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El taller de Vtin Letras |
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EL SOL DE LA NIEVE ROJA
Lucinda era una soñadora. Soñaba cada mañana, soñaba cada tarde (soñar era su disciplina favorita) soñaba que salía de su entorno y cada noche huía de su pobreza. Era como escapar a su destino. Pero ella no sabía, o no quería saber, que el destino lo tenía escrito ¿qué digo escrito? esculpido en su yo. Aquello... era como su ADN, pero... ¿qué sabía Lucinda de ADNS? Cada día le tenía que recordar que las personas pobres tenemos un extraño sentido de la orientación, que los pobres no huimos hacia delante sino hacia dentro. Lucinda no es que fuera necia, ni tampoco simple pero sí demasiado sencilla. Tenía tan buen corazón que nunca veía el mal. Siempre decía (entre risas y griteríos) tengo el corazón tan grande como mi culo, como mi negro culo, del cuál se sentía muy orgullosa. Ariana, la prima Ariana, siempre le decía, -Lucinda que tú de buena te pasas pa tonta-. Un día, un triste día, un día que no quiero ni fechar tuvo que conocer al hombre de sus sueños , al hombre de sus pesadillas. Al hombre que haría realidad sus sueños, al hombre que destrozaría su vida y.... un poco la nuestra. Un día soleado, en medio de una lluvia torrencial (como sólo sabe llover en nuestra querida Ikiguana) apareció Otom-Spring Winter Summer, conocido como Vivaldi. Vivaldi le prometió su amor. Vivaldi le
juró que la sacaría de la pobreza, que se la llevaría
a su país, a ese país donde todos hablan extranjero (incluso
desde pequeñitos) y beben Coca-Cola. Vivaldi le contó
que tenía una preciosa casita de madera en lo alto de una
montaña. Ella lo adoró, el se jactó. Ella
lo amó, el se endiosó. Esa noche hicieron el amor salvajemente
(era una preciosa noche en la que el sol se reflejaba con sus rayos de
plata en el mar), él la llamaba mi negra culona, ella mi descolorido....
y ese op-art, ese blanco y negro se fundió en un sólo cuerpo.
La prima Ariana sufrió con la felicidad de Lucinda; le decía no te fíes, no lo conoces -mira que es blanco, muy blanco y sin embargo no es transparente- ¿por qué? Vivaldi (que ostentaba dinero por todas partes) tenía un avión preparado para sacar a Lucinda, para llevarla al más allá y hacerla la madre de sus hijos, pues Vivaldi no quería tener hijas. -No te vayas Lucinda, por favor... ese hombre no te quiere, ese hombre no es bueno. No olvides que eres negra-. Y Lucinda añadía, -sí, soy negra pero guapa y culona-. Un día, soleado con tormenta, Lucinda se fué. Se fue sin decir adiós. Creímos que no se quiso despedir para evitar el sufrimiento del adiós. Ese adiós, que como todo adiós está lleno de promesas, de amores, de mentiras, de anhelos, de.... no se por qué el adiós está lleno de cosas cuando en realidad el adiós es el vacío más grande, y Lucinda desapareció en ese adiós vació. Pasaban los días y no recibíamos noticias, ¿qué será de Lucinda? nos preguntábamos ¿será feliz? , seguro que sí, ella se atrevió, ella arriesgó y ganó, y nosotras.... ¿a qué esperamos?, ¿para quiénes nos pudriremos?, ¿amaremos algún día?. Eran las 5'45 de la mañana de un día soleado con fina lluvia y muchos relámpagos. Eran las 5'45 y apareció un cuerpo destrozado, violado, vejado, atado. Sólo pudimos reconocerla por sus sueños (aún no se habían desvanecido) y por ese culo grande y negro. Lucinda huyó hacía dentro, hacia
el fondo, y lo tocó.
Loles
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