Anonadamos no es más que justicia
La fórmula perfecta: Dios todo, yo nada
Dios en su lugar; yo, en el mío
Hay que reinstaurar el reino de Dios
Dios confunde a la sabiduría humana
La
ternura del Padre no eclipsa, ti los ojos de Jesús, la soberana majestad de
Dios, infinito en poder y en perfección. Como hombre. Él mismo es sólo
creatura, es decir, nada. La clara visión de esa nada lo tiene inmerso en
constante adoración.
Una
de las gracias principales de san Miguel fue profundizar ti fondo en ese
exinanivit semetipsum (se anonadó a sí mismo) del Verbo encarnado. Ponía en
su sitio a Dios y en el suyo a la creatura. Se impregnó de su humanidad y
encontró fórmulas nuevas e impactantes para demostrar a todos sus compañeros
su necesidad.
Entramos
en el camino del servicio de Dios, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo,
anonadándonos y haciéndonos obedientes hasta la muerte de cruz, como
verdaderos voluntarios: hoc sentite in vobis quod et in Christo Jesu (tened
en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús) (Fil. 2, 5), lo que
quiere decir: borrarse y entregarse. Abnegación total.
,
perfecta: entrega total y perfecta. Sin anonadarse. no hay virtudes verdaderas y
sólidas, sino virtudes aparentes, ilusorias.
Nunca
el Corazón de Jesús buscó su gloria, siempre la del Padre‑. nunca se
complació en sí mismo. Ese hombre- todo Dios que era- . se
considera como una nada, se presenta como una nada ante Dios y ante los hombres.
Fue justicia rigurosa. Como hombre, reconoce su nada y lo confiesa con convicción
y de corazón.
No
perdamos de vista la humildad del Corazón de Jesús. Que. al menos, nuestra
oposición al Corazón de Jesús nos lleve a hacemos, a volvemos , a mostramos
dulces y humildes de corazón, esperando serlo y con el fin de llegar a serlo:
rezar y comportamos así (E).
Anonadarnos no es más que justicia
Substantia
mea tanquam nihilum ante te (Mi vida es nada ante Ti) (Sal. 38, 6). ¿Qué nos pide Dios cuando
nos manda anonadamos y renunciar a nosotros mismos? Nos pide hacemos justicia,
ponemos en nuestro sitio y reconocer lo que somos.
¿Qué
somos en nuestro fondo, aunque fuéramos tan perfectos como Lucifer antes de la
caída? Nada, más que verdaderos nadas. Vemos de otra manera, sería no
conocemos. Pretender que Dios o los hombres nos traten de otra forma, sería ser
injustos. ¿Qué se puede deber a quien es nada? ¿Qué puede exigir la nada? Si
nuestro mismo ser es gracia, con mayor razón lo demás. Hay injusticia formal
por nuestra par‑te en rechazar que nos traten y que nos tratemos como
verdaderas nadas.
Se
dice que esta afirmación no tiene valor para Dios, pero sí para el hombre. No
vale nada la afirmación si nos limitamos a decirla de boca‑, pero es muy
distinto si hay que vivirla en la práctica, si se trata de acatar los derechos
de Dios ejercidos sobre nosotros, de aceptar que disponga de nuestro espíritu a
su gusto, de nuestro corazón y de nuestro ser, a pesar de sus atenciones con
nuestras debilidades.
En
cuanto a los hombres, ¿qué deben a "nadas"? Para sí mismos. nada.
Cuando nos maltratan los hombres, faltan a Dios, que se lo prohíbe. Pero a
nosotros no nos faltan... (14)
Si
encaramos siempre así las cosas del lado de Dios, no seremos tan sensibles, tan
expuestos aquejarnos y a enfadamos.
¿Es
esta práctica muy difícil? Confieso que para llegar hasta aquí, hay que morir
a sí mismo...
Concebidos
en iniquidad, cargados de crímenes personales, de deudas, cualquier prueba que
suframos de parte de Dios, cualquier maltrato que recibamos de parte del prójimo,
¿tenemos, acaso, el derecho de quejamos? ¿Podemos acusar al prójimo de
injusticia? Al contrario, ¿no debemos estimamos muy contentos de salvamos, por
unas pocas penas temporales, de tormentos eternos?... Son, además, el precio de
una felicidad eterna, de la posesión eterna de Dios, y seremos encumbrados en
la gloria proporcionalmente a lo que nos anonaden en este mundo. ¿Nos
horrorizará aún el anonadamiento?...
Este
camino contra el que la naturaleza protesta tanto, no es tan Penoso como se lo
imagina; es, incluso, muy suave. Jesús nos dice de aceptar su yugo; nos asegura
que es suave. Aunque en sí mismo sea pesado, Dios lo aligera para que lo
acepten voluntariamente y consientan a llevarlo por amor a El.
¿Cuál
es la recompensa del anonadamiento? La paz del corazón, la calma de las
pasiones, el cese de todas las agitaciones del espíritu. de las murmuraciones y
de las rebeliones interiores. Un alma anonadada sufriría todos los males
imaginables sin perder la calma que conlleva el estado de vida. Es cosa de
experiencia. ¿Qué es lo que más nos cuesta soportar. los desprecios, las
humillaciones, las calumnias? Nuestro orgullo. Eso es lo que nos inquieta, nos
indigna, nos hace la vida amarga, insoportable. Trabajemos en anonadamos.
¿Podemos,
acaso, ser humildes como lo fue el Señor? No. Imposible. ¿En qué sentido
fue humilde el Señor? En el sentido de que se rebajó por debajo de lo que era.
Siendo Dios, se hizo hombre; se anonadó, se hizo obediente hasta la muerte de
cruz. Así fue de humilde, y lo fue de corazón, ya que su humildad Él mismo la
eligió, una humildad sincera y de amor.
Nosotros,
como nada que somos, no podemos rebajamos por debajo de lo que, por
naturaleza, somos. Como pecadores por voluntad, dignos de maldición de Dios y
de las penas del infierno, estamos infinitamente por debajo de la nada. ¿Dónde
encontrar un estado de humildad para nosotros?
Poniéndonos
al nivel de la nada, ¿qué hacemos? Nada, sino ser justos con nosotros mismos (E).
Adoración
perfecta. Complacencia en la voluntad del Padre; someterse a Dios como a rey
soberano. Jesucristo dice al Padre: Ita, Pater (Sí, Padre) (Act. 11,
26). En el cielo, los santos dicen: Amén (Ap. 5, 13. 14). Adhesión plena a la
voluntad de Dios para realizar esa adoración. El amor quiere adorar; sólo está
contento si vive en una absoluta dependencia, es la naturaleza del amor. El
amor profano sólo habla de homenaje y de adoración, para hacemos ver que para
ser amado sólo hay que ser criatura...
Renovación
constante. El todo, la nada. Siempre crecer. siempre disminuir. Esto, sin límites...
Amén (15) (E).
La fórmula perfecta: Dios todo, yo nada
Dios,
todo. Yo, nada. Yo, nada, podredumbre. Esta es una idea reguladora, una buena
orientación para los pensamientos, los sentimientos, la conducta. Este gran
principio debe ayudamos a hacer desaparecer ese cúmulo de ideas y de puntos de
vista contrarios, que envenenan la vida del hombre, profanan la vida divina y
terminan, a través de satánicas maquinaciones, en un paganismo práctico y
en la impiedad.
Dios,
todo. Yo, nada. Sea el inicio, el centro, el fin en todas las obras. Haciendo un
sermón, hay que atribuirle a Él lo que haya de bueno en el plan, en el
desarrollo; y, luego, sólo contar con Él para el éxito, es decir, para el
bien de las almas.
¿Hay
que descuidar los medios humanos? Claro que no; pero. al mismo tiempo, hay que
presentamos, entregamos, dispuestos a lo que quiera. La Iglesia nos lo enseña,
al terminar todas las oraciones por estas palabras: Por nuestro Señor
Jesucristo... en la unidad del Espíritu Santo...
¡Qué
hermosa disposición la de estar a la entera disposición de Dios, como san
Pablo! ¿Qué quieres que haga? Aquí estoy, dispuesto a todo, a todos los
sufrimientos, a todos los escándalos. Con esta disposición, Dios hace de san
Pablo un vaso de elección (vas electionis), apto para recibir gracia
tras gracia. Imitemos también al publicano del Evangelio y no al fariseo. ¡Somos
tan débiles, culpables, mezquinos! Ahondemos en nosotros el fundamento de la
humildad.
¡Qué
gran lección nos da la Iglesia en la liturgia de la misa! El sacerdote, de pie,
delante del altar: Yo confieso... Tiene la postura del publicano: Invoca al
cielo y a la tierra. Y a vosotros, hermanos, que roguéis por mí... Se golpea
el pecho... porque he pecado mucho, por mi culpa... Luego: Orad, hermanos...
Luego: Señor, no soy digno... Para comulgar, sólo se apoya en el sentimiento
de su indignidad.
No
seamos, como el fariseo, pelagianos prácticos. llenos de pretendidos méritos,
con virtudes exteriores, filosóficas, naturales, en el fondo. sin humildad, sin
virtud cristiana y, en realidad, llenos de pecados. Pues. en esa disposición
farisaica, tenemos demasiada luz para pecar, suficiente virtud para ver nuestra
miseria, detestarla, dejarse del mal y hacer el bien. Un día, a la luz del
juicio divino, nos despertamos, nos vemos al descubierto; de tantas hermosas
apariencias, no quedará nada: Nihil invenerunt viri divitiarum (Sal. 75,
6). Los publicanos, al contrario, son justificados. Más valdría ser un pecador
público, pero con el sentimiento de la miseria. que un fariseo de obras
brillantes, pero desprovisto de humildad (P).
Autor,
principio de todo bien, Deus a quo bona cuneta procedunt, sólo Dios es
grande; sólo a Él honor y gloria: soli Deo honor et gloria. Hay que
glorificarlo con todas nuestras fuerzas: Magníficat anima mea Dominum
(Mi alma glorifica al Señor). Es el fundador de nuestro Instituto, debe
glorificar a su fundador: ese es un buen rol. La Sociedad que formó, la
conservará, la gobernará. Sin embargo, acordémonos bien que no es una obra en
donde se encuentra la perfección del cielo, sino en la que encontraremos
siempre las imperfecciones de la tierra (P).
Dios en su lugar; yo, en el mío
Dios,
todo. Yo, nada. Dios en su lugar; yo, en el mío. La razón misma, la sabiduría
de Salomón, dictan esta verdad fundamental. Ahora bien, hemos recibido una
sabiduría infinitamente superior a la de Salomón. ¿Cuándo aprenderemos a
practicarla? Todo lo contrario, combatimos la doctrina de la humildad. En vez de
hablar y actuar como apóstoles de Jesucristo, a la menor humillación nos
rebelamos como víctimas de la injusticia de los superiores; combatimos la
doctrina de la Cruz en las conversaciones e, incluso, en las cartas...
Quien
se ensalza, aunque fuera un ángel, cae en el infierno: es la historia de
Lucifer. Cuanto más perfectos somos, más debemos anonadarnos y temblar.
Predicamos, absolvemos, subimos al altar. ¡qué grandes cosas! y, sin embargo,
después de todo eso, podemos decir en verdad: servi inutiles sumus, y, a
menudo: impedimento sumus, somos servidores inútiles y, a menudo,
estorbos. Pero lo olvidamos y, entonces, tarde o temprano, tenemos caídas que
asustan a la gente; ya sea en la vejez, como Salomón, ya sea en una breve
expansión, como David‑ y eso, por falta del mismo principio, por falta de
humildad (P)
Quedémonos
en el último lugar, diciendo: Vere dignum, eso es lo justo, lo
verdadero. Deberíamos estar inmersos en ese pensamiento como el pez en el agua.
Nos dan una ropa vieja, etc. vere dignum. La doctrina opuesta es la de
Lucifer. Muchos la practican y algunos, incluso, la enseñan. Pero la verdad es
que nadie entra al cielo si no es por la puerta de su nada. Si alguien dice lo
contrario, aunque fuera un ángel, le diría: anatema...
Hay
ejercicios que tienen por finalidad formar en la práctica de la humildad.
Algunos los censuran y protestan... ¡Qué miseria! Son los enemigos del
Instituto. ¡Ay de aquellos que después de evangelizar a los demás, se van al
infierno por la puerta del orgullo! Quizás fueron' brillantes teólogos, pero,
al mismo tiempo, vírgenes necias. Se volvieron ciegos y se durmieron en medio
de sus acciones brillantes; pero un soplo de la justicia divina apaga esas lámparas
brillantes y caen al infierno (P).
¡Dios,
en su sitio; yo, en el mío! ¿Qué soy yo por mí mismo" Nada,
absolutamente nada; sólo soy nada y pecado. Si tengo algo de bueno, se lo debo
a Dios que me lo da, me lo conserva, ayudándome más que yo mismo a producirlo
y a conservarlo. Y del bien que nos viene de Dios. ¿qué hemos hecho? Lo hemos
cambiado, lo hemos hecho irreconocible... ¿Qué hemos hecho del alma? Un
demonio encarnado. ¡Qué orgullo! ¡Qué independencia! ¡Qué tinieblas! Se
hizo carne, caro est (Gen. 6, 3). Es tan desconocida que podemos decirle: tienes
al demonio por padre, vos ex patri diabolo estis (Jn. 8, 14). Y del
cuerpo, que tendría que ser el complemento del alma, ¿qué hemos hecho? Un pérfido,
un corrupto, una cloaca de vicios y de crímenes. ¡Qué motivo de
agradecimiento para con el Señor, que se rebajó a nuestra nada para sacamos de
nuestras profundidades y elevamos hasta el Padre! Imitemos su humildad, Él que
no pasó por el canal infecto del pecado original. Él, la santidad misma, se
anonadó en su humildad ante el Padre: Tadre, aquí estoy como una nada digna de
ser aplastada, crucificada". La clara conciencia de su nada lo tiene en la
más profunda humildad y le hace saborear, en su anonadamiento, la paz y la
felicidad.
Fueron
los sentimientos que rondaron a san Pablo cuando decía: Domine, quod me vis
facere? (Hech. 9, 6). Señor, ¿qué quieres que yo haga? Él, tan
apasionado por el judaísmo, está dispuesto a cortar con ese pasado tan ruidoso
y a empezar una vida totalmente nueva. No es nada, pero, ¿qué importa? Dios es
todo, Dios habla. A obedecer. Se conocía a fondo, cuando decía: Christo
confixus sum cruci (Gal.-1, 19); muerto soy, crucificado, y la vida
no es mía; pero, muriendo a mi mismo, viviré de Dios, yo vivo de Dios.‑ vivo,
iam non ego, vivit vero in me Christus (Gal. 2, 20). Había iniciado el
cielo en la tierra, aunque acusó el aguijón de Satanás; pero no lo tenía en
cuenta. Deberíamos, a ejemplo suyo, hacer de la vida el aprendizaje de la
eternidad, anonadamos, perdernos en Dios. perdiéndonos en Él; encontrar en Él
el descanso y la felicidad (P).
Si
cuando hacemos obras buenas no somos más que servidores inútiles, ¿qué
somos, pues, nosotros que cometimos tantos pecados y cometemos aún cada día?
Somos desgraciados, modelados y movidos por un triple espíritu, el más
desgraciado que podemos imaginar. Pues, todo pecado proviene de un triple espíritu,
como el pecado de Adán: espíritu de olvido de Dios, espíritu de robo, incluso
de rapiña, espíritu de corrupción y, de muerte.
Olvido
de Dios para
volverse hacia la creatura y dotarla de pensamientos y afectos.
Robo,
puesto que le quitamos lo que le debemos, lo que es suyo por muchos títulos. Rapiña,
ya que el robo se hace delante de Dios mismo y a pesar de su presencia. Y además,
¡vaya rapiña! ¿Para qué, para qué vergonzosos y envilecedores usos
empleamos los bienes arrebatados a Dios?
Muerte
y corrupción,
pues el hombre no podía pecar sin corromperse, sin alterarse, sin
destruirse y matarse a sí mismo.
La
divina Eucaristía es el remedio al olvido de Dios., al robo sacrílego, a la
corrupción (I).
Dios
es todo, Deus meus et omnia. Pero, ,quién diría que Dios es aigo en
nuestras acciones tan poco cristianas, tan irracionales y, a menudo. tan
animales? ¿Podemos decir que está por algo en nuestras conversaciones? Su
presencia nos estorba, sentimos necesidad de alejarlo de nosotros. Hemos
olvidado la lengua espiritual de nuestros padres. los que quieren hablarle nos
parecen seres mezquinos Y escandalosos. No tenemos ni el conocimiento de Dios ni
el de los demás. En vez de ir a Él como hombres libres y voluntarios, nos
presentamos y actuamos ante su majestad como si fuéramos dioses. ¡Qué locura
y qué crimen! Crimen y locura que nos valen la burla de Dios mismo: Ecce
Adam quasi unus ex nobis factus est. he aquí que Adán se ha convertido en
uno de nosotros (Gen. 3. 22). Erigirnos en dioses. nosotros. océanos de pecado
y de miseria, nosotros, esclavos de una carne tan corrupta.
Hay
que combatir este mal tan profundo, tan adherido a nuestro ser... Combatámoslo
sin desanimamos... Hágannos. nuestras mismas miserias, más humildes, más
generosos, más fuertes en Jesucristo y por Jesucristo. Cum infirmus, tunc
potens sum, cuando soy débil, soy fuerte (2 Cor. 1 12‑1. 10). Esa
ventaja sacaría san Pablo... Conozcámonos tal cual Dios nos conoce* no ver de
nosotros y, en nosotros más que eso, es, pues. la verdad, es hacemos
justicia...
Dejemos
a Dios ser lo que es, sin querer echarlo afuera y tomar su sitio. Sigamos siendo
lo que somos. No podemos ni siquiera saber si estamos en estado de gracia. No
imitemos a ese joven, un imberbe de 17, 18 años. En vez de obedecer a sus
padres con el respeto y el amor de un hijo cristiano, les escribía en estos términos:
",!Por quién me tomáis" Queréis hacer de mí un esclavo? Podéis
degradarme. Soy demasiado consciente de mi dignidad para consentir alguna
vez". Carta digna de un Jean Jacques Rousseau. Y así, el final de ese
desgraciado joven respondió a esos tristes sentimientos.
Todas
las incomodidades, todas las aflicciones provienen de que confiamos demasiado en
nosotros mismos que somos tan sólo cañas quebradas. Unámonos a Dios. nada nos
faltará: Dominus regit me et nihil inihi deerit (El Señor es mi pastor,
nada me falta) (Sal. 22, 1) (P).
Presentamos
a Dios con la conciencia de nuestra nada: esa es la disposición más conforme
con la verdad, el medio infalible para agradar al que es la verdad misma.
Desgraciadamente, somos nadas orgullosos. llenos de pretensiones y henchidos,
desprovistos de caridad, enredadores. ocupados siempre en trastornar los
designios de Dios...
Somos
esa tierra de que habla el profeta, tierra desierta. sin agua y sin salida: In
terra deserta et invia inaquosa (Sal. 52,3). tierra impura y manchada,
porque no la riega ni el agua de la gracia ni las lágrimas de la penitencia;
tierra desierta y solitaria: el orgulloso es un solitario; no se ve más que a sí
mismo, su voluntad, su mérito. Es el imitador sacrílego del Dios que se hace
soledad impenetrable, dentro de la singularidad de su infinita perfección. El
orgulloso se erige en Dios. ¡Qué locura! Pero, ¡qué castigo! Tierra sin
camino señalado: va errante, a la ventura, en la nebulosa de sus deseos
cambiantes, egoístas, pusilánimes; por las sendas torcidas. dentro del círculo
tiránico de las bajas, vergonzosas pasiones, justo castigo de su impía y diabólica
usurpación. In circuitu impii ambulant (los impíos andan dando vueltas)
(1 Pe. 11, 9) (P)
Hay que reinstaurar el reino de Dios
Si
ya no hay más en la tierra ni caracteres, ni familia, ni patria, hay que echar
la culpa a la Revolución que sustituye el reino del hombre al de Jesucristo. La
gente más buena olvida que Dios es el alfa y la omega, el Principio y el fin de
las cosas y todo lo refiere a la humanidad. Eso se ve muy claro en el mundo, en
los pueblos; y, en pequeño, en los individuos, en las familias y en las
comunidades religiosas. Pero en éstas como en aquéllas, sobre todo en éstas,
es una gran desgracia.
Sí,
aquí, en donde profesamos extender el reino de Dios en nosotros y a nuestro
alrededor, es mucho más monstruoso y. a menudo, es el lugar de las tinieblas.
Pero en las familias cristianas, en el clero y hasta en las comunidades
religiosas, ¿qué vemos, por desgracia. demasiadas veces? La preocupación Dei
yo, el yo, fin de las cosas y de las mejores cosas. Y, entonces, ¡cómo se
rebaja, se degrada todo en sensualismo! Todo sucumbe y se envilece: la filosofía,
la teología, los caracteres y los ministerios más nobles. Sólo nos vemos a
nosotros mismos, pensamos en nosotros mismos, y de ahí todas esas
preocupaciones terrestres en que se pierde la gente del mundo. ¡Qué pérdida
de tiempo! ¡Qué monstruosidad y que escándalo también! Ponemos al hombre en
vez de Dios; nos materializamos, nos humanizamos en vez de divinizamos, en vez
de ser unos para otros imágenes de nuestro Señor Jesucristo que refiere todo
al Padre, para que, viéndonos unos a otros, descubramos a Dios para
glorificarlo; ut videant opera vestra bona et glorifícent Patrem vestrum qui
in caclis est (para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
Padre del cielo) (Mt. 5. 16).
El
reino de la humanidad es el olvido de Dios; la rebelión contra Él, el crimen
de Lucifer que precipitó a un tercio de los ángeles al infierno. Es el mismo
crimen que nos traerá el reino del Anticristo. Sí, cuando la humanidad, en
cierta medida, haya expulsado a Dios, entonces vendrá el fin del mundo; el
Anticristo será el fruto de ese amor a sí mismo, egoísta. monstruoso,
horrible.
¿Queremos
sanar al mundo y a nosotros mismos? Hagamos que Dios sea visto en todo.
Inmolemos todo a Dios, que reina en nosotros N, sobre todos sus enemigos (V).
Cuanto
más profundos e incomprensibles son los dogmas de la revelación, tanto más
son dignos de Dios y de la sumisión de las creaturas. Hermosa maravilla la de
creer lo que comprendemos... (S).
Las
siguientes palabras se las dijo al P. Mariotte de la Congregación del Oratorio
que lo consultó para saber si debía aceptar el cargo de superior que le habían
impuesto. Fue durante el Cónclave que siguió a la muerte de Gregorio XVI.
Si
los cardenales reunidos en cónclave me enviasen un mensajero diciéndome:
"P. Garicoits, os hemos elegido Papa, venid a Roma para gobernar la
Iglesia", ¿crees que me negaría? Jamás. Recogería mis pocas
pertenencias y saldría inmediatamente para Roma. Me dirás: ¿Acaso te crees
capaz de ser Papa? De ninguna manera; ¿o acaso soy capaz de ser sacerdote? No más
que Papa. Si lo he sido es porque mis superiores eclesiásticos me han dicho que
estaba llamado por Dios al sacerdocio Y, por consiguiente, tendré las gracias
necesarias. Igual, si fuese elegido Papa. contaría con las gracias que necesito
para gobernar la Iglesia (S).
Dios confunde a la sabiduría humana
El
examen privado es elemento de división y de ruina. Dios odia el orgullo del
hombre; y se diría que tiene prisa por abandonarlo a su extravagante debilidad
desde el momento en que, cegado por su orgullo, quiere erigir en rival de Dios
su débil y ciega razón. Tales pretensiones le son tan odiosas que desbarata y
hace inútiles los más hermosos proyectos de la sabiduría humana, cuando
rechaza inspirarse de Él, verdadera y única luz.
Ved
los diputados de 1852; ¿les faltaba sabiduría? Eran los hombres más
inteligentes de Francia. Pero pretendían pasarse de Dios y planeaban, en sus
disposiciones, grandes reformas, hermosos modelos de gobierno. Sin duda los
animaban sentimientos filantrópicos. Pero, una vez más, no se molestaban por
la aprobación de Dios, el verdadero Padre de los hombres. Por eso, lo mejores
hombres para la guerra, como los polacos, son considerados, a un momento dado,
inútiles, impotentes para trabajar con provecho en bien de la humanidad y también
encerrados en sí mismos, así como ambiciosos, criminales. Hasta entonces. se
miraba a estas grandes inteligencias como necesarias para el país; ahora están
relegadas en un rincón como impropias, como nocivas‑ y eso, por alguien
que sólo dio signos de ambición imprudente y temeraria. Pero, entonces era el
hombre de Dios... (16)
Somos
nadas pero nadas arrogantes, altivos, henchidos, pretenciosos, enredadores,
luchando contra los designios de Dios (I).
¿Qué
tenemos que hacer? Contemplar a nuestro Señor Jesucristo que nos da ejemplo, y
anonadarnos (I)
Hoy
cometemos crímenes quizás a penas conocidos en las ciudades sobre las que hizo
caer la lluvia de fuego (I)
Siempre
se necesitará un fuego eterno.
Incluso entonces, la medida de la justicia no será colmada; sólo lo fue en el
Salvador crucificado (I).
¡Dios
solo, Dios solo! ¿y el yo?-¡Al lado! (S).
El
pecado es la ausencia del bien, es su negación, es la nada. Hacer del pecado un
acto positivo, es decir que Dios es su autor (C).
Quien
suprime a Dios, suprime a las creaturas; una vez negada su existencia, las
creaturas se tornan inaguantables (C)
Dios
no sería Dios si hubiera algo fuera de Él (C).
Hacer
la guerra a Dios, es signo de un alma tenebrosa, vencerlo, su perdición (C).
No
nos apoyemos en los medios exteriores; son cadáveres (S).
(1) Congregación fundada a principios del s. XIX por san Andrés Hubert Fourriet y santa Juana Isabel Bichier des Ages.
(2) Un santo vasco: el Beato Miguel Garicoits, de Gigord, 1936.
(3) Véase este relato en Bemoville, cap. IX: Triunfo del P. Garicoits.
(4) Correspondencia de San Miguel Garicoits 1 y 11, P. Eduardo Miéyaa (fuera de comercio).
(5) Charla dada en el seminario de Bayona. El texto completo fue publicado en el Echo de Betharram, enero-febrero de 1933.
(6) Vida y Cartas del P. Miguel Garicoits por el R.P. B. Bourdenne, 2' edición, 1889, p. 206-207.
(7) Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz
(8) Ver la continuación de este texto importante.
(9) Escrito del santo sobre la Forma de vida de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
(10) La biografía del P. Etchecopar, tercer Superior General de los sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram, se publicó en 1937 (Ediciones Spes) por el P. Pedro Femessole. Su beatificación ha sido iniciada ya en Roma y el proceso apostólico está terminado.
(11) Colección
de Pensamientos del R.P. Miguel Garicoits. Toulouse.
Privat, 540 pág. in 32, 1890.
(12) Lugar de ejercicios militares en Bayona.
(13) Alusión
a una conversación de Tauler, recogida por Surius. Tauler se encuentra con un
mendigo a la puerta de la Iglesia. Éste le dice cómo encontró la felicidad en
la renuncia a toda creatura para unirse sólo con Dios (Sermones de Tauler,
traducidos por Ch. Sainte-Foi,
Pousselgue, 1855, t, 1, p.65-67).
(14) San Miguel se sitúa aquí en el plano del destino eterno y no en el de la simple justicia conmutativa que regula las relaciones particulares entre los hombres.
(15) Estas notas son un resumen de una nueva meditación o el bosquejo de una charla. Encontramos muchos semejantes en los escritos.
(16) Alusión al golpe de Estado de Napoleón III.
(17) Alusión a los sufrimientos que marcaron el papado de Pío IX.
(18) Alusión a las rocas que dominan el santuario de Betharram.
(19) Estas palabras con que San Miguel gustaba resumir su ideal, están extraídas de Suárez (Rel. Soc. Jesu, Lib. 1, cap. 2, n. 8).
(20) El Uno. Leonide nació en Lestelle, cerca de Betharram. Entró como hermano lego y murió, como si fuera predestinado, a los 15 años. San Miguel, que lo conoció de pequeño, hablaba de él, luego de su muerte, así: "Amemos la Cruz, como el Hermanito Leorude, que todos conocisteis. ¡Qué maravilloso niño! A los 5 años, en lo más crudo del invierno, se hacía despertar, bajar de la cama, por su padre. Llamaba a nuestra puerta y se iba a la capilla. Tales felices disposiciones se multiplicaron con la edad. Admitido en la comunidad como Hermano, se convirtió, por su piedad y su amor a la Cruz, en modelo de los Hermanos. Niño como era, sabía la brillante filosoria del crucifijo, al punto de ser admirado por todos los que lo trataban (Vida, la Ed., p. 276).
(21) Secretario de Mons. Loyson, obispo de Bayona.
(22) "Lo
hice un ser espiritual, incluso en la carne... Y ahora se ha vuelto carnal,
incluso en el Espíritu" (Bossuet, Elevaciones, 7 a Sem., Y Elev. Cf. san
Agustín, La ciudad de Dios, Lib. XIV, Cap. 15. P.L. 61, 423).
(23) Vicario General de la diócesis de Poitiers y superior de las Hijas de la Cruz.
(24) Evaristo Etchecopar, tío del futuro P. Augusto Etchecopar.
(25) Alusión al desafortunado Sauzet, ejecutado el 27 de Febrero en Pradelles (Haute-Loire) y cuya muerte fue muy edificante.
(26) Se trata del P. Passaglia, salido de la Compañía de Jesús en 1859. La prueba, como intuyó san Miguel, le resultó favorable: murió en 1887. reconciliado con la Iglesia.
(27) Esta reprimenda de san Miguel apunta a las gestiones hechas por algunos misioneros de América ante la Santa Sede para obtener más amplios poderes a fin de ejercer el ministerio sacerdotal en otras provincias. fuera de la diócesis de Buenos Aires.
(28) Alude al suplicio de Sauzet. Según declaraciones del sacerdote que lo asistió, san Miguel creía en la inocencia del condenado quien, calumniado, aceptó con heroísmo la muerte antes que denunciar al verdadero culpable.
(29) Industrias para curar las enfermedades del alma: publicación del P. Claudio Aquaviva -finales del s. XVI-, Superior general de la Compañía de Jesús. San Miguel apreciaba mucho esta obra y la recomendaba mucho a los superiores.
(30) Obra publicada en los inicios de la Compañía y que contiene preciosas indicaciones para hacer con provecho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.
(31) Mons. Lacroix, al no querer establecer la comunidad de Betharrani como Instituto religioso, permitió, con muchas restricciones, pronunciar los votos.
(32) Bossuet había dicho casi lo mismo: "Sin apenamos por rebosar de pensamientos ambiciosos, preocupémonos por alcanzar horizontes lejanos de bondad; y, en oficios delimitados, tengamos una caridad infinita (Sermón sobre La ambición, Ed. Lebarq, T. 4, p. 153 ».
(33) El venerable P. Luis Eduardo Cestac, fundador de las Siervas de María de Anglet (Bayona).
(34) El P. Rossigneux era catedrático de Universidad.
(35) Era el momento en que el P. Garicoits sometía a Mons. d'Astros el proyecto de fundar el Instituto.
(36) San Miguel recurre muchas veces al ejemplo del ferrocarril y saca diversas conclusiones. Su espíritu, muy sensible al progreso, estaba fuertemente conmocionado por el tipo de locomoción, nuevo entonces, que cambiaba considerablemente las condiciones de los viajes y facilitaba así los desplazamientos de los misioneros.
(37) San Alfonso Ligorio era hombre de experiencia. Encaraba las cuestiones, las verdades, del lado práctico. Era prácticamente práctico, practico practice. ¡Cuántas aberraciones en los que miran las cosas especulativamente! ¡Cuántas falsas decisiones! Jansenistas apartando a pueblos de la comunión y dejándolos vivir como animales. [ Apreciación valorativa del P. Garicoits ]
El
origen de los textos se indicará por las siguientes letras:
I: Cuaderno inédito de conferencias de san Miguel.
C: Cuaderno del Hno. Cachica, escolástico, que recogió preciosos
apuntes de las conferencias y de las clases de san Miguel en 1858 y 1859. S:
Sumario de testimonios en el proceso de beatificación.