Todos los oficios son sagrados
Discernimiento de los espíritus
III.
FORMACION DE LOS ESCOLÁSTICOS
Pequeño,
sumiso, contento, constante
Desde
que entra en la vida religiosa, el candidato debe dejarse moldear por la forma
de vida abrazada. Cuanto más alto es el fin de esa vocación tanto más trabajo
exige la formación. San Miguel empleó lo mejor de su vida para cincelar las
almas de sus hijos con el fin de esculpir profundamente en ellas su ideal de
vida religiosa.
Después
de exponer el fin del Instituto, el P. Elchecopar describe así la tarea del
Fundador: "Se necesita talento para concebir ¿In plan de formación, energía
para ejecutarlo y llevarlo a buen fin.
¡Qué
difícil es, en efecto, cambiar la inteligencia de la gente lista, de los teólogos,
en la humilde sencillez evangélica!
¡Qué
difícil es transformar las voluntades fuertes y generosas, como para que estén
igualmente alejados de la atracción por un celo indiscreto y de la duda de una
excesiva prudencia! "
Entre
tantos caracteres y tan diversos temperamentos, ¡qué difícil establecer un
solo y mismo espíritu, tan bien ponderado que, en todo, la obediencia regule la
caridad, la caridad vivifique la obediencia en una medida justa tal que no haya
lugar a ninguna ilusión, a ningún exceso en el bien!
No
obstante, el Fundador apuntó, hasta su Último suspiro, a este sublime
fin" (Carta circ., del 15 de Mayo de 1889).
Lo
que enseñaba de palabra, él mismo daba a sus compañeros el más perfecto
ejemplo: Dios Padre, modelo, guía, maestro, fundamento. Edifiquemos sobre su
espíritu, sobre - si se puede hablar así - sobre su Ecce venio divino total,
perfecto, sobre las más altas cimas del renunciamiento, de la obediencia, de la
divina caridad" (Cart. cir., del 19 de diciembre de 1887).
Los
textos de a continuación traducen para los demás lo que el santo fundador vivió
para sí mismo.
Lo que debemos hacer:
1º Apuntar siempre hacia Dios, nuestro fin.
2º Tener siempre en la óptica nuestra forma de vida que contiene todos los medios para llegar a ese fin.
Y Practicar esa forma de vida, cada uno según la gracia recibida y en los límites de su situación.
Este es un punto de vista fundamental a encarar en todo momento. Los primeros padres de la Compañía lo habían visto de la misma forma: Cura primo Deum, deinde huius su¡ Instituto rationem secundum gratiarum sibi a Spiritu Sancto subministratam... et vocationis propriae gradum. (Ocuparse primero de Dios, luego de la forma de vida del Instituto y del grado de su vocación (Bula de Julio 11, l).
Seamos, pues, como dice san Francisco de Sales, lo que somos. en nuestro rango, en los límites de nuestra situación y ahí, sólo ahí, ejerzamos la inmensidad de la caridad.
Aunque hagamos obras santas en sí mismas, las de un san Luis Gonzaga, suponiéndolas todas ellas contrarias a los deberes de estado. todo sería desorden, orgullo, hampa de Satanás (P)
Debemos, pues, decir que la sabiduría soberana y la bondad de Dios Creador y Señor nuestro que se dignó iniciar este pequeño Instituto, lo conserve, lo gobierne y crezca en su santo servicio. De nuestra parte, la ley interior de amor y de caridad, grabada de ordinario en los corazones por el Espíritu Santo, debe, sin embargo, contribuir con mayor eficacia que todas las demás constituciones externas porque la suave economía de la divina Providencia exige cooperación de las creaturas. También porque el Vicario de nuestro Señor Jesucristo así lo estableció y, finalmente, porque los ejemplos de los santos y la razón misma nos las muestran en Jesús. Juzgamos necesario escribir estas constituciones porque nos ayudan a caminar por la senda del servicio divino (Constituciones 1, san Ignacio).
Esta admirable regla nos hace ver a:
1º Dios en sí mismo, abismo de perfección, muy bueno y todopoderoso que nos abre sus entrañas y tesoros. Desde esa óptica, sólo nos falta: echarnos, a ciegas y sin comprender, en las entrañas de Dios.
2º Dios en nosotros mismos, actuando interiormente en nosotros. obrando todo bien, pero con nosotros, con nuestra cooperación. Desgraciadamente, ¡cuántas veces combatimos, ponemos trabas a su acción íntima!
Por eso, debemos cooperar con el Espíritu divino con circunspección, a causa de nuestra malicia y porque tenemos dentro una naturaleza homicida mezclada con la acción vivificadora de la gracia.
3º Dios actuando en nosotros mismos y por medios exteriores, reglas, superiores, creaturas. En este sentido, contemos con Dios más que con todos esos medios externos.
¿Qué pueden los mej ores sermones sin la gracia?
- Nada. San Agustín decía que sin el iluminador divino, sin el excitador divino, ningún hombre puede enseñar con utilidad a otro hombre. Si estuviéramos convencidos de esta verdad, sólo veríamos, escucharíamos y buscaríamos, en los sermones, en las órdenes de los superiores, etc., a
Dios y su gracia, sin detenemos en lo exterior ni en las apariencias. Veríamos todas las cosas como sacramentos (P).
Todos
los oficios son sagrados
Dios mismo, en su sabiduría y en su bondad, nos llama a este Instituto en que se digna conservamos y gobernamos. ¡Qué motivo de confianza para nosotros! Todos los oficios deberían parecemos sagrados. En Dios encontramos un fondo inagotable de fuerza, de firmeza. En Él podemos todo. Pero ante Él debemos presentamos modestos, anonadados como nuestro Señor: Él se anonadó bajo la mano del Padre, se sometió al poder de las tinieblas; se hizo, de alguna manera, cómplice de los verdugos, tradidit semetipsum. Y, abrumado por tratamientos tan indignos y convertido por así decir en presa de Satanás, ¿qué decía? Vere dignum et justum. Gloria mea nihil est (Verdaderamente es digno y necesario... Mi gloria no es nada) (Jn. 8, 54). No soy más que nada: merezco ser pisoteado como una nada; nada de quejas, ni murmuraciones. No acusa ni a los judíos ni a los gentiles. Se somete corde magno et animo volenti, con gran corazón y espíritu firme, como digno de cualquier castigo (P).
Hombres así de modestos y que se borran ante Dios, son capaces de cualquier bien. Cuanto más débiles, tanto más fuertes. Ejemplo Don Cestac (33) y su comunidad de cinco personas. Estaban en la más completa miseria temporal y espiritual. Se confesaban a veces después de un mes con diferentes confesores, sin una dirección espiritual seguida. Sin embargo, la obra era un verdadero ejemplo, era como una Tebaida.
El Sumo Pontífice mismo: sabe que la Iglesia es divina. Confía en Dios. Se humilla. Está tranquilo.
Ese es el secreto para triunfar, incluso en el mundo.
Un americano escribía a su sobrino: "Hay que saber anonadarse en la situación en que nos encontramos y sufrir con perseverancia".
Añadamos, a la humildad, una confianza generosa, una gran magnanimidad para con el Creador y Señor. Ofrezcamos la voluntad, la libertad para que la divina Majestad disponga totalmente de nosotros, de lo que tenemos y, somos, según su muy santa voluntad (san Ignacio).
Esta segunda disposición es absolutamente necesaria para responder a los designios de Dios nada más conocerlos. ¡Adelante! Corde magno et animo volenti, con gran corazón y espíritu firme.
¿Qué temer?
Dominus mecum est quasi bellator fortis, el Señor está conmigo como valiente guerrero (Jer. 20, 1l). Dios bendice el coraje y la magnanimidad (P).
¿Quiénes hacen el bien en comunidad? Los generosos, los dispuestos a continuar la obra divina a través de mil obstáculos; los que esperan encontrar no ángeles sino hombres, que actúan como hombres y que, ante las dificultades, saben anonadarse, vivir y morir. Por ejemplo, Ballliencourt y Rossigneux: los dos, tras sacrificar hermosas situaciones, supieron ser fieles a su vocación y se convirtieron en columnas de la comunidad.
En particular Rossigneux, que esperaba encontrar no ángeles sino hombres... y los encontró (34).
¿Qué hizo? Anonadarse. Se le tomaba por una persona insignificante, que no se daba cuenta de nada. Si decían una tontería delante de él. se hacía como que no la oía. También, ¡qué muerte la suya! ¡Qué ejemplo dejó! Seguro que desde el cielo, con sus oraciones, nos conseguirá su espíritu de generosidad y de sacrificio.
¿A quién bendice Dios? A Don Cestac. Una vez iniciada la obra de Dios, la prosigue, a pesar de cualquier tipo de obstáculos. Y así, la arena se cambia en tierra fértil... Y son muchas las pecadoras en la senda del bien y en la más alta virtud.
Imitemos esos ejemplos: no demos la espalda a nuestra vocación: es demasiado santa y hermosa. ¿Qué ganamos con oponemos? Somos irreconocibles.
Esta mañana, al meditar sobre el pecado, al ver nuestro infecto cuerpo con esa camisa de fuerza, nuestra deteriorada alma, irreconocible, ¿acaso hemos comprendido esta verdad? Digamos, con san Pablo: Quid me vis facere? ¿Qué quieres que haga? Y luego, sabiendo que debemos sufrir al servicio de nuestro Señor y para probarle nuestro amor, olvidemos el pasado, miremos adelante, quac retro sunt obliviscens..., ad... priora extendens meipsum (Fil 3, 13).
Mons. d'Astros nos decía a Don Guimón y a mí: "Comenzad la obra; y, sin adelantaros a la Providencia, seguidla en todas sus indicaciones con generosidad y perseverancia (35).
Mostrémonos como somos. Dios nos hará tal cual somos. Nos bendecirá como bendijo a las Hijas de la Cruz. Los inicios de su obra fueron oscuros; pero entraron y caminaron con coraje por la senda providencial. Dios les ha dado una prodigiosa fecundidad (P).
Sin humildad y sin generosidad, sólo hay esterilidad y ruina: filíi Ephren intendentes et mittentes arcum, conversi sunt in die belli (los hijos de Efrén, entendidos en tensar el arco y lanzar flechas, se han vuelto atrás el día del combate (Sal. 77, 9). Ante el sacrificio, nos volvemos atrás, damos la espalda y, peor que ese decaimiento y cobardía, tratamos de justificar, tener razón en contra del Evangelio. Y, entonces, ¡qué profundas tinieblas! (P)
San Bernardo exige tres cosas a los religiosos:
1º ordinatio, orden en el trabajo;
2º sociabilitas, sociabilidad con los hermanos,
3º humilitas, humildad frente a Dios.
1º Hay pocas diferencias entre los diversos empleos. Las más pequeñas acciones al servicio de Dios, adquieren por ende tanta nobleza y elevación. Lo que ennoblece y valoriza las cosas, no es la estima de los hombres, sino su relación con Dios. Somos los miembros de un cuerpo cuyo jefe es Jesucristo. Todo será noble por la dignidad de nuestro divino jefe. Entonces, que los Hermanos no se preocupen por saber leer y escribir. Que su satisfacción y felicidad sea servir a Jesucristo nuestro Señor con humildad y sencillez religiosa.
2º La afabilidad, la caridad es muy necesaria con los hermanos, hijos de una misma familia. Pero, si queremos que estén contentos con nosotros, empecemos por contentar a los demás. Meditemos a san Pablo explicando admirablemente los deberes de la confraternidad en la carta a los Romanos, capítulo 12: Honore invicem praevenientes... idipsum invicem sentientes, non alta sapientes sed humilibus consentientes... Multi unum corpus sumus in Christo, singuli autem alter alterius membra (amándoos cordialmente los unos a los otros... Tened un mismo sentir unos para con otros... Así también nosotros, siendo muchos. no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros) (Rom. 12, 10, 16 5).
3º En cuanto a la humildad con Dios, después de cumplir todos nuestros deberes, no olvidemos decir desde el fondo del alma: Servi inutiles sumus, somos servidores inútiles (P).
[La
conferencia se inició con la lectura de una carta de san Agustín a un novicio
a quien su madre quería retener ]
Vemos en esta carta el justo medio de la virtud que da a Dios lo que es de Dios y a la familia lo suyo, como está en la tan sabia regla del Sumario, n' 8 de las Constituciones.
- ¿Decís que debemos más amor y agradecimiento a la familia?
- Dadles ese suplemento, pero en el Señor, cambiando el afecto carnal por el espiritual.
- ¿,Hicieron tanto por ti?
- Dales, más que a otros, las riquezas espirituales, al dejar a tu familia para conquistar todos los tesoros del cielo.
En cuanto a tus posesiones, dáselas a tu familia. Y si, dócil a la voz del Maestro, quieres, para ser perfecto, distribuir tus bienes a los pobres. empieza a elegir a esos pobres, si los hay, en tu familia (san Agustín).
Cuando pasamos por donde está la familia, es justo visitarlos y testimoniarles amor y agradecimiento.
Hay que evitar excesos: visitas de placer, estadía prolongada en familia. La familia misma se cansa. ¿No vemos a menudo a sacerdotes seculares que no pueden entenderse con familiares? Tienen que dejarlos y vivir separados de ellos.
Está bien escribir a la familia, ser agradables conforme a la regla y al parecer de los superiores. Después de esto, practiquemos el desprendimiento recomendado por nuestro Señor. Cuando me despedí de mi madre. al salir para Betharram, le dije: "Ahora considérame como muerto. Te he colocado en una situación jamás por ti pretendida. Soy sacerdote por la gracia de Dios y no por tus sacrificios. Me debo desde ahora todo a Dios. Le hubiese gustado que yo fuera párroco de algún sitio. ¿Quién sabe? - le dije - hay tantos que llegan a ser curas, yo también lo seré, si es voluntad de Dios". Entonces, mi familia hizo todo los posible para que me nombraran cura de Hosta (cerca del pueblo natal). Esto hizo reír al Señor Obispo.
Tengamos, pues, con la familia las atenciones que se merecen y ayudémosla en lo que podamos. Si podemos, ayudémosle en sus necesidades; por ejemplo, si uno de sus hijos quiere entrar en la Congregación, ahorremos a la familia los gastos de pensión y de educación.
En caso de que haya alguna disparidad entre ella y nosotros y que por deber tuviéramos que ir en contra de sus puntos de vista, evitemos herirlos en la cara y usemos la delicadeza que la conciencia y la regla nos permiten. Hecho esto, seamos desprendidos: todo para Dios (P).
Los novicios deben saber que su cooperación es indispensable para ser buenos religiosos y que su santificación y su formación dependen, después de Dios, de su esfuerzo. Deben, pues, prestarse alegremente a todo lo que se les exija para hacer de ellos hombres capaces, desprendidos, dispuestos, idoneos, expeditos, expositos. Vean a sus superiores como a padres que los engendran a la vida religiosa y, en los ejercicios del noviciado, medios para conseguir la perfección a la que Dios los llama (P).
San Francisco de Sales dice que en las comunidades hay almas muy apasionadas, coléricas, que se enfadan fácilmente pero, con eso, generosas, deseosas de ser en verdad corregidas y hasta la total superación y que después de mucho trabajo, adquieren sólidas virtudes. La gracia de Dios - dice san Francisco de Sales - suple lo que le falta a la naturaleza y, sin duda, donde falta naturaleza hay más gracia (Coloquio 17).
Hay buenos religiosos con carácter medio atravesado, pero lo deploran y lo combaten sin cesar.
Se les puede aplicar las palabras de la Escritura: El justo, si tropieza, no caerá, permanecerá, postrado, cum ceciderit non collidetur (Sal. 36, 24). ¿Por qué no caerá? - Porque sabe - dice Orígenes - arrepentirse y corregirse: su mismo pecado reaviva su fervor, como el agua del herrero echada al fuego se reaviva.
Don Dupois fue uno de esos hombres. Profesor del Seminario Mayor, lanzó en un sermón, en plena catedral, una invectiva contra el Obispo: "¿Qué hace con sus canónigos su excelencia..., etc?"
Para castigarlo, lo nombró Rector del Seminario Mayor de Dax N, lo envió, diciendo: Ab illa peste libera nos, Domine (Señor, líbranos de esta peste).
Pero Don Dupois redimía con grandes virtudes sus miserias. Solito. acumulaba las funciones de rector, ecónomo, confesor. Tuvo que dejar Dax e irse a Mugron para soportar toda clase de incómodos y privaciones.
En una cuaresma, en una misión dada en Dax. el P. Miguel estaba allí y, sin embargo, la gente no estaba preocupada. Don Dupols, junto con Don Lafosse, ofrece su ayuda y predica dos veces a la semana en el dialecto regional. A pesar del enorme trabajo, observó a rajatabla el ayuno N, murió en plena faena el Sábado Santo, tras dos días de enfermedad.
Hubo duelo general: los mismos canónigos, objeto de reproches. decían a una: es una pérdida para la diócesis.
Ahí tenemos a hombres que cautivan por su santidad y cuya virtud deja, por donde pasa, un rastro luminoso.
Otros no tienen más regla que su imaginación. Así sucedió con el joven que pidió entrar a todo trance en la Congregación para luego pedir insistentemente salir.
Esta gente con demasiada imaginación acaba por trastornarse y, atraerse las maldiciones del cielo. Son ingobernables. Y se salvan por casualidad. El mundo militar, lleno de peligros, parece ser la última tabla de salvación. Una buena absolución en la víspera de una batalla en que se muere cumpliendo el deber, es lo que salva a esta gente convertida a Dios en un instante.
Los peores enfermos son los fariseos que no quieren ver la paja en el ojo del prójimo y no ven la viga en el suyo. Se convierten en verdugos de Jesucristo. Se condenan a la muerte de lógicas, no tienen más rey que al César, etc.
Así son los Proudhom, los Renan, tan desvergonzados, ellos que fueron seminaristas.
Nada mejor - decía san Agustín - que un religioso cuando es bueno; y nada peor, cuando es malo.
Los apóstoles tenían un poco de levadura farisaica cuando el Señor les preguntaba: ¿De qué hablabais por el camino? Se callaron y no decían nada.
Después de la Cena, se pelean por el primer puesto. Sin embargo, habían aprendido en la escuela del Salvador cuando decían con miedo y humildad: ¿Soy yo acaso el traidor? Nunquid ego sum? (Mt. 26, 22) (P)
Discernimiento
de los espíritus
El mal espíritu en la práctica de los más santos deberes es el peor y el más temible de los escollos en las comunidades. Nos presentamos a
Dios con muy diferentes disposiciones. Existe el espíritu tentador de los escribas y fariseos. Se acercan al Señor para decirle: queremos ver alguno de tus signos, volumus a te signum videre (Mt. 12, 38). El divino Salvador accede a responder a esta malintencionada gente y revelarle el milagro de la Resurrección.
San Andrés se acerca al Señor con otro espíritu: "Maestro, ¿dónde
vives?, ubi habitas? (Jn, 1, 38). Ese es un espíritu valiente, también obediente a la voz de Juan el Bautista que acaba de señalar al Cordero de Dios.
Existe el espíritu razonador. El Mesías acaba de llamar a Felipe y éste Comparte con el primero que encuentra, Natanael, su alegría. Este le contesta: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? A Nazareth potest aliquid boni esse? (Jn. 1, 46). Pero pronto renuncia a los razonamientos de una falsa sabiduría y exclama: Tu es Filius Dei, Tú eres el Hijo de Dios (Jn. 1, 49).
¡Qué difícil es, pues, este renunciamiento! En la Cena. san Pedro está imbuido, y con razón, de sentimientos de profunda humildad ante el Señor que quiere lavarle los pies; y, al mismo tiempo. un deseo indiscreto lo expone casi a que lo excluya del Reino de los cielos: Non habebis partem mecum (no tendrás parte conmigo) (Jn. 8, S).
Antes, había confesado la divinidad de su Maestro y luego, por un celo ciego, quiere impedir al divino Maestro salvar al mundo por la Cruz. Por eso mereció esta fuerte reprimenda: Atrás, Satanás, vade retro, satana (Me. 8, 33) (P).
Hay que recordar siempre de no comunicar las quejas a los demás: sólo a quien corresponde. Los murmuradores alejan las vocaciones de nuestra casa y de las demás comunidades. Comprometemos nuestra existencia, hacemos el oficio de Satanás. El Instituto no merece un trato así
(P).
El novicio debe persuadirse de que tenemos que llevar con entrega el peso que nos impone la Comunidad, así como ella soporta nuestras exigencias, nuestros defectos y el gran peso de nuestras miserias (P).
Algunos, entran con ideas personales y fijas que aparecen sólo más tarde. Son pestes de las que hay que cuidarse lo más posible (P).
Todo el que trata de imponer sus propias voluntades a la Congregación y trata de doblegarla a sus leyes, rompe entonces los compromisos asumidos con ella... Que se retire cuanto antes (P).
El que corrige, sólo debe tener y mostrar un móvil: el bien del que corrige. Que lo trate con moderación, con señales sinceras de aprecio N, persuadirlo de que si lo corrige lo hace menos por reprenderlo que por prevenirlo de faltas capaces de arruinar la más sólida virtud y por el bien de la Comunidad.
Para evitar cualquier réplica, hay que señalar al culpable numerosos hechos incontestables, de los que son testigos los mejores miembros. Se le dirá: "Amigo, todos conocen tu conducta y sufren profundamente". Bueno, en la corrección hay que apoyarse en la razón de la fe, la experiencia, etc.
A veces, emplearemos la corrección en público para castigar cier~ tos desórdenes que están a la vista de todos. Por ejemplo, hay un espíritu colegial que está por todas partes. Entonces, hay que humillarlo, rebajarlo. incluso públicamente (P).
Hay que inculcar profundamente en la juventud la regla de la caridad puesta por san Ignacio a continuación del título de los Ejercicios Espirituales "In primis", etc.
Toda persona verdaderamente cristiana debe, en las cosas dudosas. disponerse a justificar al prójimo antes que condenarlo.
Si el hecho es verdaderamente malo, hay que disculpar la intención. Si se impone la corrección, emplear la caridad y benignidad antes que lo demás (P).
Lo que importa, sobre todo, es el espíritu de obediencia a Dios, a los superiores, el Ecce venio de la obediencia humilde y generosa.
Hay que combatir el espíritu razonador que examina con curiosidad y desconfianza las órdenes de los superiores, duda en obedecer, haciendo juicios y comparaciones. "Aquí se hace esto y allí, lo otro" y que pide y exige garantías: "¿Quién te envía? Se es lo que se tiene que ser.
Hay que acostumbrarse en seguida a ver a Dios en los responsables de los diversos oficios y obedecerlos incluso mejor que al mejor superior (P).
Nos formaremos también en rendir cuentas de lo que estamos encargados. Penetrémonos pronto de la responsabilidad. Llevando adelante y con sabiduría pequeños empleos, aprenderemos a manejar asuntos importantes (P).
Es bueno confiar a los novicios, sucesivamente y por turno. la dirección de los ejercicios de piedad y los oficios. Si se aprende a mandar
obedeciendo, también se aprende a obedecer mandando. ¿Quién mejor que el superior para saber lo difícil que es obtener obediencia?
Puede suceder que un jefe de empleo sea
infiel a su deber y lo denuncien buenamente. En ese caso, hay que aceptar las quejas con mucha tranquilidad y sin reproches.
Si quien denuncia parece hacerlo con un celo amargo y de intriga. se le hacen ver las equivocaciones y los peligros.
A un hombre del mundo, lo alcanzó la gracia. En un fervor impulsivo, entra en un monasterio
de clausura. Pero se da cuenta, incluso en tal escuela de virtud, de las miserias inseparables de lo humano. Se escandaliza, vuelve al mundo y es peor que antes de convertirse (P).
En los recreos, los novicios mezclarán en sus conversaciones reflexiones piadosas con toda sencillez y naturalidad (P).
En los momentos consagrados al trabajo, sería bueno tener una campanilla que avisa cada media hora para rezar (P).
En el trabajo, no hay que hablar, ni prestarse nada, ni tomar nada, sin permiso (P).
En el ejercicio de la meditación, es bueno fijar la atención. fascinar el corazón con cuadros atractivos si posible. Los esplendores de la naturaleza y la belleza del arte ayudan también al alma a elevarse hasta Dios (P).
III.
FORMACIÓN DE LOS ESCOLÁSTICOS
Déjame hablarte abiertamente. Me congratulo por tus éxitos en los estudios. Cuanto más sabio seas, tanto más útil serás para formar a los demás en la piedad y para hacerlos progresar.
Te digo, pues, de todo corazón: Sigue, attende, pero primero tibi. y luego, doctrinae; primero, siempre y con todo el corazón, a Dios y la leyde la caridad que suele grabar en las almas; luego, las letras, las ciencias, pero como medios indiferentes en sí, y necesarios sólo porque conformes a la disposición de la Providencia.
Por consiguiente, attende tibi et doctrinae (cuídate tú y tu doctrina) (I Tim. 4, 16); pero, como acabo de decirte, ni más ni menos; ni de otra fonna. Sobre esto, temo un desorden en ti. Consistiría en olvidar el fin, a poner el medio en lugar del fin, es decir: Beatus populus, cuius Dominus Deus cius. Mihi autem adhaerere Deo bonum est (Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor) (Sal 143, 18) (Mas para mí, mi bien es estar junto a Dios (72, 28).
Pienso que, exponiéndote a quebrantar tu salud con esfuerzos, por otra parte loables, no presentes ante Dios en tu mano una mano inicua, por poner delante lo que debías poner detrás, por hacer pasar la izquierda antes que la derecha. Las ciencias y las letras deben ser sumisas y no dueñas; deben obedecer y no mandar.
¿En qué conocimientos debe sobresalir el sacerdote? Ciertamente en los que puede ayudar a cumplir perfectamente todos los deberes de hombre de Dios y ministro de Jesucristo. Y nunca los que tienen por objeto atractivas y maravillosas curiosidades que se vuelcan por entero a lo que pasa y, lastimosamente, muy poco a lo que no pasa.
Que un sacerdote conozca perfectamente profanas vocum novitates et falsi nominis scientias (evita las palabrerías profanas y también las objeciones de la falsa ciencia) (1 Tim. 6, 20), mientras que ignora la Sagrada Escritura, es de lo más penoso y, diría, de lo más criminal. Decía san Jerónimo: nunc etiam sacerdotes Deis, omissis Evangelfis et Prophetis, vide suas comoedias legere (Ahora vemos a sacerdotes del Señor que dejan de lado los Evangelios y los Profetas para leer comedias) (s. Jerónimo, Ad Damas. PL 22, 3 86).
¿Acaso es mi intención limitar tu celo, reprimir tus aptitudes? Nunca. No ignores nunca lo que debe saber una persona bien educada. Tu conversación debe incluir siempre palabras de la Escritura o de autores recomendados. Illud Tertulliani, istud Cypriani, hoc Lactantii; illud Hilarfl est; sic Minutius Felix, ita Victorinus, in hunc modum est locutus Arnobius... Et sic lectione assidua et meditatione diuturna pectus tuum bibliothecam fac Christi. Amen. Amen. ("He aquí una máxima de Tertuliano, de Cipriano, de Lactancio, de Hilario. He aquí las palabras de Félix el Menor, de Arnobio, de Victoriano. Así, a través de prolongadas lecturas y meditaciones, haz de tu corazón la biblioteca de Cristo. Amén Amén (Cf. s. Jerónimo, Epístola 60 a Heliodoro, PL 22, 595).
Lee el capítulo 43 del Tercer Libro de la Imitación y recibe mi saludo en el Señor (L).
Las ciencias, incluso teológicas, pueden ser un tropiezo. Al mismo tiempo que nos entregamos al estudio de lo divino, podemos pertenecer aún a las vírgenes necias y compartir su desgracia mortal. Tengo razones para temer algo semejante en ti. Por ese principio mismo, por la falta de aceite, es decir, de intención pura. La intención pura se ve en la elección de lo Absoluto, lo Inmutable, lo Eterno de Dios, y en el amor que le profesamos eternamente, sin que ningún obstáculo, ni siquiera la vida, sea capaz de desviarlo, ninguna seducción, ningún orgullo.
¡Qué sabiduría en la elección! ¡Qué fuerza en la unión! ¡Qué templanza! ¡Qué justicia! ¡Ojalá pudieras asemejarte a aquel niño que conocí en otro tiempo, tan inocente, tan modesto, tan cándido! ¿De dónde le vienen, pues, al niño de ayer, los aires tan poco convenientes? Trabaja, querido amigo, en ser lo que fuiste en otro tiempo, talium est enim regnum coelorum (pues de los tales es el reino de los cielos) (Mt. 19, 14). Para eso, reza, ponte en estrecha comunicación con tu superior. entiéndete con él y Dios te bendecirá (L).
Los Hermanos tienen grandes responsabilidades y deberes: participan en lo más relevante de la Comunidad, del sacerdocio mismo. Son brazos y pies del sacerdote. Si quieren, participan de los frutos de la predicación. Un hermano zapatero, en su taller, puede obtener con sus oraciones los resultados más felices que los que pueda producir una misión. En consideración a ese zapatero, Dios puede perdonar los pecados de los misioneros.
Así hay que ver las cosas: hay que ejercer dentro del círculo limitado del empleo la inmensidad de la caridad. Pero si las ideas son tan estrechas como la habitación que ocupamos, si los sentimientos son tan bajos como la mesa del zapatero, entonces mejor sería colgar del cuello de ese religioso una piedra de molino y echarlo al mar. Pues las faltas que cometerá, en las malas disposiciones en que se encuentra, tendrán los mayores y más funestos resultados: faltas originales que quizás se trasmitan durante generaciones.
Mientras que para los que saben unir a la vida activa una vida contemplativa y verdaderamente religiosa, habrá doble corona y honor. Sus buenos ejemplos se transmitirán durante muchos años. Además, resplandecerán por siempre, como recompensa de todo el bien que hicieron y del que harán. Del justo se guardará recuerdo perpetuo para bendecirlo, in memoria aeterna erit iustus, cuius memoria in benedictione.
Vos estis lux mundi, eres el sol (Mt. 5, 14), es lo que debe decirse cada uno. Igual que el sol es luz, fecundidad y vida de la tierra, lo mismo deberíamos ser unos para con otros, con obras que cundan ejemplo, iluminen y produzcan alrededor nuestro frutos de santidad.
Cada uno está encargado de todos los hermanos: con sus riesgos y peligros. Seamos, pues, para ellos, lo que el sol para la tierra. La comparación, aunque no dice toda la verdad, sin embargo, es un muy buen justo indicativo de nuestros deberes y nos hace vivir nuestra noble, sublime y terrible responsabilidad.
Pero aunque nos convenzamos de nuestros deberes, no basta. El demonio, el cuerpo, la concupiscencia, son los grandes obstáculos que se atraviesan en medio de las buenas resoluciones. ¿Qué hacer? Rezar continuamente; ser menos hombres de oración que la oración continua: personificación de la oración, para que toda la energía del alma, todo el vigor del corazón, sea continuamente un estado de súplica: omnem motum cordis in affectum ducat supplicationis (s. Gregorio).
Mirad las Hijas de la Cruz: en media hora, limpian un montón de casas, desde el recibidor hasta el desván, todo higiénico y bien presentado. Mientras que en una casa particular, dos empleadas se pelean para arreglar una habitación.
Nos lo han dicho y repetido: pero hay gente incorregible, atravesada. Si viniera de una toma de decisión firme y deliberada, no daría la absolución. Pero no: es una rutina. Se anda según las disposiciones del momento. ¡Señor, ten piedad de nosotros! (I)
Si nos descuidamos, faltamos o nos exponemos a faltar en varias virtudes: en la obediencia, la caridad, la pobreza. Las pequeñas pérdidas juntas se convierten en una carga que aplasta a la Comunidad. ¿Acaso los bienes de la Comunidad no valen como los de los mismos particulares? Si fueran nuestros esos objetos, los cuidaríamos lo mejor posible. ¿Qué cuidado debemos tener? ¿No deberíamos considerarlos como objetos consagrados?
Todas esas violaciones vienen de la falta de respeto por la voluntad de Dios. San Francisco Javier no estuvo demasiado tiempo con san Ignacio en Roma. Sin embargo, allá lejos, en la India, adivinaba sus mismísimas voluntades. Otros, después de treinta años, todavía no comprenden la voluntad de Dios ¿Son incorregibles? ¡Qué ocasión de paciencia para los demás ! (I)
Pequeño,
sumiso, contento, constante
Lo que siempre me ha hecho confiar en ti es tu deseo de vigilar el carácter y el deseo de avanzar que manifiestas. ¡Adelante, pues ! Sé pequeño, sumiso, contento y constante. Dios te bendecirá y, en consideración a ti, a toda tu familia... Bueno, sé siempre más fiel a Dios (L).
Con todos esos inconvenientes que me cuentas, no tienes nada que temer si obedeces. Abandónate en la divina Providencia. Fulano - su superior - te ayudará, así como a los demás. Es nuestro deber, nuestra alegría, créelo de verdad. Paciencia por el pelo (alusión a una enfermedad de un hermano), lo importante es que estés bien para servir a Dios y a la Sociedad del Sagrado Corazón. La mejor receta para esto, es ser como un niño: pequeño, sumiso, contento y constante (L).
La vida del religioso debe ser una oración continua. Vaya de un ejercicio a otro, predique, confiese, viaje en medio de las cosas más liberales, debe siempre rezar. Non tam petit quam est ipsa petitio; debe ser tan personificada su oración que todo en él, sensaciones, movimientos del corazón y del alma, todo debe también transformarse en sabor de oración, in gustum obsecrationis (I).
Tengo miedo de una piedad que necesite para sostenerse de un deten-ninado país, de tales personas (L).
Nada paraliza más el ministerio del sacerdote como el apego al dinero: es casi como una incontinencia (I)
Evitemos pecar por apego. También estamos expuestos a pecar por desapego, o más bien por despreocupación, por incuria, cuando se trata de bienes de la Comunidad. Si estamos apegados a las cosas de la Comunidad por un buen motivo, cuanto más apegados estemos a ello, tanto más despegados de nosotros mismos estaremos (I).
(1) Congregación fundada a principios del s. XIX por san Andrés Hubert Fourriet y santa Juana Isabel Bichier des Ages.
(2) Un santo vasco: el Beato Miguel Garicoits, de Gigord, 1936.
(3) Véase este relato en Bemoville, cap. IX: Triunfo del P. Garicoits.
(4) Correspondencia de San Miguel Garicoits 1 y 11, P. Eduardo Miéyaa (fuera de comercio).
(5) Charla dada en el seminario de Bayona. El texto completo fue publicado en el Echo de Betharram, enero-febrero de 1933.
(6) Vida y Cartas del P. Miguel Garicoits por el R.P. B. Bourdenne, 2' edición, 1889, p. 206-207.
(7) Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz
(8) Ver la continuación de este texto importante.
(9) Escrito del santo sobre la Forma de vida de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
(10) La biografía del P. Etchecopar, tercer Superior General de los sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram, se publicó en 1937 (Ediciones Spes) por el P. Pedro Femessole. Su beatificación ha sido iniciada ya en Roma y el proceso apostólico está terminado.
(11) Colección
de Pensamientos del R.P. Miguel Garicoits. Toulouse.
Privat, 540 pág. in 32, 1890.
(12) Lugar de ejercicios militares en Bayona.
(13) Alusión
a una conversación de Tauler, recogida por Surius. Tauler se encuentra con un
mendigo a la puerta de la Iglesia. Éste le dice cómo encontró la felicidad en
la renuncia a toda creatura para unirse sólo con Dios (Sermones de Tauler,
traducidos por Ch. Sainte-Foi,
Pousselgue, 1855, t, 1, p.65-67).
(14) San Miguel se sitúa aquí en el plano del destino eterno y no en el de la simple justicia conmutativa que regula las relaciones particulares entre los hombres.
(15) Estas notas son un resumen de una nueva meditación o el bosquejo de una charla. Encontramos muchos semejantes en los escritos.
(16) Alusión al golpe de Estado de Napoleón III.
(17) Alusión a los sufrimientos que marcaron el papado de Pío IX.
(18) Alusión a las rocas que dominan el santuario de Betharram.
(19) Estas palabras con que San Miguel gustaba resumir su ideal, están extraídas de Suárez (Rel. Soc. Jesu, Lib. 1, cap. 2, n. 8).
(20) El Uno. Leonide nació en Lestelle, cerca de Betharram. Entró como hermano lego y murió, como si fuera predestinado, a los 15 años. San Miguel, que lo conoció de pequeño, hablaba de él, luego de su muerte, así: "Amemos la Cruz, como el Hermanito Leorude, que todos conocisteis. ¡Qué maravilloso niño! A los 5 años, en lo más crudo del invierno, se hacía despertar, bajar de la cama, por su padre. Llamaba a nuestra puerta y se iba a la capilla. Tales felices disposiciones se multiplicaron con la edad. Admitido en la comunidad como Hermano, se convirtió, por su piedad y su amor a la Cruz, en modelo de los Hermanos. Niño como era, sabía la brillante filosoria del crucifijo, al punto de ser admirado por todos los que lo trataban (Vida, la Ed., p. 276).
(21) Secretario de Mons. Loyson, obispo de Bayona.
(22) "Lo
hice un ser espiritual, incluso en la carne... Y ahora se ha vuelto carnal,
incluso en el Espíritu" (Bossuet, Elevaciones, 7 a Sem., Y Elev. Cf. san
Agustín, La ciudad de Dios, Lib. XIV, Cap. 15. P.L. 61, 423).
(23) Vicario General de la diócesis de Poitiers y superior de las Hijas de la Cruz.
(24) Evaristo Etchecopar, tío del futuro P. Augusto Etchecopar.
(25) Alusión al desafortunado Sauzet, ejecutado el 27 de Febrero en Pradelles (Haute-Loire) y cuya muerte fue muy edificante.
(26) Se trata del P. Passaglia, salido de la Compañía de Jesús en 1859. La prueba, como intuyó san Miguel, le resultó favorable: murió en 1887. reconciliado con la Iglesia.
(27) Esta reprimenda de san Miguel apunta a las gestiones hechas por algunos misioneros de América ante la Santa Sede para obtener más amplios poderes a fin de ejercer el ministerio sacerdotal en otras provincias. fuera de la diócesis de Buenos Aires.
(28) Alude al suplicio de Sauzet. Según declaraciones del sacerdote que lo asistió, san Miguel creía en la inocencia del condenado quien, calumniado, aceptó con heroísmo la muerte antes que denunciar al verdadero culpable.
(29) Industrias para curar las enfermedades del alma: publicación del P. Claudio Aquaviva -finales del s. XVI-, Superior general de la Compañía de Jesús. San Miguel apreciaba mucho esta obra y la recomendaba mucho a los superiores.
(30) Obra publicada en los inicios de la Compañía y que contiene preciosas indicaciones para hacer con provecho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.
(31) Mons. Lacroix, al no querer establecer la comunidad de Betharrani como Instituto religioso, permitió, con muchas restricciones, pronunciar los votos.
(32) Bossuet había dicho casi lo mismo: "Sin apenamos por rebosar de pensamientos ambiciosos, preocupémonos por alcanzar horizontes lejanos de bondad; y, en oficios delimitados, tengamos una caridad infinita (Sermón sobre La ambición, Ed. Lebarq, T. 4, p. 153 ».
(33) El venerable P. Luis Eduardo Cestac, fundador de las Siervas de María de Anglet (Bayona).
(34) El P. Rossigneux era catedrático de Universidad.
(35) Era el momento en que el P. Garicoits sometía a Mons. d'Astros el proyecto de fundar el Instituto.
(36) San Miguel recurre muchas veces al ejemplo del ferrocarril y saca diversas conclusiones. Su espíritu, muy sensible al progreso, estaba fuertemente conmocionado por el tipo de locomoción, nuevo entonces, que cambiaba considerablemente las condiciones de los viajes y facilitaba así los desplazamientos de los misioneros.
(37) San Alfonso Ligorio era hombre de experiencia. Encaraba las cuestiones, las verdades, del lado práctico. Era prácticamente práctico, practico practice. ¡Cuántas aberraciones en los que miran las cosas especulativamente! ¡Cuántas falsas decisiones! Jansenistas apartando a pueblos de la comunión y dejándolos vivir como animales. [ Apreciación valorativa del P. Garicoits ]
El
origen de los textos se indicará por las siguientes letras:
I: Cuaderno inédito de conferencias de san Miguel.
C: Cuaderno del Hno. Cachica, escolástico, que recogió preciosos
apuntes de las conferencias y de las clases de san Miguel en 1858 y 1859. S:
Sumario de testimonios en el proceso de beatificación.
V: Vida de san Miguel, por el P. B. Bourdenne