La
conmemoración de un acontecimiento histórico conlleva siempre un cierto número
de actividades y celebraciones que lo único que persiguen es realzar el
festejo. En efecto, nos disponemos, en 1997, a celebrar el BICENTENARIO del
Nacimiento de san Miguel.
Entre
las cosas que pueden contribuir a esta memorable fecha es la presente traducción
del francés al castellano de LA DOCTRINA ESPIRITUAL DE SAN MIGUEL GARICOITS,
publicada en 1949, dos años después de su canonización, el 6 de julio de
1947. La obra aparecía como fruto de un laborioso trabajo del P. Pierre
Duvignau.
Después
de una introducción sobre la vida de s. Miguel y aspectos del presente texto,
se trata el tema del Ecce venio (Aquí estoy) y el Ita.
Pater (Sí, Padre) del PROGRAMA DEL SAGRADO CORAZÓN.
Luego
se abordan los temas de: Dios todo.-yo nada, el F.V.D. (Fiat
Voluntas Dei, Hágase la Voluntad de Dios), el Apparuit benignitas
(Apareció la bondad) y el Tollat crucem suam (Tome su cruz) de
ese mismo Programa del Sagrado Corazón. Se concluye con el Ecce Ancilla
(Aquí está la esclava).
El
siguiente compendio habla de LAS VIRTUDES DEL SAGRADO CORAZÓN: Caridad,
en sus vertientes de Amor a Dios y al prójimo; Humildad; Obediencia,
esta última es el meollo de La Doctrina de s. Miguel; Abnegación; Discreción;
Perfección.
A
continuación, son presentados los Sacerdotes del Sagrado Corazón: en lo
que se refiere a la fundación de la Congregación; el rol que desempeña
la misma vocación a la vida religiosa; el panorama de la formación
religiosa: formación en general, formación de los novicios y de los escolásticos
(seminaristas) y el capítulo dedicado a los Hermanos Legos. Vienen
las reflexiones sobre los miembros de la Congregación. considerados como Auxiliares
de Dios y Apóstoles del Sagrado Corazón. Finaliza todo con dos capítulos
dedicados a los Directores espirituales y a los Superiores de
comunidad: el primero, de gran relevancia en la historia personal de s.
Miguel como capellán de la incipiente congregación femenina de la Hijas de la
Cruz, fundada por santa Juana Isabel Bichier de's Áges. El segundo, porque para
s. Miguel la autoridad es divina y había que hacer frente a toda la carga de
antiautoridad surgida de las ideas maestras de la Revolución Francesa.
Al
poner todos estos textos al alcance del público de habla castellana, no dudo
que ha de ser de gran utilidad para hacer de LA DOCTRINA ESPIRITUAL DE SAN
MIGUEL GARlCOITS una preciosa ayuda para vivir la unión a Cristo desde el
talante de la disponibilidad y del cumplimiento de la Voluntad de Dios
que tanto lo caracterizaron.
Que
esta traducción sirva más allá de la solemne celebración del BICENTENARIO
DEL NACIMIENTO DE SAN MIGUEL GARICOITS.
P.
Miguel Martínez Fuertes, s.c.j.
Traductor
La
canonización de san Miguel Garicoits por Pío XII en 1947. fue la ocasión, dos
años más tarde, de presentar al público LA DOCTRINA ESPIRITUAL del
nuevo santo que sus hijos habían guardado celosamente hasta ese momento como un
tesoro de familia.
Miguel
Garicoits nació en Ibarre, pequeño pueblo de la diócesis de Bayona, el 15 de
Abril de 1797. Arnaldo Garicoits y Graciana Etcheberry fueron sus padres.
Familia pobre, pero con una fe robusta templada en las pruebas de la Revolución
francesa. Era el mayor de seis hermanos, y muy pronto lo pusieron al servicio de
un campesino vasco de nombre Anghelu. A pesar de su ardiente piedad y seriedad,
muy por encima de su edad, fue admitido a la primera comunión a los 14 años
por causa de los prejuicios jansenistas que existían en aquella época. Esta
demora fue para él una gran prueba.
La
vocación sacerdotal, ya manifiesta, encontró en la pobreza de sus padres un
obstáculo difícil. Pero su heroicidad, impulsada por una voz interior, le hizo
encarar sin titubeos las duras tareas de empleado doméstico y los estudios
serios de latín y de humanidades en la casa parroquial de Saint‑Palais
primero y en el obispado de Bayona después. Esta doble tarea le valió dominar
su vigoroso temperamento vasco y de montañero y formarse en sólidas virtudes.
Alumno
de filosofía en el Seminario Menor de Aire (1818‑1819), de teología en
el Seminario Mayor de Dax (1819‑1820), es apodado san Luis Gonzaga.
Maestros y condiscípulos lo aprecian casi hasta venerarlo. A fines de 1820 es
nombrado jefe de estudios en el Seminario Menor de Larressore en donde termina
su teología. El 20 de diciembre de 182‑3). monseñor d'Astros lo ordena
sacerdote en la catedral de Bayona.
Nombrado
de inmediato coadjutor del cura párroco de Cambó ya paralítico, en pocos
meses transforma la parroquia, distinguiéndose por SU devoción al Sagrado
Corazón.
En
1825 es enviado al Seminario Mayor de Betharram para enseñar filosofía primero
y teología y sagrada escritura después. desempeñándose también como
administrador. Las múltiples tareas. lejos de aplastarlo, lo estimulan. Posee
una extraordinaria ascendencia sobre los alumnos. El Padre Garicoïts sucede a
Don Procopio Lassalle, antiguo rector, muerto en 1831, en la dirección del
Seminario Mayor. Pero el nuevo obispo, monseñor d'Arbou, traslada el seminario
a Bayona y, con ello, cambia el destino del nuevo rector. Se queda en Betharram
y, en este milagroso santuario de la Virgen cuyo origen se remonta a la edad
media, funda una Congregación religiosa que dirigirá hasta la muerte, acaecida
el 14 de mayo de 1863.
El
P. Garicoits sentía desde hacía varios años atracción por la vi da religiosa
sin que sus aspiraciones se concretaran. A medida que los ordenandos se alejaban
del seminario y que se sentía solo, interrogaba a la Providencia, repitiendo
sin cesar las palabras del apóstol: "Señor, ¿qué quieres que haga?
(Hech. 9, 6).
Varios
obispos, de paso por Betharram, le habían manifestado su desconsuelo ante el
espíritu de insubordinación que ganaba adeptos en una parte del clero. El
joven sacerdote, con su celo apostólico, estaba apenado por las lágrimas de
los pastores y, en sus meditaciones, buscaba un remedio a semejante mal.
El
ejemplo del bien realizado por las Hijas de la Cruz (1) se le
presentaba a cada instante y más que nunca veía la fecundidad de la vida
religiosa como renovación del espíritu cristiano en el pueblo. Las grandes órdenes
religiosas de antaño habían desaparecido sin ser reemplazadas. Poco a poco una
luz precisa inundó su espíritu: Dios lo llamaba a fundar una Congregación de
sacerdotes animados por el espíritu que nuestro Señor mismo quiso inculcar a
sus apóstoles; pondría a esos sacerdotes al servicio de la Iglesia como
instrumentos selectos y modelos de obediencia y de celo apostólico.
Consultada
la fundadora de las Hijas de la Cruz, ésta apoyó firmemente el proyecto. Monseñor
d'Astros, que dejaba recién el obispado de Bayona por el arzobispado de
Toulouse. alentaba también el emprendimiento. La idea se imponía, pues, cada
vez más, a su voluntad. sólo su humildad seguía oponiéndose, sugiriéndole más
bien entrar como simple religioso en la Compañía de Jesús. Dudaba. En 1832,
antes de que se marcharan de Betharram los seminaristas, le pareció llegada la
hora de la elección definitiva. Se fue a Toulouse e hizo retiro bajo la dirección
del P. Leblanc, S.J. La gracia actuó y, terminados los ejercicios, el P.
Leblanc se despidió de él con esta decisión firme: "Dios le quiere más
que Jesuita, siga su primera inspiración y será el padre de una familia que
será hermana de la nuestra" De vuelta a Betharram, el P. Garicoits se pone
a los pies de Nuestra Señora y recibe- él mismo lo atestigua-
una luz extraordinaria que confirmaba la decisión de Toulouse. Desde entonces,
está decidido. nada será capaz de cambiar la decisión y su vida se
identificará, en gran parte, con la de su Instituto.
Ya
que el proyecto venía de Dios, tenía que encontrarse con la cruz, sello de las
obras divinas; y no le faltó, Algunos sacerdotes selectos se unieron al P.
Garicoïts y conformaron en Betharram un primer embrión de comunidad. Un espléndido
equipo de hombres de Dios que el ímpetu del fundador llevará hasta el heroísmo.
En efecto, el Instituto tendrá que afrontar una prueba que sólo el heroísmo
y, finalmente, los milagros de Dios pudieron vencer.
Léase
el relato de la biografía del santo publicada por Gaétan Bernoville (2).
Aquí sólo podemos hacer un breve resumen, necesario para comprender ciertas páginas
de este libro.
De
1838 a 1878, la diócesis de Bayona tuvo como obispo a monseñor Lacroix,
dedicado, excelente administrador de las obras diocesanas, pero en lo referente
al Instituto de Betharram, irreductiblemente contrario a las intenciones del P.
Garicoits. El fundador, iluminado con las luces que pensaba divinas, desea una
Congregación religiosa aprobada por la Santa Sede; el obispo sólo quería un
grupo de misioneros diocesanos. En seguida comenzó el conflicto entre las dos
posiciones que duraba todavía a la muerte del santo y que concluiría en 1875.
Sin embargo, desde 1838, monseñor Lacroix permitió el uso del Sumario de
las Constituciones y las Reglas comunes de los Jesuitas. Pero, en 184 1, añadió
constituciones personales que se oponían a esas reglas en puntos esenciales,
sobre todo en lo que respecta a la vida religiosa. La Congregación vivió diez
años en ese régimen contradictorio. En 1851, primero, y en 1855, después, a
fuerza de insistir, se consiguieron algunas concesiones de detalles; pero, en
los puntos importantes, el obispo seguía firme. Si añadimos a esto que el
fundador tenía por primer principio la obediencia al obispo y que nunca se
apartó de la más absoluta sumisión, podemos imaginar el grado de heroísmo
que necesitó tener durante sus veintidós años de vida para conciliar la
obediencia con la inspiración del cielo.
Ubicados
en esta perspectiva, algunas enseñanzas sobre el tercer grado de humildad o
sobre la obediencia de juicio poseen todo el sabor de una experiencia vivida.
Dios lo dejará hasta el final en la noche del espíritu y morirá sin realizar
su ideal.
El
obispo, el día del funeral, retiró, incluso, las últimas concesiones de vida
religiosa concedidas a la Comunidad e intentó volver a la forma de vida de las
constituciones de 1841. Pero los miembros, comprendiendo la herencia de santidad
recibida, suplicaron al obispo en términos emotivos: "Queremos los vínculos
con que nuestro Padre nos encadenó; dígnese, monseñor, dejárnoslos; le
serviremos mucho más fiel y generosamente".
Habrían
de pasar doce años todavía para que el obispo. convencido por los hechos
milagrosos, cuyos relatos sería largo de contar consintiera enviar a Roma
nuevas constituciones conformes al ideal del fundador.
La
oposición de monseñor Lacroix era sólo por la obra. pues el obispo apreciaba
altamente las virtudes del P. Garicoits y la oración fúnebre pronunciada en
los funerales se parecía mucho al panegírico de un santo.
Por
lo demás, san Miguel distaba mucho de dejarse abatir por las pruebas. Privado
de la ayuda que podría encontrar en reglamentos más apropiados, formaba a sus
compañeros según su ideal personal y. a medida que aumentaba el número,
fundaba obras llenas de empuje y de vida. Fundó muchos establecimientos
escolares, además de enviar a muchos misioneros a todos los rincones de la diócesis:
en 1837, la escuela primaria de Betharram y, en 1847, la secundaria, a pesar de
las dificultades puestas por la Universidad; en 1849, la escuela primaria de
Orthez, seguida de un colegio en 1850. El mismo año, asumía la dirección del
colegio de Mauleón; en 1851, de la escuela primaria de Asson; en 1855, del
colegio de Olorón. En 1856, fue la primera fundación en Argentina, a la que
seguirían otras más. En 186 1, la de Montevideo.
A
pesar de todo lo que podía restringirlo y privar de savia, el árbol
betharramita crecía y se hacía cada día más vigoroso.
Las
obras no se hubieran podido realizar de no mediar el espíritu de intensa
generosidad que el P. Garicoits infundía a todos los miembros del Instituto.
Todo era ocasión para formar las almas. Sus clases de filosofía y de teología
eran seguidas con avidez no sólo por los estudiantes. sino también por los
sacerdotes presentes en la casa central.
Cada
semana, daba a la Comunidad una charla espiritual. Era entonces, sobre todo, que
el santo daba rienda suelta a su espíritu y forjaba ya esa unidad que permitiría
subsistir al Instituto a pesar de todas las tempestades. En estas charlas
nacieron la casi totalidad de los textos que componen el presente libro.
El
fundador tenía una segunda familia espiritual, la de las Hijas de la Cruz. La
casa provincial, con el noviciado, estaba a cuatro kilómetros de Betharram. El
P. Garicoits fue durante treinta y cinco años casi el único asesor y confesor.
Formó en la vida espiritual a 1.200 religiosas a quienes acompañaba después
en las obras a las que la obediencia enviaba. concluido el noviciado. Imprimió
así en la provincia de Igón el sello del fervor y del heroísmo con que se
benefició todo el Instituto de las Hijas de la Cruz.
Las
cartas de dirección espiritual a las Hermanas constituyen la mayor parte de la
correspondencia que nos queda. Daremos algunos extractos en este libro, juzgados
necesarios para exponer su doctrina (4).
Señalemos,
luego de ver la obra, los rasgos que lo caracterizan: vasco, con las mejores
cualidades de la raza; cuerpo sólidamente constituido, con una fuerza atlética
y una resistencia sin límites en la fatiga; espíritu recto y positivo,
temperamento enérgico, constante en los proyectos, intrépido e, incluso,
audaz, cada vez que su ideal lo requiere. Proveniente de una familia pobre,
escala los peldaños del sacerdocio a fuerza de energía y de voluntad,
alternando sus horas de estudio con las del servicio doméstico. Así, al
llamado de Dios, responderá con un ecce venio, aquí estoy, de calidad
poco común.
El
esfuerzo que le exige su dura situación es bastante como para alcanzar el
dominio de su difícil carácter; él mismo se impone un ascetismo riguroso y
continuo, a veces con penitencias extraordinarias, trabajando por encima de los
límites normales. Una sola comida por día; por la noche, un sueño de cuatro
horas, dedicando el resto de la noche a la oración, a la correspondencia, a la
preparación ¿le las clases, sermones y conferencias, estudio de los maestros
de la vida espiritual, teólogos, filósofos.
Este
libro mostrará su labor impregnada de gracia y de contemplación, ya que
desconfiaba de los engaños que usa a menudo la naturaleza para sustituir a
Dios. Decía: "Dios dentro de nosotros, actuando interiormente en nosotros,
con nuestra cooperación. ¡Qué de veces combatimos, impedimos su actuación
interior! Por eso, debemos recurrir a la inspiración divina con circunspección,
debido a nuestra malicia y porque existe en nosotros una naturaleza homicida
que se mezcla con la acción vivificante de la gracia".
Para
apreciar lo que de original hay en la espiritualidad del santo, habría que
analizar minuciosamente sus fuentes y reminiscencias. No podemos hacer semejante
trabajo en estas páginas. De entre los maestros que influyeron de alguna manera
en él, podemos citar a san Agustín, san Bernardo, san Alfonso de Ligorio, sin
que tuviera preferencia por alguno en especial.
El
único que lo marcó fue el vasco de Loyola, san Ignacio. En su retiro
espiritual de Toulouse, el P. Garicoits se empapó de la recia virtud de los Ejercicios
que simpatizaba tan bien con su temperamento Y deseos de heroísmo. El libro se
convirtió en su principal manual de espiritualidad. El P. Leblanc le entregó
también el Sumario de las Constituciones y las Reglas comunes de la
Compañía de Jesús. Fueron para el discípulo objeto de meditación asidua,
asimilando completamente la letra y el espíritu. Obtuvo, además, del obispo de
Bayona, que las reglas fueran, al menos, provisoriamente observadas por la
Comunidad naciente. Desde ese momento, las charlas sobre la vida religiosa tenían,
a menudo como tema, una u otra de esas reglas, sobre todo la primera del Sumario.
De esta última solía sacar toda la doctrina con que alimentaba a los miembros
de la Comunidad.
Aunque
reconozcamos y proclamemos la dependencia esencial. no podemos titubear en
reconocer el genio personal de san Miguel. No se contentaba con asimilar fórmulas
y lo esencial de san Ignacio, ni con repensar y rever todos los conceptos, adaptándolos
al espíritu y comunicarles por ende un sello original, ponía esta doctrina
bajo la dependencia de un nuevo principio al que le daba su forma propia y como
su diferencia específica. El espíritu de Betharram y el de los Jesuitas serán
netamente distintos, si bien conservarán un mismo cierto aire de familia.
Los
lectores se percatarán fácilmente. A cada página descubrirán. casi íntimamente
mezclados a menudo, las ideas de san Ignacio y el aporte nuevo de un pensamiento
original. Un erudito vasco, el canónigo Istebot, recalca que el P. Garicoits
tiene de su antecesor "el espíritu de las constituciones, el método que
hacía seguir a sus ejercitantes, el estilo militar de las exhortaciones, las
bases del ascetismo y, sobre todo, sentido de la jerarquía, respeto por la
autoridad, que uno de sus biógrafos no duda en llamar pasión por la
dependencia" (5).
Sin
embargo, cada pasaje imitado, era menos un término que un punto de partida.
Cuando había meditado el tema, hablaba, dice un testigo. "con un libro o
cuaderno en las manos... Pero, a penas leía unas palabras que las ideas y los
sentimientos se agolpaban en su espíritu y en su corazón, siendo necesario
abrirles paso (6). El pensamiento interior afloraba entonces,
preciso y denso a la vez, fluido, como lava de un volcán. No era un orador,
sino un hombre poseído por la verdad, identificándose con ella y proyectándola,
con su propia alma, en el corazón de sus oyentes.
De
ahí, dice aún el canónigo Istebot, "imágenes sorprendentes, porque
inspiradas por la índole de las cosas, expresiones abreviadas inimitables, carácter
doble que hace aparentar su estilo al de los Pensamientos de Pascal, mutatis
mutandis". Efectivamente, igual que su pensamiento, su estilo va derecho al
objetivo y no se molesta ni por formas literarias, ni por precauciones
oratorias, ni por perífrasis convenidas. Nada de adornos, pocos epítetos;
palabras familiares que huelen a terruño, cuya fuerza, osadía e ímpetu
impiden la vulgaridad y las ennoblecen; fórmulas sorprendentes creadas para
expresar una doctrina y grabarla. Estilo y doctrina de un maestro.
¿Cuál
es y de dónde ha sacado san Miguel esta doctrina personal que hasta a las
citaciones transforma? Desde su paso por Cambó, se hizo dicen los testigos
‑ "el ardiente propagador de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús".
Pero esta devoción no se limitaba en él a ciertas prácticas; era un principio
de renovación interior destinado a dar forma a toda una vida. Ante todo,
consistía en unirse a la primera disposición del Verbo Encarnado al entrar en
el mundo y decir al Padre: "Aquí estoy para cumplir tu voluntad"
(Heb. 10, 9).
A
partir sobre todo del momento en que se siente inspirado para fundar una
Congregación religiosa, se puede afirmar que su preocupación era reproducir en
sí mismo y en sus compañeros el ecce venio del Hijo de Dios.
"Su
propósito, al establecer el Instituto- escribe el P. Etchecopar-,
fue formar y agrupar a hombres prendados de amor por el Corazón de Jesús,
penetrados por sus sentimientos, consagrados a sus intereses, en unión con el
Corazón de su divina Madre, teniendo por divisa la proclama de la obediencia,
desde el momento que se encarnó en el seno de la Inmaculada Virgen, hasta el
momento en que expiró en los brazos de la cruz: Ecce venio ut faciam, Deus,
voluntatem tuam (Heb. 10, 7), Humiliavit semetipsum, factus obediens
usque ad mortem, mortem autem crucis (7) (Fil. 2, 8). Este
es el pensamiento del fundador" (Carta circular, del P de Marzo de 18 8 5).
El
Instituto, así fundado, no podía recibir otro nombre más apropiado que el de
Sociedad de Sacerdotes del Sagrado Corazón, y el mismo Fundador cuidó del
sentido del apelativo: ¿Por qué nuestra Sociedad lleva el nombre de Sociedad
del Sagrado Corazón de Jesús? Porque está especialmente unida al divino Corazón
que dice al Padre: "Aquí estoy", con el fin de ser sus cooperadores
para la salvación de las almas, etc." (S).
"Precisamente
en el Corazón de Jesús- dirá el P. Etchecopar- puso el P.
Garicoits los fundamentos del Instituto", y el mismo santo mandaba repetir
a todos los miembros la siguiente oración: "Dios mío, no mires mis
pecados, sino la Sociedad que tu Sagrado Corazón ha concebido y formado".
Es
cierto que el nombre mismo del Sagrado Corazón es raramente empleado por san
Miguel. Dice más a menudo nuestro Señor Jesucristo. pero, en
Jesucristo, apunta casi siempre a las disposiciones interiores, especialmente al
ecce venio, que se repite como leitmotiv en sus meditaciones,
exhortaciones, cartas y hasta en sus cursos de teología. Aun sin ser
absolutamente idénticos, los dos nombres son, las más de las veces,
intercambiables y, en más de una ocasión, sucede que en un mismo pasaje
utiliza uno u otro vocablo con sentidos equivalentes.
El
Ecce venio del Verbo, pronunciado en el instante de la Encarnación,
siguió a lo largo de toda su vida humana, formando el alma de cada misterio:
1nició su carrera por este gran acto que jamás interrumpió", escribe el
P. Garicoits. Por esa razón en las páginas dedicadas al Pesebre, la Cruz, la
Eucaristía, escucharemos continuamente resonar el ecce venio.
En
el Betharramita, como en el Sagrado Corazón, el aquí estoy debe ser ante todo
un grito de amor y de confianza hacia el Padre del cielo. cuya Providencia
rodea a sus hijos con una ternura sin límite: "El Señor me conduce y nada
me faltará", repite el santo con el salmista, y deplora, con
contagiosa pena, la incomprensión de esta paternidad divina por parte de los
cristianos. En segundo lugar, un grito de humildad, pues el Verbo ha
dicho anonadándose: aquí estoy. La doctrina del anonadamiento ocupa un
lugar muy importante en la espiritualidad del P. Garicoits y se expresa en fórmulas
excepcionalmente resaltantes; tiene su origen en el exinanivit pero
siempre iluminada desde el ecce venio. El enérgico compendio del Dios
todo, yo nada, tiene perfectamente su lugar en el contexto ambiental de la
soberanía de Dios y de la nada del ser creado. Pero el sentido no hubiera sido
exactamente el mismo; pues, para Miguel Garicoits, la soberanía absoluta de
Dios sólo se alcanza a través de su Paternidad; y el pecado es siempre un
crimen contra el amor más que una ofensa a la majestad de Dios.
Los
derechos del Señor y los del Padre se unen para dar a la voluntad de Dios un
carácter doblemente sagrado. Por eso, lo mismo que el Verbo encarnado había
hecho consistir su ofrenda en el cumplimiento del querer paterno: aquí estoy
para hacer tu voluntad, del mismo modo la principal divisa de los sacerdotes
del Sagrado Corazón será: Fiat Voluntas Dei (Hágase la Voluntad de
Dios), abreviada en F.V.D. Esto se concretará en una doctrina de la obediencia,
tan rigurosa como la de san Ignacio. El vasco de Ibarre siempre meditó la
famosa Carta sobre la obediencia del vasco de Loyola. Pero la obediencia, como
la humildad, se inspirará ante todo en un motivo de amor. "Lo que nos
caracteriza, escribe, es obedecer sin excusa, sin demora, sin reserva de acción,
voluntad y juicio, más por amor que por cualquier otro motivo" (9).
Notemos,
además, que el ecce venio corría siempre paralelo al ecce ancilla en
los labios y en el corazón de san Miguel, porque ambas fórmulas habían
surgido la una del Corazón de Jesús, la otra del Corazón de Nuestra Señora
en el instante de la Encarnación.
Todo
discípulo del P. Garicoits, sólidamente establecido en estos principios, con
esas virtudes, siendo por ello idoneus, expeditus, expositus. es decir, capaz,
sin impedimentos, totalmente entregado a Dios y a los superiores, tiene que
tener para con el prójimo un amor y una entrega sin límites. En todo momento y
circunstancia, debe estar dispuesto a ',ejercer la inmensidad de la caridad
dentro de los límites de su situación", cuidadoso para no sobrepasarse de
los límites providenciales así como generoso para no omitir nada de lo que
Dios y los hombres puedan esperar de él: "modesto y abnegado, pequeño,
sumiso, constante y siempre contento".
Estas
breves indicaciones nos ayudan a ver la riqueza y la perfecta ortodoxia de su
doctrina espiritual. Sólo nos falta decir cómo se redactó.
Aunque
san Miguel no compuso ningún tratado de espiritualidad, tenemos muchos escritos
espirituales suyos. Notas personales, lecciones, meditaciones, sermones, cartas
de dirección espiritual, etc., forman un legajo voluminoso que exigirá mucho
trabajo para poder publicarlo.
Hemos
señalado las charlas espirituales dadas una vez por semana a la comunidad. No
las escribía; anotaba las ideas principales, se compenetraba meditándolas, y
luego se dejaba llevar por el fuego de su celo en una improvisación que traslucía
todo su ser.
Felizmente,
entre el auditorio, se encontró un evangelista que pensó en recoger las
palabras del maestro. El P. Augusto Etchecopar, miembro de la Sociedad de
Sacerdotes de Santa Cruz de Olorón, entró en Betharram en 1855, después de la
disolución de esa Sociedad (10). Se prendó inmediatamente
de la santidad del P. Garicoits de quien fue el discípulo privilegiado. Enviado
en 1855 a Olorón, fue llamado de nuevo a Betharram en 1857 y nombrado maestro
de novicios a los 27 años. Desde entonces, vivió en la casa madre con el
fundador.
Impresionado
por las enseñanzas espirituales de las charlas de san Miguel, se dedicó no sólo
a anotar los pensamientos, sino también las expresiones genuinas y los
principales matices de sus frases. En 1890 mandó imprimir numerosos fragmentos
de esas anotaciones para los miembros de la Congregación (1l). El presente
libro se compone en gran parte de esos fragmentos.
El
modo fragmentario como fueron dadas esas instrucciones, los temas elegidos y
sugeridos ya fuera por las circunstancias, las necesidades de la Comunidad o la
inspiración del momento, la forma en fin de los apuntes tomados, explican el
carácter fragmentario de estas páginas. El P. Etchecopar las calificaba de
"pensamientos sueltos", "restos sin forma", "fragmentos
recogidos de memoria y redactados lo más fielmente posible". Y, para
indicar el principio que lo había guiado en la elección de los fragmentos, añade:
"Nos hemos aplicado en poner de relieve, no siempre lo que había siempre
de estimulante y de paternal en sus conferencias, sino los impulsos de su celo y
de los pensamientos vigorosos, alimento de corazones valientes" (Introducción
a la mencionada Colección).
Notemos
que el trabajo del P. Etchecopar no abarca más que los seis últimos años de
la vida del Fundador. Está, pues, lejos de representar su enseñanza completa,
y la excepcional calidad de lo que nos queda nos hace lamentar la parte perdida.
Sin
embargo, a los textos publicados en 1890, hemos podido añadir notas importantes
recogidas de la misma manera por el P. Etchecopar en un segundo cuaderno inédito,
así como un cierto número de sus escritos conservados en los archivos del
Instituto. La presentación actual parece alejarse bastante de la recopilación
antigua. La diferencia no cambia nada de lo esencial. Hemos retomado la idea del
P. Etchecopar en su ensayo de síntesis. Pero, al mismo tiempo que respetamos
escrupulosamente su redacción, hemos podido, gracias a la importancia, en
cantidad y calidad, de los textos nuevos, realizar una reconstrucción más
completa del pensamiento de san Miguel. Así se explica el plan del presente
volumen.
Seguramente san Miguel Garicoits se sorprendería si se le hubiese dicho que un día sería clasificado entre los maestros espirituales. Pero Dios se complace en glorificar a su servidor. Durante su vida, junto al resplandor de su santidad, hubo fenómenos sobrenaturales: éxtasis, levitaciones, profecías, clarividencia de conciencias, milagros. La Iglesia ratificó esos testimonios venidos del cielo. En 1899, León XIII, firmó el decreto de introducción de su Causa; en 1916, Benedicto XV proclamó la heroicidad de sus virtudes; en 1923, Pío XI lo elevó a los honores de los altares proclamándolo Beato y, el 6 de Julio de 1947, Su Santidad Pío XII lo canonizó solemnemente.
(1) Congregación fundada a principios del s. XIX por san Andrés Hubert Fourriet y santa Juana Isabel Bichier des Ages.
(2) Un santo vasco: el Beato Miguel Garicoits, de Gigord, 1936.
(3) Véase este relato en Bemoville, cap. IX: Triunfo del P. Garicoits.
(4) Correspondencia de San Miguel Garicoits 1 y 11, P. Eduardo Miéyaa (fuera de comercio).
(5) Charla dada en el seminario de Bayona. El texto completo fue publicado en el Echo de Betharram, enero-febrero de 1933.
(6) Vida y Cartas del P. Miguel Garicoits por el R.P. B. Bourdenne, 2' edición, 1889, p. 206-207.
(7) Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz
(8) Ver la continuación de este texto importante.
(9) Escrito del santo sobre la Forma de vida de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
(10) La biografía del P. Etchecopar, tercer Superior General de los sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram, se publicó en 1937 (Ediciones Spes) por el P. Pedro Femessole. Su beatificación ha sido iniciada ya en Roma y el proceso apostólico está terminado.
(11) Colección
de Pensamientos del R.P. Miguel Garicoits. Toulouse.
Privat, 540 pág. in 32, 1890.
(12) Lugar de ejercicios militares en Bayona.
(13) Alusión
a una conversación de Tauler, recogida por Surius. Tauler se encuentra con un
mendigo a la puerta de la Iglesia. Éste le dice cómo encontró la felicidad en
la renuncia a toda creatura para unirse sólo con Dios (Sermones de Tauler,
traducidos por Ch. Sainte-Foi,
Pousselgue, 1855, t, 1, p.65-67).
(14) San Miguel se sitúa aquí en el plano del destino eterno y no en el de la simple justicia conmutativa que regula las relaciones particulares entre los hombres.
(15) Estas notas son un resumen de una nueva meditación o el bosquejo de una charla. Encontramos muchos semejantes en los escritos.
(16) Alusión al golpe de Estado de Napoleón III.
(17) Alusión a los sufrimientos que marcaron el papado de Pío IX.
(18) Alusión a las rocas que dominan el santuario de Betharram.
(19) Estas palabras con que San Miguel gustaba resumir su ideal, están extraídas de Suárez (Rel. Soc. Jesu, Lib. 1, cap. 2, n. 8).
(20) El Uno. Leonide nació en Lestelle, cerca de Betharram. Entró como hermano lego y murió, como si fuera predestinado, a los 15 años. San Miguel, que lo conoció de pequeño, hablaba de él, luego de su muerte, así: "Amemos la Cruz, como el Hermanito Leorude, que todos conocisteis. ¡Qué maravilloso niño! A los 5 años, en lo más crudo del invierno, se hacía despertar, bajar de la cama, por su padre. Llamaba a nuestra puerta y se iba a la capilla. Tales felices disposiciones se multiplicaron con la edad. Admitido en la comunidad como Hermano, se convirtió, por su piedad y su amor a la Cruz, en modelo de los Hermanos. Niño como era, sabía la brillante filosoria del crucifijo, al punto de ser admirado por todos los que lo trataban (Vida, la Ed., p. 276).
(21) Secretario de Mons. Loyson, obispo de Bayona.
(22) "Lo
hice un ser espiritual, incluso en la carne... Y ahora se ha vuelto carnal,
incluso en el Espíritu" (Bossuet, Elevaciones, 7 a Sem., Y Elev. Cf. san
Agustín, La ciudad de Dios, Lib. XIV, Cap. 15. P.L. 61, 423).
(23) Vicario General de la diócesis de Poitiers y superior de las Hijas de la Cruz.
(24) Evaristo Etchecopar, tío del futuro P. Augusto Etchecopar.
(25) Alusión al desafortunado Sauzet, ejecutado el 27 de Febrero en Pradelles (Haute-Loire) y cuya muerte fue muy edificante.
(26) Se trata del P. Passaglia, salido de la Compañía de Jesús en 1859. La prueba, como intuyó san Miguel, le resultó favorable: murió en 1887. reconciliado con la Iglesia.
(27) Esta reprimenda de san Miguel apunta a las gestiones hechas por algunos misioneros de América ante la Santa Sede para obtener más amplios poderes a fin de ejercer el ministerio sacerdotal en otras provincias. fuera de la diócesis de Buenos Aires.
(28) Alude al suplicio de Sauzet. Según declaraciones del sacerdote que lo asistió, san Miguel creía en la inocencia del condenado quien, calumniado, aceptó con heroísmo la muerte antes que denunciar al verdadero culpable.
(29) Industrias para curar las enfermedades del alma: publicación del P. Claudio Aquaviva -finales del s. XVI-, Superior general de la Compañía de Jesús. San Miguel apreciaba mucho esta obra y la recomendaba mucho a los superiores.
(30) Obra publicada en los inicios de la Compañía y que contiene preciosas indicaciones para hacer con provecho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.
(31) Mons. Lacroix, al no querer establecer la comunidad de Betharrani como Instituto religioso, permitió, con muchas restricciones, pronunciar los votos.
(32) Bossuet había dicho casi lo mismo: "Sin apenamos por rebosar de pensamientos ambiciosos, preocupémonos por alcanzar horizontes lejanos de bondad; y, en oficios delimitados, tengamos una caridad infinita (Sermón sobre La ambición, Ed. Lebarq, T. 4, p. 153 ».
(33) El venerable P. Luis Eduardo Cestac, fundador de las Siervas de María de Anglet (Bayona).
(34) El P. Rossigneux era catedrático de Universidad.
(35) Era el momento en que el P. Garicoits sometía a Mons. d'Astros el proyecto de fundar el Instituto.
(36) San Miguel recurre muchas veces al ejemplo del ferrocarril y saca diversas conclusiones. Su espíritu, muy sensible al progreso, estaba fuertemente conmocionado por el tipo de locomoción, nuevo entonces, que cambiaba considerablemente las condiciones de los viajes y facilitaba así los desplazamientos de los misioneros.
(37) San Alfonso Ligorio era hombre de experiencia. Encaraba las cuestiones, las verdades, del lado práctico. Era prácticamente práctico, practico practice. ¡Cuántas aberraciones en los que miran las cosas especulativamente! ¡Cuántas falsas decisiones! Jansenistas apartando a pueblos de la comunión y dejándolos vivir como animales. [ Apreciación valorativa del P. Garicoits ]
El
origen de los textos se indicará por las siguientes letras:
I: Cuaderno inédito de conferencias de san Miguel.
C: Cuaderno del Hno. Cachica, escolástico, que recogió preciosos
apuntes de las conferencias y de las clases de san Miguel en 1858 y 1859. S:
Sumario de testimonios en el proceso de beatificación.
V: Vida de san Miguel, por el P. B. Bourdenne