I.- Necesidad de la obediencia
II.- Naturaleza y cualidades de la obediencia
La obediencia: alma, vida, fuerza y gloria de la Congregación
Descubrir la voluntad de Dios bajo apariencias imperfectas
Obedecer siempre, excepto en caso de pecado
Guerra al espíritu de insubordinación
IV.- Observancia de las reglas
Medio eficaz de preservación y de perfección
Consagrados
por el Ecce venio a la voluntad de Dios, los Sacerdotes del Sagrado Corazón
traicionarían su vocación si no tuvieran por la obediencia el mismo culto que
al divino Maestro. En ninguna otra virtud insistió tanto san Miguel como en ésta.
Según nuestro venerable fundador,- escribe el P. Etchecopar-
nuestro espíritu es esencialmente religioso y se distingue por la perfección
de una obediencia calcada, parte por parte, del divino Corazón de Jesús"
(Circular del 12 de Abril de 1889). Nuestras Constituciones reproducen el mismo
sonido; leemos en el art. 112.‑ "Con los ojos fijos en el divino
modelo de obediencia, todos los miembros del Instituto evitarán la testarudez,
el apego en sentido estricto, y gustarán de inspirarse en estas
palabras.‑ Padre, aquí estoy, y de estas otras.‑ Jesucristo se hizo
obediente hasta la muerte y una muerte de cruz ".
Este
artículo no es más que el resumen de las enseñanzas del fundador
De Maistre observa que el hombre "se cree un ser independiente" y que "porque tiene conciencia de libertad olvida su dependencia" (Principio generador, 46 y 10 respectivamente). No cae en la cuenta de que el mundo moral no puede pasarse de Dios como el labrador del sol y de la lluvia.
San Agustín hace la misma observación (en De Gen. ad lit. 11. 23 ) ; De civit. Dei, 15), describe al hombre entusiasmado por su libertad y extraviándose tristemente porque quiere utilizarla en dueño absoluto y, en forma independiente de su Creador.
Satanás se extravió igualmente: se enorgulleció de su grandeza y se complació en la visión de su poder. Lo empleó contra Dios. ¡Cayó y. al caer sobre el hombre, lo arrastró en su caída!; cecidit et unde cecidit, inde dejecit (Serm. 163, 8, PL 38, 893).
Esa es la filosofía y la teología que expresa, por intermedio de dos de sus más preclaros exponentes, la misma verdad capital (P).
El hombre está situado bajo la ley de dependencia. El alma se desarrolla con ayudas externas.
Se parece, de alguna manera, a la planta que no puede crecer ni fructificar si no absorbe, fuera y a su alrededor, los elementos de su vida y de su fecundidad. Pero, como todo en la planta concurre a lo que se opera en ella, buscando, absorbiendo los jugos que necesita, de la misma manera el alma, por un principio interior, una fuerza suya, asimila lo que se le ofrece a su actividad y desarrolla así sus distintas facultades.
La condición de la vida, del progreso, es la dependencia. Por consiguiente, dependencia. ¿Qué diríamos de una planta que quisiera encontrar todo en sí misma y que se negara a someterse a la acción de la luz y del calor? Lo mismo, ¿qué decir de un alma cristiana y religiosa que tuviera este lenguaje?: "Tengo todo en mí; sé muy bien que hay medios establecidos por Dios: la gracia, la regla, los superiores. Puedo prescindir de ellos. Prescindiré".
Felices, pues, en las comunidades, las plantas que se mantienen al borde de las aguas de la gracia, bajo la ley de una humilde y activa, obediencia (P).
Tengamos un gran respeto por la autoridad. Propóngase cada uno obedecer por esta razón capital: lo ha dicho la autoridad. Cuando ponen a alguien, cualquiera, a la cabeza de un oficio, los subordinados deben ver en él al depositario de la autoridad, debiéndole instintivamente obediencia. Si este espíritu formara parte de nuestras costumbres, lo demás vendría solo. Ese espíritu forma ejércitos, mantiene el orden entre los hombres más opuestos de carácter y, a veces, entre los más perversos.
A un soldado cualquiera, con un determinado grado, le obedecen de inmediato todos sus subalternos.
Establezcamos a toda costa entre nosotros ese orden. Para eso. ayudemos a los encargados de los distintos oficios y exijamos que los supervisores de los diversos oficios rindan cuentas cada día. En el mundo las cosas no caminan así: en el ferrocarril, ¡qué precisión en las órdenes, en la obediencia, en todos los movimientos! Entren por aquí, salgan por allí.... Suena la señal; nada de retrasos, so pena de perder el tren. Sin esta precisión, qué de desórdenes, qué de catástrofes. Por ejemplo, choques de trenes... (P).
Tendríamos que adherimos a la obediencia por instinto de conservación, acordándonos de que la desobediencia es la esencia del pecado.
Desobedeciendo nos separamos del centro, somos astros errantes.
¿Por qué Inglaterra, como sociedad política, es invulnerable? Por su amor, su inviolable respeto por las viejas tradiciones y las viejas costumbres de su vida civil. Por eso, no necesitan, como nosotros, ejércitos permanentes; y esta nación persiste en su fuerza material, en medio de las revoluciones que hay a su lado.
¿Por qué Inglaterra, como sociedad religiosa, es una Babel, un caos? Porque rechazó el principio de la autoridad en la Iglesia.
Tomemos una Comunidad en donde se aprecie la obediencia y en donde la obediencia sea ley suprema; aunque tenga miembros Judas, la comunidad los vomitará como espuma y subsistirá.
Sin obediencia, no hay vida posible. Si nuestra pequeña Sociedad ha prosperado es gracias a que, en los primeros tiempos, hubo respeto por las reglas de la Compañía de Jesús y porque practicamos la obediencia tal cual se entiende en dichas reglas (P).
Hacer por voluntad propia lo que habría que hacer por obediencia es cansarse inútilmente, renunciar a las bendiciones, al apoyo, a los consuelos por parte de Dios. Es prepararnos para esta sentencia: '7rabajaste para ti, nada te debo". Por el contrario, trabajando para Dios amontonamos infinitos tesoros. Las obrás, con esa conducta, llegan a ser las obras de Dios; nuestra fuerza, la suya. Nos consuela en las penas; hace fructificar
los sudores; lo amamos, nos ama; aquí en la tierra, disfrutarnos de las delicias del paraíso.
Para mover un corazón generoso a obedecer, ¿no basta el ejemplo de nuestro Señor? Su vida no es más que un acto repetido de obediencia al Padre. Teólogos, entre otros Suárez, creen que hizo voto de obedecerle en todo (C).
II.-
NATURALEZA Y CUALIDADES DE LA OBEDIENCIA
La
obediencia: alma, vida, fuerza y gloria de la Congregación
Ravignan decía: "La obediencia es nuestra alma, vida, fuerza. gloria". El alma es quien da la forma humana al cuerpo, sin ella, el cuerpo podría ser el de un mono.
Pues bien, la obediencia es la forma de nuestra Sociedad y la hace ser Congregación de Betharram... El espíritu de obediencia es nuestra característica.
Esa fue la finalidad de los fundadores de la Sociedad: el espíritu de obediencia es su razón de ser. Hemos querido presentar al obispo a sacerdotes totalmente dispuestos a cumplir los oficios que quiera confiarles, totalmente obedientes, siempre dispuestos a decir: Adsum, Aquí estoy. Ese es el carácter específico del betharramita. Si falta la obediencia, falta la razón de ser. Y de ahí, anomalías, aniquilamientos.
La obediencia es la vida. Al ser la obediencia el alma, si falta, la Sociedad está sin vida, es un cadáver. Por el contrario, si habita en el cuerpo, lo anima, lo vivifica, lo fecunda. Es la medida de la perfección religiosa: quien no la posee, no es religioso y quien la posee es religioso perfecto.
La obediencia es nuestra fuerza. Cuando obedecemos, hacemos la voluntad de Dios y quien la hace es todopoderoso, tiene a Dios con él y para él. ¿Quién se le opondrá? Vir obediens loquetur victoriam (el obediente cantará victoria) (Prov. 21, 28).
La obediencia es nuestra gloria. Si somos obedientes, no temeremos las contradicciones, las confusiones: éstas son para los desobedientes.
Una comunidad de hombres obedientes, sería el cielo en la tierra, Jesucristo en medio de nosotros y, en los corazones, la acción del Espíritu Santo. Los corazones estarían unidos, conociendo, amando, haciendo, coino en el cielo, la voluntad de Dios.
Dios sea bendito, ya que, a pesar de nuestras miserias, de la obstinación invencible, de la incorregible ceguera, se digna bendecir a toda la Sociedad. Tratemos de responder a su bondad; hagámoslo todos. Juntos, vayamos por la senda de la obediencia, como dóciles servidores y verdaderos imitadores de Jesucristo obediente hasta la muerte de la Cruz (I).
Obedezcamos a la autoridad legítima propter Deum (por Dios), sea cual fuere quien mande, aunque sea un malvado. "Si encontrara a un sacerdote criminal - decía un rey -, lo cubriría con mi manto real".
¡Qué peste son los chismosos que hacen todo el tiempo la guerra al obispo, al Papa, al superior: buitres que desgarran las entrañas de la madre! ¡Pobre libertad individual! ¡Cuidado que es envidiosa y desconfiada! ¡Con qué facilidad tiene ataques de nervios! Y, sin embargo, lejos de anonadarla, los votos son - dice Bossuet - como diques que favorecen el desagüe y el mantenimiento de un río.
Por el voto de obediencia, otorgamos al superior la propiedad de la persona y de los actos. Pero, independientemente del lazo religioso que nos une en el servicio al superior, dependemos de él y le debemos sumisión en virtud de la situación misma; y las obligaciones de derecho natural que resultan, son mayores y más numerosas que las que dimanan del voto, parte integrante de la virtud de religión; y las oportunidades de cumplirlas, mucho más frecuentes.
En efecto, por el voto, nos comprometemos a obedecer al superior cuando nos manda e intima órdenes. Pero, ¿quién desconoce que el superior casi nunca manda? ¿Cuántas veces, al contrario, aconseja, insinúa. deja entrever el deseo? Y, entonces, empieza la obligación natural de adelantársele, de prevenir, de suscitar en nuestro corazón y en nuestro espíritu lo que le gusta ver realizado.
De esta manera, el voto es una carga fácil de llevar; pero la virtud de obediencia exige abandono filial, abnegación continua de servidor, de hijo que ama a su padre más que todo lo demás. El voto es como un freno que nos ponemos para estar siempre sujetos a la virtud de obediencia, acerca la conciencia al deber; es un auxiliar para tener abiertos los ojos sobre los deberes... (I).
Sin esta condición, la obediencia es una comedia, una nulidad: igual que la contrición, cuando no es voluntaria. ¡Cuántas ilusiones a este respecto! Creemos tener virtud y solo tenemos corteza. Error, error como en los fariseos. En ellos, la justicia exterior los engañaba y engañaba a los demás. Se creían justos y pasaban por tales; pero el Señor los llama sepulcros blanqueados. A pesar de las luces del cristianismo. ¡cuántas ilusiones! El demonio sabe servirse muy bien de linternas mágicas, es un prestidigitador para todos los tiempos y para todos los hombres.
Hay que decir de verdad: hago esto porque quiero hacerlo. ¿Y por qué quiero hacerlo? Porque lo quiere Dios y quiero hacer su voluntad y no la mía. En vez de esto, decimos: lo hago porque ese buenazo de superior así lo quiere y porque se le pasó por la cabeza. ¡Vaya obediencia y respeto por la voluntad de Dios!...
El Señor obedecía, pero de buena gana. Dio su vida, pero libremente. Nadie sabría arrebatársela en contra suya. La tomó y la vuelve a tomar cuando quiere. Esa es la obediencia voluntaria hasta la muerte y muerte de cruz.
Nosotros tenemos mil razones para no obedecer... ¿Quién te encargó de decírmelo?... No es mi oficio...
Todo eso es falsa obediencia, espíritu Judaico, apariencia de virtud que encubre la malicia del corazón (P).
El Señor obedece a todos y en todo: a sus verdugos, incluso al demonio: asumpsit cum diabolus (Mt. 4,5).
No adhiere a su voluntad maliciosa y perversa, pero ve en ellos a los instrumentos de la voluntad de Dios. Por eso, no se opone a ellos en nada; al contrario, ¿lo quieren flagelar?, consiente, ¿crucificarlo?, extiende las manos.
Obedece a Pilato y a Herodes. Deja al Padre el cuidado de que sus crímenes sirvan al cumplimiento de sus designios...
¿Peca el superior?, es su problema, no el nuestro. Obedecerle desde el momento que no hay pecado evidente en obedecerle, es lo mejor que hay en el mundo para nosotros (P).
Ese es el motivo más puro, elevado, de la sumisión de nuestro Señor, a saber: el beneplácito del Padre.
El Padre no hubiera mandado al Hijo si éste no se hubiera adelantado a las órdenes del Padre. Doy mi vida y la tomo libremente. Para que el mundo sepa que amo al Padre, ecce venio, eamus (aquí estoy, vayamos) (Sal. 39, 8; Jn. 10, 17; 14, 31).
¡Qué atracción para los corazones la obediencia tan amorosa de Dios! Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús, profesamos esta obediencia, nos comprometemos a practicarla y a predicarla. Desgraciadamente. ¡cuántas veces hacemos lo contrario! La gente se da cuenta v, nos dice:. "Ahí van esos profesores, esos predicadores de obediencia" (P).
Cuando habla el superior, tenemos que pensar que es Dios quien habla por su boca. El Salvador dijo: "Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha" (Le. 10, 16). Por desgracia. lo más común es ver la palabra y la voluntad de Dios tratadas como palabra y voluntad humanas. Pero también esta palabra divina, tan poderosa, que es capaz de convertir almas. lex Domini immaculata convertens animas (Sal. 18, 8). nada o casi nada produce; y tratamos a la voluntad de Dios como un trapo sucio: es una especie de profanación y sacrilegio.
¿Qué es un acto de fe? Adhesión firme a los más profundos misterios de la religión. La Iglesia propone un dogma y decimos: Credo, creo. Toda proporción guardada, eso debiera ser la obediencia religiosa. La obediencia razonadora es obediencia protestante. ¡Ojalá que no nos condenemos por nuestros fantasmas de virtudes!
En el paraíso terrenal se empezó por razonar los mandatos divinos: Cur Deus? (Gen. 3, 1) Eva se hace razonadora, luego independiente. después sensual y todo lo demás. Así se razona en comunidad: "¿Es una orden absoluta o no?" Un ejército que razonara así acabaría en anarquía. Y nosotros somos un ejército...
La obediencia ciega no tiene en cuenta las cualidades del superior, ni sus intenciones, ni la manera de mandar, ni las distintas órdenes. ¿Es inteligente, virtuoso el superior? ¿Me quiere mortificar o complacerme? ¿Es duro o agradable en sus formas? ¿Por qué metemos en lo que no nos importa? Os podrían decir: ¿Quién os hizo juez de vuestro juez, superior de vuestro superior? ¿Por qué preocupamos de lo que Dios no nos pedirá cuentas? Lo único que tienes que responder y de lo único que tienes que preocuparte es cumplir la voluntad de Dios manifestada por medio del superior.
- El superior tiene grandes defectos, es un miserable. - Razón de más para obedecerle con mayor delicadeza, abnegación, prontitud.
vicioso.
Así debe actuar un hijo verdaderamente cristiano ante un padre
La voluntad, ¿puede, acaso, influir en la obediencia de pensamiento, puesto que conocer es anterior al querer: nihil volitum nisi praecognitum. Cuando no hay evidencia, la voluntad sí puede actuar en la inteligencia, en virtud de su propia fuerza, para reprimir sus desvíos y mantenerla en las sendas rectas y seguras.
Vería tal cosa..., pero me gusta ver tal otra: gustate et videte (gustad y ved) (Sal. 33, 9). Amamos, actuamos, vemos. El Espíritu Santo sopla donde quiere: lleva como de la mano la voluntad a las cosas más grandes, a practicar las más sublimes teorías sin saber ninguna teoría; por ejemplo, el condenado a muerte (28). ¿Qué teólogo, con todo su saber en espiritualidad, hubiese dado con las teorías sublimes de este condenado a muerte? (P)
Obedezcamos como Abrahán, sin razonamientos, ni peros, sin porqués. ¡Vaya obediencia la del santo patriarca! Dios le pide la muerte de
Isaac, después de prometerle que con ese hijo sería el padre de una numerosa posteridad.
¿Cómo
conciliar voluntades tan contrarias? Pero con Dios. menos vemos claro, más
seguros andamos. Nada más sabio, seguro. provechoso que echarse impetuosamente
en aparentes contradicciones y en las sombras divinas.
Abrahán puede decirse a sí mismo: Es una ilusión del demonio. Pero no, cree y camina a la voz de Dios. ¿Perdió algo por abandonarse ciega y generosamente en las manos del Creador? Todo lo contrario, merece la gloria ante el cielo y la tierra. ¿Y qué lo hacía andar tan rectamente, con tanta resolución, sin ir a derecha ni a izquierda, sin demora, sin reserva, pero sin testarudez, dispuesto a hacer todo por obediencia a Dios? En el camino, le pregunta su hijo: "Papá, veo la leña y el fuego, pero, ¿dónde está la víctima? - Dios proveerá, hijo. Y siguen caminando. Luego, en el momento de asestar el golpe, un ángel detiene al patriarca. Obedece en seguida. Nada de empecinarse... ¡Qué alma tan cristiana, tan religiosa! Sin embargo, no tenía tantos testimonios de la Escritura como nosotros. Quien os escucha, me escucha (Le. 10, 16). Ahí tenemos una verdad tan cierta como la existencia de Dios. Es tan sencillo. Obedecer, con tal de que no haya pecado en obedecer (P).
Descubrir
la voluntad de Dios bajo apariencias imperfectas
Si no sabemos distinguir lo que Dios esconde de Dios mismo. es imposible ser un buen religioso, un apóstol e, incluso, un cristiano. En el supuesto de que las especies sacramentales estuvieran envenenadas. ¿seríamos menos respetuosos con nuestro Señor Jesucristo en ellas escondido? Así sucede con todos los superiores, con todos los que son instrumentos de las voluntades divinas y que las representan. Aunque los instrumentos de la voluntad divina fueran idólatras y paganos, aun cuando las apariencias de la voluntad divina estuvieran envenenadas mortalmente, es decir, aun cuando los superiores pecaran al transmitirla, esa voluntad divina no dejaría de estar presente allá en lo profundo de todas esas mortales apariencias; sería siempre pura, siempre santa y entonces más que nunca. siempre digna de nuestra adhesión, respeto y amor.
Ahí está el punto de vista con el cual debemos encarar todo en este mundo. Entonces, todo es sacramento: eso es el cristiano, el punto de vista cristiano, lo que debe regir toda la vida. Fuera de eso. no somos más que paganos. Jesucristo no tendrá en cuenta para juzgarnos más que ese motivo.
¿Quién conoce esta verdad? ¿Dónde está el respeto por la voluntad divina. sobre todo cuando es la del más alto precio porque, para conocerla y, cumplirla, hay que ser cristiano?... Pues bien, en ese ámbito de amor y de abnegación para con la voluntad divina escondida bajo apariencias incluso mortales, debemos buscar la alegría, la paz, el bien y el éxito (I).
Estoy muy apenado por la repulsa que manifiestan en público los nuestros contra un superior cualquiera enviado por quien corresponde. GA dónde va esa tendencia? A hacer imposible toda sociedad religiosa. pues cada sociedad religiosa es una reunión de hombres. con todas las miserias humanas. ¿Hace falta, pues, ser siempre lentos de corazón para creer en la voluntad de Dios en donde se nos presente, abrazarla y poner en ella la felicidad? ¿Acaso hay que buscar a un serafín en vez de fulano" Y ese espíritu que deploro encontraría un serafín todavía más insoportable que fulano.... porque el serafín sería amigo del orden, de la obediencia, de la humildad y de la caridad, etc., y no dejaría de fastidiar a ese espíritu que nada más que lo que le gusta puede contentarlo.
Ante tales pretensiones que veo como una peste en una comunidad, he aquí todo lo que hay que hacer. Cuando sentimos en nosotros esas pretensiones: l' lejos de manifestarlas, huir de ellas con la celeridad y energía con que huimos de los deseos impuros; 20 reemplazarlas por el
sentimiento de humildad para sí Mismo y de humildad Y caridad por los demás, como vemos en san Francisco Javier sobre el cual he llamado la atención de todos en una circular que recibiste (L).
-¿Se necesita un superior en cada comunidad?
- Claro que sí. Pues, ¿qué es una comunidad? Reunión de personas que viven juntas y que profesan observancia de una regla única y un mismo modelo de perfección. Se necesita a la cabeza a alguien para presentar con autoridad a todos y a cada uno la única forma de vida, para protegerla de interpretaciones arbitrarias. Se necesita un juez de controversias entre tanta diversidad de sentimientos y opiniones contrarias.
- ¿Cuándo hay que obedecerle?
- Hay que obedecerle como al mismo Dios, siempre que no pequemos mortalmente al obedecerle.
- ¿Hay que obedecerle aun cuando él peque mortalmente mandan
do?
- Sí, como a Dios mismo, con tal de que, obedeciendo, el subordinado no peque él mismo.
- ¿Se puede presentar este caso?
- Es frecuente en el mundo. Una esposa puede y debe obedecer, aunque el esposo, al mandar, corneta un pecado grave: por ejemplo, al obligar, sin motivo, a la esposa a romper la abstinencia de carne. al impedirle ir a misa el domingo, etc. Una empleada o un doméstico pueden encontrarse en situaciones análogas.
- Pero entonces, ¿no estarnos cooperando con el pecado del supe
- La misma teología, al respecto de la cooperación, reconoce que podemos obedecer en ciertos casos muy graves, sin hacemos cómplices.
- ¿No sucede, acaso, que el superior dé órdenes de prisa, sin pensar? ¿Qué hace el subordinado, persuadido de que la orden recibida perjudica a la comunidad?
- Obedecer: lº si, ejecutando la orden, no comete él mismo un pecado evidente; un quizás, una duda no lo puede nunca dispensarlo de obedecer; 2º si el daño es evidente, debe rezar, exponer, obedecen 3º si no puede exponer y si no peca él mismo ejecutando la orden, obedecer y obedecer como a Dios mismo; 4º si expone y no se lo escucha, en el supuesto incluso de un superior enraizado en el mal, con tal de que no haya pecado para el subordinado, hay que obedecer como a Dios mismo. Obedeciendo, sobre todo entonces y tanto más perfectamente que el superior es más culpable y recalcitrante, más trabajamos por los intereses de la comunidad N, por la conversión del superior. La cabeza está enferma, los miembros necesariamente sufren: un buen medio de ayudar al cuerpo, es trabajar en sanar al jefe. ¿Cuál es, entonces, el mejor medio de curarlo? La obediencia.
Después de todo, la voluntad de Dios pasa antes que todos los intereses y que la existencia misma de una comunidad.
Pero si el superior se equivoca de toda evidencia, (,hay que dejarlo, pues, actuar y esperar que arruine la comunidad?
- Hay que corregirlo según las reglas trazadas en el Evangelio y con la prudencia recomendada por san Ignacio al principio de los Ejercicios Espirituales y enseguida después del título de los Ejercicios, Se necesita: 1º guardar, frente a todos, un silencio absoluto sobre los desórdenes del superior; 2º, dirigirse al superior en persona con todo el respeto posible; o bien al asistente, si este camino ofrece menos inconvenientes y mayores ventajas para alcanzar el fin, es decir, corregir al superior; 3º, si no bastan las representaciones, el asistente recurrirá al obispo y, si necesario al Papa.
Señalemos que, en general, el mejor modo es dirigirse directamente al superior. Así salvamos mejor su reputación, le profesamos estima y, por ahí, lo ayudarnos más eficazmente (P).
Obedecer
siempre, excepto en caso de pecado
El fin del Instituto es nuestra propia santificación y la del prójimo. bajo la guía de los superiores. Hay que obedecer siempre, a no ser que haya pecado evidente al obedecer. Hasta que llegue la evidencia, hay que obedecer no sólo si las órdenes vienen de serafines sino también si proceden de demonios encarnados.
Pero veo subordinados muy preocupados por ver si los superiores cumplen bien sus deberes. Es una enfermedad incurable de nuestra naturaleza corrupta. Es un desorden que se opone a la eclosión de todas las virtudes e, incluso, de la fe ya que ésta - según san Agustín - no es más que un acto de obediencia bajo el impulso de la gracia. Es un mal espíritu al servicio del cual ponemos los más altos principios de la teología que trae consigo incompatibilidades, imposibilidades inconcebibles (P).
Nuestra característica propia es obedecer sin disculpa, sin demora, sin reserva de acción, de voluntad, de pensamiento; más por amor que por otro motivo. En otras partes, puede haber una cierta medida; aquí, ninguna, excepto si hay pecado manifiesto (E).
La obediencia es
Señor Jesucristo;
1º signo de predestinación, por establecer conforinidad con nuestro
2º fuente de los mejores méritos;
3º instrumento de victorias, de grandes emprendimientos;
4º medio de conseguir una muerte dulce y apacible,
5º finalmente, lo mejor que tenemos que hacer en cualquier situación.
Lo mejor que tiene que hacer un feligrés es obedecer a su párroco. 1
- "Pero, ¿si es indigno?"
- Todo lo que queráis. Sin embargo, nada mejor que obedecerle.
- " ¡Pero si es una piedra de escándalo!
- Entonces, si lo es para ti, ya lo verás bien, verás el pecado (P).
¿Quién ha facilitado el crecimiento y la admirable fecundidad en la comunidad de Igón? La obediencia. Pero una obediencia que sólo ve a Dios, sin preocuparse de las cualidades de los superiores. Obedecer a un san Ignacio, a un san Francisco de Boda, personas tan inteligentes, etc., esa sumisión puede ser muy defectuosa en razón del gusano interior, del respeto humano. Dadme superiores inútiles a los que se obedece como a Dios mismo, y la obra crecerá.
Con este principio: ver en la superiora a Dios y obedecer a Dios. Las Hijas de la Cruz han prosperado admirablemente: son estimadas. buscadas en la Iglesia, hasta en Roma mismo. Las transformó la obediencia. sin necesidad de tantos sermones, ni comentarios. Comprendieron el principio: se propagó de boca en boca y se practicó admirablemente. Ahí está el secreto de su éxito.
Jóvenes sencillas hacen maravillas con este principio. Obedecer teniendo a Dios por meta. Hombres llenos de sabiduría no entienden nada y, con sus comentarios de teología racionalista, causan un gran mal a los demás y a sí mismos.
Todo un bachiller... Pero qué mal saldrá de la ciencia cuando está al servicio del espíritu de Lucifer.
¿Acaso no hemos visto a seminaristas, poco preocupados de la regla, dar la lección en clase sirviéndose del libro del vecino? Por lo demás, existen teólogos famosos que argumentan sin parar y acaban siendo prohibidos (P).
Dios cumple la voluntad del auténtico obediente, voluntatem timentium se faciet (Sal. 144, 19). Trata al hombre con generosidad, le da mucho más de lo que puede desear e, incluso, se anticipa a sus deseos. Lo decía Luis Veuillot: "si somos algo, lo debemos a la obediencia-, sólo hemos obedecido".
No teniendo otro mérito, atribuyo a esta virtud lo que Dios se ha dignado darme. Para recompensar mi docilidad, mi primer amo, Don Anghelú, quiso triplicar mi recompensa y ponerme en primer lugar entre sus empleados.
En Saint-Palais, tenía de todo porque hacía todo lo que se me mandaba en casa del cura, incluso cocinaba bajo sus indicaciones, tras la muerte de la cocinera que se cayó al agua y se ahogó.
En el obispado, mismas atenciones de parte de Don Honnert por mi docilidad. Cuando fui para Aire, me regaló un ajuar como nunca tendría después y un fardel con abundantes provisiones.
En el mismo obispado, la cocinera era muy atenta conmigo; aunque era de muy mal carácter, me la había conquistado por mi dependencia. ¡Cuántas ventajas acarrea la obediencia, incluso en este mundo!
Tendría que acordarme siempre de que yo fui mendigo (P).
La substitución de nuestra voluntad a la de Dios es como un malhumor: quítate, para ponerme yo. De balde nos insta Dios: Ecce sto ad ostium et pulso (he aquí que estoy a la puerta y llamo) (Ap. 3, 20), lo dejamos ahí, de pie, llamar inútilmente. ¡Vaya crimen! ¡Vaya desgracia! Desgracia general, casi universal, crimen y desgracia de la mejor gente (P).
Espíritu de Lucifer
Yo, un ángel tan fuerte, etc..., ¿obedecer al hijo de un carpintero. adorarlo en un pesebre? Non serviam (Jer. 2, 20). Escucho la orden: Et adorent eum omnes angeli ejus (Y adórenlo todos los ángeles) (He. 1, 6); Sal. 98, 5). ¿Adorar a esa humanidad, reconocer a ese superior? Non serviam, no obedeceré.
179
Pero también, ¡qué caídas! ¿No podrían, acaso, abrimos los q1os la filosofia de la historia, hechos tan palpables? Por todas partes espíritu cuestionador, confuso, espíritu de Satanás al servicio de Satanás.
mortales ...
De ahí, por todas partes, en las familias y en otros lugares, pecados
No queremos ni obedecer a Dios ni reinar obedeciéndole. Y luego, como por fatalidad, llegamos a ser esclavos de las más pequeñas, de las más ridículas pasiones (P).
Desobedeciendo, substituimos:
1º Nuestra propia sabiduría, a la de Dios.
2º Nuestro contento, al beneplácito de Dios.
3º Nuestros propios esfuerzos, al poder de Dios.
Por esta triple substitución, vamos contra la primera y la más fundamental de las reglas. ¿Qué dice, en efecto, esta regla, principio y fundamento de toda vida cristiana y religiosa?
Poner ante todo y ante sí mismo la sabiduría, el beneplácito, el poder de Dios y poner en último lugar nuestro poder propio; no temer nada tanto como trastocar ese orden; combatir con todas las fuerzas ese espíritu de usurpación y rebeldía.
El espíritu de usurpación es un cáncer tanto más devorador que se da en faltas de sí leves y a penas perceptibles; es un monstruo tanto más peligroso que lo fomentamos, incluso con los ejercicios de piedad.
Es un crimen que el Espíritu Santo compara con la idolatría. et quasi scelus idololatriae nolle acquiescere (la rebeldía es un crimen tan culpable como la idolatría) (Reyes 15, 23).
Tendríamos que ser como Jeremías: Dios le ordena predicar a judíos rebeldes. El profeta conoce sus límites: sólo sabe balbucear. Pero Dios lo envía con su fuerza y le dice que nada tema. Obedece y Dios obra por él maravillas; y Jeremías, a quien su gente llena de insultos y ultrajes, puede quedarse en su país después de la toma de Jerusalén y se convierte en consejero del gobernador de Judea.
Si obedecemos como Jeremías, tendremos, quizás como él. que sufrir el martirio. Pero, en los frágiles instrumentos dóciles a la gracia, Dios hace brillar su potencia, su sabiduría y su bondad soberanas (P).
La
voluntad propia no camina nunca más firmemente hacia el infierno que cuando se
ejercita en lo más santo. -Regla de conducta: ¿queréis saber si actuáis con
Dios en la paz? Mirad cómo lo hacéis en la desolación. Si en las
contradicciones murmuráis y rechazáis la voluntad de Dios. pensad que en la
prosperidad la divina voluntad no es la regla de vuestra conducta, sino vuestra
misma voluntad. Caminemos por la senda de la obediencia marcada por la sangre de
nuestro Señor Jesucristo. Hablando de su muerte, decía: el cáliz que los judíos
me han dado. Calicem quem
dedit Pater (Jn.
17, 1 l).
¿Y nosotros? En las contrariedades, ¡qué lenguaje! ¿Qué demuestra? Que no debemos contar con nuestras virtudes (P).
Nada más difícil que iluminar y convertir a alguien que .,~a de través con buenas intenciones, sobre todo el sacerdote... Nadie tendrá éxito. ni superior, ni obispo: "Cualquiera que os persiga, creerá honrar a Dios (Jn. 16, 2). Por un dócil, hay treinta obstinados. Pobres conciencias que llegan a plegar las voluntades de Dios ante las exigencias de su propia voluntad. Alteramos la voluntad divina, la transformarnos a la medida de nuestras pasiones y, luego, cabalgamos sobre esta voluntad desfigurada y desnaturalizada: quod volumus, justum est, quod volumus sanctum est (lo que queremos es justo y santo) (I).
-¿No hay, acaso, privilegios y excepciones?
- Hay que usarlos con agradecimiento y no como un derecho absoluto- con sentimientos de una respetuosa deferencia y no como facciosos.
En España supieron usar buenamente de los privilegios concedidos; y, por eso, se los mantienen. En Francia, hemos ansiado las libertades galicanas; se han vuelto servidumbres, un arma contra el episcopado y la religión en manos de las autoridades.
-¿Y el derecho usual?
- El uso tiene que establecerse según las condiciones requeridas, con el consentimiento formal o tácito del legislador.
-¿Y las advertencias?
- Antes las denominábamos respetuosas-, y esta manera de actuar se observa en todas las capas de la sociedad. Hoy, ¿qué es del respeto?
Queremos ser independientes; estamos llenos de pretensiones que pueden fácilmente llevamos a la herejía...
Guardémonos de demostrar sentimientos contrarios a los del superior. Manifestándolos, en vez de aclararlos, corremos más bien el riesgo de ensombrecerlos, de aumentar la maldad humana, las resistencias, los desórdenes.
Si tenemos observaciones que hacer al superior, sigamos, según la regla, los buenos modales de la humildad y del respeto usados incluso en el mundo. Imitemos al Señor en medio de los doctores a los doce años. Se sienten molestos, se comunican las dudas. El Señor los deja hablar; y, precisamente en medio del silencio general, se levanta, pide a su vez permiso para hablar. "He oído decir; ¿acaso, sería ... ? etc. ". Y, sin embargo, estaba seguro. Ahí está el obediente de verdad. Con ese buen espíritu y esos buenos modales, hay niños, sencillas campesinas que se convierten en consejo y oráculo de los doctores mismos (P).
Guerra
al espíritu de insubordinación
Hay que rechazar con horror, como la inclinación a la impureza, como el vicio impuro, toda obstinación, toda decisión contraria a la voluntad del superior.
El obispo es el representante de nuestro Señor Jesucristo, es la primera autoridad de la diócesis. Resume todos los poderes eclesiásticos de la diócesis, el poder del cura en su parroquia, etc.
Desgraciadamente, ponemos en tela de juicio a los poderes más inherentes a la dignidad episcopal. Es un espíritu de cisma y de herejía.
Luego, ¡qué falta de respeto a sus decisiones! ¿Se nombra a alguien para un puesto? -"Se equivocó, lo influenciaron. Fue fulano de tal quien nombró".
- Y decimos esto delante de una Hermana, de una empleada. ¿Qué respeto tendrán esas personas por el obispo al que así tratan tantos sacerdotes? ¡Qué gran mal se hace!
Hasta violentaremos, por ejemplo, a los superiores para alcanzar un puesto: son pedidos con recomendación... El obispo consultará sobre un puesto vacante a un superior que le responderá como san Pedro: Non lavabis mihi pedes in acternum (jamás me lavarás los pies) (Jn. Vi. 8). ¿Qué hará el obispo? Esperar con paciencia, hacer la señal de la cruz... ¿Qué pueden prometer hombres que, al mismo tiempo que se desentienden de la obediencia, ponen al obispo en la imposibilidad de actuar libremente?...
A veces, Dios castiga muy severamente la falta de respeto a la autoridad. "¿Cómo - decía uno - toleran los superiores la conducta de esos dos hermanos? Fue terrible la respuesta de Dios. Ese mismo día el murmurador cayó en los desórdenes que implacablemente censuraba....
Lo que me llevó a retirarme a Betharram, fue la contemplación de la poca obediencia del sacerdote al obispo y el deseo de combatir tan gran mal (P).
El pobre del que habla Tauler se resignó a la voluntad de Dios: era feliz.
La felicidad del hombre está en el corazón y no en otra parte. Está en las disposiciones, no en la situación.
Las reglas son ayudas ofrecidas al hombre de buena voluntad para alcanzar la verdadera felicidad. Pero sin esa buena voluntad, la rectitud del corazón, toda vida, es un infierno.
Quisiera cerrar la puerta a muchas ilusiones satánicas: el medio, la conformidad con la voluntad de Dios. Y, de verdad, la conocemos con facilidad esa voluntad por intermedio de la obediencia. Pero hay quienes no la conocen nunca, diciendo: "No nos dicen nunca lo que tenemos que hacer".
¿Acaso la regla no es clara y fácil de entender? ¿No tenemos un principio de solución claro como el día: "Hay que obedecer excepto en caso de pecado"? E, incluso entonces, la obediencia con todas las atenciones que se merece el superior. Si debemos denunciarlo, dirijámonos a quien corresponde, si necesario, al Obispo, al Papa...
Pretendemos ignorar lo que hay que hacer u omitir.
-Y, sin embargo, se explican tan a menudo las reglas. ¿Acaso no digo con frecuencia: "No hay que meterse en la administración"?
¿No está claro? Pero tenemos siempre un velo en los ojos. o mejor. en el corazón, como los apóstoles...
Habría que terminar con las recriminaciones, las murmuraciones. en las palabras y en los pensamientos, para con la administración de la comunidad y para con los superiores. Par mí, no pido nada; tengo 65 años y otras cosas encima que pronto me llevarán al otro mundo. Pero os lo pido en nombre de Dios y como preparado para presentarme ante Él. Necesitamos voluntarios a quienes no se negará nada razonable, pero que vivan observando la regla. Si, en cuanto se nombra a alguien en un puesto. nos ponemos a juzgar y a criticar, ¿qué sucederá? Despreciamos el oficio, disgustamos al nombrado; hacemos el oficio imposible. Y luego, ¿cómo desempeñaremos nuestro oficio personal, preocupándonos de ese modo del de los demás?
Hay ahí un gran desorden que puede llevarnos al abismo... Aviso a los confesores.
Diremos, para justificarnos: "Verdaderamente hablo. pero sin mala intención".
- Es como si alguien pusiera veneno en la sopa de la comunidad y se disculpara, diciendo: "No tuve mala intención" (P).
IV.-
OBSERVANCIA DE LA3, REGLAS
Dios en sí mismo ¡cuánta riqueza, cuánto poder y amor! Hoc veluti fundamento posito, q'uia domini est salus et illius spiritu lux et vita et bona omnia in cordibus fideflum procreantur, etc. (He aquí una verdad fundamental: de Dios viene la salvación; del Espíritu de Dios nacen en los corazones de los fieles la luz, la vida y todo bien) (Industrias, Cap. 1,2). (29)
Esperemos todo de Dios: 1º presentándose a Él como nadas, 2º, siendo menos hombres de oración que la oración misma; lanzándonos como gigantes por la senda del beneplácito divino con tanta mayor confianza en la ayuda del cielo cuanto más privados de medios humanos estamos. Desgraciadamente, desconocemos la acción de Dios en nosotros a causa de las ilusiones y de las trampas de Satanás que se transforma en ángel de luz (2 Cor. 11, 14).
Además, el hombre, con su cuerpo y sus sentidos. se la vuelto muy carnal.
Para ayudarlo en su debilidad, para volver. por el cuerpo, al espíritu debería espiritualizar las acciones más materiales, se necesitan medios exteriores: una regla, un estandarte sensible. Ese es el camino que siguió la divina Providencia, cuando la ley natural, grabada por el Creador en las almas, se alteró profundamente. Dios la esculpió en tablas de piedra visibles. Con el mismo espíritu concede un rey a los judíos que ya no quieren más gobernador. Se presta, se acomoda a la creatura enferma. La acompaña, por así decir, hasta lo más profundo de sus iniquidades; y, en el naufragio, le tiende la última tabla de salvación a la que aún se puede agarrar.
Su condescendencia se nota sobre todo en el misterio del Pesebre. Dios aparece como una madre que se empequeñece a la altura del hijo. Al ver al hombre racional convertido en carnal, se encarna para elevarlo hasta la unión divina y, a través de signos sensibles, sacramentos, nos santifica, nos infunde su vida y nos une a Él en intimidad.
Por lo demás, lo medios externos solos y por sí mismos no son eficaces. La regla es letra muerta, labrada en piedra: de muy poco sirve. como la Ley del Sinaí que no impidió a los judíos adorar un becerro de oro.
¿Qué es la ley sin el Maestro interior? Un trapo ajado, removido en barro, rudimentos que matan al conocer el pecado (Rom. 6). Pero, por otro lado, las reglas, igual que cualquier otro medio externo. son instrumentos importantes de cooperación a la gracia, caminos directos para ir a Dios y ponemos bajo la conducción del Espíritu Santo. Son para nosotros como un octavo sacramento. Además, encontramos en ellas guías seguros y monitores que nos recuerdan los deberes, incluso, a menudo, las obligaciones de derecho natural (P).
Medio
eficaz de preservación y de perfección
Me decía el P. Leblanc en Toulouse en 1832: "Si sois párroco. estas reglas - hablaba de las de la Compañía de Jesús - os ayudarán mucho en el cargo, lo mismo el Directorio (30) y las Industrias."
¿De dónde procede la repugnancia por observar la regla? De una ignorancia profunda, por no decir otra cosa. No vemos que, incluso fuera de la misma profesión religiosa, estamos obligados, por nuestro estado y en virtud del derecho natural, a hacer más y mejor de lo exigido por la profesión religiosa.
Fácilmente diremos, para disculparnos: "No hice los votos" (3 l).
Mala excusa. No vamos contra los votos; pero, con esas violaciones de la regla, somos motivo de escándalo; pisoteamos deberes graves impuestos al sacerdote, a todo cristiano por el mismo derecho natural. Las reglas son muy útiles: para quien las observa, es un adorno mucho más
apreciado que la sotana. Entonces, diremos: "Ese profesor es perfecto. igual de modesto que sabio".
La regularidad lo prepara al apostolado y lo inicia en ta acción de convertir las almas.
Sin las reglas, ¡qué de escándalos! Hay que ver cómo califican algunos! "No tiene tacto, ni la más mínima idea de los modales". Hay alumnos que se escandalizan viendo comulgar a tal profesor que se mostraba la víspera de una ligereza e imprudencia asombrosas. -"No tengo ninguna mala intención". Por supuesto; si no, ¿cómo podrían absolverte? Pero con todas tus buenas intenciones, eres un escándalo. -"Las reglas son tan minuciosas... - Son minucias que impiden ser una peste y causa de ruina... Y si son minucias, son fáciles de observar...
¡Cuántas ilusiones al respecto! La gravedad de las faltas exteriores depende de la disposición del corazón. Pero hay ligerezas, actos de contrabando, etc que salen de la abundancia del corazón y de costumbres bien voluntarias. Hay que combatirlas a todo trance.
Escolásticos, profesores, guardad las reglas de la modestia, en particular la que prohíbe familiaridades con los demás, etc.; sin eso, daréis lugar a difamaciones o acusaciones muy graves. ¿Por qué no observar la regla? -"Pero si no obliga bajo pecado". Se trata precisamente de eso. Si hubiésemos observado la regla, habríamos evitado pecados mortales. Se tendría que decir de un miembro acusado de transgredir la regla:, es imposible.
Somos auxiliares. ¡Cuántas cosas encierra esta palabra! A veces, hay que ser auxiliar de quien no nos quiere: es delicado. Entonces, tenemos que hacemos aceptar a fuerza de modestia y constancia. Por eso, nada mejor que observar las reglas. Formemos un cuerpo observándolas con cuidado. Ese cuerpo, que por sí mismo no es más que un cadáver, será. bajo la guía del Espíritu Santo, una predicación viva, continua, persuasiva. Ejemplo: san Francisco de Asís que caminaba con una tal modestia por la calle que convirtió a varias personas (P) (P).
Somos una pequeña sociedad naciente: nuestras faltas tienen una gran repercusión. Ego elegi vos... ut eatis et fructum afferatis et fructus vester maneat (Yo os elegí... para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca (Jn. 15, 16).
No ahoguemos la débil semilla, no impidamos su desarrollo observando con negligencia las reglas, poderoso medio para ser auxiliares idonei, expediti, expositi; idóneos para todo, desprendidos de todo, totalmente abiertos a quien corresponde. ¡Qué felicidad para un obispo tener semejantes hombres!
A éstos, lo mismo en el descanso que en el trabajo, les espera una gran recompensa; porque, siempre y en todas partes, son ejemplares, se les atribuye el bien según los deseos de su corazón. ¡Qué bien si todos fueran así, si todos fueran hombres de peso! ¡Qué alegría confiarles los más difíciles ministerios!... Nada más adecuado para nuestra formación que las reglas. Tienen a su favor toda clase de aprobaciones y experiencias... Fuera de las reglas, sólo hay interpretación individual, reino del protestantismo. amor propio, principio universal y único de reprobación. Dirán: '"Ciertos experimentos comprometen fuera el honor del Instituto". - No. Nunca comprometeremos su honor obedeciendo a la regla.
Durante el noviciado, hay que destruir la falsa estima de sí mismo ...
Obedezcamos, observemos la regla. Luego, si nos calumnian. alegrémonos: ahí están el honor y la alegría.
El deber capital del superior es velar por el cumplimiento de las reglas. Sólo observándolas seremos un buen profesor, misionero, etc.
En alguna Congregación, sólo hay reglamentos. sin orden ni proyecto bien definido. Tienen usos que parecen nimiedades. Sin embargo. todos se cuidan de cambiar algo. Se tiene por ellos un verdadero culto filial: proceden de los fundadores. Y Dios pone tantas bendiciones en ellos. Tengamos el mismo respeto con las reglas. Son como sacramentos que deben producir frutos eternos, por obra del Espíritu Santo (P).
San Agustín, cuando da reglas para entender las Escrituras (Cf. Doctrina Cristiana), pone frente a frente tres clases de personas que las rechazan o no las usan como es debido.
La primera clase: ¿Para qué las reglas que no entiendo'?
La segunda, acepta las reglas, pero las abandona en seguida. desanimada por no sacar desde los primeros esfuerzos los frutos esperados.
La tercera, rechaza las reglas de la Interpretación para seguir las luces de la razón natural o las luces interiores que espera del Espíritu Santo.
A los primeros, san Agustín les dice: "Os parecéis a los que quisieron ver la luna en sus fases, sin querer ver el dedo con que se las señalaba"
A los segundos: Os parecéis a los que ven mi dedo, pero no tienen suficiente vista para ver los astros que les muestro.
Las personas de esas dos clases tienen, pues, que estudiar y rezar: los unos para ver, los otros para ver más.
maternal.
Sí, hay que rezar. Pues, ¿qué podemos sin el Maestro interior? Estudiamos sin tener idea: sólo adquirimos conocimientos truncados, que engríen y extravían.
Sin el espíritu de humildad y de amor, la Sagrada Escritura misma ciega a los hombres; mientras que los pecados, las mayores caídas, deberían sernos fuente de luz.
Si falta la intención pura, nos ponemos bajo la influencia de Satanás; despreciamos lo que no entendemos; nos quedamos en lo difuso; o bien, si la empresa no prospera, la abandonamos. Tomamos nuestro partido, exclamamos: ¡Cuidado con Dios!
¿Qué decir de la tercera clase, la de los iluminados?
Sepan que todos aprendemos de otros las lenguas extranjeras y la
¿Qué diríamos de un hombre que prohíba a las madres enseñar a sus hijos la lengua de sus antepasados, puesto que el Espíritu Santo ha traído al mundo el don de lenguas?
Dios se sirve del ministerio de los hombres para guiar a los hombres. Como prueba, Ananías y san Pablo, san Pedro y el centurión Cornelio.
El ángel que se apareció a Cornelio podía instruirlo él mismo; pero, ¿no se ha convertido el hombre en templo de Dios? ¿Y en dónde estaría el honor que se merece la humanidad, si todo se hace por el ministerio de los ángeles?
Felipe no pone en contacto con los ángeles al eunuco a quien quiere instruir en las verdades de la fe, sino que él mismo le explica las Escrituras. Moisés, después de los coloquios con Dios, aprende de Jetro el arte de gobernar a los hombres. Sabía que la verdad no viene de los hombres, sino del que dijo: Ego sum veritas (Jn. 14, 6).
El hombre habla, explica la palabra de Dios según las reglas de la Iglesia y luego, el Maestro interior tiene que hablar. Ahí está el justo medio, el medio virginal (P).
Cometemos imprudencias... Las evitaríamos si observáramos. en las visitas a las mujeres, la regla del socio que debe ver todo. "¿Acaso el socio debe omitir su oficio, con motivo de las confesiones? Ante todo. la regla. Mejor es hacer poco y bien. Tenemos las reglas para misioneros y confesores: compenetrémonos con ellas y sigámoslas.
-Pero, en ausencia del compañero, ¿podemos tomar por socio a un monaguillo?
- No. Con él, eludimos fácilmente la regla. A un niño lo despedimos en cualquier momento. El compañero conoce los detalles de la regla. Debe velar por su cumplimiento. Cuide de ello el superior con firmeza, en virtud mismo de la santa obediencia (P).
La obediencia es la reina, la que alimenta y conserva las demás virtudes (C).
La desobediencia hace estragos en todas partes y es capaz del derrumbe general del Instituto. En la vida religiosa, hay también ese espíritu en quienes, por otro lado, parecen llenarse de divinidad (I).
(Hablando de la voluntad propia): Es la enredadora, la ladrona. la bribona de caminos importantes, que espera siempre el momento oportuno para despojamos y nos causará muchas penas, sudores, preocupaciones. incluso más que si actuamos con pureza de intención y, en el último día, sólo nos dejará vergüenza y reproches de parte de la justicia divina (C).
(1) Congregación fundada a principios del s. XIX por san Andrés Hubert Fourriet y santa Juana Isabel Bichier des Ages.
(2) Un santo vasco: el Beato Miguel Garicoits, de Gigord, 1936.
(3) Véase este relato en Bemoville, cap. IX: Triunfo del P. Garicoits.
(4) Correspondencia de San Miguel Garicoits 1 y 11, P. Eduardo Miéyaa (fuera de comercio).
(5) Charla dada en el seminario de Bayona. El texto completo fue publicado en el Echo de Betharram, enero-febrero de 1933.
(6) Vida y Cartas del P. Miguel Garicoits por el R.P. B. Bourdenne, 2' edición, 1889, p. 206-207.
(7) Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz
(8) Ver la continuación de este texto importante.
(9) Escrito del santo sobre la Forma de vida de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
(10) La biografía del P. Etchecopar, tercer Superior General de los sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram, se publicó en 1937 (Ediciones Spes) por el P. Pedro Femessole. Su beatificación ha sido iniciada ya en Roma y el proceso apostólico está terminado.
(11) Colección
de Pensamientos del R.P. Miguel Garicoits. Toulouse.
Privat, 540 pág. in 32, 1890.
(12) Lugar de ejercicios militares en Bayona.
(13) Alusión
a una conversación de Tauler, recogida por Surius. Tauler se encuentra con un
mendigo a la puerta de la Iglesia. Éste le dice cómo encontró la felicidad en
la renuncia a toda creatura para unirse sólo con Dios (Sermones de Tauler,
traducidos por Ch. Sainte-Foi,
Pousselgue, 1855, t, 1, p.65-67).
(14) San Miguel se sitúa aquí en el plano del destino eterno y no en el de la simple justicia conmutativa que regula las relaciones particulares entre los hombres.
(15) Estas notas son un resumen de una nueva meditación o el bosquejo de una charla. Encontramos muchos semejantes en los escritos.
(16) Alusión al golpe de Estado de Napoleón III.
(17) Alusión a los sufrimientos que marcaron el papado de Pío IX.
(18) Alusión a las rocas que dominan el santuario de Betharram.
(19) Estas palabras con que San Miguel gustaba resumir su ideal, están extraídas de Suárez (Rel. Soc. Jesu, Lib. 1, cap. 2, n. 8).
(20) El Uno. Leonide nació en Lestelle, cerca de Betharram. Entró como hermano lego y murió, como si fuera predestinado, a los 15 años. San Miguel, que lo conoció de pequeño, hablaba de él, luego de su muerte, así: "Amemos la Cruz, como el Hermanito Leorude, que todos conocisteis. ¡Qué maravilloso niño! A los 5 años, en lo más crudo del invierno, se hacía despertar, bajar de la cama, por su padre. Llamaba a nuestra puerta y se iba a la capilla. Tales felices disposiciones se multiplicaron con la edad. Admitido en la comunidad como Hermano, se convirtió, por su piedad y su amor a la Cruz, en modelo de los Hermanos. Niño como era, sabía la brillante filosoria del crucifijo, al punto de ser admirado por todos los que lo trataban (Vida, la Ed., p. 276).
(21) Secretario de Mons. Loyson, obispo de Bayona.
(22) "Lo
hice un ser espiritual, incluso en la carne... Y ahora se ha vuelto carnal,
incluso en el Espíritu" (Bossuet, Elevaciones, 7 a Sem., Y Elev. Cf. san
Agustín, La ciudad de Dios, Lib. XIV, Cap. 15. P.L. 61, 423).
(23) Vicario General de la diócesis de Poitiers y superior de las Hijas de la Cruz.
(24) Evaristo Etchecopar, tío del futuro P. Augusto Etchecopar.
(25) Alusión al desafortunado Sauzet, ejecutado el 27 de Febrero en Pradelles (Haute-Loire) y cuya muerte fue muy edificante.
(26) Se trata del P. Passaglia, salido de la Compañía de Jesús en 1859. La prueba, como intuyó san Miguel, le resultó favorable: murió en 1887. reconciliado con la Iglesia.
(27) Esta reprimenda de san Miguel apunta a las gestiones hechas por algunos misioneros de América ante la Santa Sede para obtener más amplios poderes a fin de ejercer el ministerio sacerdotal en otras provincias. fuera de la diócesis de Buenos Aires.
(28) Alude al suplicio de Sauzet. Según declaraciones del sacerdote que lo asistió, san Miguel creía en la inocencia del condenado quien, calumniado, aceptó con heroísmo la muerte antes que denunciar al verdadero culpable.
(29) Industrias para curar las enfermedades del alma: publicación del P. Claudio Aquaviva -finales del s. XVI-, Superior general de la Compañía de Jesús. San Miguel apreciaba mucho esta obra y la recomendaba mucho a los superiores.
(30) Obra publicada en los inicios de la Compañía y que contiene preciosas indicaciones para hacer con provecho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.
(31) Mons. Lacroix, al no querer establecer la comunidad de Betharrani como Instituto religioso, permitió, con muchas restricciones, pronunciar los votos.
(32) Bossuet había dicho casi lo mismo: "Sin apenamos por rebosar de pensamientos ambiciosos, preocupémonos por alcanzar horizontes lejanos de bondad; y, en oficios delimitados, tengamos una caridad infinita (Sermón sobre La ambición, Ed. Lebarq, T. 4, p. 153 ».
(33) El venerable P. Luis Eduardo Cestac, fundador de las Siervas de María de Anglet (Bayona).
(34) El P. Rossigneux era catedrático de Universidad.
(35) Era el momento en que el P. Garicoits sometía a Mons. d'Astros el proyecto de fundar el Instituto.
(36) San Miguel recurre muchas veces al ejemplo del ferrocarril y saca diversas conclusiones. Su espíritu, muy sensible al progreso, estaba fuertemente conmocionado por el tipo de locomoción, nuevo entonces, que cambiaba considerablemente las condiciones de los viajes y facilitaba así los desplazamientos de los misioneros.
(37) San Alfonso Ligorio era hombre de experiencia. Encaraba las cuestiones, las verdades, del lado práctico. Era prácticamente práctico, practico practice. ¡Cuántas aberraciones en los que miran las cosas especulativamente! ¡Cuántas falsas decisiones! Jansenistas apartando a pueblos de la comunión y dejándolos vivir como animales. [ Apreciación valorativa del P. Garicoits ]
El
origen de los textos se indicará por las siguientes letras:
I: Cuaderno inédito de conferencias de san Miguel.
C: Cuaderno del Hno. Cachica, escolástico, que recogió preciosos
apuntes de las conferencias y de las clases de san Miguel en 1858 y 1859. S:
Sumario de testimonios en el proceso de beatificación.
V: Vida de san Miguel, por el P. B. Bourdenne