3 DIOS TODO, YO NADA

Humildad del Corazón de Jesús

Anonadamos no es más que justicia

El amor quiere adorar

La fórmula perfecta: Dios todo, yo nada

A Dios, sólo honor y gloria

Dios en su lugar; yo, en el mío

Vírgenes necias

Nada y pecado

Malicia y remedio del pecado

Crimen del orgullo

Justo castigo

Hay que reinstaurar el reino de Dios

Sumisión y espíritu de fe

Dios confunde a la sabiduría humana

Pensamientos 3


3 DIOS TODO, YO NADA

 

La ternura del Padre no eclipsa, ti los ojos de Jesús, la soberana majestad de Dios, infinito en poder y en perfección. Como hombre. Él mismo es sólo creatura, es decir, nada. La clara visión de esa nada lo tiene inmerso en constante adoración.

Una de las gracias principales de san Miguel fue profundizar ti fondo en ese exinanivit semetipsum (se anonadó a sí mismo) del Verbo encarnado. Ponía en su sitio a Dios y en el suyo a la creatura. Se impregnó de su humanidad y encontró fórmulas nuevas e impactantes para demostrar a todos sus compañeros su necesidad.


Humildad del Corazón de Jesús

Entramos en el camino del servicio de Dios, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, anonadándonos y haciéndonos obedientes hasta la muerte de cruz, como verdaderos voluntarios: hoc sentite in vobis quod et in Christo Jesu (tened en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús) (Fil. 2, 5), lo que quiere decir: borrarse y entregarse. Abnegación total.

, perfecta: entrega total y perfecta. Sin anonadarse. no hay virtudes verdaderas y sólidas, sino virtudes aparentes, ilusorias.

Nunca el Corazón de Jesús buscó su gloria, siempre la del Padre‑. nunca se complació en sí mismo. Ese hombre- todo Dios que era- . se considera como una nada, se presenta como una nada ante Dios y ante los hombres. Fue justicia rigurosa. Como hombre, reconoce su nada y lo confiesa con convicción y de corazón.

No perdamos de vista la humildad del Corazón de Jesús. Que. al menos, nuestra oposición al Corazón de Jesús nos lleve a hacemos, a volvemos , a mostramos dulces y humildes de corazón, esperando serlo y con el fin de llegar a serlo: rezar y comportamos así (E).

 

Anonadarnos no es más que justicia

Substantia mea tanquam nihilum ante te (Mi vida es nada ante Ti) (Sal. 38, 6). ¿Qué nos pide Dios cuando nos manda anonadamos y renunciar a nosotros mismos? Nos pide hacemos justicia, ponemos en nuestro sitio y reconocer lo que somos.

¿Qué somos en nuestro fondo, aunque fuéramos tan perfectos como Lucifer antes de la caída? Nada, más que verdaderos nadas. Vemos de otra manera, sería no conocemos. Pretender que Dios o los hombres nos traten de otra forma, sería ser injustos. ¿Qué se puede deber a quien es nada? ¿Qué puede exigir la nada? Si nuestro mismo ser es gracia, con mayor razón lo demás. Hay injusticia formal por nuestra par‑te en rechazar que nos traten y que nos tratemos como verdaderas nadas.

Se dice que esta afirmación no tiene valor para Dios, pero sí para el hombre. No vale nada la afirmación si nos limitamos a decirla de boca‑, pero es muy distinto si hay que vivirla en la práctica, si se trata de acatar los derechos de Dios ejercidos sobre nosotros, de aceptar que disponga de nuestro espíritu a su gusto, de nuestro corazón y de nuestro ser, a pesar de sus atenciones con nuestras debilidades.

En cuanto a los hombres, ¿qué deben a "nadas"? Para sí mismos. nada. Cuando nos maltratan los hombres, faltan a Dios, que se lo prohíbe. Pero a nosotros no nos faltan... (14)

Si encaramos siempre así las cosas del lado de Dios, no seremos tan sensibles, tan expuestos aquejarnos y a enfadamos.

¿Es esta práctica muy difícil? Confieso que para llegar hasta aquí, hay que morir a sí mismo...

Concebidos en iniquidad, cargados de crímenes personales, de deudas, cualquier prueba que suframos de parte de Dios, cualquier maltrato que recibamos de parte del prójimo, ¿tenemos, acaso, el derecho de quejamos? ¿Podemos acusar al prójimo de injusticia? Al contrario, ¿no debemos estimamos muy contentos de salvamos, por unas pocas penas temporales, de tormentos eternos?... Son, además, el precio de una felicidad eterna, de la posesión eterna de Dios, y seremos encumbrados en la gloria proporcionalmente a lo que nos anonaden en este mundo. ¿Nos horrorizará aún el anonadamiento?...

Este camino contra el que la naturaleza protesta tanto, no es tan Penoso como se lo imagina; es, incluso, muy suave. Jesús nos dice de aceptar su yugo; nos asegura que es suave. Aunque en sí mismo sea pesado, Dios lo aligera para que lo acepten voluntariamente y consientan a llevarlo por amor a El.

¿Cuál es la recompensa del anonadamiento? La paz del corazón, la calma de las pasiones, el cese de todas las agitaciones del espíritu. de las murmuraciones y de las rebeliones interiores. Un alma anonadada sufriría todos los males imaginables sin perder la calma que conlleva el estado de vida. Es cosa de experiencia. ¿Qué es lo que más nos cuesta soportar. los desprecios, las humillaciones, las calumnias? Nuestro orgullo. Eso es lo que nos inquieta, nos indigna, nos hace la vida amarga, insoportable. Tra­bajemos en anonadamos.

¿Podemos, acaso, ser humildes como lo fue el Señor? No. Imposi­ble. ¿En qué sentido fue humilde el Señor? En el sentido de que se rebajó por debajo de lo que era. Siendo Dios, se hizo hombre; se anonadó, se hizo obediente hasta la muerte de cruz. Así fue de humilde, y lo fue de corazón, ya que su humildad Él mismo la eligió, una humildad sincera y de amor.

Nosotros, como nada que somos, no podemos rebajamos por de­bajo de lo que, por naturaleza, somos. Como pecadores por voluntad, dig­nos de maldición de Dios y de las penas del infierno, estamos infinita­mente por debajo de la nada. ¿Dónde encontrar un estado de humildad para nosotros?

Poniéndonos al nivel de la nada, ¿qué hacemos? Nada, sino ser justos con nosotros mismos (E).

 

El amor quiere adorar

Adoración perfecta. Complacencia en la voluntad del Padre; so­meterse a Dios como a rey soberano. Jesucristo dice al Padre: Ita, Pater (Sí, Padre) (Act. 11, 26). En el cielo, los santos dicen: Amén (Ap. 5, 13. 14). Adhesión plena a la voluntad de Dios para realizar esa adoración. El amor quiere adorar; sólo está contento si vive en una absoluta dependen­cia, es la naturaleza del amor. El amor profano sólo habla de homenaje y de adoración, para hacemos ver que para ser amado sólo hay que ser cria­tura...

Renovación constante. El todo, la nada. Siempre crecer. siempre disminuir. Esto, sin límites... Amén (15) (E).

 

La fórmula perfecta: Dios todo, yo nada

Dios, todo. Yo, nada. Yo, nada, podredumbre. Esta es una idea reguladora, una buena orientación para los pensamientos, los sentimientos, la conducta. Este gran principio debe ayudamos a hacer desaparecer ese cúmulo de ideas y de puntos de vista contrarios, que envenenan la vida del hombre, profanan la vida divina y terminan, a través de satánicas maqui­naciones, en un paganismo práctico y en la impiedad.

Dios, todo. Yo, nada. Sea el inicio, el centro, el fin en todas las obras. Haciendo un sermón, hay que atribuirle a Él lo que haya de bueno en el plan, en el desarrollo; y, luego, sólo contar con Él para el éxito, es decir, para el bien de las almas.

¿Hay que descuidar los medios humanos? Claro que no; pero. al mismo tiempo, hay que presentamos, entregamos, dispuestos a lo que quiera. La Iglesia nos lo enseña, al terminar todas las oraciones por estas palabras: Por nuestro Señor Jesucristo... en la unidad del Espíritu Santo...

¡Qué hermosa disposición la de estar a la entera disposición de Dios, como san Pablo! ¿Qué quieres que haga? Aquí estoy, dispuesto a todo, a todos los sufrimientos, a todos los escándalos. Con esta disposi­ción, Dios hace de san Pablo un vaso de elección (vas electionis), apto para recibir gracia tras gracia. Imitemos también al publicano del Evange­lio y no al fariseo. ¡Somos tan débiles, culpables, mezquinos! Ahondemos en nosotros el fundamento de la humildad.

¡Qué gran lección nos da la Iglesia en la liturgia de la misa! El sacerdote, de pie, delante del altar: Yo confieso... Tiene la postura del publicano: Invoca al cielo y a la tierra. Y a vosotros, hermanos, que roguéis por mí... Se golpea el pecho... porque he pecado mucho, por mi culpa... Luego: Orad, hermanos... Luego: Señor, no soy digno... Para comulgar, sólo se apoya en el sentimiento de su indignidad.

No seamos, como el fariseo, pelagianos prácticos. llenos de pretendidos méritos, con virtudes exteriores, filosóficas, naturales, en el fondo. sin humildad, sin virtud cristiana y, en realidad, llenos de pecados. Pues. en esa disposición farisaica, tenemos demasiada luz para pecar, suficiente virtud para ver nuestra miseria, detestarla, dejarse del mal y hacer el bien. Un día, a la luz del juicio divino, nos despertamos, nos vemos al descubierto; de tantas hermosas apariencias, no quedará nada: Nihil invenerunt viri divitiarum (Sal. 75, 6). Los publicanos, al contrario, son justificados. Más valdría ser un pecador público, pero con el sentimiento de la miseria. que un fariseo de obras brillantes, pero desprovisto de humildad (P).

 

A Dios, sólo honor y gloria

Autor, principio de todo bien, Deus a quo bona cuneta procedunt, sólo Dios es grande; sólo a Él honor y gloria: soli Deo honor et gloria. Hay que glorificarlo con todas nuestras fuerzas: Magníficat anima mea Dominum (Mi alma glorifica al Señor). Es el fundador de nuestro Instituto, debe glorificar a su fundador: ese es un buen rol. La Sociedad que formó, la conservará, la gobernará. Sin embargo, acordémonos bien que no es una obra en donde se encuentra la perfección del cielo, sino en la que encontraremos siempre las imperfecciones de la tierra (P).

 

Dios en su lugar; yo, en el mío

Dios, todo. Yo, nada. Dios en su lugar; yo, en el mío. La razón misma, la sabiduría de Salomón, dictan esta verdad fundamental. Ahora bien, hemos recibido una sabiduría infinitamente superior a la de Salomón. ¿Cuándo aprenderemos a practicarla? Todo lo contrario, combatimos la doctrina de la humildad. En vez de hablar y actuar como apóstoles de Jesucristo, a la menor humillación nos rebelamos como víctimas de la injusticia de los superiores; combatimos la doctrina de la Cruz en las conversaciones e, incluso, en las cartas...

Quien se ensalza, aunque fuera un ángel, cae en el infierno: es la historia de Lucifer. Cuanto más perfectos somos, más debemos anonadarnos y temblar. Predicamos, absolvemos, subimos al altar. ¡qué grandes cosas! y, sin embargo, después de todo eso, podemos decir en verdad: servi inutiles sumus, y, a menudo: impedimento sumus, somos servidores inútiles y, a menudo, estorbos. Pero lo olvidamos y, entonces, tarde o temprano, tenemos caídas que asustan a la gente; ya sea en la vejez, como Salomón, ya sea en una breve expansión, como David‑ y eso, por falta del mismo principio, por falta de humildad (P)

 

Vírgenes necias

Quedémonos en el último lugar, diciendo: Vere dignum, eso es lo justo, lo verdadero. Deberíamos estar inmersos en ese pensamiento como el pez en el agua. Nos dan una ropa vieja, etc. vere dignum. La doctrina opuesta es la de Lucifer. Muchos la practican y algunos, incluso, la enseñan. Pero la verdad es que nadie entra al cielo si no es por la puerta de su nada. Si alguien dice lo contrario, aunque fuera un ángel, le diría: anatema...

Hay ejercicios que tienen por finalidad formar en la práctica de la humildad. Algunos los censuran y protestan... ¡Qué miseria! Son los enemigos del Instituto. ¡Ay de aquellos que después de evangelizar a los demás, se van al infierno por la puerta del orgullo! Quizás fueron' brillantes teólogos, pero, al mismo tiempo, vírgenes necias. Se volvieron ciegos y se durmieron en medio de sus acciones brillantes; pero un soplo de la justicia divina apaga esas lámparas brillantes y caen al infierno (P).

 

Nada y pecado

¡Dios, en su sitio; yo, en el mío! ¿Qué soy yo por mí mismo" Nada, absolutamente nada; sólo soy nada y pecado. Si tengo algo de bueno, se lo debo a Dios que me lo da, me lo conserva, ayudándome más que yo mismo a producirlo y a conservarlo. Y del bien que nos viene de Dios. ¿qué hemos hecho? Lo hemos cambiado, lo hemos hecho irreconocible... ¿Qué hemos hecho del alma? Un demonio encarnado. ¡Qué orgullo! ¡Qué independencia! ¡Qué tinieblas! Se hizo carne, caro est (Gen. 6, 3). Es tan desconocida que podemos decirle: tienes al demonio por padre, vos ex patri diabolo estis (Jn. 8, 14). Y del cuerpo, que tendría que ser el complemento del alma, ¿qué hemos hecho? Un pérfido, un corrupto, una cloaca de vicios y de crímenes. ¡Qué motivo de agradecimiento para con el Señor, que se rebajó a nuestra nada para sacamos de nuestras profundidades y elevamos hasta el Padre! Imitemos su humildad, Él que no pasó por el canal infecto del pecado original. Él, la santidad misma, se anonadó en su humildad ante el Padre: Tadre, aquí estoy como una nada digna de ser aplastada, crucificada". La clara conciencia de su nada lo tiene en la más profunda humildad y le hace saborear, en su anonadamiento, la paz y la felicidad.

Fueron los sentimientos que rondaron a san Pablo cuando decía: Domine, quod me vis facere? (Hech. 9, 6). Señor, ¿qué quieres que yo haga? Él, tan apasionado por el judaísmo, está dispuesto a cortar con ese pasado tan ruidoso y a empezar una vida totalmente nueva. No es nada, pero, ¿qué importa? Dios es todo, Dios habla. A obedecer. Se conocía a fondo, cuando decía: Christo confixus sum cruci (Gal.-1, 19); muerto soy, crucificado, y la vida no es mía; pero, muriendo a mi mismo, viviré de Dios, yo vivo de Dios.‑ vivo, iam non ego, vivit vero in me Christus (Gal. 2, 20). Había iniciado el cielo en la tierra, aunque acusó el aguijón de Satanás; pero no lo tenía en cuenta. Deberíamos, a ejemplo suyo, hacer de la vida el aprendizaje de la eternidad, anonadamos, perdernos en Dios. perdiéndonos en Él; encontrar en Él el descanso y la felicidad (P).

 

Malicia y remedio del pecado

Si cuando hacemos obras buenas no somos más que servidores inútiles, ¿qué somos, pues, nosotros que cometimos tantos pecados y cometemos aún cada día? Somos desgraciados, modelados y movidos por un triple espíritu, el más desgraciado que podemos imaginar. Pues, todo pecado proviene de un triple espíritu, como el pecado de Adán: espíritu de olvido de Dios, espíritu de robo, incluso de rapiña, espíritu de corrupción y, de muerte.

Olvido de Dios para volverse hacia la creatura y dotarla de pensamientos y afectos.

Robo, puesto que le quitamos lo que le debemos, lo que es suyo por muchos títulos. Rapiña, ya que el robo se hace delante de Dios mismo y a pesar de su presencia. Y además, ¡vaya rapiña! ¿Para qué, para qué vergonzosos y envilecedores usos empleamos los bienes arrebatados a Dios?

Muerte y corrupción, pues el hombre no podía pecar sin corromperse, sin alterarse, sin destruirse y matarse a sí mismo.

La divina Eucaristía es el remedio al olvido de Dios., al robo sacrílego, a la corrupción (I).

 

Crimen del orgullo

Dios es todo, Deus meus et omnia. Pero, ,quién diría que Dios es aigo en nuestras acciones tan poco cristianas, tan irracionales y, a menudo. tan animales? ¿Podemos decir que está por algo en nuestras conversaciones? Su presencia nos estorba, sentimos necesidad de alejarlo de nosotros. Hemos olvidado la lengua espiritual de nuestros padres. los que quieren hablarle nos parecen seres mezquinos Y escandalosos. No tenemos ni el conocimiento de Dios ni el de los demás. En vez de ir a Él como hombres libres y voluntarios, nos presentamos y actuamos ante su majestad como si fuéramos dioses. ¡Qué locura y qué crimen! Crimen y locura que nos valen la burla de Dios mismo: Ecce Adam quasi unus ex nobis factus est. he aquí que Adán se ha convertido en uno de nosotros (Gen. 3. 22). Erigirnos en dioses. nosotros. océanos de pecado y de miseria, nosotros, esclavos de una carne tan corrupta.

Hay que combatir este mal tan profundo, tan adherido a nuestro ser... Combatámoslo sin desanimamos... Hágannos. nuestras mismas miserias, más humildes, más generosos, más fuertes en Jesucristo y por Jesucristo. Cum infirmus, tunc potens sum, cuando soy débil, soy fuerte (2 Cor. 1 12‑1. 10). Esa ventaja sacaría san Pablo... Conozcámonos tal cual Dios nos conoce* no ver de nosotros y, en nosotros más que eso, es, pues. la verdad, es hacemos justicia...

Dejemos a Dios ser lo que es, sin querer echarlo afuera y tomar su sitio. Sigamos siendo lo que somos. No podemos ni siquiera saber si estamos en estado de gracia. No imitemos a ese joven, un imberbe de 17, 18 años. En vez de obedecer a sus padres con el respeto y el amor de un hijo cristiano, les escribía en estos términos: ",!Por quién me tomáis" Queréis hacer de mí un esclavo? Podéis degradarme. Soy demasiado consciente de mi dignidad para consentir alguna vez". Carta digna de un Jean Jacques Rousseau. Y así, el final de ese desgraciado joven respondió a esos tristes sentimientos.

Todas las incomodidades, todas las aflicciones provienen de que confiamos demasiado en nosotros mismos que somos tan sólo cañas quebradas. Unámonos a Dios. nada nos faltará: Dominus regit me et nihil inihi deerit (El Señor es mi pastor, nada me falta) (Sal. 22, 1) (P).

 

Justo castigo

Presentamos a Dios con la conciencia de nuestra nada: esa es la disposición más conforme con la verdad, el medio infalible para agradar al que es la verdad misma. Desgraciadamente, somos nadas orgullosos. llenos de pretensiones y henchidos, desprovistos de caridad, enredadores. ocupados siempre en trastornar los designios de Dios...

Somos esa tierra de que habla el profeta, tierra desierta. sin agua y sin salida: In terra deserta et invia inaquosa (Sal. 52,3). tierra impura y manchada, porque no la riega ni el agua de la gracia ni las lágrimas de la penitencia; tierra desierta y solitaria: el orgulloso es un solitario; no se ve más que a sí mismo, su voluntad, su mérito. Es el imitador sacrílego del Dios que se hace soledad impenetrable, dentro de la singularidad de su infinita perfección. El orgulloso se erige en Dios. ¡Qué locura! Pero, ¡qué castigo! Tierra sin camino señalado: va errante, a la ventura, en la nebulosa de sus deseos cambiantes, egoístas, pusilánimes; por las sendas torcidas. dentro del círculo tiránico de las bajas, vergonzosas pasiones, justo castigo de su impía y diabólica usurpación. In circuitu impii ambulant (los impíos andan dando vueltas) (1 Pe. 11, 9)  (P)

 

Hay que reinstaurar el reino de Dios

Si ya no hay más en la tierra ni caracteres, ni familia, ni patria, hay que echar la culpa a la Revolución que sustituye el reino del hombre al de Jesucristo. La gente más buena olvida que Dios es el alfa y la omega, el Principio y el fin de las cosas y todo lo refiere a la humanidad. Eso se ve muy claro en el mundo, en los pueblos; y, en pequeño, en los individuos, en las familias y en las comunidades religiosas. Pero en éstas como en aquéllas, sobre todo en éstas, es una gran desgracia.

Sí, aquí, en donde profesamos extender el reino de Dios en nosotros y a nuestro alrededor, es mucho más monstruoso y. a menudo, es el lugar de las tinieblas. Pero en las familias cristianas, en el clero y hasta en las comunidades religiosas, ¿qué vemos, por desgracia. demasiadas veces? La preocupación Dei yo, el yo, fin de las cosas y de las mejores cosas. Y, entonces, ¡cómo se rebaja, se degrada todo en sensualismo! Todo sucumbe y se envilece: la filosofía, la teología, los caracteres y los ministerios más nobles. Sólo nos vemos a nosotros mismos, pensamos en nosotros mismos, y de ahí todas esas preocupaciones terrestres en que se pierde la gente del mundo. ¡Qué pérdida de tiempo! ¡Qué monstruosidad y que escándalo también! Ponemos al hombre en vez de Dios; nos materializamos, nos humanizamos en vez de divinizamos, en vez de ser unos para otros imágenes de nuestro Señor Jesucristo que refiere todo al Padre, para que, viéndonos unos a otros, descubramos a Dios para glorificarlo; ut videant opera vestra bona et glorifícent Patrem vestrum qui in caclis est (para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre del cielo) (Mt. 5. 16).

El reino de la humanidad es el olvido de Dios; la rebelión contra Él, el crimen de Lucifer que precipitó a un tercio de los ángeles al infierno. Es el mismo crimen que nos traerá el reino del Anticristo. Sí, cuando la humanidad, en cierta medida, haya expulsado a Dios, entonces vendrá el fin del mundo; el Anticristo será el fruto de ese amor a sí mismo, egoísta. monstruoso, horrible.

¿Queremos sanar al mundo y a nosotros mismos? Hagamos que Dios sea visto en todo. Inmolemos todo a Dios, que reina en nosotros N, sobre todos sus enemigos (V).

 

Sumisión y espíritu de fe

Cuanto más profundos e incomprensibles son los dogmas de la revelación, tanto más son dignos de Dios y de la sumisión de las creaturas. Hermosa maravilla la de creer lo que comprendemos... (S).

Las siguientes palabras se las dijo al P. Mariotte de la Congregación del Oratorio que lo consultó para saber si debía aceptar el cargo de superior que le habían impuesto. Fue durante el Cónclave que siguió a la muerte de Gregorio XVI.

Si los cardenales reunidos en cónclave me enviasen un mensajero diciéndome: "P. Garicoits, os hemos elegido Papa, venid a Roma para gobernar la Iglesia", ¿crees que me negaría? Jamás. Recogería mis pocas pertenencias y saldría inmediatamente para Roma. Me dirás: ¿Acaso te crees capaz de ser Papa? De ninguna manera; ¿o acaso soy capaz de ser sacerdote? No más que Papa. Si lo he sido es porque mis superiores eclesiásticos me han dicho que estaba llamado por Dios al sacerdocio Y, por consiguiente, tendré las gracias necesarias. Igual, si fuese elegido Papa. contaría con las gracias que necesito para gobernar la Iglesia (S).

 

Dios confunde a la sabiduría humana

El examen privado es elemento de división y de ruina. Dios odia el orgullo del hombre; y se diría que tiene prisa por abandonarlo a su extravagante debilidad desde el momento en que, cegado por su orgullo, quiere erigir en rival de Dios su débil y ciega razón. Tales pretensiones le son tan odiosas que desbarata y hace inútiles los más hermosos proyectos de la sabiduría humana, cuando rechaza inspirarse de Él, verdadera y única luz.

Ved los diputados de 1852; ¿les faltaba sabiduría? Eran los hombres más inteligentes de Francia. Pero pretendían pasarse de Dios y planeaban, en sus disposiciones, grandes reformas, hermosos modelos de gobierno. Sin duda los animaban sentimientos filantrópicos. Pero, una vez más, no se molestaban por la aprobación de Dios, el verdadero Padre de los hombres. Por eso, lo mejores hombres para la guerra, como los polacos, son considerados, a un momento dado, inútiles, impotentes para trabajar con provecho en bien de la humanidad y también encerrados en sí mismos, así como ambiciosos, criminales. Hasta entonces. se miraba a estas grandes inteligencias como necesarias para el país; ahora están relegadas en un rincón como impropias, como nocivas‑ y eso, por alguien que sólo dio signos de ambición imprudente y temeraria. Pero, entonces era el hombre de Dios... (16)

 

Pensamientos 

Somos nadas pero nadas arrogantes, altivos, henchidos, pretenciosos, enredadores, luchando contra los designios de Dios (I).

¿Qué tenemos que hacer? Contemplar a nuestro Señor Jesucristo que nos da ejemplo, y anonadarnos (I)

Hoy cometemos crímenes quizás a penas conocidos en las ciudades sobre las que hizo caer la lluvia de fuego (I)

Siempre se necesitará  un fuego eterno. Incluso entonces, la medida de la justicia no será colmada; sólo lo fue en el Salvador crucificado (I).

¡Dios solo, Dios solo! ¿y el yo?-¡Al lado! (S).

El pecado es la ausencia del bien, es su negación, es la nada. Hacer del pecado un acto positivo, es decir que Dios es su autor (C).

Quien suprime a Dios, suprime a las creaturas; una vez negada su existencia, las creaturas se tornan inaguantables (C)

Dios no sería Dios si hubiera algo fuera de Él (C).

Hacer la guerra a Dios, es signo de un alma tenebrosa, vencerlo, su perdición (C).

No nos apoyemos en los medios exteriores; son cadáveres (S).


N o t a s

 

(1) Congregación fundada a principios del s. XIX por san Andrés Hubert Fourriet y santa Juana Isabel Bichier des Ages.

(2) Un santo vasco: el Beato Miguel Garicoits, de Gigord, 1936.

(3) Véase este relato en Bemoville, cap. IX: Triunfo del P. Garicoits.

(4) Correspondencia de San Miguel Garicoits 1 y 11, P. Eduardo Miéyaa (fuera de comercio).

(5) Charla dada en el seminario de Bayona. El texto completo fue publicado en el Echo de Betharram, enero-febrero de 1933.

(6) Vida y Cartas del P. Miguel Garicoits por el R.P. B. Bourdenne, 2' edición, 1889, p. 206-207.

(7) Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz

(8) Ver la continuación de este texto importante.

(9) Escrito del santo sobre la Forma de vida de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.

(10) La biografía del P. Etchecopar, tercer Superior General de los sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram, se publicó en 1937 (Ediciones Spes) por el P. Pedro Femessole. Su beatificación ha sido iniciada ya en Roma y el proceso apostólico está terminado.

(11) Colección de Pensamientos del R.P. Miguel Garicoits. Toulouse. Privat, 540 pág. in 32, 1890.

(12) Lugar de ejercicios militares en Bayona.

(13) Alusión a una conversación de Tauler, recogida por Surius. Tauler se encuentra con un mendigo a la puerta de la Iglesia. Éste le dice cómo encontró la felicidad en la renuncia a toda creatura para unirse sólo con Dios (Sermones de Tauler, traducidos por Ch. Sainte-Foi, Pousselgue, 1855, t, 1, p.65-67).

(14) San Miguel se sitúa aquí en el plano del destino eterno y no en el de la simple justicia conmutativa que regula las relaciones particulares entre los hombres.

(15) Estas notas son un resumen de una nueva meditación o el bosquejo de una charla. Encontramos muchos semejantes en los escritos.

(16) Alusión al golpe de Estado de Napoleón III.

(17) Alusión a los sufrimientos que marcaron el papado de Pío IX.

(18) Alusión a las rocas que dominan el santuario de Betharram.

(19) Estas palabras con que San Miguel gustaba resumir su ideal, están extraídas de Suárez (Rel. Soc. Jesu, Lib. 1, cap. 2, n. 8).

(20) El Uno. Leonide nació en Lestelle, cerca de Betharram. Entró como hermano lego y murió, como si fuera predestinado, a los 15 años. San Miguel, que lo conoció de pequeño, hablaba de él, luego de su muerte, así: "Amemos la Cruz, como el Hermanito Leorude, que todos conocisteis. ¡Qué maravilloso niño! A los 5 años, en lo más crudo del invierno, se hacía despertar, bajar de la cama, por su padre. Llamaba a nuestra puerta y se iba a la capilla. Tales felices disposiciones se multiplicaron con la edad. Admitido en la comunidad como Hermano, se convirtió, por su piedad y su amor a la Cruz, en modelo de los Hermanos. Niño como era, sabía la brillante filosoria del crucifijo, al punto de ser admirado por todos los que lo trataban (Vida, la Ed., p. 276).

(21) Secretario de Mons. Loyson, obispo de Bayona.

(22) "Lo hice un ser espiritual, incluso en la carne... Y ahora se ha vuelto carnal, incluso en el Espíritu" (Bossuet, Elevaciones, 7 a Sem., Y Elev. Cf. san Agustín, La ciudad de Dios, Lib. XIV, Cap. 15. P.L. 61, 423).

(23) Vicario General de la diócesis de Poitiers y superior de las Hijas de la Cruz.

(24) Evaristo Etchecopar, tío del futuro P. Augusto Etchecopar.

(25) Alusión al desafortunado Sauzet, ejecutado el 27 de Febrero en Pradelles (Haute-Loire) y cuya muerte fue muy edificante.

(26) Se trata del P. Passaglia, salido de la Compañía de Jesús en 1859. La prueba, como intuyó san Miguel, le resultó favorable: murió en 1887. reconciliado con la Iglesia.

(27) Esta reprimenda de san Miguel apunta a las gestiones hechas por algunos misioneros de América ante la Santa Sede para obtener más amplios poderes a fin de ejercer el ministerio sacerdotal en otras provincias. fuera de la diócesis de Buenos Aires.

(28) Alude al suplicio de Sauzet. Según declaraciones del sacerdote que lo asistió, san Miguel creía en la inocencia del condenado quien, calumniado, aceptó con heroísmo la muerte antes que denunciar al verdadero culpable.

(29) Industrias para curar las enfermedades del alma: publicación del P. Claudio Aquaviva -finales del s. XVI-, Superior general de la Compañía de Jesús. San Miguel apreciaba mucho esta obra y la recomendaba mucho a los superiores.

(30) Obra publicada en los inicios de la Compañía y que contiene preciosas indicaciones para hacer con provecho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.

(31) Mons. Lacroix, al no querer establecer la comunidad de Betharrani como Instituto religioso, permitió, con muchas restricciones, pronunciar los votos.

(32) Bossuet había dicho casi lo mismo: "Sin apenamos por rebosar de pensamientos ambiciosos, preocupémonos por alcanzar horizontes lejanos de bondad; y, en oficios delimitados, tengamos una caridad infinita (Sermón sobre La ambición, Ed. Lebarq, T. 4, p. 153 ».

(33) El venerable P. Luis Eduardo Cestac, fundador de las Siervas de María de Anglet (Bayona).

(34) El P. Rossigneux era catedrático de Universidad.

(35) Era el momento en que el P. Garicoits sometía a Mons. d'Astros el proyecto de fundar el Instituto.

(36) San Miguel recurre muchas veces al ejemplo del ferrocarril y saca diversas conclusiones. Su espíritu, muy sensible al progreso, estaba fuertemente conmocionado por el tipo de locomoción, nuevo entonces, que cambiaba considerablemente las condiciones de los viajes y facilitaba así los desplazamientos de los misioneros.

(37) San Alfonso Ligorio era hombre de experiencia. Encaraba las cuestiones, las verdades, del lado práctico. Era prácticamente práctico, practico practice. ¡Cuántas aberraciones en los que miran las cosas especulativamente! ¡Cuántas falsas decisiones! Jansenistas apartando a pueblos de la comunión y dejándolos vivir como animales. [ Apreciación valorativa del P. Garicoits ]


El origen de los textos se indicará por las siguientes letras:

 

E: Escritos de San Miguel

L: Cartas

P: Libro de Pensamientos

I: Cuaderno inédito de conferencias de san Miguel.

C: Cuaderno del Hno. Cachica, escolástico, que recogió preciosos apuntes de las conferencias y de las clases de san Miguel en 1858 y 1859. S: Sumario de testimonios en el proceso de beatificación.

V: Vida de san Miguel, por el P. B. Bourdenne  

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