Dios
actúa en lo hondo del alma
Vayamos
a escondemos en el seno de Dios
La
ley del amor grabada en los corazones
Los instrumentos del Espíritu Santo
Docilidad a la palabra de Dios
Espíritus opuestos a la ley del amor
LAS
VIRTUDES DEL SAGRADO CORAZÓN
"(La
Sociedad) forma a sus miembros para vivir dentro de un espíritu de humildad y
de caridad entre sí, a ejemplo de los discípulos de nuestro Señor, y a
asemejarse a su divino Salvador principalmente en la obediencia para con su
Padre y en su celo por la salvación de las almas. Este nombre -dres
del Sagrado Corazón de Jesús- recuerda muy bien los sentimientos de
caridad, de humildad, de dulzura, de obediencia, de entrega encerrados en el
primer acto del Sagrado Corazón de Jesús: Aquí estoy" .
Así
habla san Miguel. Esas son las virtudes practicadas por el Sagrado Corazón
desde el primer instante de la Encarnación y a lo largo de toda su vida. San
Miguel se impregnó muy bien y las reprodujo de manera ejemplar, proponiéndolas
siempre a la imitación de sus discípulos. A las virtudes de caridad,
obediencia y de entrega, añade frecuentemente la virtud de discreción, que es
un componente armonioso sencillo y prudente. El conjunto de todas estas virtudes
culmina en un concepto de perfección, sencillo y muy rico a la vez, en donde el
Ecce venio encuentra su plena realización.
El
tema más frecuente de las meditaciones y charlas de san Miguel fue, sin lugar a
dudas, Va ley del Amor que acostumbra el Espíritu Santo grabar en los
corazones". Tema inspirado en san Ignacio. Por lo demás, nada brota más
directamente del Ecce venio del Sagrado Corazón: el amor es virtud real que da
forma a las demás y las hace participes de su misma excelencia.
Dirigido
a Dios, el Ecce venio expresa el amor único del Sagrado Corazón para
con el Padre. Dirigido al mundo, traduce el ardiente amor por los hombres en el
instante que acepta inmolarse por ellos.
A
ejemplo del adorable Maestro, los discípulos del Sagrado Corazón deben
aplicarse con toda el alma a ese doble aspecto de la caridad.
El
motor primero del amor, en la Humanidad santa de Jesús, es el Espíritu Santo
mismo, es decir, el Amor en persona. Él firmó el Corazón de Jesús en el seno
inmaculado de María, Él hizo por excelencia la morada de las tres divinas
persona. Él inspiró todos los movimientos y, los condujo al seno de María en
el Pesebre, del Pesebre a la Cruz, de la Cruz ti la Eucaristía.
Quien
se consagra al Sagrado Corazón debe beber el amor en la misma fuente y vivir
como Él bajo la constante dependencia del Espíritu Santo. Raramente los
autores espirituales subrayan esta necesidad con tanta fuerza e insistencia como
san Miguel.
El Dios que actúa en lo hondo del alma
Sé
(que Dios) no deja de hablamos en el fondo de las almas, para posesionarse de
ellas, iluminarlas, fecundarlas, haciéndolas vivir una vida divina. Sé también
que, en el fondo de esas almas, hay un fermento incesante, suscitado,
desarrollado por la mano creadora, y que exige, como desde una distancia
infinita, desde en medio de tinieblas adormecedoras y de ruidos de toda especie,
una respuesta, un abandono en la acción de Dios... ¿Por qué no coinciden las
dos exigencias? Entonces, todo estaría dicho: Dios nos serviría de todo; viviríamos
de su misma vida. ¿Por qué, estando tan cerca entre sí, constantemente en lo
hondo del alma, están tan lejos? El Profeta responde con estas palabras: Nonne
Deo subjecta erit anima mea? (¿no está sujeta mi alma a Dios?) (Sal. 11,
2). Según el texto hebreo: Cállate, alma mía, delante de Dios; según el
texto latino: ¿Acaso no estás sometida a Dios? Ojalá, al principio de este año,
podamos, con la gracia de Dios, imponer silencio a nuestro alrededor y, sobre
todo, en nosotros y, en seguida, omnipotens sermo Dei veniet in nos et
habitabit in nobis (la palabra todopoderosa de Dios vendrá a nosotros y
habitará en nosotros) (L).
Dios
se hizo Dueño de los corazones y, para hacemos felices con su propia felicidad,
nos insiste continuamente con sus inspiraciones. Hay que escuchar al Maestro
interior, hay que ponerse bajo su guía: Deus a quo bona cuncta
procedunt, largire suplicibus tuis ut cogitemus, te inspirante, quae recta sunt,
et, te gubernante, eadem faciamus (Dios mío, principio de todo bien, te
suplicamos nos concedas, bajo tu inspiración, lo que es recto y, bajo tu
protección, lo realicemos (50 Domingo de Pascua).
Actiones
nostras, quaesumus, Domine, aspirando praeveni et adjuvando prosequere, ut
cuneta nostra oratio et operatio a te semper incipiat et per te coepta finiatur
( Te pedimos, Señor, que prevengas, con tu inspiración, cada uno de nuestros
actos y, con tu ayuda, los sigamos haciendo para que todas nuestras oraciones y
acciones siempre empiecen por ti y, por ti iniciadas, se terminen (cf. letanías
de los santos).
Te
inspirante, y no sympathia, antipathia, superbia inspirante
(bajo tu inspiración y no bajo la inspiración de la simpatía o de la antipatía,
del orgullo). Así se presenta la Iglesia ante su Esposo del cielo y así es la
doctrina que enseña. Pongámonos nosotros también bajo la guía del Espíritu
de Amor.
Sin
el Maestro interior, nada puede enseñamos el mejor doctor. La Iglesia católica,
los superiores, las reglas, como mojones de caminos importantes, nos enseñan la
ruta.
Son
seguridades que indican el buen camino; pero, por sí mismos, no nos harán
avanzar. Aunque nos hable el Señor, podemos convertimos en un Judas. Su
Humanidad era incluso obstáculo a la venida del Espíritu Santo en el corazón
de los apóstoles (Jn. 16, 7).
¡Si
todo el ser, el cuerpo y el alma, tuviera un solo movimiento, un impulso
generoso para ponerse bajo el influjo del Espíritu de amor, diciendo siempre:
Aquí estoy, Ecce venio!... (P).
Vayamos a escondernos en el seno de Dios
Sin
el Maestro interior, las reglas, los medios más santos no sirven para
nada o son sólo medianamente útiles. Corporalis exercitatio ad modicum
utilis est; pietas ad omnia utilis est (los ejercicios corporales son de
poca utilidad; la piedad es útil para todo) (1 Tim. 4, 8).
La
Liturgia de las Horas, ¡qué gran medio de santificación! Son palabras de
fuego. ¿Para qué sirven si vienen de un corazón frío y embarrado?
Deberían salir de un corazón generoso, movido e inflamado por el Espíritu
Santo. Después de las más hermosas homilías, la Iglesia, exclama:
Tu
autem, Domine, miserere nobis (y Tú, Señor, ten piedad de nosotros). Antes, después de los
trabajos, después de los mejores discursos, vayamos a escondemos en el seno de
Dios: No sea yo, Señor, obstáculo a la acción de la gracia; sólo puedo
plantar y regar. ¡Qué impotencia! ¡Qué esterilidad, si no le das el
crecimiento! Deus autem incrementum dat (Dios da el crecimiento) (1 Cor.
3, 7).
¿Qué
eran antes de Pentecostés los apóstoles del Señor? Hombres débiles, tímidos,
llenos de sí mismos, cobardes, ingratos. Después de tantas enseñanzas y
milagros, en el momento decisivo, abandonan al Maestro y lo dejan solo en medio
de los enemigos. San Juan se le acercará por no sé cuántos rodeos. Pedro lo
niega, a pesar de sus buenas intenciones y sus protestas, a pesar de su coraje
incapaz de mantenerse en pie. Todas las virtudes, sólo eran un fuego volátil;
y si el Espíritu Santo no venía a imprimir profundamente su ley de amor en el
corazón de los apóstoles, corrían el riesgo de condenarse. Hasta entonces, no
habían entendido que la vida del hombre no es más que una tentación. No se
preparaban para las pruebas inevitables, según recomienda el Salvador. Vigilate
et orate, velad y orad (Mt. 26, 41). A menudo no hacemos mejor entrando en
comunidad; no nos preparamos, no nos hacemos a toda especie de pruebas,
inevitables en toda sociedad humana, aunque sólo contara con santos (P).
Sin
el Maestro interior, las reglas, todos los auxilios exteriores pueden ser
perjudiciales. Littera occidit, spiritus vivificat (la letra mata, el espíritu
vivifica) (2 Cor. 3, 6).
Como
prueba, los protestantes: encuentran en el Evangelio razones para repudiar a la
Iglesia católica, su magisterio, su Jerarquía, etc.
El
Espíritu Santo ilumina las inteligencias, fortifica las voluntades, penetra los
corazones con una santa alegría y hace todo fácil y agradable.
Quien
ama no ve en la prueba más que ocasión de hacer ver su amor. Nada lo detiene.
Por todas partes y siempre se echa en las entrañas de la divina caridad.
Por
eso, posee una constancia inquebrantable: la ley interior es un principio
profundo, fijo, constante como las leyes de la naturaleza que mantienen
inamovible el orden y la armonía en el universo (P).
En
la divina escuela, el alma aprecia y hace apreciar a los demás el jugum meum
suave est et onus meum leve, la suavidad del yugo del Señor y lo leve de la
carga (Mt. 11, 3 0).
Ahí
hay que buscar fortuna: ningún camino más rápido, más seguro para acertar.
Hacia ese camino encaminan los fundadores al alma religiosa, poniéndole en los
labios las fórmulas siguientes: yo, con mi libre y sincera voluntad y de todo
corazón, me comprometo y hago voto, etc.
En
esta escuela, una joven de 15 años, salía con un resplandor tal que era una
luz para el P. Taury (23) en las más delicadas y embarazosas
cuestiones...
En
esta fuente, un muchacho muy joven aún (24) adquiría
conocimientos que quizás no se encuentran en los autores místicos llenos de
ciencia. Así se formó también un albañil que durante mis vacaciones me enseñó
más que todos mis confesores. Así fue también el maestro que enseñó al
Hermano Leonide, tan sabio, tan prudente en sus puntos de vista, enfermero con
una tal inteligencia que asombraba al Dr. Souverbielle, ciego para con los
defectos ajenos, clarividente en las más leves imperfecciones de su alma.
¿Dónde
aprendemos la ley interior del amor? En la oración y en la meditación. El alma
contrae ahí la costumbre de unirse a Dios: silenciosa y concentrada a sus pies,
resplandece y se dispone a todo.
Sea
nuestra vida. pues, una continua oración. Sea cada uno de nuestros actos una oración
vital que nos atraiga y nos aumente la vida del Espíritu Santo. Seamos
menos hombres de oración que la misma oración, non petitores sed petitio
(san Gregorio).
En
general, procura reavivar en ti el espíritu de oración, la costumbre de
recurrir a Dios como una niña pequeña, a cada momento. como maquinalmente. ¡Está
tan cerca de ti! Está en ti, lo tienes allí, en lo más profundo del corazón,
con muchas ganas de escucharte, de darse a ti. sostenerte, divinizarte (L).
La ley del amor grabada en los corazones
Las
reglas no se hicieron para el justo: Lex justo non est posita (I Tim. 1,
9).
Con
la ley del amor grabada en el corazón, el justo ve y aprecia el bien: camina
admirablemente y hace mucho más que todas las prescripciones de las reglas
exteriores.
En
esta escuela, Felipe aprende a conocer, a encontrar al Mesías. Sin el Maestro
interior, la ciencia sola de las Escrituras impide a Natanael ir al Señor. Con
el desdén del sabio engreído con su doctrina, responde a Felipe que lo quiere
llevar hasta Jesús de Nazaret: A Nazareth, potest aliquid boni esse? (De
Nazaret, ¿puede salir algo bueno?) (Jn. 1, 45).
En
esta escuela, Magdalena la pecadora, aprende a derramar las lágrimas del amor
penitente. Así también, mientras el Señor riñe al fariseo orgulloso por su
santidad exterior, a Magdalena la felicita y le asegura el perdón.
Formadas
en esta escuela, las santas mujeres van corriendo al sepulcro del Salvador. Los
apóstoles las tachan de visionarias. Sin embargo, están mucho mejor inspiradas
que los apóstoles y los discípulos de Emaús con sus cálculos y raciocinios.
El
amor solo hace andar tanto o mejor que la regla. En la Iglesia primitiva, no se
conocían las leyes que rigen ahora en la sociedad cristiana. Y, sin embargo, la
multitud de los fieles no tenían más que un solo corazón y una sola alma.
Lo
mismo en los orígenes de los institutos religiosos, no tenían residencia, ni
reglas formuladas, uno en Roma, otro en la India, pero, ¡menudo espíritu de
amor en los corazones! ¡Qué respeto para el Instituto en san Francisco Javier,
tan abnegado en medio de los escándalos N,, de los mismos abandonos de sus
compañeros y que está dispuesto a dejar, a la primera señal del superior, una
misión que tantos milagros avalaron! Caminaban, entonces, de lleno, bajo la guía
del Espíritu Santo.
Los
mismos condenados a muerte, llegan a ser héroes en la escuela del Espíritu
Santo. Ante la guillotina, se confiesan felices. "Soy demasiado feliz
‑ decía el asesino de Pradelles al confesor-, dígaselo, Padre, a
esa muchedumbre (25).
Los
peores libertinos, que se peleaban por la comida de los cerdos, llegan a ser
hombres muy recomendables cuando, dóciles a la llamada del Espíritu Santo,
exclaman: "Iré junto a mi Padre" (Lc. 15, 18) (P).
Los instrumentos del Espíritu Santo
Las
reglas, sin embargo, son muy útiles y muy útiles porque Dios no actúa solo.
Quiere la cooperación de las creaturas. De ahí, medios exteriores, signos
sensibles, que son instrumentos de la gracia y medios providenciales de
cooperación. Sin duda alguna no hay que atribuir a esos signos, a la simple
certeza, más importancia de lo que hace falta.
Con
todo eso, no somos más que estatuas con ojos y orejas. pero que no ven ni oyen.
Pero esos medios exteriores, animados por la gracia interior, llegan a ser
instrumentos de bien; ejemplo, el agua insípida puede convertirse en un vino
excelente, como en las bodas de Caná, y la materia corriente es susceptible de
recibir como la fuerza de un sacramento. Pongamos la materia con la práctica
exacta de la regla, añadamos la forma con la oración y los sentimientos
del corazón.
Luego
vendrá la virtud del cielo que hará maravillas. Pero. sin la actuación
divina, los sacramentos propiamente dichos, instituidos por Jesucristo, no
pueden producir la gracia.
¿Qué
pueden, pues, las reglas y todos los medios exteriores, fuera del Espíritu
Santo?-Nada, absolutamente nada.
Decir
lo contrario, sería profesar el pelagianismo; y el Espíritu Santo lo dice: No
somos más que siervos inútiles, servi inutiles sumus (Lc. 17, 10).
No
dejemos, pues, de exclamar: Servi inutiles sumus, no dejemos de atraer en
nosotros al Espíritu Santo que nos rodea como un océano, como una atmósfera
en la que el alma está sumida. Bastaría abrir la boca- según
dice el profeta- para respirar el aire vivificante de nuestros corazones:
os meum aperui et attraxi spiritum (Sal. 118, 13 1 ). El Maestro interior
se esconde, por así decir, bajo la piel de cada creatura. Desde ese lugar, nos
invita a elevamos hasta el Creador. Nos instruye a través de los trinos de las
crías de las golondrinas, por los arrullos de la paloma: sicut pullus
hirundinis, sic clamabo; meditabor ut columba (ls. 38, 4).
Las
ceremonias de la Iglesia, el canto litúrgico, etc. conforman también una enseñanza
a través de la cual el Espíritu Santo santificador conmueve, enternece,
trastoca, para salvar a las almas. Ejemplo, san
Agustín
en la catedral de Milán. Sólo que non impedias musicam (Ecl. 32,5).
No
nos cerremos al artista divino. Él nos instruirá, si lo escuchamos, con una
perfecta docilidad. Nos formará como el águila a sus polluelos: sicut
aquila provocans ad volandum pullos (Deut. j2, 1) (P).
Docilidad a la palabra de Dios
Dos
efectos produce la Palabra de Dios: corrige a las almas viciosas y estimula a
las virtuosas. ¡Qué bien corrige! Los vicios voluntarios de nuestros caprichos
en los cuales nos complacemos, los hace voluntarios
mueve
a la voluntad para que los resista con energía.
Así
es el efecto que produce la eucaristía. El Cuerpo del Señor y la Palabra de
Dios: esas son las dos mesas en que se sirve el alimento del cielo que alimenta
y fortifica a las almas: mensa sacri altaris, mensa divinae legis
(Imitación de Cristo, Lib. IV, c. 1 l).
Hay
que estar de acuerdo con la palabra divina, adversario irreconciliable de todos
los vicios, nuestra acusadora en el tribunal de Dios. Esto consentiens
adversario tuo.... ne forte te tradat judici ... et in carcerem mittaris
(Date prisa para reconciliarte con tu adversario ... para que no te entregue al
juez... y te meta en la cárcel) (Mt. 5, 25).
La
docilidad a la divina palabra es un bien más preciado que el don de milagros.
Un
día, una mujer exaltaba la incomparable prerrogativa de la maternidad divina.
Conocemos la respuesta del Salvador: la Virgen Santísima está más contenta
por la fidelidad a la Palabra de Dios que por haberlo concebido en su casto
seno.
El
efecto de la divina palabra es la reforma de la voluntad y la humildad del espíritu.
La
rectitud del corazón atrae la luz al alma: Qui facit veritaten, venit ad
luceni (Jn‑ 3, 21)_ Por eso, Dios quiere que lo llamemos el Dios del
corazón y no del espíritu: Deus cordis mei (Sal. 72. 26). como para
darnos a entender que, a sus ojos, las mejores cualidades del espíritu no son
nada sin la humildad y la docilidad del corazón. ¡cuántos se pierden porque
el Dios de su inteligencia no es el Dios del corazón!
¿Para
qué sirven los sermones elocuentes y muy aplaudidos? Creemos hacer un gran bien
y no hacemos nada por falta de pureza en el corazón y de rectitud en la
voluntad.
En
efecto, ¿qué es la devoción?- Humílis et pius affectus (Un
sentimiento
humilde y piadoso). Según esta definición . atribuida a san Agustín, está en
los corazones, animados por un doble sentimiento», el de la propia miseria y el
del amor de Dios. Por eso, no hay virtud verdadera fuera de la humildad y de la
caridad. Para alcanzarlas, hay que ser menos hombres que rezan que continua
oración. Non petitores sed petitio. Debernos siempre exclamar: Dios mío,
ven en mi ayuda.
Sin
esta reforma de la voluntad, caminamos en tinieblas. Por el contrario, vendrá
la luz si practicamos la virtud: Qui facit veritatem, venit ad lucem (Jn.
3, 21).
Predicadores,
¿queréis hacer buenas instrucciones. llenas de abundantes luces?-Facite
veritatem, practicad lo que queréis ersuadir.
Escolásticos,
¿queréis hacer estudios santos, sólidos, que os aprovechen a vosotros y a los
demás, en una palabra, adquirir una ciencia llena de sabiduría?-Facíte
verítatem, practicad lo que aprendéis.
Los
hermanos más jóvenes son bastante, muy sabios, si son virtuosos
David,
en medio de los rebaños y en el campo, había aprendido largo y tendido, más
que los viejos y los sabios de su época. Super senes intelexi, quia mandata
tua quaesivi (Sal. 118, 100).
[Fulano
de tal...], un laico, al confiar el hijo a maestros religiosos, decía:
"Quiero que mi hijo sea bueno, que aprenda a rezar y a practicar la virtud.
Será suficientemente sabio, cuando sea honesto y virtuoso". Esa es la
buena doctrina. Me impresionó escucharla de boca de un laico y, al es
cucharla, pensé en esta reflexión sobre la Palabra de Dios. Por eso, para
progresar en la verdadera ciencia, purifiquemos progresivamente los corazones,
escalando poco a poco los peldaños. Beatus vir cujus est auxilium abs te!
Ascensiones in corde suo disposuit. Etenim benedictionem dabit legislator,
ibunt de virtute in virtutem (Bienaventurado el hombre cuyo auxilio viene de
Ti. Tiene en su corazón peldaños para escalar. Pues el legislador lo bendecirá.
Irán de virtud en virtud) (Sal. 93 ), 6, 7) (P).
El
valle de lágrimas es el corazón, la voluntad viciosa: tiene que a Dios como
por cuatro peldaños.
En
el primero, están las voluntades rectas. Van y anuncian la verdad; pero, débiles,
vacilantes, privadas de caridad, tropiezan y se caen; pero son rectas, porque
condenan sus faltas y se levantan cuando caen.
En
el segundo, están las voluntades fuertes, que triunfan de todo obstáculo, con
muchos esfuerzos y violentándose. Propter verba labiorum tuorum, ego
custodivi vias duras (a causa de las palabras de tus labios guardé tus
duras sendas) (Sal. 16, 4).
En
el tercer grado, los corazones dilatados por una santa alegría, corriendo y
volando al servicio de Dios. Viam mandatorum tuorum cucurri cum dilatasti cor
meum (Corrí por la vía de tus mandatos citando ensanchaste mi corazón)
(Sal. 118, 32). Sólo se llega tras largas luchas y numerosas victorias.
El
cuarto, el cielo. Ahí están los que han alcanzado la plenitud de la rectitud y
de la bondad.
Qué
hacer ante esta escala espiritual?
Examinamos
y ver a qué grado llegó la voluntad y, luego. elevarnos, mirando al cielo. Fiat
voluntas tua sicut in caelo et in terra.
Sí,
hay que subir siempre, la vista fija en el grado superior y el corazón vuelto
hacia el cielo. Hay que subir siempre para no retroceder y caen es un
pensamiento admirablemente expresado por Bossuet (Panegírico sobre san Benito).
No hay que pararse nunca, ni en la zona de los sentidos ni en la del espíritu,
ni en Dios, incluso.
Para
esto recibimos la Palabra de Dios como Palabra de Dios. con el mismo respeto que
la adorable Eucaristía. Non minus verbum Dei quam corpus Christi (La
Palabra de Dios no vale menos que el Cuerpo de Cristo).
La
tenemos con tanta abundancia: en las reglas, acomodada a nuestra manera de
vivir, abreviada en fórmulas para conducirnos en todo. Pero, para entenderla
bien, hay que recibirla de rodillas, a los pies del Iluminador divino (P).
Hay
dos clases de predicación: una, pública. auténtica. que proviene de la cátedra
de la verdad; la otra, privada, que se practica en las conversaciones. Esta
debería ser complemento y continuación de la primera. Este lenguaje
espiritual, si así se puede decir. es sin duda un don de Dios, pero hay que
ayudarse (sese adjuvare, san Ignacio). para adquirirla.
¡Qué
pocos sacerdotes hay que tengan en su vida privada la doctrina de sus
predicaciones públicas!
Tratemos,
pues, en las conversaciones, de aprender a hablar de Dios. Ha puesto en nosotros
la semilla de esa virtud: ejercitándonos, la desarrollaremos (P).
Espíritus opuestos a la ley del amor
Dabo
legem meam in visceribus et in corde scribam... Non
docebit ultra vir proximum suum; omnes enim cognoscent me a mínimo usque ad
maximum (Pondré
mi ley en lo profundo de su ser y la grabaré en su corazón... Nadie enseñará
a su prójimo, pues todos me conocerán. desde el más pequeño al mayor) (Jer.
31, 33, 34). Por medio de estas palabras, Dios prometía ser Él mismo y
directamente el Maestro y el formador de las almas. Cumplió su promesa. Gracias
a los méritos de la Redención. distribuyó en los corazones su Espíritu
Santo. Este es el principio, la vida que debe animar y fecundar todas las obras
y medios exteriores. Sin duda, la ley exterior es buena. No podemos omitirla sin
cometer muchos pecados y escándalos. Pero sólo con ella seremos, a lo máximo,
una estatua piadosa, no una de esas piedras vivas que componen la Jerusalén
celeste. Sin la ley interior, hasta paralizarnos la Palabra de Dios, incluso la
gracia de los sacramentos.
Ahora
bien, hay distintos espíritus que se oponen a la actuación del Espíritu Santo
en las almas: el espíritu judaico, el pelagiano, el protestante, el jansenista,
etc. (P).
En
primer lugar, es el espíritu judaico con sus ídolos de tierra. sus
razonamientos camales, su tedio a la pobreza y a la humillación, un espíritu
estrecho, que opone la letra, que mata la caridad que da vida.
Se
dirá, para disculpar la pereza y la falta de abnegación: "La regla prohíbe
ocuparse de las cosas ajenas, ¿y queréis que me entrometa?" Manera
judaica de hablar. El Señor se opuso a este espíritu. cuando dijo: "No
dudaríais en sábado sacar del fondo de un pozo al animal caído en él y, ese
mismo día, ¿no trataríais de liberar a una hija de Abrahán poseída por el
demonio?" (Lc. 13, 15, 16).-No, no hay que entrometernos en los
asuntos que no nos competen. Pero la caridad, nos compete siempre. ¿Dejaríais
morir en una habitación a alguien, so pretexto de que está prohibido entrar? (P).
A
través del espíritu pelagiano, contamos mucho, demasiado, sólo con nosotros,
nuestros talentos, nuestras condecoraciones, virtudes, elocuencia, con la
ciencia teológica, etc.I, y andamos por ahí en contradicción con el único
Maestro sin el cual es imposible tener una palabra de salvación. Él instruye
desde el ignorante hasta el sabio, a minimo usque ad maximum y
preferentemente a los más pequeños, a los más desprovistos de medios humanos:
abscondens se sapientibus, se revelans parvulis (Mt. 11, 25) (P).
A
través del espíritu protestante, rechazamos la cooperación libre y filial,
nos desanimamos, desesperamos. "No puedo predicar, realizar este oficio...
No todos valemos para los mismos oficios. ni tenemos las mismas aptitudes,
etc."
No
somos capaces de nada. Dios tiene que hacer todo, y luego, haremos por pasión
lo que rechazamos hacer por deber. Sufriremos con alegría, al servicio del amor
propio, mucho más de lo que sufriríamos al servicio del Espíritu Santo.
El
verdadero creyente evita todo exceso. Mientras se humilla por su propia miseria,
espera todo de Aquel que lo conforta (Fil. 4.1 13) (P).
El
espíritu jansenista, exagera el respeto debido a los sacramentos y a las
santas exigencias del Evangelio. Olvida lo que está escrito: "Mi yugo es
suave y mi carga ligera" (Mt. 11, 30). Olvida que, para el amor, todo es fácil.
"Cuando el Maestro interior vino a mí- decía san Bernardo . iluminó,
arrancó, plantó, regó, reanimó el campo de mi alma y todo en mí se convirtió
en bendición (in Cant. 74) (P).
Cuidémonos
del espíritu satánico, del espíritu propio y de ideas fijas a las que
da lugar. "Quitad el espíritu propio, la voluntad propia, y no habrá infierno".
Las
ideas propias, eso es la plaga de todo. Los apóstoles, después de todas las
enseñanzas del Señor, de todos los cuidados que les prodigó, están siempre
sin entender. Nihil intellexcrunt.... y, luego, ah í están por el
suelo. ¿Por qué? A causa de las ideas judaicas, de su presunción. Nosotros
también, por el mismo principio, impedimos el impulso del amor divino que nos
dice: Sitio, tengo sed. Paralizamos los efectos de su omnipotencia, vamos aún más
lejos...
Mucha
gente en el mundo, abandona las fuentes de la gracia. se sustrae a los
sacramentos divinamente instituidos, corren a inscribirse en la escuela
espiritista y, por el medium, a la escuela de Satanás...
¿No
somos, quizás, la triste burla de semejantes errores? ¡Acaso no nos ponemos
demasiado en comunión con el espíritu satánico por medio de las voluntades
individuales, ideas personales, ideas fijas?
Unámonos
más bien al Espíritu de la verdad y del amor por los mediums divinos: la
regla, los superiores. Transformará nuestros puntos de vista y sentimientos. El
amor saca lo bueno de lo malo, lo divino de lo criminal; la salvación del
mundo, del deicidio; en fin, el mérito., la gloria. de una obediencia heroica,
de las órdenes mismas que son, quizás. un gran pecado para el superior.
He
descubierto esa ley de amor en el obispo: le inspiraba preocupación por los más
indignos, le hacía tener entrañas de amigo y de padre. Comprendí, entonces,
que el obispo vive en estado perfecto y que en más de una ocasión necesita esa
perfección so pena de pecado grave. ¡Qué caridad, la de Monseñor Laurence,
obispo de Tarbes! No sólo para perdonar, sino para conceder favores a ingratos.
¡Esos
son hombres apostólicos! Necesitaríamos ejércitos enteros compuestos de tales
hombres. ¡Qué influencia saludable ejercerían en nuestros ambientes sociales
tan enfermos!. (P)
El
pecado nos sitúa bajo la ley que tiende a la muerte eterna, al infierno. Con la
gracia de Dios, hay que situamos bajo la ley que tiende al fin sobrenatural (I).
Dios
se acomoda, transige con nuestros puntos de vista, con nuestra manera de ser,
para atraemos más fácilmente hasta la vida eterna (I).
Toda
virtud que no tenga por base al amor, es pasible de los ataques del enemigo (C).
Nunca,
nunca haremos bastante por Dios (S).
Hay
que vivir en Dios y no vivir sino para Dios (C).
El
Espíritu es el compañero de cada uno, pero es tan delicado y celoso, que el
afecto demasiado natural de los apóstoles por el Señor era un obstáculo para
su venida (I).
¡Qué
hermosas son, Espíritu Santo, tus obras! Eres siempre admirable en tus santos.
Los acuñáis con el sello de la humildad. de la confianza, de la alegre y
valiente conformidad a tus adorables deseos (I).
Este
triste destierro de un instante que pasamos en la tierra, es la pálida aurora
de un hermoso día sin ocaso (C).
(1) Congregación fundada a principios del s. XIX por san Andrés Hubert Fourriet y santa Juana Isabel Bichier des Ages.
(2) Un santo vasco: el Beato Miguel Garicoits, de Gigord, 1936.
(3) Véase este relato en Bemoville, cap. IX: Triunfo del P. Garicoits.
(4) Correspondencia de San Miguel Garicoits 1 y 11, P. Eduardo Miéyaa (fuera de comercio).
(5) Charla dada en el seminario de Bayona. El texto completo fue publicado en el Echo de Betharram, enero-febrero de 1933.
(6) Vida y Cartas del P. Miguel Garicoits por el R.P. B. Bourdenne, 2' edición, 1889, p. 206-207.
(7) Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad. Se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz
(8) Ver la continuación de este texto importante.
(9) Escrito del santo sobre la Forma de vida de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
(10) La biografía del P. Etchecopar, tercer Superior General de los sacerdotes del Sagrado Corazón de Betharram, se publicó en 1937 (Ediciones Spes) por el P. Pedro Femessole. Su beatificación ha sido iniciada ya en Roma y el proceso apostólico está terminado.
(11) Colección
de Pensamientos del R.P. Miguel Garicoits. Toulouse.
Privat, 540 pág. in 32, 1890.
(12) Lugar de ejercicios militares en Bayona.
(13) Alusión
a una conversación de Tauler, recogida por Surius. Tauler se encuentra con un
mendigo a la puerta de la Iglesia. Éste le dice cómo encontró la felicidad en
la renuncia a toda creatura para unirse sólo con Dios (Sermones de Tauler,
traducidos por Ch. Sainte-Foi,
Pousselgue, 1855, t, 1, p.65-67).
(14) San Miguel se sitúa aquí en el plano del destino eterno y no en el de la simple justicia conmutativa que regula las relaciones particulares entre los hombres.
(15) Estas notas son un resumen de una nueva meditación o el bosquejo de una charla. Encontramos muchos semejantes en los escritos.
(16) Alusión al golpe de Estado de Napoleón III.
(17) Alusión a los sufrimientos que marcaron el papado de Pío IX.
(18) Alusión a las rocas que dominan el santuario de Betharram.
(19) Estas palabras con que San Miguel gustaba resumir su ideal, están extraídas de Suárez (Rel. Soc. Jesu, Lib. 1, cap. 2, n. 8).
(20) El Uno. Leonide nació en Lestelle, cerca de Betharram. Entró como hermano lego y murió, como si fuera predestinado, a los 15 años. San Miguel, que lo conoció de pequeño, hablaba de él, luego de su muerte, así: "Amemos la Cruz, como el Hermanito Leorude, que todos conocisteis. ¡Qué maravilloso niño! A los 5 años, en lo más crudo del invierno, se hacía despertar, bajar de la cama, por su padre. Llamaba a nuestra puerta y se iba a la capilla. Tales felices disposiciones se multiplicaron con la edad. Admitido en la comunidad como Hermano, se convirtió, por su piedad y su amor a la Cruz, en modelo de los Hermanos. Niño como era, sabía la brillante filosoria del crucifijo, al punto de ser admirado por todos los que lo trataban (Vida, la Ed., p. 276).
(21) Secretario de Mons. Loyson, obispo de Bayona.
(22) "Lo
hice un ser espiritual, incluso en la carne... Y ahora se ha vuelto carnal,
incluso en el Espíritu" (Bossuet, Elevaciones, 7 a Sem., Y Elev. Cf. san
Agustín, La ciudad de Dios, Lib. XIV, Cap. 15. P.L. 61, 423).
(23) Vicario General de la diócesis de Poitiers y superior de las Hijas de la Cruz.
(24) Evaristo Etchecopar, tío del futuro P. Augusto Etchecopar.
(25) Alusión al desafortunado Sauzet, ejecutado el 27 de Febrero en Pradelles (Haute-Loire) y cuya muerte fue muy edificante.
(26) Se trata del P. Passaglia, salido de la Compañía de Jesús en 1859. La prueba, como intuyó san Miguel, le resultó favorable: murió en 1887. reconciliado con la Iglesia.
(27) Esta reprimenda de san Miguel apunta a las gestiones hechas por algunos misioneros de América ante la Santa Sede para obtener más amplios poderes a fin de ejercer el ministerio sacerdotal en otras provincias. fuera de la diócesis de Buenos Aires.
(28) Alude al suplicio de Sauzet. Según declaraciones del sacerdote que lo asistió, san Miguel creía en la inocencia del condenado quien, calumniado, aceptó con heroísmo la muerte antes que denunciar al verdadero culpable.
(29) Industrias para curar las enfermedades del alma: publicación del P. Claudio Aquaviva -finales del s. XVI-, Superior general de la Compañía de Jesús. San Miguel apreciaba mucho esta obra y la recomendaba mucho a los superiores.
(30) Obra publicada en los inicios de la Compañía y que contiene preciosas indicaciones para hacer con provecho los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.
(31) Mons. Lacroix, al no querer establecer la comunidad de Betharrani como Instituto religioso, permitió, con muchas restricciones, pronunciar los votos.
(32) Bossuet había dicho casi lo mismo: "Sin apenamos por rebosar de pensamientos ambiciosos, preocupémonos por alcanzar horizontes lejanos de bondad; y, en oficios delimitados, tengamos una caridad infinita (Sermón sobre La ambición, Ed. Lebarq, T. 4, p. 153 ».
(33) El venerable P. Luis Eduardo Cestac, fundador de las Siervas de María de Anglet (Bayona).
(34) El P. Rossigneux era catedrático de Universidad.
(35) Era el momento en que el P. Garicoits sometía a Mons. d'Astros el proyecto de fundar el Instituto.
(36) San Miguel recurre muchas veces al ejemplo del ferrocarril y saca diversas conclusiones. Su espíritu, muy sensible al progreso, estaba fuertemente conmocionado por el tipo de locomoción, nuevo entonces, que cambiaba considerablemente las condiciones de los viajes y facilitaba así los desplazamientos de los misioneros.
(37) San Alfonso Ligorio era hombre de experiencia. Encaraba las cuestiones, las verdades, del lado práctico. Era prácticamente práctico, practico practice. ¡Cuántas aberraciones en los que miran las cosas especulativamente! ¡Cuántas falsas decisiones! Jansenistas apartando a pueblos de la comunión y dejándolos vivir como animales. [ Apreciación valorativa del P. Garicoits ]
El
origen de los textos se indicará por las siguientes letras:
I: Cuaderno inédito de conferencias de san Miguel.
C: Cuaderno del Hno. Cachica, escolástico, que recogió preciosos
apuntes de las conferencias y de las clases de san Miguel en 1858 y 1859. S:
Sumario de testimonios en el proceso de beatificación.
V: Vida de san Miguel, por el P. B. Bourdenne