La elaboración del ideal de San Miguel

 El choque de la pobreza

Miguel Garicoits había nacido pobre ; le gustaba hablar de la "desnudez" de su origen.

Con todo, ¿había comprendido, en esos años duros, el valor de la pobreza? No hay ninguna prueba.

Seminarista, la ausencia de todo cuidado material del que se veía libre por primera vez, el sentido de la dignidad eclesiástica que se trataba de inculcar alas ordenados, todo concurría para crear en él un estado de espíritu menos favorable para la inteligencia de la primera bienaventuranza.

No porque fuera propenso al "aburguesamiento". Su actividad apostólica de joven sacerdote en Cambó muestra con evidencia que no aceptó nunca llevar una vida fácil. A pesar de ello, el primer contacto que tuvo von la vida religiosa - fue en 1825, en una visita que hizo a las Hijas de la Cruz de Igón- produjo en él un verdadero impacto espiritual.

"Nuestra pobreza; en el primer momento, lije para El algo asombroso. Le extrañaba que nosotras fuéramos tan felices en medio de nuestra privación. La preferencia que nuestra superiora otorgaba a los miembros de la clase obrera sobre los que poseían cierta jerarquía social en el mundo le causaba aún mayor sorpresa."

Betharram está a cuatro kilómetros de Igon. Los contactos se harán frecuentes, El obispo ayudará a ello nombrando al Padre Garicoits director espiritual de las religiosas.

Sin saberlo él, Dios prepara su porvenir. Por una especie de rebote, saca provecho él mismo, en primer lugar, de los consejos que dispensa tanto a las religiosas de Igón cuanto a los seminaristas de Betharram.

La Providencia le tenía reservada una gracia preciosa: el encuentro con una verdadera santa: la fundadora de las Hijas de la Cruz, Santa Juana Isabel. Ella le abría su alma y el joven sacerdote, ante ese heroísmo sonriente en medio de los más grandes sacrificios, descubría la belleza del renunciamiento a sí mismo por la práctica de los votos evangélicos.

Esa luz lo trabajó profundamente; se sintió cada vez más obsesionado por el deseo de realizar el mismo ideal.

Más tarde, cuando su Congregación se halle establecida, dirá humildemente a las religiosas: "Fue la Buena Hermana quien hizo todo; yo no he sido más que el ejecutante de sus designios". Piadosa exageración de tina verdad cierta.

El cruce de los caminos

Miguel se había abierto filialmente a su obispo respecto a los pensamientos que revolvía en su mente. El Obispo en consideración de !o que podía ser un llamado de Dios, le dejaba la libertad de meditar y estudiar su vocación.

Entonces la voz interior se volvía más apremiante. Algunos obispos, llegados a Betharram, le confiaban parte de su ansiedad. La revolución de 1830 había soliviantado los espíritus y difundido las ideas en las que la utopía se mezclaba a menudo con una real generosidad.

"¡Si, como yo, se hubiese visto llorar a algunos obispos!" dirá más de una vez el Santo Fundador.

Y el Padre Garicoits se fue a Toulouse para estudiar la voluntad de Dios en un retiro dirigido por el P. Leblanc.

Monseñor D'Astros, consultado, alienta la idea de la fundación de una familia religiosa:

"Empiece su obra, y, sin adelantarse a la Providencia, llévela adelante"

A partir de entonces, Miguel Garicoits está resuelto y nada será capaz de apartarlo de esta línea

Una doctrina del Sagrado Corazón

¿Con qué alimentos espirituales alimentará a esta familia espiritual, entrevista en la luz de la oración?

San Miguel reconoce en el Amor el valor supremo y la disposición fundamental para llevar a cabo su ideal.

"El Amor, eso es lo que lo arrastra al hombre; ése es el secreto resorte que hay que descubrir en los postulantes y los novicios; ése es el germen divino que se ha de desarrollar en los corazones. Si falta, no hay nada que nacer".

Esta realidad del amor toma a sus ojos un aspecto más concreto: se concentra y se expresa en el Sagrado Corazón.

Su concepto del Sagrado Corazón se apoya en el amor más que en la reparación. No habíamos nada de esa sensibilidad religiosa, hasta "dolorista", que ha marcado tan fuertemente la devoción al Sagrado Corazón en el siglo XIX. Otra comprobación: el polo principal de atracción en la devoción al Sagrado Corazón, se va a desplazar. No será más la Pasión, sino la Encarnación. Miguel Garicoits se apega al Corazón del Verbo-hecho-Hombre.

"Creer en el amor que Dios nos tiene, es el compendio de la fe. Es, por ello la profesión de San Juan: "Creo en el Amor". Está todo dicho. Se hizo hombre, ¡lo creo! Ama, y quien ama, hace todo.

Pero si creemos en eso, hay que imitarlo. El Corazón de Jesús abraza a todos los hombres… Tengamos, pues, un Corazón de Jesucristo, un corazón amplio, que no excluye a nadie de su amor" (M. 942)

En cuanto a El, ya no verá sino ese espectáculo:

"El Verbo hecho carne, el Verbo de Dios unido personalmente a la carne, vuelto a la carne, vuelto accesible a nuestros sentidos para curar, para purificar, para santificar". (M. 405)

Mas para San Miguel, el amor que el Sagrado Corazón nos tiene, no es sino la consecuencia de su amor al Padre. No oirá más que el grito de ese Corazón dirigido hacia su Padre, ofreciéndose a su Padre e inaugurando así la inmensa obra de la Redención.

Los textos del Santo acudirían aquí en gran número, Ellos nos permitirían afirmar - sin temor a equivocarnos- que no concibe al Sagrado Corazón, sino en esa actitud del Ecce Venio de la que hace, a partir de entonces, su ideal y el de su naciente Congregación.

"Oh! si se pudiese reunir una sociedad de sacerdotes que tuvieran por único programa el programa mismo del Corazón de Jesús... Esos sacerdotes serían un verdadero campamento volante de soldados escogidos, listos para acudir, á la primera señal de los jefes, a cualquier sitio adonde los llamasen; aún, y sobre todo, a los ministerios más difíciles que no quisieran los demás".

San Miguel condensó todo su ideal en una página, largamente meditada, que puso como encabezamiento de las Constituciones de 183 8 : "Plugo a Dios hacerse amar..."

Es el MANIFIESTO del Fundador. Todo lo que escribió o enseñó posteriormente no parece de verdad otra cosa sino el comentario de este texto decisivo.

R.P. Duvignau s.c.j.

NEF N° 280 julio 1976

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