Fidelidad
Deseo a todos los nuestros un año bueno y santo. Será bueno y santo y además feliz, si lo vivimos en una fidelidad cada vez mayor al espíritu de nuestra vocación, al espíritu de San Miguel.
¡No me pidas más que mi espíritu! Con estas Palabras, la Virgen, en un momento difícil, respondía a la oración ansiosa del P. Cestac.
También San Miguel nos habla así al comienzo de un año difícil para la Iglesia, decisivo para nuestra Congregación: ¡No me pidan más que mi espíritu!
Este espíritu es nuestra razón de ser. No existimos más que para hacerlo carne, para vivir, siguiendo a San Miguel, este Ecce Venio que ya ha salvado al mundo y que todavía tiene que salvarlo.
¡Aquí estoy! Siempre en actitud de ofrenda, siempre a disposición de Dios y de sus legítimos representantes, siempre dispuesto a salir, así es el Betharramita. El inmovilismo no es nuestra característica.
¡Y cómo tiene su razón de ser en la Iglesia de hoy! ¿Qué necesita realmente para renovarse, para ese esfuerzo grande y delicado, necesario y arriesgado?
Apóstoles que sepan decir sí, que no se vuelvan atrás ni ante el esfuerzo, ni ante el sacrificio, pero que además no tienen ni la presunción de adelantarse a las directrices de la autoridad, ni el ridículo de creerse necesarios. Espíritu de servicio en una Iglesia que sólo quiere ser servidora, ¡auxiliares, instrumentos!
¡Qué luz para todas nuestras opciones, las que atañen a nuestra conducta personal, como las que atañen a toda la Congregación! ¡Qué defensa contra las tentaciones del momento, la de la independencia, en particular, que parece llevarnos a la época de San Miguel!
Es el momento de la fidelidad. Lo único que se nos pide es ser auténticos.
R.P. José Mirande, s.c.j.