"También
nos anima a compartirte nuestra palabra la agobiante situación
de las mujeres y sus familias, ya que se ha incrementado la pobreza,
a 40 millones de personas, y a 26 millones de extremadamente pobres,
mayoritariamente indígenas y mujeres ..."
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México, DF, a 20 de enero de 1999.
Querido hermano
Juan Pablo II:
Por medio de esta
carta, un grupo de mujeres queremos agradecer a Dios y a tí,
tu visita; y dirigirnos a tí como nos enseñó Jesús,
en confianza y hermandad (Mc 3, 31-35). En esta estancia queremos dar
una palabra que surge desde los vientos que siguen siendo frescos y
renovadores del Concilio Vaticano II, de las Conferencias Episcopales
Latinoamericanas de Medellín, Puebla y Santo Domingo. Palabra
que surge desde nuestro corazón despierto, desde las heridas
de nuestras vidas, desde nuestro infinito amor y esperanza en nuestra
Iglesia. Y también desde el reconocimiento humilde que como mujeres
somos parte de una buena noticia que anuncia que Dios es amor, y por
amor también se ha hecho mujer, que se ha puesto del lado de
los proscritos, de los indígenas, de los pobres, de las mujeres,
de los endeudados, de los homosexuales y lesbianas, de los niños
y niñas de la calle, de los enfermos y de las enfermas de SIDA,
de todos aquellos que sufren todo tipo de explotación y exclusión.
También
nos anima a compartirte nuestra palabra la agobiante situación
de las mujeres y sus familias, ya que se ha incrementado la pobreza,
a 40 millones de personas, y a 26 millones de extremadamente pobres,
mayoritariamente indígenas y mujeres; los 15 millones de desempleados
y desempleadas que desde hace varios años no encuentran trabajo;
la caída del poder adquisitivo de trabajadores y trabajadoras,
de madres solteras y viudas; las reducciones del presupuesto en salud,
alimentación y educación; la insuficiente atención
de las instituciones de salud; el aumento de asesinatos, violación
y violencia a mujeres de Chihuahua, DF y Chiapas; el ascenso del número
de enfermos y enfermas de SIDA a 37 mil 381, sin contar a las 176 mil
235 personas infectadas que en su mayoría no lo saben (Letra
S, 1998); el aumento de las niñas y niños que viven penosamente
en las calles; el crecimiento de la violencia, la militarización
e impunidad, y la urgente necesidad del reconocimiento de los derechos
de los pueblos indios y de la paz con justicia y dignidad en Chiapas...
En las siguientes
líneas encontrarás preocupaciones hondas que queremos
compartir contigo y con mujeres y hombres de buena voluntad, para que
continuemos abriendo caminos de esperanza y solución ante estas
escandalosas situaciones. Tómalas como son: sencillas y sinceras
palabras que nacen desde el fondo de nuestro corazón y nuestras
vidas.
- Nos sumamos
a la gran preocupación de toda nuestra iglesia, sobre la alarmante
pobreza que el modelo neoliberal ha generado, verdadera fábrica
de excluidos; así como a la urgente necesidad de actuar, como
Iglesia y junto con muchos otros sectores de la sociedad, para disminuir
la inequidad y la exclusión. Temas que se nos presentan como
grandes desafíos para el siglo XXI. (Cfr. CELAM, 1999).
- En el marco
de tu llamado para preparar el Jubileo del año 2000 (Carta
Apostólica Tertio Milennio Adveniente, 1994), nos adherimos
a la campaña internacional Jubileo 2000, por un comienzo del
siglo libre de deudas, con mayor igualdad, justicia, paz y dignidad.
Un siglo en el que la ciencia y la tecnología se encuentren
al servicio del bienestar de la humanidad y de la naturaleza.
- Como hermano
nuestro en Jesús, esperamos que inspirado por el Evangelio,
y el Concilio Vaticano II, que hacen suyos los gozos y las esperanzas,
las tristezas y las angustias de todos los hombres [y mujeres] de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y cuantos sufren (GS 1),
pronuncies una palabra profética de denuncia y anuncio ante
la grave situación que están viviendo nuestras hermanas
y hermanos indígenas en Chiapas, y una palabra de aliento a
la Iglesia local, a la Diócesis de San Cristóbal, que
ellas y ellos constituyen.
- Estamos de acuerdo
contigo en que la defensa y la promoción de los derechos humanos
tienen estrecha relación con nuestra misión como Iglesia
en el mundo contemporáneo y que no podemos abandonar a mujeres
y hombres cuyos destinos y esperanzas están unidos a nuestro
gran hermano Jesús (Cfr. Discurso de Juan Pablo II a los participantes
del Congreso sobre la Pastoral de los Derechos Humanos).
- También
estamos de acuerdo con un sinnúmero de mujeres y hombres que
se empeñan, desde hace varios años, en que como Iglesia
nos entreguemos plenamente a la defensa y promoción de la dignidad
humana, por lo que, junto con ellas y ellos, estamos comprometidas
en construir:
- Una Iglesia
solidaria, testimonial, pobre, seguidora de Jesús y comprometida
con la liberación de los empobrecidos y excluidos del mundo.
- Una Iglesia
que abra las instancias de decisión a la participación
de las mujeres.
- Una Iglesia
participativa en la que todos y todas, a través de las
Iglesias locales, podamos participar en la elección de
nuestros obispos.
- Una Iglesia
en la que la sexualidad se valore de forma positiva como una dimensión
propia del ser humano, abierta en sus posibilidades y expresiones,
sea hetero u homosexual, y que reconozca la capacidad de decisión
con base en la conciencia personal, informada y el discernimiento
en la fe.
- Una Iglesia
que no excluya a nadie, acogedora y comprensiva con todas las
realidades humanas, con un mensaje basado en el amor de Dios a
sus hijos e hijas y en el gran llamado a vivir en comunidad y
construir fraternidad.
- Una Iglesia
multicultural e inculturada en la que la diversidad de imágenes,
lenguajes y expresiones de la fe nos enriquezcan y ayuden a encontrar
nuevos caminos para acercarnos a Dios.
- Una Iglesia
comprometida con el ecumenismo fraterno, abierto al encuentro
con otras religiones en donde también se nos manifiesta
Dios, y dispuesta a trabajar con otras personas, con la sociedad
civil, con organizaciones sociales y políticas, por la
justicia, la paz, la libertad y la felicidad para todos los hermanos
y hermanas.
- Una Iglesia
que en su interior promueva la mutua estima, el respeto y el reconocimiento
de las legítimas diversidades, para abrir, con fecundidad
creciente el diálogo. Iglesia que mantenga su unidad en
lo necesario, su libertad en lo dudoso y su caridad en todo (GS
92).
- Una Iglesia
que respete santamente la dignidad de la conciencia y su libre
decisión (GS 41).
- Una Iglesia
que tenga instancias capaces de defender los derechos humanos
en su interior frente a los abusos de menores, acoso sexual a
las mujeres, explotación de empleados...
Aquí terminamos,
deseando que Dios nos ilumine y nos ayude a ser una Iglesia que colabora
para que mujeres y hombres puedan acceder a lo que se necesita para vivir
una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda,
el derecho a la libre elección de estado, y a fundar una familia,
a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una
adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de
su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa
libertad también en materia religiosa (GS 26).
Una Iglesia que
tenga como imperativo esforzarnos con la palabra y con los hechos para
que las mujeres de América Latina y el Caribe sean valoradas
y reconocidas plenamente en la Iglesia y en la sociedad. Es necesario,
por tanto, modificar la mentalidad y la actitud respecto a ellas, aunque
esto suponga un profundo cambio cultural, pues están en juego
la equidad y la justicia como principios de convivencia cristiana (Santo
Domingo 599).
Como todos los
mexicanos y mexicanas estaremos atentos a tu palabra con la confianza
de que en tu mensaje los temas esenciales de la pobreza, la dignidad,
la equidad, la exclusión, la justicia y la defensa y promoción
de los derechos humanos tomen en cuenta las necesidades, deseos y sueños
de las mujeres, y alienten nuestra esperanza.
Atentamente,
Integrantes, promotoras y amigas de Católicas por el Derecho
a Decidir-México y personas que en lo individual están
de acuerdo con esta carta
María Consuelo Mejía
Pilar Sánchez
Susana Cruzalta
Guadalupe Cruz
Celia Novoa
Rocío Ponce
María de la Luz Estrada
Carmen Marañón
Rocío Díaz
Beatriz Rodríguez
Guadalupe Martínez
Laura Fuentes
María del Rocío Magdaleno
Alma Rosa Botello
Rosa Ma. Mendoza
Ofelia Aguilar
Guadalupe Pineda
Virginia Contreras
Mariaurora Mota
Gabriela Bear
Ana Aguirre
Adriana Tirado
Amparo Espinosa
Elia Pérez
Sandra Villalobos
Laura Villalobos
Alicia Arines
Esther Chávez
Gloria Careaga
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