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Iglesia, corrupción y pobreza.

La posición de Monseñor Fonseca —como casi todas las de Iglesia Católica nicaragüense durante los últimos cinco años— no tiene justificación moral ni asidero doctrinal. El razonamiento del Vicario es anacrónico

Por ANDRÉS PERZ B.

Toronto.— En la entrevista concedida por Monseñor Eddy Montenegro a Confidencial (No. 262, 14-20 de Octubre, 2001), el Vocero de la Curia señaló que la relación entre la Iglesia Católica nicaragüense y el gobierno del Presidente Alemán ha sido “muy buena”. Montenegro señaló además, que “la presidencia ha mantenido una posición de respeto para con la Iglesia”.

Lo que el Vocero de la Curia no mencionó en sus declaraciones, es que las “buenas relaciones” que hoy existen entre la Iglesia Católica y el gobierno del Presidente Alemán se han edificado sobre el hambre y la desesperanza de los miles de nicaragüenses que viven hoy sumidos en la miseria creada por la corrupción gubernamental que la Iglesia ha avalado durante los últimos cinco años.

Para Monseñor Montenegro, las denuncias de corrupción que los medios de comunicación han hecho contra el gobierno del Presidente Alemán son “parcializadas”. Estas denuncias, señala Montenegro, no toman en cuenta las “obras” realizadas por el gobierno. Con este argumento, Montenegro revela nuevamente la ambigüedad moral dentro de la que funciona la Iglesia Católica nicaragüense. ¿Acaso sugiere el Vocero de la Curia que no se denuncie la terraza de Byron Jerez porque la ayuda internacional que recibimos después del Huracán Mitch también sirvió para reconstruir algunos kilómetros de carretera?

Las verdaderas “obras” del gobierno del Presidente Alemán han sido el aborto del frágil proceso democrático nicaragüense y la institucionalización de la desesperanza, el robo y la impunidad. La Iglesia Católica nicaragüense pasará a la historia como la coautora de esta tragedia nacional.

Finalmente, Montenegro niega que la Iglesia haya tomado partido a favor del candidato liberal Enrique Bolaños. Montenegro, sin embargo, reconoce que “hay sacerdotes que en su fueron interno pueden tener una preferencia [política]…”. ¿Acaso se refiere Montenegro a sacerdotes como el Vicario de Educación, Monseñor Silvio Fonseca? ¿Actuó Fonseca “en su fuero interno” cuando el domingo 30 de septiembre pasado y desde el púlpito de la Iglesia Catedral Metropolitana, habló de la pobreza como una condición social ordenada por Dios que no debía ser motivo de debate político? (La Prensa, Lunes 1 de Octubre del 2001).

La posición de Monseñor Fonseca —como casi todas las de Iglesia Católica nicaragüense durante los últimos cinco años— no tiene justificación moral ni asidero doctrinal. El razonamiento del Vicario es anacrónico y debe verse simplemente como lo que es: un truco propagandístico a favor del candidato liberal Enrique Bolaños, co-responsable de la corrupción que ha generado pobreza y desesperanza en nuestro país durante los últimos cinco años.

La inaceptable posición de Fonseca y el brutal atraso que sufre el pensamiento social de la Iglesia Católica nicaragüense se hacen evidentes cuando comparamos los argumentos del Vicario de Educación con la posición adoptada por la IV Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) con relación a la pobreza.

La pobreza en el debate político

Monseñor Fonseca pide que el tema de la pobreza no sea tema de discusión y debate durante la campaña electoral, porque los pobres “siempre han existido y existirán…”. Así, pues, Fonseca nos recomienda adoptar una posición pasiva y fatalista ante el drama de los pobres.

La CELAM, por el contrario, señala que el activismo político contra la pobreza es obligación de todos, y en especial de la Iglesia. Para ello, apunta el CELAM, hay que “promover la participación social ante el Estado, reclamando leyes que defiendan los derechos de los pobres”.

Para Monseñor Fonseca, la pobreza es un designio del cielo: “Sucede que a veces los pobres son usados hasta con fines electoreros, creyendo de que (los políticos) van a acabar con los pobres y eso es mentira. A los pobres siempre los tendréis dijo Jesucristo”. La CELAM, por su parte, señala que la pobreza no es el resultado de la voluntad de Dios, sino el producto de nuestras instituciones sociales: “Miramos el empobrecimiento de nuestro pueblo […] como un fenómeno económico y social, registrado y cuantificado por las ciencias sociales. Lo miramos [también] desde dentro de la experiencia de mucha gente con la que compartimos, como pastores, su lucha cotidiana por la vida”.

De acuerdo a Fonseca, los pobres deben estar bajo el cuidado de la Iglesia y sus organizaciones de caridad. Desde la perspectiva del Vicario de Educación, el trabajo de las organizaciones no eclesiásticas que luchan contra la pobreza, es sospechoso. Estas organizaciones, señala Fonseca, usan a los pobres “para otros fines, tal vez para estar contra la estabilidad social”.

La posición de la CELAM con relación al trabajo de las organizaciones de la sociedad civil que luchan contra la pobreza es diametralmente opuesta a la de Fonseca. La CELAM señala que la Iglesia debe apoyar “a las instituciones que cuidan de ellos [los pobres]: los minusválidos, enfermos, ancianos solos, niños abandonados, encarcelados, enfermos de SIDA y todos aquellos que requieren la cercanía misericordiosa del “buen samaritano”. El CELAM, además, invita al clero a “apoyar y estimular las organizaciones de economía solidaria, con las cuales nuestros pueblos tratan de responder a las angustiosas situaciones de pobreza”.

Finalmente, para Fonseca, la pobreza es una bendición de Dios: “...los pobres, para los cristianos, son los privilegiados porque allí esta el rostro de Dios”. Para el CELAM, por el contrario, la pobreza es una violación de los derechos básicos de la humanidad: “Los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y de estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades. La intolerancia política y el indiferentismo frente a la situación del empobrecimiento generalizado muestran un desprecio a la vida humana concreta que no podemos callar”

 

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