Obras de la Congregación
¿Tiene la Congregación obras que le sean propias y limiten por principio su campo en al Iglesia?
l- Parecería que sí. En efecto; al menos desde 1877, las constituciones precisan que: "Las principales funciones de los miembros de la Congregación son: lº) la predicación de la palabra de Dios (misiones, retiros, etc....); 2º) la educación cristiana de la juventud, reservando los derechos de la Santa Sede y de los ordinarios con respecto a los seminarios". (art. 4)
2- Con todo, se ve que esas obras no son limitativas:
A. De hecho, esas obras no han sido asignadas a la Congregación sino en vista de las circunstancias y la situación concreta de la Iglesia en Francia, en el momento de la fundación. Más tarde, en tiempo de San Miguel, se respondió unánimemente al llamado de América (1856), sin saber exactamente que obras nos serían pedidas, salvo que se iba a evangelizar a los vascos emigrados.
Lo mismo sucedió cuando León XIII nos pidió ir al Paraguay.
De igual modo, cuando la Santa Sede nos ofreció una misión en China, nadie alegó que semejante ministerio entre paganos era extraño al fin de la Congregación.
Nuestra historia, pues, muestra que la Congregación está abierta a todas las necesidades de la Iglesia.
B. El pensamiento de San Miguel coincide con esto, y no hay duda posible en este asunto.
a) Según el P. Etchecopar, su primera inspiración abarcaba todo el programa del Sagrado Corazón de Jesús, "el sacerdote eterno, el Servidor del Padre celestial! ".
b) Gustaba decir que las obras preferidas de la Congregación eran las obras que no querían los demás, cualesquiera fueran esas obras.
c) Cada vez que exponía "las cosas substánciales de la sociedad" afirmaba con precisión que no había en principio ningún límite para las obras. La Congregación, explicaba, no tenía otro fin sino el de formar hombres, capaces y prontos a partir, a la primera señal del obispo o del superior, para cumplir cualquier ministerio que les fuera confiado: un cuerpo volante, escogido: idonei, expediti, expositi. "El fin de nuestra sociedad, decía también, no es tanto el predicar, oír confesiones, enseñar etc… sino formar hombres aptos y bien dispuestos a ejercer santamente esos ministerios, cuando el obispo o el superior de la sociedad se los encarguen. El fin de la sociedad es, pues, engendrar y. formar ministros tan perfectos que, a la primera señal de la voluntad del obispo, o del superior, pueden ser elegidos dignamente para trabajar en la salvación de las almas" (Manuscrito 988).
P. Pedro Duvignau s.c.j.
(NEF Nº 187 - 188 Agosto-Setiembre 1968
Esquemas de la Comisión Interprovincial