Amor a la persona y odio al vicio
Comodidad-caridad y comodidad-camaradería
Una sola cosa con el corazón de Dios
A
menudo, Dios viene a nosotros disfrazado de prójimo. Como en la Eucaristía,
hay que reconocerlo, a pesar de apariencias contrarias. La verdadera caridad
sabe, a ejemplo del Corazón de.Jesús, conjugar el odio al pecado con el amor
al pecador; y tener la delicadeza que se merece el prójimo sin ser nunca cómplice
de sus imperfecciones.
Jesucristo, regla viva de caridad
El
recuerdo de que, lo que hacemos a los demás por Jesucristo. a Él mismo se lo
hacemos, ¡qué regla más perfecta!
El
edificio de nuestra perfección será siempre imperfecto. Los mismos santos
tuvieron defectos. Jesucristo es el único que siguió perfectamente la regla de
caridad: Él mismo es la regla de toda regla: via, veritas et vita
(camino, verdad y vida) (Jn. 14, 6). Hay que correr por este camino, andarlo, o,
al menos, arrastrarse por él.
Si
alguien anda en sentido contrario, es la peste y la ruina de una comunidad (I).
Amor a la persona y odio al vicio
La
verdadera caridad es a la vez suave y fuerte. Sabe conjugar el amor a la persona
con el odio al vicio. Es totalmente condescendiente, pero sin ninguna cobarde
complicidad. La virtud está en el justo medio que la discreción nos hace
conocer. Sin discreción, desfiguramos la virtud‑, y las más preciadas
gracias se convierten en instrumentos desordenados y escandalosos.
¡Qué
admirable conducta la del Salvador con la mujer adúltera y con la Samaritana!
¡Qué respeto, qué bondad con las personas, aunque atacando y destruyendo el
vicio en los corazones! Los anatemas del Señor (vae vobis) (Mt. 23, 14)
son sólo para los obstinados, los recalcitrantes. que hacen la guerra a la
verdad bien conocida. A ejemplo suyo, hay que testimoniar toda suerte de
consideraciones para con el prójimo, levantándolo cuando el deber lo exige,
con una mezcla de fuerza y de suavidad: fortiter in re, suaviter in modo...
Digo
esto de modo especial para los jefes de taller: les ruego toda clase de buenos
modales, dulzura, indulgencia en la formación de los aprendices y de los
ayudantes. Pero, al mismo tiempo que tratan con miramiento a las personas,
corrijan las faltas, los defectos. los malos modales... (P).
Estas
disposiciones las dicta, ante todo, el buen sentido y el conocimiento claro de
la situación. No falseemos las cosas, tomémoslas como son y atengámonos a
ellas. Tenemos que ejercitar en ellas la inmensidad de la caridad. Ahí está la
mayor gloria de Dios. Cuando no respetamos esos límites, estamos obligados,
después de extravagancias piadosas si queréis, pero al fin extravagancias, a
hacer marcha atrás. Todo eso es un espectáculo apto para hacer pasar profetas
por niños.
La
caridad cuida de la salud y vela por su conservación con una atención
paternal, pero no puede evitar las pruebas providenciales... Dios mismo nos las
envía directamente, nos las administra por medio de las criaturas y esto para
nuestro mejor bien; pues es un principio seguro de teología, una doctrina
establecida por los santos doctores, en especial por san Agustín: "Las
pruebas son inevitables en este mundo. En el plan de la Redención, no tienen más
que un fin: fortalecer y desarrollar en nosotros los dones de Dios".
¡Brillante
doctrina! ¡Regla amplia de conducta! ¡Principio para resolver los casos de
conciencia y de dirección espiritual! De este modo, al mismo tiempo que se dan
y se procuran los cuidados necesarios y útiles para la salud, hay que
prepararse para vivir bien las privaciones, los accidentes inherentes a la vida
y, sobre todo, a la vida de apóstol. Hay que saber sacar buen partido del mal
que está en nosotros y a nuestro alrededor. Debemos ayudamos y servimos para
fortalecer y desarrollar en nosotros los dones de Dios (P).
Comodidad‑caridad y comodidad‑camaradería
La
caridad cuida las susceptibilidades del carácter y. por lo tanto, brinda a
todos comodidades. Pero esta comodidad‑caridad no es la
comodidad‑camaradería e, incluso se opone, de la misma manera que las
amistades particulares se oponen a la verdadera amistad. El exceso de virtud no
es virtud sino vicio y la comodidad‑defecto contraría a la
comodidad-virtud.
La
camaradería impide, incluso, la comodidad en vez de favorecerla porque es
brusca, mordaz, egoísta, sin cumplidos y sin discreción. No tiene para cada
uno las atenciones debidas. No saluda a todos con caridad evangélica. Vive de
familiaridades excesivas, amistades particulares, de secretitos en círculos
restringidos.
Decís
que estamos en familia y que hay que vivir en familia. Estamos de acuerdo,
queremos la comodidad que hay en una familia bien ordenada. Nos alegramos ver
esta cualidad preciosa desarrollarse en quienes la reciben del cielo.
Lo
que no queremos es el abuso, el exceso de esta cualidad que estropea el
verdadero espíritu de familia; pues en las familias verdaderamente virtuosas,
no hay esos apartes; esos cotilleos, esos modales vulgares. Encontramos, más
bien, el desahogo de los corazones, mucha prudencia y exquisita delicadeza para
no decir nada que pueda herir a alguien o alterar la buena armonía de todos los
miembros.
Lo
que queremos es que tengamos con todos un respeto cordial y una cordialidad
respetuosa.
La
camaradería es otra cosa: posee comodidad para decir lo que debe callar, lo que
a veces no se puede decir sin pecar. tiene una franqueza que habla a tontas y a
locas, que recrimina, critica y descubre las faltas ajenas; mientras que, por un
exceso contrario y por un justo castigo, esconderá sus faltas incluso en el
confesionario y guardará un silencio criminal.
La
comodidad‑virtud es la sencillez de la paloma que recomienda el Señor
unida a la prudencia de la serpiente (P).
Mientras
estemos con hombres, tenemos que prever encontrar muchos defectos: es condición
del mérito, sin ella sería imposible practicar varias virtudes. Es necesario
que Jerusalén esté en medio de Babilonia, para que los hombres de buena
voluntad puedan elegir. El gran mérito, la gran virtud consiste en saber sacar
partido de los obstáculos.
[Fulana
... ] fue objeto de ataques vulgares de parte de un sacerdote. Como perfecta
cristiana, se vengó. El sacerdote había procedido violentamente con las Hijas
de la Cruz que residían en su parroquia. Los superiores se disponían a
retirarlas. Enterada, escribe al P. Taury una carta defendiendo al párroco
mejor que un abogado. El P. Taury. que conocía la generosidad de la gestión,
desistió en seguida del proyecto.
Sin
duda, él mismo estaba bajo la impresión de esa adinirable caridad cuando
escribía al arcipreste... Éste se había quejado vehementemente de la tardanza
en enviarle las Hermanas. El P. Taury, en su respuesta, se humillaba como
culpable y, de alguna manera, pedía perdón (P).
La
caridad tiene, pues, un celoso cuidado de la reputación ajena y, en cuanto con
las personas de afuera, procura prodigar muestras de respeto, estima y honor en
palabras y acciones. A este respecto, nos olvidamos de manera inconcebible.
Nunca hablaré bastante contra la indiscreción. la falta de espíritu
religioso, la descortesía de ciertos propósitos sobre otro Instituto. ¡Qué
ausencia de las más mínimas conveniencias Y. sobre todo, de espíritu
religioso! (P)
No
tenemos por qué temer la presencia de los Padres Jesuitas en Pau, sino pedirla
con toda sinceridad. Harán un bien que. sin ellos. no se hará. Eso nos basta.
Cuando tengamos que marchar de Pau. con tal que el bien y un mayor bien se haga.
¿qué importa'? Nunca vayamos a entrometemos en una obra divina. Y, por
obediencia y, cuando quieran, siempre y de todas partes volveremos a casa. En
ella reflexionaremos, rezaremos. trataremos de ser idonei, expediti, expositi.
Entonces estaremos dispuestos para lo que Dios quiera. preparados para ir de
nuevo a América. Pero bueno, todavía hay aquí trabajo para todos. Los buenos
obreros son raros N los Jesuitas son excelentes.-Quién habla contra
ellos'?-Los enemigos de la Iglesia. Se dice que entre los adversarios hay
personas muy distinguidas... Ciertamente no lo son, compartiendo prejuicios
desafortunados. ¡Cuántas alabanzas no han tenido los Jesuitas y qué
alabanzas! Pero se equivocan muchísimo al atribuir a la Compañía desviaciones
de un grupo de miembros muy pequeño. Es la falta grave, muy grave cometida por
unos pocos soldados del ejército pontificio. De regreso a Francia. han
formulado contra sus compañeros de armas, en sus escritos, cobardes acusaciones
v traición. El Sr. de Merode, ministro de la Guerra. se quejó seriamente de la
injusticia: Ts cierto que hubo algunos cobardes, pero la mayoría hizo su deber
y, raras excepciones, no prohíben afirmar verdaderamente: El ejército
pontificio ha estado a la altura de la gran misión" (P).
Illud
nobis in primis propositum sit atque ob oculos perpetuo versetur, ut qui
Societati Cordis Jesu nomen dedimus ejusdem Dei beneficio, non solum in his quac
propria sunt Instituti nostri, verum etiam in rebus quae minimi videntur esse
momenti, concordissime vivamus
(Este es el fin que debemos proponemos-y no perder nunca de vista:
enrolados, por gracia de Dios, en la Sociedad del Corazón de Jesús. debemos
vivir muy unidos no sólo por lo que es particular al Instituto. más aún por
las cosas que parecen menos importantes). Insistid en este punto con todos
nuestros miembros, por favor. Si nos ayudamos así, el cielo nos ayudará. Non
humeris nostris, se sanctac obedientiae viribus freti, libenter suscipiemus
omnia feliciterque perficiemus (Apoyándonos. no en nuestras fuerzas
perso‑nales, sino en las de la santa obediencia, emprenderemos todo con
alegría y lo realizaremos felizmente). Va a ser el tema de la charla de hoy (L).
Insto
a todos nuestros miembros a comportarse de inariera que brille la unión y la
uniformidad entre vosotros: Unum sint, unius moris et oris; et sic luceat lux
vestra coram omnibus ut videant hace opera vestra et glorificent Patrem
caelestem, dicentes: Quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum!
(Sean uno en las costumbres y en el lenguaje. Que vuestra luz brille a los ojos
de todos, de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre
del cielo. diciendo: 1@ ¡Qué dulce y agradable vivir los hermanos
unidos!" (Cf. Jn.
17. 11. Mt. 5. 16;
Sal. 132, 1) (L)
En
vez de destruirse entre compañeros de amias. todos deberían guarecerse bajo
una misma bandera y combatir Juntos hasta la muerte. Aunque esté un solo hombre
en pie, habría que unirse a él para intentar prodigios de valor. Así lo hizo
un capitán... de Lestelle. La metralla enemiga había aplastado al batallón
bearnés del que formaba parte. Sólo él escapó, echándose al suelo. No
osando siquiera levantar la cabeza, oye el galope de un caballo, luego una voz
que grita: "Si vive alguien que se una a mí". Era un oficial
mameluco. El bearnés se le une y juntos persiguen a los enemigos que estaban
vencidos (P).
Una sola cosa con el corazón de Dios
¡Fiat!
Sí, actuemos o, al menos, esforcémonos en actuar cre‑vendo lo que los
afortunados habitantes del cielo hacen en su contemplación. ¡Qué respeto, en
el cielo, a Dios! ¡Todos son una sola cosa con Dios! Fieles a nuestro lema, sin
demora, sin reserva, para siempre, no retrocedamos ante cualquier sacrificio,
ante cualquier esfuerzo para responder a ese deseo, a ese anhelo ardiente del Señor:
unum sint... Aquí abajo como arriba... sobre todo en nuestra naciente comunidad
(P).
Sobre
cien aspectos que puede ofrecer una propuesta, una palabra, un acto, si hay
uno bueno, la caridad exige encararlo ante todo. Si el acto es del todo
injustificable, la caridad quiere que, al menos, disculpemos la intención. La
misma intención, aunque sea evidentemente mala, hay que corregir al culpable
buena, paternalmente. En último caso, recurrir al hierro y al fuego, castigar
el cuerpo para salvar el alma. Ahí tenemos una regla muy amplia y de aplicación
diaria. ¡Cuántas faltas, escándalos por no saberla o no aplicarla! ¡Cuántos
curas, cuántos coadjutores en guerra abierta, están juzgándose mal entre sí,
incluso calumniándose públicamente! ¡Cuidemos con disminuir la estima y el
afecto de los subordinados para con sus superiores! (P)
Este
es un deber que no podemos descuidar sin carecer totalmente del espíritu
religioso. En todo lo que concierne al obispo, se necesita, en las palabras y en
las actuaciones, una deferencia y delicadeza perfectas.
Algunos
jóvenes infringen este deber, ostentando pretensiones, exigencias
incalificables. Combatan los veteranos este mal espíritu con todas sus fuerzas.
Tenemos lo necesario... y luego acudimos al superior: él proveerá. Estamos
mucho mejor que muchos curas. Por otro lado, recordémoslo, la vida apostólica
impone necesariamente muchas privaciones.
Podemos
sufrir impresiones involuntarias. Expresarlas sería la última inconveniencia y
la última falta de delicadeza. Cuando vino Monseñor d'Astros para el retiro
espiritual, dormí durante ocho días en el palomar rodeado de ratas y garduñas,
¿qué fue todo eso?
En
mi caso, si viera que molesto en alguna casa, regresaría esa misma noche a
Betharram.
Hay
que combatir ese mal espíritu en todo momento, desde el noviciado. No se anula
en un instante. Hombres, por otro lado excelentes, están completamente llenos.
Lo notan. Me lo han dicho (P).
No
hay que ahorrar nada para atender a los enfermos, sobre todo hay que evitar toda
palabra, toda forma de actuar que les haga pensar que son una carga. Nada más
triste y contrario al espíritu religioso. No olvidemos que los enfermos son una
fuente de bendiciones para las comunidades. Para ciertos enfermos, el
pensamiento de ser una carga es para ellos más penoso que la enfermedad misma y
les gustaría más estar en el hospital. Hay que combatir esta falta de caridad,
de delicadeza desde el noviciado y en toda ocasión. A veces, hombres, por otra
parte virtuosos, no poseen esa bondad misericordiosa para con las enfermedades
ajenas.
Hay,
en las comunidades, vidas totalmente arruinadas. Debemos cuidarlas, se trata de
miembros profesos. En cuanto al hermano fulano... que no ha hecho los votos
perpetuos y cuya salud es tan mala, quizás le podríamos encontrar lugar en algún
hospital. Allí, con un pequeño tratamiento, se curaría mejor que aquí y esta
situación podría ser provisionalmente ventajosa. Pero si no va a estar mejor
fuera que con nosotros, cuidémoslo lo mejor posible: hizo los primeros votos.
Nos hemos guardado en Betharram con nosotros a novicios y a postulantes muy débiles
en salud y los hemos cuidado hasta la muerte. Cuando, entre los postulantes y
novicios, hay otra dificultad en admitirlos más que la delicada salud, veo
doble ventaja en admitirlos: es un acto de caridad para con ellos y una bendición
para la comunidad... (L).
Seamos
humildes y caritativos: notamos que los menos indulgentes caen luego en los
peores excesos de las faltas censuradas (I).
Hay
que ser discretos, sobre todo con los que nos exasperan. Es la mejor ocasión de
agradar a Dios y obtener gracias para los que nos hacen sufrir (I).
Nunca
apostar por un partido, sino abrazar a todos los hombres con un amor universal (I).
Contra
un torrente de injurias, la mejor arma, el silencio (C).
Los
enfermos son una bendición para las comunidades (S).
(1) Congregación fundada a principios del s. XIX por san Andrés Hubert Fourriet y santa Juana Isabel Bichier des Ages.
(2) Un santo vasco: el Beato Miguel Garicoits, de Gigord, 1936.
(3) Véase este relato en Bemoville, cap. IX: Triunfo del P. Garicoits.
(4) Correspondencia de San Miguel Garicoits 1 y 11, P. Eduardo Miéyaa (fuera de comercio).
(5) Charla dada en el seminario de Bayona. El texto completo fue publicado en el Echo de Betharram, enero-febrero de 1933.
(6) Vida y Cartas del P. Miguel Garicoits por el R.P. B. Bourdenne, 2' edición, 1889, p. 206-207.
(7) Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz
(8) Ver la continuación de este texto importante.
(9) Escrito del santo sobre la Forma de vida de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
(10) La biografía del P. Etchecopar, tercer Superior General de los sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram, se publicó en 1937 (Ediciones Spes) por el P. Pedro Femessole. Su beatificación ha sido iniciada ya en Roma y el proceso apostólico está terminado.
(11) Colección
de Pensamientos del R.P. Miguel Garicoits. Toulouse.
Privat, 540 pág. in 32, 1890.
(12) Lugar de ejercicios militares en Bayona.
(13) Alusión
a una conversación de Tauler, recogida por Surius. Tauler se encuentra con un
mendigo a la puerta de la Iglesia. Éste le dice cómo encontró la felicidad en
la renuncia a toda creatura para unirse sólo con Dios (Sermones de Tauler,
traducidos por Ch. Sainte-Foi,
Pousselgue, 1855, t, 1, p.65-67).
(14) San Miguel se sitúa aquí en el plano del destino eterno y no en el de la simple justicia conmutativa que regula las relaciones particulares entre los hombres.
(15) Estas notas son un resumen de una nueva meditación o el bosquejo de una charla. Encontramos muchos semejantes en los escritos.
(16) Alusión al golpe de Estado de Napoleón III.
(17) Alusión a los sufrimientos que marcaron el papado de Pío IX.
(18) Alusión a las rocas que dominan el santuario de Betharram.
(19) Estas palabras con que San Miguel gustaba resumir su ideal, están extraídas de Suárez (Rel. Soc. Jesu, Lib. 1, cap. 2, n. 8).
(20) El Uno. Leonide nació en Lestelle, cerca de Betharram. Entró como hermano lego y murió, como si fuera predestinado, a los 15 años. San Miguel, que lo conoció de pequeño, hablaba de él, luego de su muerte, así: "Amemos la Cruz, como el Hermanito Leorude, que todos conocisteis. ¡Qué maravilloso niño! A los 5 años, en lo más crudo del invierno, se hacía despertar, bajar de la cama, por su padre. Llamaba a nuestra puerta y se iba a la capilla. Tales felices disposiciones se multiplicaron con la edad. Admitido en la comunidad como Hermano, se convirtió, por su piedad y su amor a la Cruz, en modelo de los Hermanos. Niño como era, sabía la brillante filosoria del crucifijo, al punto de ser admirado por todos los que lo trataban (Vida, la Ed., p. 276).
(21) Secretario de Mons. Loyson, obispo de Bayona.
(22) "Lo
hice un ser espiritual, incluso en la carne... Y ahora se ha vuelto carnal,
incluso en el Espíritu" (Bossuet, Elevaciones, 7 a Sem., Y Elev. Cf. san
Agustín, La ciudad de Dios, Lib. XIV, Cap. 15. P.L. 61, 423).
(23) Vicario General de la diócesis de Poitiers y superior de las Hijas de la Cruz.
(24) Evaristo Etchecopar, tío del futuro P. Augusto Etchecopar.
(25) Alusión al desafortunado Sauzet, ejecutado el 27 de Febrero en Pradelles (Haute-Loire) y cuya muerte fue muy edificante.
(26) Se trata del P. Passaglia, salido de la Compañía de Jesús en 1859. La prueba, como intuyó san Miguel, le resultó favorable: murió en 1887. reconciliado con la Iglesia.
(27) Esta reprimenda de san Miguel apunta a las gestiones hechas por algunos misioneros de América ante la Santa Sede para obtener más amplios poderes a fin de ejercer el ministerio sacerdotal en otras provincias. fuera de la diócesis de Buenos Aires.
(28) Alude al suplicio de Sauzet. Según declaraciones del sacerdote que lo asistió, san Miguel creía en la inocencia del condenado quien, calumniado, aceptó con heroísmo la muerte antes que denunciar al verdadero culpable.
(29) Industrias para curar las enfermedades del alma: publicación del P. Claudio Aquaviva -finales del s. XVI-, Superior general de la Compañía de Jesús. San Miguel apreciaba mucho esta obra y la recomendaba mucho a los superiores.
(30) Obra publicada en los inicios de la Compañía y que contiene preciosas indicaciones para hacer con provecho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.
(31) Mons. Lacroix, al no querer establecer la comunidad de Betharrani como Instituto religioso, permitió, con muchas restricciones, pronunciar los votos.
(32) Bossuet había dicho casi lo mismo: "Sin apenamos por rebosar de pensamientos ambiciosos, preocupémonos por alcanzar horizontes lejanos de bondad; y, en oficios delimitados, tengamos una caridad infinita (Sermón sobre La ambición, Ed. Lebarq, T. 4, p. 153 ».
(33) El venerable P. Luis Eduardo Cestac, fundador de las Siervas de María de Anglet (Bayona).
(34) El P. Rossigneux era catedrático de Universidad.
(35) Era el momento en que el P. Garicoits sometía a Mons. d'Astros el proyecto de fundar el Instituto.
(36) San Miguel recurre muchas veces al ejemplo del ferrocarril y saca diversas conclusiones. Su espíritu, muy sensible al progreso, estaba fuertemente conmocionado por el tipo de locomoción, nuevo entonces, que cambiaba considerablemente las condiciones de los viajes y facilitaba así los desplazamientos de los misioneros.
(37) San Alfonso Ligorio era hombre de experiencia. Encaraba las cuestiones, las verdades, del lado práctico. Era prácticamente práctico, practico practice. ¡Cuántas aberraciones en los que miran las cosas especulativamente! ¡Cuántas falsas decisiones! Jansenistas apartando a pueblos de la comunión y dejándolos vivir como animales. [ Apreciación valorativa del P. Garicoits ]
El
origen de los textos se indicará por las siguientes letras:
I: Cuaderno inédito de conferencias de san Miguel.
C: Cuaderno del Hno. Cachica, escolástico, que recogió preciosos
apuntes de las conferencias y de las clases de san Miguel en 1858 y 1859. S:
Sumario de testimonios en el proceso de beatificación.
V: Vida de san Miguel, por el P. B. Bourdenne