregonero) y que se ha casado. Pero esta
inserción al sistema capitalista resulta disfuncional: es un pregonero que no
sabe leer ni escribir. En cuanto a la virtud de su esposa, el texto está plagado
de marcas de la época que reponen un contexto lujurioso alrededor de ese
personaje femenino. Además es una mujer amancebada a un arcipreste (es decir, a
cambio de hacer ciertos quehaceres domésticos recibe favores del párroco).
Este triángulo entre Lázaro, el arcipreste y su esposa (la
“cumbre” lograda) es tema de las malas lenguas que lo envidian y quieren su mal;
y el intento de callarlas es el motivo de la escritura del libro según se lee en
el prólogo. Una interesante paradoja: decir para que dejen de decir. En el texto
esto se data como “el caso” pero lejos de aclararlo o de echar luz sobre el
asunto se lo esquiva y se lo trata con suma homonimia. De hecho, ni el
arcipreste ni la esposa están incluidos con nombre y apellido en la historia, y
toda la narración está dirigida a un “Vuestra Merced” que, porque Lázaro lo
menciona, se sabe que es amigo del arcipreste.
Asimismo, era una práctica habitual en la época, y condenada
por la Inquisición, el amancebamiento de mujeres casadas y pobres. Debido a que
los hombres de la Iglesia eran provistos de una dieta que les permitía hacerse
de leña y de buenos alimentos, el cumplimiento de los quehaceres doméstico era
pagado con parte de estas mercancías a las que los pobres no podrían acceder por
sí mismos. Entonces, si la relación incluía favores sexuales por parte de la
mujer al cura, estos eran consentidos por el marido aunque existiera el peligro
de ser denunciados al Tribunal. Huelga decir que, ya desde aquellos tiempos, el
castigo recaía sobre el matrimonio y al cura a lo sumo se lo mudaba de pueblo.
Por esto es que resulta llamativo que el texto guarde las
formas de una confesión y que el motivo sea acallar los rumores. Podríamos
reponer fácilmente que Lázaro, conciente del menàje a trois que conforma, quiera
narrar su historia y frenar los rumores de las gentes que pueden funcionar como
denunciantes ante el Tribunal. Pero insisto, ¿alcanzó realmente un ascenso
social? ¿Logró saltar su destino de don nadie? Uno no puede dejar de pensar que
lejos de eso, Lázaro sólo consigue asociarse al poder desde un lugar corrompido.
En cuanto al relato de la infancia y la juventud, la
narración de Lázaro presenta un peregrinaje por distintas ciudades y también por
el servicio a distintos amos que lo maltratan. En este sentido, por una parte
como ya mencioné, los personajes religiosos están descriptos negativamente lo
que se puede leer como una suerte de visión crítica. Por otra parte, es
necesario considerar que la modernidad también causó un debate en la concepción
sobre los pobres, con los textos de luteranos y erasmistas circulando por
Europa. Y es que la crisis del trabajo, causada por la industrialización trae
aparejado una migración de gente hacia los centros urbanos que no logra
insertarse al sistema. El desplazo de las manufacturas deja desocupada una
cantidad de mano de obra que vaga por las ciudades mendigando. Hasta entonces,
los pobres y la práctica de la caridad era un tema religioso y administrado por
los curas y párrocos. Ante el desborde, se comienza a intentar desplazar la
atención de la pobreza al estado, y se tipifica la pobreza entre pobres
auténticos y simuladores que sólo intentan aprovecharse de subsistir sostenidos
de la caridad. Son estos primeros debates los que ligan la pobreza al delito,
concepto que para nosotros funciona casi naturalmente, y lo que hace al tema una
razón de estado. Se teoriza sobre la práctica de la caridad definiéndola hasta
un punto en el que se entiende como necesidad de cubrir sólo la alimentación
básica y el abrigo mínimo.
Entonces, volviendo a la historia de Lázaro, podríamos poner
en tela de juicio su superación en el estamento social. Lázaro vive de su
oficio, pero también de los favores recibidos por el amancebamiento de su
esposa. ¿Podría Lázaro mantener su status social si rompe el triángulo? ¿Quiere
acallar las voces en defensa de su buena vida o en defensa de su lugar social
establecido por su relación corrupta con poder?
El anclaje de la obra con la realidad del contexto histórico
es abrumador y nos proporciona un universo enriquecido para su lectura. Pero mi
interés es girar en torno a las razones por las cuales, pese al anonimato y su
prohibición inquisitorial, llegó a circular en nuestros días. Básicamente,
podríamos plantear que las obras literarias canónicas lo son por el carácter de
universalidad que contienen. Es decir, la problemática que plantean tiene puntos
de conexión con otras épocas, otras culturas, otros lectores.
¿Lograríamos los argentinos escribir nuestro Lazarillo?
Quiero creer sin duda que lo haríamos fácilmente, si observáramos nuestra
realidad como material para ficcionalizar. De hecho, hoy mismo el FMI insiste en
pedirnos una cantidad de explicaciones y el cumplimiento de una cantidad de
mandatos, tal y como le pasa a Lázaro con la persona establecida en “Vuestra
Merced”. El triángulo perverso formado por el arcipreste, Lázaro y su esposa es
el mismo triángulo corrupto que formamos la Argentina, el FMI y el Dpto. del
Tesoro de los Estados Unidos. Es decir, Lázaro le explica sus razones a un
miembro del Tribunal Inquisitorial que es amigo del arcipreste. Arcipreste que
amanceba a su esposa. Nuestros funcionarios explican, y aclaran hasta oscurecer,
razones y sin razones al FMI, amigos del Tesoro de los EEUU, país que amanceba a
través de sus empresas multinacionales (muchas de las cuales intervinieron o lo
hacen aún en las empresas que privatizamos) a todos nosotros. Que amanceba a
través del apoyo o no a nuestros gobernantes. Todos sabemos, como sabe Lázaro
sobre los favores del arcipreste hacia él y su mujer, que la deuda externa es
ilegítima. Todos sabemos que a nuestro Presidente le han dado pluma y papel para
que confiese sus faltas. Todos sabemos que la década de gobierno menemista está
más que plagada de escándalos fraudulentos y de corrupción, de manejos indebidos
del dinero público y miles de delitos que me parecen innecesario nombrar. Todos
lo sabemos, hasta quiénes nos piden explicaciones, que son los mismos que nos
prestaron “sus favores” durante ese gobierno. Como sucedió durante los debates
sobre la pobreza, los gobiernos y organismos primer mundistas asocian el delito
a los gobiernos pobres y tercermundistas. Asocian la corrupción, y definen la
caridad a prestar. Definen como asistir, y tipifican para esta región la
pobreza: países legítimamente pobres, países que hacen de la pobreza una forma
de vivir aprovechando inescrupulosamente la asistencia. Como si pudiera
considerarse a través de la caridad un modo edificante de vida. Lázaro sabe que
durante su peregrinar ha cometido faltas, y las confiesa. Pero también deja ver
que sus faltas están enmarcadas en el contexto de víctima en el cual él mismo
estaba definido en cada situación. Y los victimarios no asumen, como el
arcipreste y los distintos amos a los que sirvió, su condición de tales. El FMI
y el gobierno de Estados Unidos están libres de todo mal, de asumir sus roles de
responsabilidad sobre estas regiones de América del Sur, donde se han aplicado
sistemáticamente sus políticas de ajustes. Si pueden hacernos confesar las
faltas de nuestros gobiernos corruptos, cuando me parece que lo enriquecedor
sería asumir nuestras faltas puertas hacia dentro y debatir sobre las próximas
formas de gobierno y sobre qué deseamos que sean estructuras representativas.
Nosotros deberíamos resolver, como en la historia Lázaro resolvió dejar de
servir a sus amos y buscar un oficio que le permita sostenerse.
Es inevitable entonces volver a la problemática sobre el
ascenso social de Lázaro. El comienza su relato marcando su origen pobre,
marginal y poco casto. Describe su crecimiento al servicio de amos que lo
maltratan y culmina narrando cómo alcanzó la amistad de las buenas gentes a
través de su oficio y del amancebamiento de su esposa. Finalmente, uno podría
interpretar que Lázaro no hizo más que volver a arribar al lugar de donde salió:
construye una familia pobre, marginal y poco casta. ¿Podría Argentina alguna vez
dejar su origen, de poder binario en pugna constante, de relaciones en
desventaja con las potencias extranjeras, de corrupción interna? ¿Podríamos
trascender del lugar de víctimas hacia un estrato superior? ¿Podríamos
responsabilizarnos de nuestras faltas y declarar nuestra inserción corrupta al
sistema económico mundial?
Quizás, en esta discusión crítica sobre la necesidad o no de
un autor que sostenga un texto, debiéramos pensar las palabras del Rector de una
Universidad centroamericana, Dr. Juan Vela Valdés:
"La investigación científica, y en particular la
investigación matemática, son casos límites en los cuales cierto nro. de
conceptos aparecen de manera muy clara. En efecto, no importa quién habla,
importa lo que aporta su teoría… Así, el autor de una fórmula tiene dos
aspectos: la necesidad de interiorizar una axiomática, y el criterio del autor
como aquel que modifica el campo epistemológico. Creo que se restituye un sujeto
bastante poderoso, un sujeto filosófico.”
¿Seremos capaces de promover el nacimiento de una clase
dirigente donde no importe de quién es el discurso sino lo que aporta su teoría
sobre la forma de gobierno? ¿Seremos capaces de generar un sujeto de enunciación
poderoso y filosófico? Creo que esta es la gran incertidumbre.
Andrea Chiacchio