El Señor del Desarraigo
"Sal de tu tierra, deja la casa de tu padre,
encamínate al país que te mostraré..."
(Gen, XII, 1-4)
"Obedezcamos como Abraham,
sin razonar, sin peros, sin porqués...
Con Dios, menos claro se ve,
más seguro se camina...
(DS 203-204)
Quien no es nómada en el fondo de su corazón
queda clavado definitivamente en los horizontes mezquinos!
Nuestro Dios es
el Señor del Desarraigo!
¡YO PARTIRE!
Mejor que yo, Señor,
Tú conoces hasta qué orillas
se extiende el País de las promesas.
Abandonaré los territorios
en los que organizo como dueño el deleite para mis ojos,
la calma para mi vida,
haciendo correr la leche y la miel
en la apacible serie de mis días.
¡Yo partiré!
Mas ¿por qué siempre marchar?
Vivir es difícil,
y cada paso es frágil.
¡Yo voy a partir!
¡quédate tranquilo, Señor!
Pero ¿cuándo dejarás de desarraigarme,
de enviarme a otra parte a donde temo ir?
Abandonaré mis tierras familiares
en donde la rutina congela mis actitudes...
Abandonaré mis tierras de orgullo,
en las que cultivo la certidumbre
de ser siempre superior
a los incapaces que me rodean.
Abandonaré mis tierras de desprecio
en las que los hombres, mis Hermanos,
son juzgados, clasificados, rotulados,
como mercancía en el mercado.
¡Oh, Tú!
que me echas de mi casa
en donde los armarios están llenos
y los anaqueles ordenados.
¡Oh, Tú!
que siempre me obligas
a mirar más lejos
y a plantar en otro sitio
las raíces de mi corazón.
¡Oh, Tú!
Dios mío,
Tú eres verdaderamente
el Señor del DESARRAIGO.
P. Juan Mateo, s.c.j.